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Biografía
Su padre, Mariano Tristán y Moscoso, fue un coronel peruano (natural de Arequipa en ese entonces parte del Virreinato del Perú) miembro de la Armada española, y su madre, Anne-Pierre Laisnay, francesa. Sus padres se conocieron en Bilbao, España durante la estadía de su padre en ese lugar. El padre no llegó a reconocer legalmente a Flora.
Tuvo una primera infancia de lujo, y su casa era visitada por personajes que luego serían hitos en la historia como Simón Bolívar, que como el padre de Flora compartían sus orígenes criollos y vascos. Esta situación de bondad económica y social se truncó con el deceso de su padre en 1807, cuando Flora apenas tenía 4 años, lo cual dejó a la familia en la pobreza. La falta de reconocimiento legal por parte del padre le impidió recobrar los bienes que dejara éste.
Por este motivo, Flora, niña aún, vive penosamente en el campo hasta los quince años de edad, y luego se traslada con su madre a uno de los barrios más pobres de París. Comienza a trabajar como obrera en un taller de litografía y con apenas 17 años, se casa con el propietario de ésta, André Chazal, y tiene tres hijos, uno de los cuales muere al parecer muy tierno; el otro se llama Ernest, y la tercera, nacida en 1825, es Aline, quien será la futura madre del pintor Paul Gauguin. Este matrimonio de conveniencia se disolvió a causa de los celos y malos tratos del esposo. Flora huye del hogar llevándose a sus hijos. Su doble condición de hija natural y esposa separada la redujo a la marginal condición de “paria”, como le gustaba autodenominarse. Chazal la persigue incansablemente. Finalmente, logra un acuerdo judicial con Flora, por el cual se queda con el hijo varón, mientras ella retiene a la niña.
No obstante, Flora desconfía de su marido y se marcha de París. Comienza su vida errabunda junto con su hija Aline. Gracias a la intervención del capitán Chabrié, en 1829 pudo remitir una carta a su tío Juan Pío Tristán y Moscoso que vivía en Perú, el cual durante cinco años le envía dinero para ayudarla en su pobreza. Gracias a Pedro Mariano de Goyeneche, pariente de los Tristán, Flora viaja a Perú en 1832, dispuesta a cobrar su herencia y recuperar un puesto digno en la sociedad.
El 7 de abril de 1833, justo el día que cumplió 30 años, Flora se embarca en Le Mexican. El barco pertenecía al mismo capitán Chabrié, quien le había facilitado el primer contacto con sus parientes peruanos. La travesía hasta el Perú dura cinco meses, y tras desembarcar en Islay, Flora pasa a Arequipa, donde permanece hasta abril de 1834. Reclama a don Pío la herencia paterna, pero éste se niega a darle; ciertamente Pío la trata de “sobrina querida” pero al no haber ningún documento que acreditara que era hija legítima de su hermano Mariano, no podía proceder de otro modo. Únicamente accede a pasarle una pensión mensual.
Flora se traslada a Lima, donde permanece hasta el 16 de julio de 1834, fecha en que se embarca en el Callao con destino a Liverpool. Durante su estadía en Perú fue testigo de la crisis política de 1833-34, la guerra civil entre los partidarios de Agustín Gamarra y los de Luis de Orbegoso.
Flora escribió un diario de viajes acerca de sus experiencias en el Perú. El diario fue publicado en 1838 como Pérégrinations d'une paria (Peregrinaciones de una paria)
De regreso a Francia, emprende una campaña a favor de la emancipación de la mujer, los derechos de los trabajadores y en contra de la pena de muerte. Ya había conseguido la separación legal de su marido y la custodia de sus hijos; sin embargo, André Chazal, enfurecido e impotente, intenta asesinarla, disparándole en la calle y dejándola malherida, en septiembre de 1838. Flora gana notoriedad en la prensa, y Chazal es sometido a proceso que se le complica con la acusación de intentar violar a su propia hija Aline; finalmente es condenado a 20 años de trabajos forzados.
Libre ya del yugo masculino, Flora publica en 1840 un coherente programa socialista en L’Union Ouvrière (La Unión Obrera), en donde clama por la necesidad de los trabajadores de organizarse y aboga por su “unidad universal”. Se convierte así en la primera mujer en hablar del socialismo y de la lucha de los proletarios. Karl Marx le reconoció su carácter de “precursora de altos ideales nobles”.
Muere a los 41 años, víctima del tifus, mientras se hallaba en plena gira al interior de Francia promoviendo sus revolucionarias ideas.
Obras
Flora Tristán fue autora de muchos trabajos de carácter ideológico y literario, los más conocidos son:
- Peregrinaciones de una paria (texto francés, 1838 y 1839; traducción española de Emilia Romero, 1946 y 1971), libro que se presenta como una memoria de su viaje a América y su estadía en el Perú entre 1833 y 1834, sin embargo, la autora adopta múltiples formas narrativas para ofrecer su visión personal de sus experiencias. Es un libro fundamental para conocer de cerca los avatares de la incipiente república peruana, cuyas prácticas y costumbres fueron analizadas detenidamente por la autora.
- Paseos en Londres (1840), pieza que contiene agudas críticas a la civilización británica.
- La unión obrera (1843), folleto donde se sintetiza su ideario o programa de reformas a favor de la clase proletaria.
- La emancipación de la mujer (texto francés, 1845 y 1846; traducción española de M. E. Mur de Lara, 1948) donde se manifiesta rudamente contra la inferioridad matrimonial del sexo femenino y ataca la gazmoñería del ambiente. Es un ensayo anticipatorio del moderno pensamiento feminista.
- Mephis, novela cuyo protagonista aparece como una combinación de Mesías y Mefistófeles.
Influencia en la literatura
Inspirado en la lectura de Peregrinaciones de una paria, el escritor peruano Abraham Valdelomar escribió en 1914 La mariscala, una biografía novelada de doña Pancha Zubiaga, esposa del mariscal y Presidente peruano Agustín Gamarra, a la que también dedica un drama, escrito en colaboración con José Carlos Mariátegui. En 1942, Luis Alberto Sánchez publicó un estudio de la personalidad de Flora Tristán titulado Una mujer sola contra el mundo. En 1964, Sebastián Salazar Bondy publicó un drama en tres actos inspirado en la vida de Flora: Flora Tristán. El escritor peruano Mario Vargas Llosa, en su novela histórica El paraíso en la otra esquina, analiza las travesías de Flora Tristan y a su nieto Paul Gauguin como contrastes para la vida ideal que ellos buscaban en sus experiencias fuera de su Francia.
PENSAMIENTO:El feminismo de Flora Tristán se engarza en la Ilustración, presupone por tanto unas reivindicaciones y un proyecto político que sólo pueden articularse a partir de la idea de que todos los seres humanos nacen libres, iguales y con los mismos derechos, pero toma cuerpo en el periodo inmediatamente posterior a la revolución francesa. Manteniendo la continuidad con el pensamiento de autoras anteriores (Mary Wollstonecraft, entre otras), Flora Tristán imprime a su feminismo un giro de clase que en el futuro daría lugar al feminismo marxista.
Al tiempo, se emparentaba con las corrientes críticas a las que se ha denominado "socialismo utópico", pero teorizando ya la necesidad de una Unión Obrera, de un partido obrero. "Todas las desgracias del mundo provienen del olvido y el desprecio que hasta hoy se ha hecho de los derechos naturales e imprescriptibles del ser mujer" escribió en Unión Obrera.
Su lucha incesante por conseguir una sociedad más justa e igualitaria ha quedado plasmada en su obra. Así, entre otras, en Peregrinaciones de una paria denuncia las distintas manifestaciones de exclusión social de la sociedad de Arequipa; en Paseos en Londres (1840) realiza una de las primeras y más duras descripciones de los obreros ingleses. Escribió entonces "la esclavitud no es a mis ojos el más grande de los infortunios humanos desde que conozco el proletariado inglés".
En Unión obrera describe como "el mejoramiento de la situación de miseria e ignorancia de los trabajadores" es fundamental, porque "todas las desgracias del mundo provienen del olvido y el desprecio que hasta hoy se ha hecho de los derechos naturales e imprescriptibles del ser mujer". Para Flora la situación de las mujeres se deriva de la aceptación del falso principio que afirma la inferioridad de la naturaleza de la mujer respecto a la del varón. Este discurso ideológico, hecho desde la ley, la ciencia y la iglesia margina a la mujer de la educación racional y la destina a ser la esclava de su amo. Hasta aquí el discurso de Flora es similar al del sufragismo, pero el giro de clase comienza a producirse cuando señala cómo negar la educación a las mujeres está en relación con su explotación económica: no se envía a las niñas a la escuela "porque se le saca mejor partido en las tareas de la casa, ya sea para acunar a los niños, hacer recados, cuidar la comida, etc.", y luego "A los doce años se la coloca de aprendiza: allí continúa siendo explotada por la patrona y a menudo también maltratada como cuando estaba en casa de sus padres.” Flora dirige su discurso al análisis de las mujeres más desposeídas, de las obreras. Y su juicio no puede ser más contundente: el trato injusto y vejatorio que sufren estas mujeres desde que nacen, unido a su nula educación y la obligada servidumbre al varón, genera en ellas un carácter brutal e incluso malvado. Para Flora, esta degradación moral reviste la mayor importancia, ya que las mujeres, en sus múltiples funciones de madres, amantes, esposas, hijas, etc. "lo son todo en la vida del obrero", influyen a lo largo de toda su vida. Esta situación "central" de la mujer no tiene su equivalente en la clase alta, donde el dinero puede proporcionar educadores y sirvientes profesionales y otro tipo de distracciones.
En consecuencia, educar bien a la mujer (obrera) supone el principio de la mejora intelectual, moral y material de la clase obrera. Flora, como buena "socialista utópica", confía enormemente en el poder de la educación, y como feminista reclama la educación de las mujeres; además, sostiene que de la educación racional de las mujeres depende la emancipación de los varones. Hecho que hasta la fecha se sigue recogiendo en las declaraciones de principios de los movimientos feministas.
Su discurso apela al sentido de justicia universal de la humanidad en general y de los varones en particular (ya que son los depositarios del poder y la razón)-, para que accedan a cambiar una situación que, a su juicio, acaba volviéndose también contra ellos. "La ley que esclaviza a la mujer y la priva de instrucción, os oprime también a vosotros, hombres proletarios. (...) En nombre de vuestro propio interés, hombres; en nombre de vuestra mejora, la vuestra, hombres; en fin, en nombre del bienestar universal de todos y de todas os comprometo a reclamar los derechos para la mujer.” (Unión Obrera).
La Flora de la Unión Obrera adelanta un pensamiento que, anterior al Manifiesto Comunista, postula la unión de los trabajadores y las mujeres –los oprimidos del mundo-, en una Internacional que, mediante una revolución pacífica -aquí aparece su herencia saintsimoniana-, traerá la prosperidad y la justicia.
Dice de ella André Breton: "Acaso no haya destino femenino que deje, en el firmamento del espíritu, una semilla tan larga y luminosa". La vida de "una temeraria y romántica justiciera" puntualiza Mario Vargas Llosa en su libro sobre Paul Gauguin, El paraíso en la otra esquina.
La publicación de Mi vida es el autorretrato en el que se reconoce como una doble paria: la hija sin reconocimiento legal del padre y por lo tanto desheredada y la casada por conveniencia (necesidad). Habla de su experiencia en primera persona. Flora se confiesa víctima de esa doble opresión que como mujer siente en grado extremo, lo que la llevó a luchar contra el matrimonio como medio de opresión contra las mujeres, "el único infierno que reconozco".
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Flora Celestine Therese Henrriete Tristán Moscoso nació el 7 de abril de 1803 en París. Su padre fue el aristócrata peruano Mariano Tristán Moscoso y su madre, Therese Laine.
Ante las circunstancias sus bienes y sus derechos les fueron negados. En los primeros años de vida y antes de que su padre muriera, no se vio privada de nada y creció en un hogar que siempre estaba concurrido por visitas del nivel de Simón Bolívar, visitas que ocasionaron rumores malintencionados.
Cuando muere el coronel abruptamente, todo cambió para Flora y empiezan las penurias económicas, pues se pierde el contacto con la parentela peruana y por lo tanto el envío de dinero se ve interrumpido. La madre no pierde la esparanza del obtener el patrimonio de Perú, y trató por todos los medios de darles a sus hijos una educación digna.
En 1826, Flora decide acabar con la farza de un matrimonio sin amor, en el cual sufría maltratos de todo tipo. Se inicia entonces una lucha legal por la custodia de los hijos que duraría 12 años.
Viaja por varios países donde realiza trabajos de toda clase, y es cuando empieza a tomar conciencia de lo que ella misma llamaría una condición de paria. Los obstáculos que enfrenta por el divorcio y por buscar su independencia sin querer renunciar a sus hijos fueron tanto legales como sociales, y además de esto, tuvo que aprender a pensar diferente y revelarse contra una posición de la mujer totalmente sumisa y explotada. Es así como se pone en contacto con las organizaciones obreras inglesas, y empieza su labor de consientización de una problemática. En 1833, logra viajar al Perú donde la familia le cierra las puertas y no le otorga su herencia. Uno de sus tíos se apiada de ella y le envía una modesta pensión anual.
Estando en Perú, Flora conversa y arenga a las mujeres de Lima y de Arequipa para que busquen la liberación de la mujer, y para que luchen por sus derechos, lo que por supuesto escandaliza a todo el Perú.
Regresa a Europa y termina de reafirmar sus ideales iguaitarios radicales. Es este viaje lo que la inspira a escribir el texto "Peregrinaciones de una paria", donde expone la situación opresora en la que vive la mujer. Ya en Europa recorre las universidades exponiendo su forma de ver las cosas y denunciando las grandes injusticias que soporta una mujer.
Por esta época, lee ideolgía marxista (Marx y Engels son sus contemporáneos) y encuentra en ella un respaldo para lo que ella estaba proponiendo, y apela directamente a lso obreros para buscar grupos que la apoyaran, en tanto ellos están luchando por un mundo más equitativo y más justo, y lógicamente para Flora esta igualdad debía contemplara a la mujer. Se dedicó a escribir para expresar su pensamiento revolucionario, y en 1835 publica su primer texto llamado La situación de las mujeres extranjeras pobres en Francia, tomando como punto de partida su propia experiencia. Luego, en 1837 saca su segundo libro, el cual es a favor del divorcio. Chazal su exmarido ofendido intenta asesinarla ante la publicación del libro, por lo que fue condenado pero a los pocos años liberado.
En 1839, publica unas traducciones de varias cartas del Libertador Simón Bolívar, y en 1840 escribe "Paseos por Londres" donde expone abiertamente su posicisión socialista al problematizar y cuestionar la sociedad capitalista inglesa.
Flora Tristán no sólo se limitó a luchar por los derechos de la mujer, o por los derechos de los obreros, las causas más radicales de la época, sino que también se opuso a la esclavitud, al oscurecimiento religioso y a la pena de muerte.
Después, en 1842, escribe "
OTROS ARTICULOS:
*Las mil caras de Flora Tristán
Por Marta Rossich
*CRONOLOGIA (WWW.MUJERSHOY)
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7 de abril de 1803: Nacía una luchadora feminista y socialista Flora Tristán, una mujer de clase
Apenas pasó los 40 años (1803-1844). Pero marcó el camino de la lucha por la liberación de los hombres y mujeres de la clase obrera. Sus textos y actividades iniciaron el feminismo ligado a la lucha internacional y clasista de los trabajadores contra el capitalismo.
Flora Tristán es poco conocida. Sin embargo, su legado es inmenso. Le debemos que haya reclamado a la sociedad burguesa por la situación de la mujer, desde el punto de vista de la emancipación de los explotados por el injusto sistema mundial capitalista. En su corta e intensa vida experimentó los sufrimientos de la opresión femenina y de la pobreza.
Hija “natural” y esposa rebelde
Flora era hija de un rico coronel de la Armada española, nacido en Arequipa, que por entonces era parte del Virreinato del Perú. En una estadía en Bilbao, España, el coronel conoció a quien sería su madre, una mujer francesa. Sus primeros años en el Virreinato fueron de lujo y bienestar. Pero cuando Flora tenía apenas cuatro años, en 1807, su padre murió, sin haberla reconocido como hija legal. Repentinamente empobrecidas, con su madre emprendieron el regreso a Francia. Vivieron penosamente en el campo y cuando Flora tenía quince años se instalaron en un barrio pobre de París.
Su madre la obligó a casarse muy joven, a los 17 años, con el dueño del taller de litografía donde trabajaba. Durante varios años sufrió en carne propia la violencia y humillaciones de un matrimonio forzado con un hombre mayor y brutal, “costumbre” de la época para una joven pobre. Tuvo dos hijos varones, uno de los cuales murió siendo pequeño. La menor fue mujer, Aline. En 1825 se escapó de la casa conyugal con sus hijos. Quedó convertida en una paria, por su doble condición de hija natural y esposa separada. El marido la persiguió con saña, hasta que Flora logró un acuerdo judicial que le permitió retener con ella a Aline, aunque por temor a represalias se fueron de Paris.
En la década del 30 del siglo XIX había distintas corrientes en Francia en relación al problema de la mujer. Las mujeres cristianas reclamaban mejoras en su condición “natural” de esposas y madres, oponiéndose a los planteos de obtención de derechos políticos o sociales. Otros grupos reclamaban esos derechos para las mujeres con recursos económicos.
En 1829, Flora Tristán logró tomar contacto con su familia peruana, y comenzó a recibir una ayuda económica. Participó en las movilizaciones populares de 1830 en París. Viajó un par de años al Perú, donde no logró acceder a la herencia de su padre, sino a una pensión mensual. Allí pudo tomar contacto tanto con las mujeres de la aristocracia criolla como con las pobres y marginales. Al regreso, ella y Aline se dirigieron a Inglaterra, donde conoció directamente las penurias de la clase obrera surgida de la revolución industrial. Luego se reinstalaron en París, donde empezó a escribir y a participar cada vez más en las luchas a favor de las mujeres y los trabajadores.
La Unión Obrera, un llamado al internacionalismo proletario
Tristán fue elaborando sus convicciones feministas, socialistas y sobre la importancia de la educación bajo la influencia de los utopistas Saint Simón y Fourier. Siendo muy joven había leído a Mary Wollstonecraft, una de las primeras feministas inglesas (1759- 1797). Pero fue elaborado un punto de vista nuevo y distinto, ya que aquella defendía derechos políticos y a la propiedad para las mujeres de la burguesía. Por su parte, Flora defendía la libertad de divorcio (que había sido establecido por la Revolución Francesa, y luego suprimido) y la libre elección del marido, sin presiones económicas de los padres, que era imprescindible para las jóvenes pobres. Y lo ligaba cada vez más a un posicionamiento de clase. Denunciaba, por ejemplo, que el capitalista se aprovechase tanto del obrero como de la mujer obrera, que no era enviada a la escuela y se la limitaba a su papel de reproducir la mano de obra proletaria. También denunciaba que tanto en Inglaterra como en Francia las mujeres recibían peor paga que los hombres. Y reclamaba contra la opresión del proletario hacia la proletaria.
En 1838 publicó su diario de viaje al Perú, Peregrinaciones de una paria. Al mismo tiempo, cobró notoriedad por otra experiencia penosa, cuando su ex marido intentó asesinarla. Al ser condenado a 20 años de trabajos forzados, Flora y su hija quedaron libres de nuevas amenazas.
En 1840 publicó su Paseos por Londres, una descarnada descripción de las condiciones de miseria que la burguesía y el sistema capitalista impone sobre los hombres y mujeres proletarios y sus hijos. También denunció el oscurantismo religioso y defendió la laicidad.
En 1843, en un pequeño folleto llamado La Unión Obrera, desarrolló la idea de que los trabajadores hombres y mujeres deben unirse, entre ellos y a escala internacional, porque son los únicos que pueden defenderse de la voracidad capitalista y avanzar hacia la transformación social. Flora Tristán fue anticipando algunos aspectos de la concepción del socialismo científico que inauguraron poco después Marx y Engels con el Manifiesto de 1848. Ella no alcanzó a leerlo, ya que murió de tifus a los 41 años, en 1844, mientras la policía pretendía llevarla presa por su apoyo a una huelga obrera.
La “insolencia” de Flora Tristán
En 1843-44 Alemania era un hervidero de discusiones filosóficas y religiosas, que canalizaban las polémicas políticas prohibidas por la autocracia prusiana. Bruno Bauer era el más importante representante del sector idealista reaccionario. En sus críticas a la clase obrera y a los socialistas que pretendían su emancipación, atacó particularmente a Flora Tristán y su folleto La Unión Obrera.
Dos jóvenes, por entonces aun desconocidos, Carlos Marx y Federico Engels, escribieron en su defensa. Reivindicaron su “insolencia”, por decir que el obrero lo hace todo, lo produce todo y, sin embargo, no tiene derecho alguno ni posee nada. Y su llamado a que se organicen. Ante la acusación de Bauer de “dogmatismo femenino”, retrucaron que era el propio Bauer quien representaba el dogmatismo de una “mujer vieja, la ajada y viuda filosofía hegeliana”, quien andaba “buscando un pretendiente”
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El feminismo revolucionario es un componente obligado del socialismo del siglo XXI.
El capitalismo actual no es solo neoliberal, sino que por serlo, es tremendamente patriarcal.
El neoliberalismo ha feminizado de manera espectacular la pobreza y ha potenciado todos los anti-valores en relación con la opresión de la mujer: violencia machista, discriminación de la mujer, manipulación sexual, precarización extrema de la fuerza laboral femenina…
La sociedad pos-neoliberal, camino al nuevo socialismo, no sería expresión de todas las rebeldías y de todas las liberaciones: de clase, de género, de juventud, de razas, naciones y etnias subordinadas, si se excluye cualquier modalidad de explotación, exclusión o discriminación de los seres humanos.
La liberación clase incluye a más del 80% de la humanidad y la de género más del 50%, que es población femenina.
Con el avance de la teoría de género desde el conocimiento profundo de esa realidad, es impensable en pleno Siglo XXI un verdadero socialismo sin contemplar la superación progresiva y acelerada de esa vieja forma de opresión.
Lo extraordinario -y digno de destacar en estos tiempos de recreación del pensamiento socialista- es que en la primera mitad del Siglo XIX, un ser humano, por demás mujer, abordara con tanta profundidad el tema de la liberación de la humanidad desde la óptica del feminismo socialista.
Flora Celestine Therese Tristán (1803-1844), parisina de nacimiento, tomó entonces conciencia de su condición de “paria” y asumió la insurgencia socialista inseparablemente vinculada a la emancipación de la mujer.
Socialismo para Siglo XI de inspiración feminista gestado el inicio del Siglo IX. Algo que merece hoy uno de lo mayores reconocimiento. Algo que ella sintetizó magistralmente en este artículo:
“La Emancipación de la Mujer”
“¿Qué será preciso hacer para conmover a esta sociedad corrompida?”
“¿Hasta dónde ha de ser necesario hundir el hierro para encontrar las carnes vivas en esta gangrena que se suma en putrefacción?”
“En nombre de aquellos que sufren, en nombre de aquellos que se venden por un pedazo de pan maculado de lodo, en nombre de aquellos que en paralelo con los más inmundos animales, se ven forzados a disputarse un pasto vil en lo sumideros del crimen.”
“En nombre de las pobres mujeres a quienes se tarifa como carne de libertinaje en la conciencia de la prostitución, y a las que se da el nombre de “mujeres de placer”, porque al igual que en los réprobos del Dante, las lágrimas se han congelado en sus ojos y la rabia de su propio dolor les hace a veces reír lamentablemente.”
“En nombre de esas víctimas inocentes, con las que trafican la inmoralidad de matrimonio mercantilistas, y que vestidas de blanco y engalanadas de flores como las antiguas vírgenes, son conducidas al altar con el objeto de que un célibe por fuerza otorgue una irónica bendición sobre su suplicio, pues un honorable padre y una madre titulada virtuosa, la han condenado, por un puñado de oro, a la tortura que inventó Mecencio: soportar lo besos de un cadáver.”
“En nombre de los padres y madres cuyos hijos devora el Moloch social, en nombre de las mujeres cuyos corazones son devorados y que no se atreven a proferir su quejas, en nombre del los niños a los cuales se tritura y cuyos cráneos son aplastados a fin de que carezcan de pensamiento y corazón.”
“¡Yo he vociferado, he llorado, y vosotros habéis reído! ¡Me he impuesto silencio, me he arrastrado a vuestros pies, y vosotros habéis pisoteado mi cabeza! ¿Qué es lo que soy? ¿Que importa lo que me acontezca? ¿No he ofrendado mi vida por esa gente? ¿Y qué importa eso? Pero, agobiadme, encarceladme, calumniadme, llevad mas lejos el ultraje, arrojadme cual a un perro, un mendrugo de pan por debajo de la mesa. Lo aceptaré todo, menos vuestro pan. Que se me haga todo, a mí. Pero ¿Y el pueblo, que vais a hacer por el pueblo? ¡Ah, hace mucho tiempo que lo adivine, el pueblo no debe esperar nada de vosotros. La prosperidad os embriaga, la familiaridad con voluptuosidades y remordimientos os hace temer el tedioso contacto con las ideas serias, el pueblo os repugna y no le perdonáis el ser desgraciado y tener hambre! ¿No es verdad mis rechoncho financistas de arreboladas y redondas mejillas, de labios siempre relucientes por los vinos deliciosos recién bebidos, no es verdad que ese pueblo con sus ojos hundidos, su tez pálida, os resulta feo? ¿No es verdad, señoras prostituidas honradas, es decir ricas, puesto que, como es sabidos, estas dos palabras son sinónimas desde hace mucho tiempo, no es cierto bellas sirenas satinadas, doradas y ambarinas, que el pueblo huele mal y que produce náuseas con sus harapos?”
“¿Qué reclama él pues, y por qué se le permite entrar? Para él nada hay aquí. ¿Qué piden pan? Respondedle que no lo hay. Pero., lacayos, ¡Arrojad de aquí a esa gentuza y dad un terrón de azúcar a mi pobre lebrel enronquecido por ladrar contra ellos! ¿No es cierto, vosotros todos, los elegidos de la glotonería, de las bebidas, del lacayaje, vientres siempre repletos y siempre ávidos, henchidos de orgullo y rebosantes de infamia, no es verdad que ese pueblo es muy goloso y que semejantes bribones son demasiado audaces al pretender que tienen derecho a comer?...”
“¿Acaso la tierra y todo lo que ella produce no es pertenece?”
“¿Acaso no sois vosotros sus legítimos propietarios? ¿Acaso no sois absolutamente dueños de despilfarrar lo que os sobra cuando os encontráis ya hartos y de compartir vuestro lujo con vuestros perros antes que proveer a las necesidades de los pobres? ¡Que los pobres acudan a las sociedades de caridad! ¡Que acudan a lo hospicios de mendicantes, los mendigos! ¡Que se vayan al diablo, por último, si así les place!...En cuanto anosotros, comamos, bebamos y prostituyámonos! Para eso tenemos dinero. ¡Sí, bebed, es la sangre del pueblo! ¡Sí, comed, es la carne del pueblo!... ¡Sí, prostituíos, con las entrañas del pueblo! Y cuando extenuados y hartos o durmáis repletos, será él, ese pueblo, el que despierte, hambriento y terrible.”
“¡Y cuando vosotros hayáis terminado, el empezará!...”
“¡Sí, bebed. Mas tened cuidado! ¡Tambien vosotros tenéis sangre en las venas!...!Comed, pero tened temor! ¡Pues vuestra carne se está cebando cual conviene a la de las reses!...!Prostituid, mas estremeceos de espanto! ¡Pues mujeres e hijos tenéis!”
“Yo he sido mujer, he sido madre, y la sociedad me ha destrozado el corazón. Fui asesinada, porque proteste contra la infamia, y la sociedad me ha vejado al condenar penosamente cuyo a mi asesino!”
“En el presente no soy una mujer, no soy una madre ¡Soy tan solo la paria!...!Pues bien, hermanos y hermanas! Cuando haya sucumbido en la guerra contra vuestros opresores, os legaré este libro, espantoso, para ellos, portador de esperanza y de consejos para vosotros… y ellos no se atreverán a condenarlo. Porque yo no os predico la rebelión. La rebelión, la sedición, es crimen de un puñado de revoltosos. Un pueblo no se rebela jamás, el se levanta cuando llega su hora, y no precisa que se lo digan.”
“Yo no ataco a la propiedad, como dicen. ¿Acaso podría, por ventura, alentar a los ladrones, yo, que los perseguiría hasta bajo el mato de los jueces? Yo no ataco a la moral; compruebo que nuestros pretendidos moralistas son los más inmorales de los hombres. Yo no ataco la religión; pues es en nombre suyo por lo que levanto la voz para denunciar el egoísmo y la mendacidad de sus ministros.”
“¡Yo escribo para que sepáis, para que comprendáis; grito para que me oigáis; mando adelante para mostraros el camino! Leedme pues, hermanas y hermanos; y si creéis en la abnegación de una hermana, seguidme.”
“Un hombre llevó su abnegación hasta la muerte, y el testamento que legara constituye el Evangelio.”
“Pues bien; yo quiero llevar a cabo lo que soñara sin duda la pecadora Magdalena, el pie de la cruz. Y quiero amar como Él amó. Y morir como Él murió, a fin de poder fecundar la viudez de Evangelio y transmitir una herencia para confundirla con la suya. ¡Tambien yo preciso de un Calvario para proclamar desde allí, al morir, la emancipación de la mujer!”
.-(Flora Tristán, tomado del libro Introducción al Pensamiento Socialista de Néstor Kohan, pags. 151, 152. y 153, Editora Ocean Sur).
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Hace ocho días que me encuentro aquí con dos males pares de zapatos: tengo los pies constantemente húmedos y me siento enferma. Pero en mi posición de misionera no tengo tiempo de enfermarme.
El comisario de policía se acerca al lugar donde Flora se hospeda. Le resulta inexplicable que una mujer bella y de modales distinguidos se sienta a gusto entre mujeres “rústicas” y hombres “hirsutos y maldecidores”, según dirá su informe. Pero el policía tiene órdenes de registrar sus movimientos porque "la República no puede reposar tranquila cuando el obrero cuchichea y cambia opiniones". A Flora la vigilancia policial no la sorprende; es más: está acostumbrada. No bien retorna a París, expone un proyecto ante sus compañeros: la Unión Obrera debe editar su propio periódico, como imprescindible herramienta de lucha. Además, trae el original de un nuevo folleto: La emancipación de la mujer, publicado después de su muerte como Testamento de la paria, como Flora se llamaba a sí misma.
Tras un breve respiro, Flora Tristán parte a la gran aventura: la Tour de France. La despiden en el embarcadero dirigentes de la Unión Obrera y uno de los jóvenes revolucionarios alemanes a los que ella solía recibir en su casa de la rue Bac. Ese joven es Karl Marx. A la vez, otro alemán, que con pedantería se tilda a sí mismo de hegeliano, dice de ella: Flora Tristán nos proporciona un ejemplo de lo que es el dogmatismo femenino, ansioso de tener una fórmula que elabora con las categorías de lo existente. Ésta es apenas una muestra de los incisivos ataques de Bruno Bauer. Otro joven huésped de la rue Bac, Federico Engels, redacta en colaboración con su amigo Marx un alegato en defensa de Flora: La sagrada familia, en clara alusión a Bauer y sus dos hermanos: En la discusión de las ideas de Flora Tristán es donde encontramos por primera vez esta afirmación: la de organizar el trabajo. Ella pide precisamente eso, y la insolencia de haberse atrevido a adelantarse a la "crítica de la crítica" es lo que le ha valido ser tratada de canaille. Éste es un párrafo del texto que circula en copias artesanales. Un siglo más tarde, un marxista inglés, Samuel Bernstein, reconocerá: Flora Tristán fue la primera entre los (socialistas) utópicos en proclamar que la emancipación de los trabajadores tendrá que ser obra de la misma clase trabajadora. Ella demandaba no sólo la unión nacional de los trabajadores, sino también su unión universal.
Es precisamente esa idea –la misma que, años más tarde, florecería en la consigna Proletarios del mundo, ¡uníos!-, por la que Flora emprende su gira. Los obreros la llaman la Mujer Mesías. El régimen la llama de otras maneras. Un parte oficial alerta a la policía de Nimes sobre certain femme née Flora Tristán que “anda alborotando a los trabajadores”. En Montpellier no encuentra hotel que la admita; la policía se adelanta siempre a sus pasos para que la traten como a una leprosa social. ¿Qué puede importar eso cuando, en un solo mitin, Flora consigue agotar cuatro mil ejemplares de la tercera edición de La Unión Obrera? En Lyon, donde los trabajadores la veneran, uno de ellos le dice: Casi todos hemos leído La Unión Obrera, madame. ¡Bien sur! Pero, ahora, lo que quisiéramos es conocer a su autor… Lejos de ofenderse, ya que la obra lleva su firma, Flora deja que le brote una sonrisa: Comprendo; compañero; es usted muy sagaz. ¡Más adelante se lo diré! En Agen, sesenta soldados y agentes allanan la casa donde “esa mujer” iba a reunirse con los unionistas del lugar. La prensa local la describe como un demonio, mientras ella apenas si puede sostenerse sobre sus pies. Días después, en el gélido otoño de Burdeos, Flora Tristán, avasallada por la fiebre, agoniza. El médico no acierta con el diagnóstico: una forma atenuada de cólera, pero el estado de colapso de la enferma podría obedecer a otros cuadros. El hecho es que Flora muere a los cuarenta y un años.
Más adelante, un nieto suyo escribirá: En una sociedad, todo hombre tiene derecho a la vida, a vivir bien, de acuerdo con el trabajo que produce. Aquí, el artista no puede vivir. De ahí infiero que esta sociedad es criminal y está mal organizada. Es apenas un destello de la rebeldía que había impulsado a la abuela Flora a luchar por la justicia social; pero un destello que a él, Paul Gaugin Chazal Tristán, le alcanza para renunciar a su cómoda vida de banquero en París y, en la lejana y exótica Tahití, en medio de la pobreza y el desamparo más absolutos, dedicarse por entero a la pintura. Un tanto por humorada, otro por irreverencia y un mucho por machismo, el artista dirá de su abuela, a quien apenas conoce a través de retratos y charlas familiares: Era una señora algo fantaseadora, que se dedicó a la causa obrera. Una sabihonda socialista o anarquista que probablemente no sabía cocinar. Proudhon decía de ella que tenía genio. Lo único que yo puedo asegurar es que fue muy linda y muy noble. De niño su madre, Aline Chazal, lo ha llevado al Perú, aquella tierra tan querida y tan hostil a Flora Tristán. Allí comprende que hay en el mundo otras formas de belleza, que no son las canónicas en la cultura europea. Y, en sus memorias, Avant et Apres, mezcla algunas de las malandanzas de esa abuela con sus propias fantasías: El viejo, el viejísimo don Pío, se enamoró perdidamente de su linda sobrina (Flora), tan parecida a su amado hermano don Mariano. Don Pío se había vuelto a casar a la edad de ochenta años, y de este matrimonio tuvo varios descendientes, entre otros, a Echenique, que fue mucho tiempo presidente del Perú.
La cita del nieto Paul Gaugin remite a los orígenes de Flora. En Peregrinaciones de una paria, cuadernos de carácter autobiográfico, Flora Tristán da cuenta de ello y de su azaroso viaje al Perú, donde había nacido su padre, don Mariano Tristán y Moscoso. El escritor Salvador Bueno, en el prólogo a la edición cubana de ese libro, resume así el nacimiento de Flora: El 7 de abril de 1803 recibe estos nombres en bautismo: Flora, Celestina, Teresa, Enriqueta. No fueron suficientes para salvarla de las contingencias de una época asaz tormentosa y tornadiza. El coronel español, nacido en el Perú, don Mariano de Tristán y Moscoso, hubo de conocer en Bilbao a una joven francesa, Teresa Lainée (o Laisney), que arribó allí huyendo de la Revolución de 1789. El coronel de rancios apellidos se preciaba del árbol genealógico en el que, según decían, aparecía como descendiente del emperador azteca Moctezuma y, por otra rama, del linaje valenciano de los Borja, más conocido por su italianizado apellido Borgia. (…)Trasladado el matrimonio a París, en los momentos en que el general Bonaparte se convertía definitivamente en Napoleón, le nació un primogénito y después la niña de cuya vida hablamos. La muerte súbita del coronel, en junio de 1807, dejó en la miseria a su viuda y a sus dos hijos pequeños. El niño moriría pronto, mientras que la niña sería la compañera de su madre en sus afanes infructuosos por librarse de los agobios de la pobreza. Mucho afectaría a ambas no disponer de ningún documento que certificara la legitimidad del matrimonio que ocurrió en días tormentosos en Bilbao, ni el coronel había dejado disposiciones testamentarias que protegieran a su familia. (…) En guerra el imperio napoleónico con España, las propiedades del coronel fueron consideradas bienes enemigos y, por lo tanto, incautadas. (…)Don Pío, el hermano menor del difunto Mariano, se negaba (desde el Perú) a reconocer la legitimidad de aquel matrimonio y, por supuesto, de Flora. Adolescente ya, ésta se dispuso a trabajar. No había realizado estudios de ninguna clase, pero indudablemente poseía capacidad natural para le expresión plástica. La “jolie petit espagnole” –así la llamaban sus amigos- ingresó como colorista en un taller de litografía que acababa de establecer un tal André Chazal. Flora tenía diecisiete años, Chazal veinticuatro. No transcurrirían muchos días sin que el grabador quedara enamorado perdidamente de su empleada.
Las cartas que Flora envió a Chazal en esa época hablan de un sentimiento correspondido con pasión. Pero ella dejaría una y otra vez en sus escritos la huella del único reproche a su madre, por haber sido la que aceleró ese casamiento que, realizado en 1821, estaría plagado de episodios dramáticos, acentuados por el alcoholismo de Chazal. Flora encuentra un bálsamo en los textos que llegan al taller de litografía, como los de Lord Byron, a quien admira como a un héroe, y los de los socialistas utópicos, como Charles Fourier y Claude Saint-Simon, dque hablan de una sociedad más justa. En La parábola de Saint-Simon, Flora subraya: La propiedad es lícita, siempre que no se origine en la usurpación, como la feudal, ni sea eterna: su condición básica debe ser evolutiva y sustentada en el trabajo. En el trabajo y la capacidad…: Trabajo y capacidad. Flora pone doble línea bajo estas dos palabras. Chazal la riñe cuando ella se pierde (o se encuentra) en esas lecturas, y más aun cuando va a oír el discurso de una mujer inteligente, audaz y dispuesta a luchar por su autonomía y la tenencia de sus hijos: Aurora Dupin, que firma sus libros como Jorge Sand. Es “un mal ejemplo” para la época: lucha por el restablecimiento del divorcio, ha conseguido retener a sus niños y vive de su pluma, a partir del éxito de su novela Indiana.
Chazal se vuelve cada vez más violento. Flora lo abandona cuatro años después, con dos hijos de la mano y otro en las entrañas. Los tiempos que siguen son duros. Morirá uno de los dos varones, y ella quedará sola para mantener a Ernest y Aline. Supe durante esos seis años de aislamiento todo lo condenada que está la mujer que se separa de su marido en medio de una sociedad que, por la más absurda de las contradicciones, ha conservado viejos prejuicios contra las mujeres colocadas en esta posición, después de haber abolido el divorcio y hecho casi imposible la separación de cuerpos. (…) Excepto un número pequeño de amigos, nadie cree en lo que (la mujer) dice y, excluida de todo por la malevolencia, no es, en esta sociedad que se enorgullece de su civilización, sino una desgraciada paria, a quien se cree demostrar favor cuando no se la injuria.
Es lo que escribirá Flora Tristán en el prefacio de Memorias de una paria. Antes de eso, busca denodadamente un trabajo. Lo encuentra como dama de compañía y preceptora de niños, y así, en 1826, viaja a Inglaterra con una familia. Tiene que dejar a sus hijos al cuidado de su madre. En Londres Flora conoce las experiencias de las colonias colectivistas de Robert Owen. Asiste, perpleja y deslumbrada, a debates en Hyde Park, a desfiles, mitines y represiones. Desde París, Chazal pretende obligar a su mujer a regresar al hogar, y enarbola la amenaza de quitarle a los niños, a quienes utilizará siempre como un arma, cuando no emplea la fuerza física contra Flora. Dice Salvador Bueno:
Son años de miseria, de desesperación y ansias de buscar un camino a su vida(…). Sólo le resta uno: irá al Perú, recurrirá a don Pío.
En los últimos cuatro años, el tío de América se ha dignado a contestar sus cartas. El día en que cumple treinta años, Flora se embarca en Burdeos en el Mexicain, a cuyo capitán, Zacarías Chabrié, ya conocía por haber llevado a Arequipa, Perú, cartas de los Tristán de París. Hija mía, te queda Pío, habían sido las últimas palabras de su padre, don Mariano. No sabía que su hermano menor era hueso duro de roer. Criollo de nacimiento como él, pero conservador y realista hasta el tuétano, a los siete años había acompañado al padre en sus campañas contra Tupac Amaru. De adolescente ingresa en el ejército del rey. Mariano lo convence de abandonar armas para estudiar con él en Francia. Al estallar la Revolución de 1789, ambos son expulsados. De nuevo en el ejército español, Pío lucha contra los franceses en la larga campaña de Rosellón. Perdida ésta, viaja a Santa María de los Buenos Aires, donde por un par de años será secretario del virrey Melo. Se hace amigo de Manuel Belgrano, aunque no demasiado: soplan vientos de fronda y Pío tiene claro dónde quiere estar. Viaja al Alto Perú para ponerse a las órdenes de su primo, el general realista Goyeneche. Junto a él combatirá a las fuerzas de las Provincias Unidas del Río de la Plata en la problemática frontera norte. Pero pierde ante Belgrano las batallas de Salta y Tucumán y se retira. Sólo por un tiempo: se batirá contra el ejército revolucionario del cacique Pumacahua; será mariscal de campo del virrey de La Serna, a quien reemplaza, pero por unos pocos días, porque entrega, sin mediar combate, el mando a los ejércitos patriotas. Don Pío logrará adaptarse a la flamante república; será prefecto de Arequipa y hasta ministro de Estado en 1836. “Tristán no era un hombre vulgar”, escribió Bartolomé Mitre. Claro que, veinte años atrás, el joven Pío no habría aceptado a los habituales visitantes de la casa de Mariano en París: Alejandro von Humboldt, quien más preciaba su labor de investigador que su aristocrático título de barón; su compañero en exploraciones y estudios, el médico Amado Bonpland; el pedagogo y orador Simón Rodríguez; su discípulo, un joven flacucho y de decidida mirada aguileña: Simón Bolívar –el predilecto de la familia Tristán-Lainée-, Francisco de Miranda. “¡Vade retro!”, hubiese dicho Pío Tristán, realista de clase y corazón.
Flora viaja al Perú para reclamarle a ese señor la herencia que le correspondía a su padre, don Mariano. Los meses de navegación en compañía de hombres con muchas lecturas, como el capitán Chabrié, su segundo de abordo y los demás viajeros, fueron de aprendizaje para ella, que se encierra en su camarote para leer intensamente. Cuenta Salvador Bueno que así Flora conoció a Lamartine, a Hugo, a Walter Scott. También leyó con fervor –lo confiesa- a Bernardino Saint-Pierre. Y para completar esa cultura, a Byron (nuevamente) y Voltaire. La mucha lectura la llevó a la escritura. Flora Tristán viaja a Perú para transformarse en una escritora dotada de una fina capacidad de observación, de un estilo dramático y severo, con todos los recursos de una prosa impregnada de lirismo romántico. Peregrinaciones de una paria resulta la narración de un viaje y un diario íntimo con curiosas observaciones sobre la vida social y política de un país recién liberado de la tutela colonial española, sin que por eso cambiaran sus estructuras básicas. Con singular poder de observación, captó con afilados propósitos la vida íntima de las mujeres de la clase dominante, amiga de la familia Tristán, y la complejidad de las intrigas políticas que desembocaban frecuentemente en guerras civiles. De ese modo, logró realizar un cuadro tan policromado como intenso de la sociedad peruana a mediados del siglo XIX. Al contemplar los espectáculos tan inusitados, al advertir los turbios manejos de políticos y militares, Flora anotaba:
Siempre me he interesado vivamente por el bienestar de las sociedades en medio de las cuales el destino me ha transportado y sentía un verdadero pesar por el embrutecimiento de aquel pueblo. Su felicidad, me decía, no ha entrado jamás dentro de las combinaciones de los gobernantes. Si hubiesen querido realmente organizar una república, habrían tratado de hacer germinar, por medio de la instrucción, las virtudes cívicas entre las últimas clases de la sociedad.
Ya en el prólogo de sus memorias, Flora muestra la penetración de sus observaciones:
He dicho, después de haberlo comprobado, que en Perú la clase alta está profundamente corrompida y que su egoísmo la lleva, para satisfacer su afán de lucro, su amor al poder y sus otras pasiones, a las tentativas más antisociales. (…) El embrutecimiento de un pueblo hace nacer la inmoralidad en las clases altas y esta inmoralidad se propaga y llega, con toda la potencia adquirida durante su carrera, en los últimos peldaños de la jerarquía social. Cuando la totalidad de los individuos sepa leer y escribir, cuando los periódicos penetren hasta en la choza del indio, entonces, encontrando en el pueblo jueces cuya censura ustedes deben temer y cuyos sufragios deben buscar, adquirirán ustedes las virtudes que les faltan. (…) Establezcan escuelas hasta en las aldeas más humildes: esto es urgente en la actualidad. (…) Desde que el trabajo cese de ser considerado como patrimonio del esclavo y de las clases más pobres de la población, todos harán méritos de él algún día, y la ociosidad, lejos de ser un título a la consideración, no será ya mirada sino como un delito de la escoria de la sociedad.
Flora tampoco es complaciente consigo misma. Hacía falta bravura para embarcarse en el Mexicain, donde será la única mujer a lo largo de cinco meses, y con una tempestuosa vuelta del Cabo de Hornos en el extremo sur de América. Necesitaba un baluarte dentro de esa difícil plaza; alguien con autoridad en medio de cualquier tipo de tormenta. Ese alguien es el capitán Zacarías Chabrié, quien la conoce como mademoiselle Tristán, y no como madame Chazal. Hombre culto, sensible y caballeresco, Chazal, enamorado, le propone matrimonio.
Pude convencerme en esta circunstancia del grado de delicadeza de sentimientos de M. Chabrié. He dicho cómo había aceptado su amor, tanto como para no desesperarlo como para asegurarme su poderosa protección. (…) Yo, en un principio, escuchaba aquellos planes de dicha sin tener el pensamiento de participar en su realización. (…) El afecto que sentía por M. Chabrié no era amor apasionado como había sentido yo antes de conocerle, más era un sentimiento de amor y reconocimiento.
En ese momento, Flora acariciaba la idea de aceptar la propuesta, traer de Europa a su madre y sus dos hijos, cuya existencia Chabrié conocía, e ir a vivir todos juntos a California. Pero lo urgente era conocer al tío del Perú y llegar con él a un acuerdo; había que asegurar el bienestar de Ernest y Aline. Pío Tristán la recibió en Arequipa con todos los honores y el tratamiento de sobrina de sangre. Flora se ganó enseguida el afecto de la aristocrática familia, no obstante sus revolucionarias ideas sobre el papel de la mujer en el mundo doméstico y también en el público. Fiestas, paseos y saraos fueron dilatando el verdadero encuentro entre dos colosos: el general Tristán y la - en apariencia- frágil Flora. No habría romance entre ellos, pero sí la empatía de dos rivales que reconocen el valor del contrincante. Escribe Flora: Su espíritu une a la gracia francesa la astucia y la obstinación propia del habitante de las montañas.
La melosa cortesía y falso paternalismo del tío Pío no se corresponden con los magros logros de su sobrina quien, al cabo de meses de puja, y habiendo acudido a abogados e, incluso, a juristas de la Corte Suprema, sólo obtiene de los ricos Tristán de América una muy modesta pensión. A comienzos de 1838 aparece Memorias de una paria (1833-1834), un libro que llama la atención de los lectores franceses. En sus páginas queda al desnudo un país marcado por el despotismo, la miseria y la corrupción. No resulta extraño, entonces, que, apenas llegados a Arequipa algunos ejemplares, fueran quemados en la plaza pública, como recordatorio de la Inquisición. Para entonces Flora publica panfletos feministas y, ya en relación con ideólogos socialistas, inicia campañas a favor de la mujer y de los trabajadores. Lucha a brazo partido contra Chazal por la tenencia de sus hijos; él consigue arrebatarle a Ernest, y Flora debe cambiar cada tanto de domicilio para conservar a Aline. La ley reconoce plena patria potestad al hombre, y ningún derecho a la mujer.
Los enfrentamientos y las protestas obreras cunden por París y otras ciudades francesas; los obreros de Lyon levantan barricadas. Flora escribe:
¿Por qué no se le conceden todos los derechos a la mujer y por qué se le paga a ésta salarios de hambre? La prostitución es una monstruosa consecuencia del estado social imperante y no desaparecerá mientras éste no se modifique. Si ustedes admitieran que la mujer recibiese la misma educación que el hombre, que ejerciera las mismas funciones y empleos, no se vería arrastrada a la prostitución por la miseria.
Entre tanto, ¿en qué habían quedado los proyectos con el enamorado Chabrié, ese marino que soñaba con una república donde el mismo pueblo pudiese distribuir todos los empleos, y donde cada individuo sería capacitado para poder desempeñarlos? Flora confiesa:
La amistad de Chabrié era para mí más necesaria y la abnegación de su afecto tomaba nuevo imperio sobre mí a cada instante. Pero, al mismo tiempo, surgía la contradicción: La voz de mi conciencia me decía: Deja a Chabrié. Haz de manera que no te ame más; tu amor le causaría vivos dolores. Mientras la voz del yo, del interés personal, me repetía sin cesar: Si dejas a Chabrié, te quedarás sola. Sola, sin afectos, sin amistad, la vida será para ti un desierto.
Flora elige, al fin la soledad. Que no será tal, pues tiene a Aline a su lado, aunque no sin vivir episodios graves con Chazal, quien rapta a la hija. Aline, que entonces es una púber, debe sufrir el acoso de un padre borracho. Hay un sonado juicio en el que Flora se bate como leona ante la ley hasta que quedan expuestos los asedios de Chazal, de los que ha sido testigo Ernest, el otro hijo. Flora puede recuperarlo también a él, y darle, junto a Aline, una vida digna ya que, como Jorge Sand, ha conseguido un lugar en el mundo de las letras francesas. En 1836 publica una novela folletinesca, Méphis, que obtiene éxito de público. Son los años de Los misterios de París, de su amigo Eugenio Sue. Flora sobresale en el ambiente intelectual y social de su país, el que todavía no ha experimentado el catalizador de la Revolución de 1848. Son años agitados por vigorosas protestas y sutiles polémicas en el campo de la izquierda. Flora Tristán contribuye al tema de la situación de los obreros y sus formas de lucha, pero sin olvidar a sus compañeras de género, que sufren una doble explotación: por su sexo y por su situación social.
Pero esta gran luchadora no ha resuelto todavía sus conflictos con Chazal. Cuenta Salvador Bueno, a partir de la biografía escrita por el escritor francés Jules Puech:
Exasperado por no haber logrado sus propósitos, el irascible grabador decide la muerte de Flora. Llega hasta comunicarlo a sus amigos. El 10 de septiembre de 1838 la espera en la rue du Bac y, casi a bocajarro, le dispara un pistoletazo en la espalda. Flora cae herida. Chazal es encarcelado. Por error circula esa noche la noticia de que Jorge Sand ha sido asesinada. Poco después, apenas convaleciente, en momentos en que Chazal corre riesgo de que se le aplique la pena máxima, Flora Tristán publica otro folleto: “Petición para la abolición de la pena de muerte”. Tal actitud llama la atención de Le Journal du Peuple, que consigna con asombro el suceso. Gracias este alegato, Chazal elude la pena capital. Flora se repone del ataque. Tiene treinta y cinco años y está en un período de plenitud que la acompañará durante seis años más, hasta su prematura y absurda muerte en Burdeos.
Flora vuelve a Inglaterra en 1838 y, al año siguiente, publica Paseos por Londres, libro que no tiene nada de turístico, sino que recuerda, por lo testimonial, a los mejores pasajes de Charles Dickens. Con él, Flora se anticipa a otro libro que será célebre: La situación de la clase obrera en Inglaterra, de Federico Engels. Gracias a una suscripción pagada por sindicatos y escritores; por modistas y lavanderas; por actores y políticos amigos como Luis Blanc y Víctor Considerant, Flora publica en 1843 La Unión Obrera. Cuatro años más tarde, Marx y Engels, darán a conocer su Manifiesto Comunista. Son libros que forman parte de un mismo continuo: el del pensamiento socialista.
Corren los años más fecundos de Flora Tristán. Su historia personal se apagará pronto, en 1844, pero a ella le habrá bastado para dejar escritas estas palabras:
La clase obrera tiene derecho a existir como tal y a que las demás las respeten. Reconocimiento de la propiedad de los brazos, pues, en Francia, veinticinco millones de trabajadores no tienen más propiedad que ésa. Derecho al trabajo para todos los hombres y todas las mujeres. Reconocimiento de la igualdad de derechos para el hombre y la mujer como medio de constituir la unidad humana. La emancipación de los trabajadores será obra de los propios trabajadores.
Ana María Ramb
Flora sufrió su calvario para que hoy no se olvide jamás que socialismo sin emancipación de la mujer puede ser cualquier, cosa incluso no pocas cosas buenas; pero de ninguna manera podría ser socialismo pleno, socialismo verdadero.
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-ESCRTOS EN MARXIST.ORG
-LIBRO "PASEOS POR LONDRES" (COMPLETO)
Disculpa que te moleste con este comentario fuera de este posteo.
ResponderEliminar¿cuando vas a postear el ultimo programa,es que no lo pude escuchar todo y estaba muy interesante?
SALUDOS.,HASTA LA VICTORIA SIEMPRE!!!
julio el ultimo programa ya esta subido junto que en anterior de los UTURUNCOS, en esta direccion:
ResponderEliminarhttp://atrapadosenradio.blogspot.com/2009/11/el-comado-17-de-octubre-partir-de-1956.html
gracias, abrazo grande!!!
julio, lo podes buscar en la columna de los PROGRAMAS ANTERIORES, la seccion "UTURUNCOS"
ResponderEliminarGracias,che!!!
ResponderEliminarUN ABRAZO PARA TI TAMBIEN!!!
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