domingo, 14 de noviembre de 2010

MARIO ROBERTO "ROBI" SANTUCHO (con Marcela, hija y Julio, hermano)

SABADO 13 DE NOVIEMBRE, 20 HS

AM 530 LA VOZ DE LAS MADRES

( www.madres.org )

MARIO ROBERTO “ROBI” SANTUCHO

MARCELA (HIJA)

JULIO (HERMANO)

*Organizador del contrapoder, secretario general del Partido Revolucionario de los Trabajadores y comandante en jefe del Ejército Revolucionario del Pueblo (PRT-ERP), máximo exponente del compromiso revolucionario y del desarrollo intelectual del marxismo guevarista, referente de las clases populares en las décadas del 60 y 70, lo recordamos con:

-MARCELA SANTUCHO: Una de las tres hijas del Mario Santucho y Ana Maria Villarreal, escribió el libro “Organizador del Contrapoder”. Vivió exiliada desde 1977 y regresó hace 2 años al país para dar a conocer la historia más cercana de la familia Santucho

-JULIO SANTUCHO: Hermano del “Robi”. Militante, del PRT-ERP, maestro y responsable de las Escuelas de Cuadros del partido.

*También referenciamos el documental de Lucia García y Camilo Cagni “Santucho…Todavía!”

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Historia de una mujer que creció en tiempos de revolución

Miradas al Sur

Entrevista a Marcela Eva Santucho. La hija de Mario Roberto Santucho presenta nuevo libro y asegura: “Estamos cada vez más cerca de encontrar el cuerpo de mi padre”.

El suboficial retirado Victor Ibañez fue uno de los principales testimonios que aseguró que el cuerpo de Mario Roberto Santucho, líder del ERP, había sido expuesto por los militares en el Museo de la Subversión Juan Carlos Leonetti -inaugurado en 1979- junto a las pertenencias de otros caídos; libros, panfletos, objetos y armas incautadas a los guerrilleros. El genocida Antonio Domingo Bussi, creador de dicho Museo y quien exhibió el cadáver de Santucho, armaba escenas que representaban la actividad guerrillera con maniquíes, vestidos según cada caso. En el caso de Santucho, no se trataba de un maniquí, sino, de su propio cuerpo embalsamado.
Marcela Eva (47 años) es la segunda hija de las tres que tuvo Santucho con Ana María Villarreal. A 34 años del secuestro de su padre y a dos de su regreso del exilio, se encuentra presentando Santucho, organizador del contrapoder, su reciente libro en donde intenta retratar la militancia del PRT-ERP en el período que va desde 1972 a 1976. Marcela Eva habló con Miradas al Sur de la búsqueda del cuerpo de su padre Mario Roberto Santucho en el marco de una causa que se reabre: buscando el cadáver de Santucho, se realizó la primera excavación en El Campito, uno de los mayores centros clandestinos que existió en la Argentina durante el terrorismo de Estado -se estima que por ahí pasaron entre tres mil y cinco mil presos políticos de los cuales sólo sobrevivieron cien-.
“Estoy convencida que estamos cada vez más cerca de encontrar el cuerpo de mi padre. Ya pude bajar al sótano donde operaba el Museo de la Subversión. Me acompañó Pablo Llonto -abogado de la familia-. En el museo encontraron su diploma de contador público nacional y una foto de Santucho vivo y otra en donde estaba muerto”, cuenta la hija de Santucho.

–¿Cuándo es demolido el Museo de la Subversión?
–Lo sacaron en el ’81 porque venía un grupo de la Organización de los Estados Americanos (OEA) de afuera a investigar los campos de concentración de la última dictadura militar argentina. Ellos venían a inspeccionar y ahí fue que barrieron con todo. No sé que hicieron después con los restos de mi padre, como dicen ellos, mi padre es un trofeo de guerra. Saben muy pocos quién lo guardó. No era algo que todos podían saber. Ahora están empezando a llamar a los colimbas frente a la falta de testimonios, quién sabe si alguno de esos colimbas no desfiló frente al cuerpo, actualmente ellos no pueden ser juzgados porque eran civiles.
–¿Quién se presume que fue la autoridad que saca el cuerpo de Santucho del lugar?
–El testimonio más significativo es el del suboficial retirado Victor Ibañez. Él asegura que fue Martín Balza, en ese entonces Balza era el jefe del Estado Mayor y fue el encargado de demoler las instalaciones del Museo. Este Ibañez fue el que declaró que todos los días había un desfile militar que terminaba en la puerta del Museo, donde estaba el cuerpo de mi padre, los efectivos tenían que rendirle honores, se dice que algunos oficiales se cuadraban frente a él y le gritaban “¡Viva la patria!”.

“Te voy a matar/derrota./
nunca me faltará un rostro amado para matarte otra vez./ vivo o muerto/ un rostro
amado./ hasta que mueras/
dolida como estás/
ya lo sé/ te voy a matar/
yo/ te voy a matar”
(Nota I, Juan Gelman).

Entre 1974 y 1975 Marcela Eva empezó a vivir en casas operativas. Tenía 11 años y jugaba con la hija de Gorriarán Merlo. Sus padres ya no estaban pero la cuidaban “los compañeros”. A su mamá Ana María Villarreal ya la habían matado en la Masacre de Trelew en el 1972. En ese entonces Marcela Eva tenía nueve años. Santucho estaba fuera del país pero antes de irse había manifestado el deseo de que sus hijos sean cuidados por los compañeros de militancia, y no por su madre, con quien tenía una buena relación pero indefectiblemente los iba a terminar criando de acuerdo a su formación “pequeña burguesa y cristiana”.
–¿Cómo te enterás de la muerte de tu mamá?
–Me enteré por televisión. Mis familiares estaban un poco perdidos, no estaban al tanto de la fuga. Seguían las noticias y ahí se enteraban de todo, no podían preguntarle nada a nadie. Así fue como un día estaban mirando la tele y se enteraron. Como no se animaron a decirnos que habían matado a mi mamá, nos sentaron en frente del televisor. Los cables con los caídos se pasaban a cada rato. Ellos nos dijeron que iban a dar noticias de nuestros padres y ahí escuché el nombre de mi madre, estaban informando que se había muerto. A todo esto, Santucho se estaba por ir a Cuba, le dieron permiso para llamar y hablar con la madre primero y después con nosotros, los hijos. Estaba triste y nos dijo que iba a volver, que seamos fuertes. Recuerdo que le pregunté cuándo iba a volver y me dijo que pronto.
–¿En ningún momento le recriminaste algo a tus padres?
–Durante la adolescencia, que es cuando uno está en rebelde, me hacía muchas preguntas, todo me dolía. Les recriminé que hayan muerto por un ideal colectivo, por un país y me hayan dejado a mí, sola, a mí y a mis hermanos, que éramos lo más importante desde mi punto de vista… Nosotros no habíamos podido aprovechar ni de la educación de ellos ni de su presencia. Yo decía: “¿Y ahora qué hago?” porque no me gustaba estar donde estaba. Cuando fuimos a Cuba, yo no le podía decir a nadie que me quería volver. Nos mandaron a una escuela en el campo. Estábamos ahí toda la semana, salíamos el sábado y entrábamos el domingo. No me gustaba pero nadie me podía sacar de ahí. Era huérfana.



–¿En esa época quién te ayudaba a reconstruir la historia?
–Cierta noción de quien había sido nuestro padre, teníamos, los cubanos nos explicaban. Estuvimos politizadas desde muy chicas. En ese momento, por emociones, por ser adolescente, fui la única que recriminé, que dije: “¿yo qué hago? ¿quién me va a sacar de acá? Muy bien, hicieron lo que tenían que hacer por el país, pero…”. Eso me lo preguntaba todo el tiempo.
–¿Cuándo decidiste empezar a investigar?
–A los veintipico me fui a Suiza a estudiar. Después de la democracia volví varias veces al país. Vine en el ’89 la primera vez y seguí viniendo cada tanto: veía que nadie se acordaba de nada. En la época de Menem me decían: “Nosotros también estamos yendo al primer mundo, tenemos el dólar 1 a 1, vamos a ser como Suiza”, y nadie se acordaba, pero para nada, de los 30 mil desaparecidos. Yo dije: “No, tengo que decir algo”. Escuchaba que la derecha tenía su voz, estaba la teoría de los dos demonios con Alfonsín, la derecha seguía diciendo “subversión” todos los años después de la dictadura y había muy pocas voces del otro lado. Tarde o temprano, como hija, tenía que escribir. Logré hacerlo en 2008 con el primer libro ( Mario Roberto Santucho, el revolucionario místico) cuando ya me venía a quedar acá. Por supuesto que ayudó el momento político del país, el actual gobierno democrático que tenemos. Ahora, en este libro (Santucho, organizador del contrapoder), me siento con la conciencia más tranquila, no sólo por mis padres, sino por todos los compañeros que conocí bien, por toda la sangre derramada en este país.
–¿Hay algo que te separe de otros militantes compañeros de tu padre?
–Lo único que me puede chocar hoy en día de los militantes -algunos, no todos, por supuesto- es que algunos hablan de “derrota” y para mí no se trata de una derrota. Para mí no es una derrota enfrentarse a un poder más grande y pasar a la pelea. Para mí eso es una victoria. Hay gente que dice que no se puede reivindicar todo, pero sí se puede. Te estoy hablando de jóvenes de los ’70 que debatieron un proyecto común de sociedad, que sacrificaron sus bienes, que quedaron en la clandestinidad, y todo por una consigna social. Para mí hay que revindicar eso, no hay forma de decir que se equivocaron en nada. Algunos se asombran ante tanta reivindicación. Yo pienso que ya hemos pasado la etapa de las críticas, algunos sobrevivientes han hecho un congreso en Italia, han dicho que todo estaba mal, que las acciones contra Cámpora estaban mal a pesar de que duró sólo tres meses y que era un gobierno títere porque enseguida la derecha lo sacó. Algunos sobrevivientes se fueron al exterior y ya está, ya hicieron la crítica de esa etapa, pero estamos en 2010, yo no tengo por qué estar buscando los errores de estos compañeros. Estamos hablando de muertos que en aquel momento creyeron una cosa y murieron por eso. Si hoy en día una persona que en su momento aceptó todas las resoluciones y la lucha armada, viene a decir hoy que estuvo todo mal. ¿Por qué no lo dijo en ese momento? ¿O qué tenían que esperar? Que les digan “bueno, está bien, tomen un rato el poder porque nos da lástima, tienen razón, la explotación, los monopolios, la multinacionales…". No, el poder no lo entregan así.

• Santucho, organizador del contrapoder
Autora: M. E. Santucho
Editorial: Venceremos


SANTUCHO... TODAVIA

El documental Santucho… todavía tiene un marco que lo resignifica independientemente de lo bien que aborda la vida de éste lúcido idealista y estratega que fue Mario Roberto “Robi” Santucho. Gestado tras la lectura del libro Monte Chingolo, de Gustavo Plis-Steremberg, este audiovisual fue realizado por los documentalistas Lucía García y Camilo Cagni, ambos licenciados en periodismo e hijos de desaparecidos. Aquí el diálogo con Miradas al Sur.

–¿Por qué un documental sobre Santucho?
L.G.: –Camilo me propuso hacer un documental sobre la vida de Santucho, donde no se hable desde la derrota ni desde la mistificación del personaje, sino desde el costado más humano del Robi. Su historia contada por su familia y compañeros de militancia.
–¿Qué significó para ustedes?
C.C.: –Para nosotros es el dirigente guerrillero más coherente que tuvo la Argentina, todo lo que él decía tenía su correlato en la acción. Y, por eso mismo, el más demonizado.
–¿En qué puede servir a las nuevas generaciones revisar su vida?
C.C.: –Creemos que ya se ha avanzado mucho respecto de la condena a los genocidas de la última dictadura, pero no en profundizar sobre los valores que motivaron a toda una generación a intentar llevar adelante una revolución.
L.G.: –Hoy está resurgiendo la política como espacio de construcción y es muy valioso que los jóvenes se acerquen a la experiencia de los años ’70.
–¿Qué disfrutaron más?
C.C.: –Que los entrevistados se emocionaban al hablar del Robi. Las anécdotas de la infancia, el sentido de justicia en las cosas más cotidianas, como que las empleadas comieran en la mesa grande, cada una de esas escenas donde se ve a un tipo común con un gran sentido de justicia.
–¿Qué les sorprendió?
L.G.: –Que todos los entrevistados hablaban de que Robi era intocable, que no podía pasarle nada. Como si su convicción lo hiciera sobrenatural. En julio de 1976, cuando ya la dictadura había hecho estragos, a todos les sorprende que lo maten a Robi. Parecía inmortal, y quizá, después de todo, lo era.





ESCRIBE JULIO SANTUCHO SOBRE ENRIQUE GORRIARAN MERLO

Lo conocí en 1969 cuando volví al país para incorporarme al PRT.

Eran los momentos fundacionales de la lucha armada. Y, en ese momento, la Regional Rosario sobresalía. Uno de los hombres más firmes y decididos era el Pelado Gorriarán. Aunque a él no le gustaba mucho reconocerlo, era un cabal representante de una de las almas del PRT: la decisión, el culto por la acción, la persistencia en el camino trazado.

Creo que el período más brillante de su militancia fue precisamente aquél en que la lucha armada ocupó un lugar preponderante en la política del partido: 1969-1973. Pasado ese período, el Pelado empezó a tener altibajos, fue sancionado, salió de la dirección.

Después de la muerte de Robi, volvió a dar todo de sí. Se puso al frente de los restos del partido, trabajó para preservarlo y reorganizarlo; a pesar de ello, no logró evitar la ruptura ni encontrar instancias de superación. En Europa compartimos numerosas situaciones y se creó entre nosotros un fuerte lazo de afecto. En ese momento se creó una división entre los que intentábamos reformular el accionar político en consonancia con las características de la Argentina postdictadura y los que seguían creyendo en la vieja estrategia de los años '60 y '70. Siguió adelante por su camino con un gran número de compañeros que reconocieron en él esas virtudes que hicieron grande al PRT. Estuvo en Nicaragua y en el atentado a Somoza que fue el último capítulo de la guerra revolucionaria a la que el Pelado había entregado todo.

Después vino La Tablada, un episodio que causó desconcierto y dejó muchas dudas. Yo creo que el Pelado no había entendido en qué medida la situación había cambiado. Después del proceso y los años de cárcel que sobrellevó dignamente, su pensamiento político se hizo más maduro. Pero es indudable que fue siempre un hombre coherente con sus principios, íntegro, abnegado, un gran luchador. Se nos fue el último del puñado de cuadros que en 1970 constituyó el núcleo fundador del ERP, un gesto de audacia que conmovió a la Argentina de entonces y que ha dejado una marca indeleble en la historia de nuestro pueblo.

Julio Santucho

Militante del PRT-ERP. Hermano del líder revolucionario Roberto Santucho, asesinado en 1976 por la dictadura militar.


FAMILIA SANTUCHO!

Los restos de Carlos Hiber Santucho, secuestrado y asesinado durante la última dictadura militar, fueron sepultados ayer en el cementerio La Piedad de Santiago, tras ser trasladados sus restos desde Capital Federal.
La inhumación de los restos del hermano de Mario Santucho, el también desaparecido líder y comandante del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), se concretó en presencia de sus familiares.
Santucho fue detenido el 13 de julio de 1976 y alojado en un centro clandestino de detención, por disposición del Primer Cuerpo de Ejército, en el marco del Plan Cóndor.
“Este es el primer cuerpo que recuperamos de los desaparecidos de la familia Santucho y, como sobrevivientes, lucharemos hasta el final”, dijo Blanca Santucho, una de las hermanos de Carlos y Mario.

Francisco René Santucho "el Negro"

Desaparecido el 1/4/75

A los 49 años

Francisco nació el 9 de agosto de 1925 en Santiago del Estero, uno de los diez hermanos Santucho. Francisco tenía pasiones intelectuales, culturales y políticas. Fundó una librería, un centro cultural y una revista. Se dedicó a la investigación sobre los quechuas y los indígenas durante el tiempo colonial, y escribió al respecto. Fundó el Frente Revolucionario Indoamericano y Popular, como una alternativa política al comunismo y capitalismo. Más tarde, se unió al PRT (Partido Revolucionario de los Trabajadores), cuando éste fue fundado, pero no estaba de acuerdo con su hermano Roberto, líder del PRT y ERP, en su enfoque en la vía armada como única posibilidad para la liberación popular. A principios de los Francisco ‘70s estuvo en la cárcel y en el exilio.

Francisco fue secuestrado en Tucumán, el 1 de abril de 1975. No tenemos testimonio de su paso por un C.C.D. Permanece desaparecido. Varios de sus hermanos fueron detenidos-desaparecidos y asesinados.

*ENTREVISTA CON LUIS HORACIO SANTUCHO (AGENCIA WALSH)
Material exclusivo para la web

Entrevista con Marcela Santucho: “Aún hoy, sigo admirando a mi padre”

Por:
Sudestada

Mario Roberto Santucho: mi padre, el revolucionario místico, es el título del libro de Marcela Santucho, una de las hijas del revolucionario argentino que comandó las fuerzas del PRT-ERP durante los años 60 y 70 en Argentina. A partir de cartas familiares desconocidas, fotos inéditas, escritos salteados y facsímiles de la revista Estrella Roja, Marcela propone reelaborar desde un costado más personal el vínculo de sus padres /su madre, Ana María Villarreal, fue una de las víctimas de los fusilamientos en Trelew en 1972) con el sueño de toda su vida: la revolución.

- ¿Qué te empujó a tomar la decisión de publicar el libro en este momento?

- Lo que me impulsó a publicar el libro fue una idea bastante vieja, de varios años. Yo siempre pensé que mi papá no estaba reconocido, o que no se lo conocía realmente y quería escribir este libro desde hace bastante, sobre todo, por la verdad. Ahora lo hice porque recién pude encararlo desde lo económico y también desde lo intelectual, porque antes estaba con unos estudios superiores y el desafío era armar un libro más o menos ordenado, con biografía, con fuentes, una serie de informaciones posibles.

- ¿Cómo se desarrolló tu trabajo con el tema de volver a recopilar las cartas de tus padres, las tenías en un lugar o tuviste que rastrearlas?

- No, por suerte mi hermana las tenía en un lugar y, en realidad, yo casi no las conocía bien. Así que di con ellas y elegí, porque había muchas más y después le sumé las reproducciones del periódico Estrella Roja del ERP, que para mí es algo muy importante porque aparecen en el libro con el formato original porque quería respetar todo el trabajo de los compañeros en la década de los 70. También fui dando con las revistas casi de casualidad, porque son documentos con muchos años que no dejan copiar en las bibliotecas que había visto en otros países y también las estuve buscando, pero las encontré acá. Allí cuentan todas las acciones, desde el reparto de alimentos en villas miserias hasta el copamiento de un cuartel para recuperar armas para la lucha. Para mí, la palabra que vale es la de esos compañeros que hoy no están y que escribieron todas esas cosas que quedan para la historia y que yo pude recuperar.

- ¿Qué te generó volver a leer esas cartas -porque algunas las leíste por primera vez-; volver a esos momentos donde están escritas, las cosas que se decían?

- Todo fue muy emotivo y positivo. Positivo porque conocí más los rasgos de mi padre cuando era más joven. Si bien nada de lo que encontré me sorprendió demasiado, era más bien la curiosidad porque cuando él murió yo tenía 13 años; entonces digamos que uno se acuerda de bastantes cosas, pero no tuve la oportunidad de hablar mucho con él, de intercambiar opiniones políticas, filosóficas, etc. De esa forma, yo podía conocerlo un poco más. También desde las anécdotas que la gente me sigue contando cuando distribuyo el libro en todo el país, sigo escuchando cosas muy positivas e interesantes para mí.

- Tu mamá no era una persona tan pública, supongo que esas cartas te permitieron conocer un perfil nuevo de ella...

- De mi mamá me interesaba casi un poco más, en el sentido de que yo era más chica cuando ella murió, yo tenía nueve años. De ella tengo muchos menos recuerdos primero porque antes de su muerte estuvo casi un año y medio presa y teníamos que ir a verla a la cárcel. Es decir, que yo desde los 8 años la veía más o menos en las vacaciones escolares y cosas así; pero tengo muchos menos recuerdos. Por eso fue importante para mí ver sus cartas de viajes, hablándose con su madre, con su hermana; todo fue muy positivo, todo lo que supe de ella me gustó y la conocí últimamente un poco más a través de este libro, que más bien versaba sobre la vida de ella porque, al terminar con su muerte en Trelew, en el último capítulo, yo se lo dedico. Fue positivo en ese sentido, en conocerlos mejor y en poder hacerles un homenaje.

- Y en cuanto a los recuerdos ligados a tu papá, casi todos están vinculados a lo cotidiano, a estos encuentros de pocas horas o de pocos días, ¿qué cosas más íntimas de tu infancia recordás de tu papá?





- Recuerdo sobre todo que era cariñoso y que siempre estaba sonriente. Por ejemplo, una vez yo, que siempre fui medio rebelde, no sé qué habría hecho y él solamente me puso en penitencia, pero después se arrepintió y vino a la habitación y empezó a hablarme, y trató de explicarme que había estado mal. Me acuerdo que tenía los ojos aguados mientras hablaba. Creo que fue después de la muerte de mi madre. Y bueno, tenía toda esa ternura y era bromista. Tengo bastantes buenos recuerdos porque en realidad lo admiré mucho, primero porque era chica y también las hijas siempre con el padre tienen ese tipo de admiración. También porque el personaje en sí era bastante fuerte para mí. Sigo teniendo cierta admiración por muy pocas personas, pero por él es una de las personas que siento admiración todavía.

- ¿Qué te genera, después de tantos años afuera, venir al país a presentar este libro, después de todas las cosas que pasaron? ¿Una responsabilidad, un orgullo, una carga...?

- Bueno, ahora ya no es tanto una carga, sí es una carga en el sentido en que a veces tengo la impresión de que tengo que ocuparme de la justicia social, por llamarlo de alguna forma, más que cualquier otra persona. Ahora, en el sentido del hecho de decir que soy Santucho no, porque quizás lo hubiera sido antes, en la época de Menem, en esa época más de derecha cuando la gente decía: “Ah, el guerrillero”, pero ahora la gente no tiene tanta extrañeza. Si nos ponemos a charlar, dicen: “Ah, vos sos la hija”, todo es muy positivo, nunca he tenido ningún tipo de problema.

- Vos notás que ha cambiado al menos la percepción, que se puede charlar, se puede hablar, que en la época de la teoría de los dos demonios era más difícil...

- Sí, he hablado con muchos libreros de todas las provincias y la verdad es que todo el mundo me ha recibido el libro y bueno, supongo que si no hubieran estado de acuerdo en algo, no hubieran aceptado venderlo ni siquiera ganando algo. Después, hay mucha gente, quizás algunas con más ganas que otras, que lo han aceptado pero no he tenido ningún tipo de problema. Porque por ahí me digo que puede ser que entre a una librería y que fueran gente bien de derecha, pero hasta ahora no me ha tocado. Ni siquiera en Tucumán que fue una de las provincias que fue más castigada por la represión ya desde los setenta, después con Bussi gobernador. Por eso fue que lo imprimí ahí, la primera edición que salió y se está vendiendo ya hace varios meses, desde el principio de año e incluso hubo afiches que yo pegué en la calle por mi cuenta y pensé que iba a tener algún problema o que me iban a preguntar algo, pero no hubo nada. Fui a Salta, fui a dejar los libros por todos lados, pero yo pienso que ellos tienen que estar presentes, con sus libros, que se los conozca, que se los lea en las provincias donde ellos más estuvieron. Primero en Tucumán, ahí ellos se merecen ser, por lo menos, reconocidos.

Con mis padres yo no pude conversar de adolescente cosas de grandes porque ellos eligieron luchar... ellos lo eligieron así, pero quisiera que los reconozcan en el hecho de que no necesitaban luchar por ellos mismos, ellos tenían otra función. Tenían un proyecto social, un proyecto general, en ese sentido es lo que yo más valoro. No es solo un libro en la memoria de mi padre porque siempre he insistido también en que hay que tener en cuenta que él formaba parte de una organización que lideraba pero todo lo que él pudo hacer se pudo hacer fue gracias a los compañeros del PRT y el ERP que lucharon, que hicieron las acciones y que escribían en su prensa, que militaron, que estuvieron ahí , que apoyaron y que si no tienen un apellido o un nombre conocido, yo también los valoro a ellos, a su lucha. Si bien en el título está mencionado mi padre, Mario Roberto Santucho, por supuesto me refiero a toda la organización del PRT-ERP, que era una de las pocas organizaciones marxistas-leninistas.

- Y del trabajo político de tu papá, ¿qué es lo que te gustaría transmitir, cuáles serían las cosas principales que tendría que dejar claro ahí en tu libro o conocer los pibes más jóvenes que por ahí se acercan con curiosidad a leer?

- Bueno, la vigencia de su pensamiento hoy en día. El imperialismo para funcionar tiene que tener a alguien abajo y como hoy en día China e India se están desarrollando, Sudamérica se está independizando y hay varios países que ya no los pueden explotar, como Venezuela, toda esa injusticia es la que mi padre siempre quiso tratar de hacer entender a la gente para que la Argentina sea el país que tenga su industria propia, que no dependa de Estados Unidos, de Europa y que no actúen solamente como exportadores de materias primas. Todo eso es lo que quiero rescatar, mismo si no se puede resolver de un día para otro, lograr una cosa así, que por lo menos la gente esté consciente que los jóvenes sepan cómo funcionamos globalmente en este mundo y ese es el mensaje que los desaparecidos dejaron en Argentina

- Señalabas que no estabas de acuerdo con la idea de “derrota” con respecto a los años 70...

- Me parece fundamental agregar algo sobre eso porque no lo concibo y me gustaría explicar mi punto de vista. Los compañeros del PRT-ERP y de otras organizaciones clandestinas se enfrentaron a una fuerza muy superior: las Fuerzas Armadas estatales, que dispusieron de armamento de primer nivel, de hombres, mercenarios y otros entrenadores de la CIA que recibieron apoyo logístico y económico de los Estados Unidos, y que usaron recintos del Estado y otros privados para transformarlos en verdaderos campos de concentración (de Campo de Mayo a Automotores Orletti, etc.). Además tenían toda la impunidad para actuar, matando, secuestrando y torturando jóvenes que si estaban contra el sistema deberían haber sido juzgados y encarcelados pero en la legalidad. Esto empezó antes del golpe de estado del 24 de Marzo del 76 ya que la triple A secuestraba desde 1975 y el operativo Independencia se llevo a cabo en Tucumán en ese año también.

Se puede decir que fue una batalla entre David y Goliath, en la que David, a diferencia de la leyenda y sin el apoyo (probablemente lógico) de las masas replegadas ante tanta barbarie, murió combatiendo. Los sobrevivientes fueron los presos políticos que estaban antes del golpe legales en las cárceles donde quedaron muchos años y otros en el exilio. Por lo tanto cuando hoy se habla de derrota, no me parece pertinente designarlo así cuando se trata de revolucionarios valientes y seguros de que su lucha era justa, contra un gobierno corrupto y al servicio de intereses monopolistas, de un sistema en el que ellos no querían vivir y que luchaban por cambiar y liberar. Todos sabían el riesgo al cual se exponían y también a partir del golpe de Estado que habían vaticinado, sabían que la lucha seria difícil contra un enemigo sanguinario y sin reglas de lucha. Yo pienso que para mi padre fue mejor morir luchando que haber salido del país para presenciar desde el exilio una dictadura que duro siete largos años.

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