domingo, 17 de abril de 2011

RICARDO NAPURI

RICARDO NAPURI


*Fue expulsado del ejército peruano por negarse a bombardear una manifestación de la izquierda

*A partir de 1956, en Argentina, integró un grupo de apoyo a los hombres de Fidel Castro, que viajo a Cuba con la madre de Ernesto Guevara, pocos días después del triunfo de la revolución


*Fue discípulo y compañero de Silvio Frondizi en el grupo Praxis. Fue el responsable de la invitación que el Che le hizo a S. Frondizi para entrevistarse con él en Cuba


*Se entrevistó con Salvador Allende en Chile y le aconsejó, sin éxito, que armara al pueblo para defender al gobierno de la Unidad Popular


*Fue diputado, senador, redactor de la constitución peruana de 1979, y candidato a presidente en dos oportunidades


Hablamos con él de sus experiencias, de las elecciones en Perú, del próximo arribo de Mario Vargas Llosa a la Argentina y de su libro autobiográfico


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Testigo lúcido de una época

Por Carlos Rodríguez

A los 84 años, el peruano-argentino Ricardo Napurí es un lúcido testigo de la historia latinoamericana. En su libro Pensar América latina (Crónicas autobiográficas de un militante revolucionario), hace un repaso de su vida y de las luchas por la liberación del continente. Hijo de una madre judía de origen lituano y de un padre peruano y campesino, en su niñez y adolescencia fue peón de campo, trabajador agrario y minero en Qanchis Cocha (Siete Lagunas). De Barranca, su pueblo natal, llegó por primera vez a Lima para ingresar a la aviación militar peruana.

Se había enrolado sabiendo que podrían enviarlo, sobre el final de la Segunda Guerra Mundial, como aviador, a pelear en la guerra contra Japón. “Me salvó la bomba atómica”, relata. De la fuerza aérea lo expulsaron en octubre de 1948 porque se negó a bombardear una rebelión del ala izquierda del APRA (Alianza Popular Revolucionaria Americana). Allí empezó su militancia marxista y se hizo seguidor de León Trotsky.

Llegó por primera vez a la Argentina a comienzos de los cincuenta, durante la segunda presidencia de Juan Domingo Perón, y a poco de andar cayó preso en la Sección Especial, un centro de detención y tortura de la época, liderado por el coronel Jorge Osinde, uno de los responsables de la Masacre de Ezeiza. Lo sacó de las catacumbas el intelectual marxista Silvio Frondizi, luego asesinado por la Triple A

Se entrevistó con el Che Guevara un día después del triunfo de la Revolución Cubana. Fue el promotor de una reunión entre el Che y Silvio Frondizi. Por consejo de Guevara –de quien fue colaborador–, volvió a Perú para impulsar la insurrección armada en su tierra natal. Estuvo en la revolución boliviana de 1952, se entrevistó con Salvador Allende en Chile y le aconsejó, sin éxito, que armara al pueblo para defender al gobierno de la Unidad Popular.

En Perú llegó a ser diputado, en 1979, y senador un año después. Como legislador fue uno de los redactores de la Constitución peruana de 1979. En la Argentina fue linotipista, dirigente sindical y periodista en el diario La Razón, hasta que se fue a Cuba y no volvió nunca a la redacción. Fue fundador del MIR peruano, participó con Silvio Frondizi y Marcos Kaplan en el Grupo Praxis y durante diez años fue dirigente del Movimiento al Socialismo (MAS) de Argentina. Con vistas al futuro, les pone fichas a las figuras de Hugo Chávez y Evo Morales y le pide al gobierno argentino que rescate el espíritu “del primer peronismo” para resistir el avance del imperialismo y de sus agentes locales.




"En la lucha por la revolución y el socialismo, las experiencias de la lucha de clases en Latinoamérica enriquecen la teoría…"


Intervención de Ricardo Napurí, 17 de setiembre 2006

Ante todo, permítanme que salude a mi amigo François Chesnais, camarada y amigo en decenas y decenas de años. El está al origen de mi "conversión" trotskista; y eso es decir bastante. Advierto que, por el apuro, las notas que leeré son apuntes rápidos, escritos a mano y en una letra chica que ni yo mismo entiendo; y que son un desarrollo de la intervención que realizara últimamente en Suiza, en el seminario "Pensar el socialismo hoy". Me parece que el texto que vamos a discutir es valioso y que está estructurado con las herramientas que nos da el método abstracto-deductivo. Es decir, la interacción entre teoría (análisis y caracterizaciones fundamentales) y práctica en la lucha de clases. De la critica-práctica; de la praxis. El texto recorre, directa o implícitamente, el proceso histórico en que la propiedad privada de los medios de producción y los capitalistas propietarios de los mismos, han depredado el trabajo humano y a la naturaleza. Tanto, que en esta etapa de la globalización-mundialización la consigna de "socialismo o barbarie", es más vigente que nunca. En este curso, el capitalismo ha creado un mercado único. Mecanismos de acumulación, de revalorizacion del capital, pero en un sistema de dominación mundial atravesado por la crisis; ésta de diverso carácter. O sea, la reproducción de la dominación como producto de la reproducción del capital. Por ello debemos plantearnos con toda urgencia la perspectiva del socialismo concebido como proceso de auto emancipación, colectivo a individual. Es, qué duda cabe, un arduo trabajo teórico y político, de decantación y clarificación, en­trelazando la ligazón de nuestra propia experiencia y la de los contenidos diversos de la lucha de clases. De ahí el llamado a tomar en cuenta el largo periodo de la historia del movimien­to obrero, del accionar de las masas populares; de la propia historia del marxismo. Debido a esto el documento se detiene en precisar la naturaleza de las fuerzas sociales, concebir al marxismo como actividad teórico-práctica y analizar las formas particulares de la creciente barbarización del sistema; y asimismo en todas las manifestaciones de la autoactividad y auto emancipación de los trabajadores. Autoactividad, resultado siempre de la relación de fuerza entre las clases. Intentare, muy apuradamente, presentar algunas manifestaciones de esta autoactivi­dad en el proceso de las luchas -ofensivas y defensivas- de la realidad de algunos de los países latinoamericanos. Entendiendo, como se ha expresado, esta autoactividad como una capacidad de autodeterminación, una capacidad de autoorganizacion y la capacidad de formar su conciencia de clase en sus diversas dimensiones y contradicciones. Pero sin olvidar que estamos hablando de países dominados por el imperialismo y explotados los trabajadores y capas populares por el conjunto del capital, es decir, las patronales de cada país. Con todos los particularismos -peculiarieda­des- que produce el desarrollo desigual y combinado del proceso historico. Por esto han quedado reducidos a la condición semicolonial. Por estas peculiaridades y por el desarrollo desigual, hay que considerar que es mas apropiado que la idea de clase obrera debe resolverse, o fundirse, en clase trabajadora; de todos aquellos que viven de la venta de su fuerza de trabajo. Sobre todo en la mundialización capitalista que produce en estos países atrasados, además de la pobreza y miseria y el desarraigo de la fenomenal marginación del trabajo y social. Y en estos países de desarrollo capitalista. rezagado, la noción de masas populares, con fuertes minorías campesinas e indígenas. Cierto, no hay que hacer historiografía y detenerse tanto en el pasado. Pero si la autoactividad y mas aun la autoemancipacion deben ser entendidos como una construcción a largo plazo, en un proceso contradictorio de avances y retrocesos, las referencias históricas pasadas son una necesidad en la medida que son un componente, integrado y complejo, del proceso en que hoy se encuentran implicadas las masas
populares. Asimismo, en la condición del atraso y dominación capitalista, la estructuración de clase es diferente con relación a los países centrales, ya industrializados. De ahí que no se hayan podido formar partidos propios de la clase trabajadora, perfectamente delimitados; y sí partidos de frente de clases, mesoclasistas, bajo la dirección de la pequenaburguesia nacionalista o reformista. Como, por ejemplo, el APRA peruano; el MNR boliviano; el peronismo argentino; el laborismo brasileño. Y aun el PT de Lula y los partidos Socialista y Comunista de Chile con diferencia de origen y tradiciones, tienen este carácter. Con este aviso, intento introducirme en el desarrollo del problema. Si en la definición tentativa de autoactividad cabe la actividad de las masas populares en sus diversas expresiones, los marxistas latinoamericanos hemos debido tomar a la revolución mexicana que se inicio en 1910 -mucho antes que la revolución rusa de 1917- como un verdadero laboratorio del comportamiento de las clases y capas sociales, en un proceso en que se gesto la revolución democrática mas abarcativa y profunda en experiencias de América Latina. Las masas y vanguar­dias que lucharon y se organizaron bajo el liderazgo de Pancho Villa, en mayoría semiproletarias, artesanales, pauperizadas, marginales; las campesinas a indígenas detrás de Emiliano Zapata. El conjunto del proceso ha dejado experiencias y huellas enormemente útiles a la memoria de los oprimidos latinoamericanos. No obstante, no puedo detenerme en esta breve exposición en resaltar cuanto avanzaron en sus luchas diversas y complejas, en su autoorganización y en conciencia política. Tampoco es materia de esta exposición señalar el porqué los partidos de influencia de masas, sobre todo los del Cono Sur, no se apoyaron en las enseñanzas del proceso de la revolución mexicana y de otras ocurridas en Latinoamérica. Y tampoco, y esto merece una mención especial, las organizaciones y corrientes que se han reclamado del socialismo y del marxismo. Sin embargo, en el recorrido de la memoria histórica, debemos detenernos, siquiera de paso, en las posturas asumidas por estas corrientes y organizaciones que se han reclamado asimismo representantes de la clase obrera y del socialismo revolucionario. Tanto los partidos comunistas, por su seguidísimo incondicional a la burocracia contrarrevolucionaria stalinista de la URSS y del "campo socialista", como los grupos y organizaciones compuestas por militantes no stalinistas, incluidos los troskistas, dejaron de lado este tipo de experiencias "democrático-burguesas". Es que había que seguir el "modelo" de la revolución bolchevique, de Octubre. Bastaba con tratar de imitarla, obviamente sin tener en cuenta la realidad histórica concreta y sus peculiaridades diversas. Este es uno de los hechos por el que no se profundizara el análisis critico de "toda" revolución no soviética, de que los cuadros marxistas no se calificaran en el conocimiento a fondo de la realidad de cada uno de sus países. Así, salvo excepciones, se "olvidó" la revolución obrero-popular en Bolivia, 1952 -y en gran medida asimismo de la revolución cubana, analizada muchas veces­con una gran carga sectaria.. De ella, ante todo, han debido extraerse lecciones en la perspectiva y carácter de la revolución, del hecho de que "direcciones pequeno-burguesas, incluidas stalinistas, puedan ir más lejos en la via de la ruptura con el imperialismo...", lo que está en la base de las formas sustituis­tas particulares que ha asumido la revolución cubana. En el proceso histórico latinoamericano a las experiencias citadas hay que agregar, entre otras, la vía pacífica al socialismo de Allende, en Chile; el desarrollo de la revolución centroamericana en la década de 1970; la cuasi guerra civil en Colombia actualmente; el nacionalismo "tardío" del chavismo venezolano y aun las frustraciones y capitulaciones del PT-Lula y del Frente Amplio uruguayo con su gobierno actual. Bolivia, Ecuador y los países andinos merecen un análisis prolijo; sobre todo la Bolivia del MAS y Evo Morales .Lo sorprendente es el abandono u olvido del tema de la "cuestión nacional" tratándose de los países atrasados latinoamericanos; de países oprimidos por el imperialismo en la fase actual de la mundialización, con los estragos que ella produce en su realidad propia. Por ello, casi con sorpresa, se ha asumido la existencia en muchos de nuestros países de la cuestión campesina a indígena. En la no actualizada memoria critica de nuestro proceso histórico continental se desconocieron, por ejemplo, los aportes que ya en 1930, realizara el marxista peruano Jose Carlos Mariategui, tomando en cuenta la realidad peruana de ese entonces, caracterizó que el problema de la mayoría campesina-indígena era un problema fundamentalmente político y no racial o étnico. Entre los particularis­mos del país, consideró que la existencia de decenas de miles de comunidades campesinas, con su organización comunal aun vigente, constituían un fuerte y notable apoyo para la emergencia y organización del campesinado atrasado. Así, Mariategui planteó la necesidad de una revolución campesina, motorizada por los propios campesinos. Pero que sin embrago no podría triunfar sin contar con el apoyo de las ciudades; y en ultima instancia, bajo la dirección del proletariado. Pero Mariategui aportó mucho más. En su histórica polémica con Haya de la Torre, avanzó en el tema de la opresión nacional, por tanto del rol del nacionalis­mo, aun del mas progresivo; del carácter de clase del partido revolucionario frente a los de frente de clases o mesoclasistas; y sobre todo del porque del carácter socialista de la revolución en nuestros países. El marxista peruano dejó otras valiosas huellas. Afirmo que ni la revolución ni el socialismo "indoame­ricano" podían ser "calco ni copia".Es decir que no podían haber "revoluciones tipo", y que las conocidas, como la Rusa, no podían ni copiarse ni imitarse. Por esto los stalinistas lo motejaron de "populista", de "idealista campesinista", de "revisionista". Y muchos troskistas, además de desconocer su existencia y legado, lo "olvidaron" porque sus desarrollos lo enfrentaban al modelo de la Revolución de Octubre, concebida como revolución histórica "tipo". Siempre sucintamente. Con lo dicho quiero resaltar un problema fundamental a resolver, siquiera tentativamente: que en la lucha por la revolución y el socialismo, las experiencias de la lucha de clases en Latinoamérica enriquecen la teoría, una especie de huella histórica en el camino de la revolución. Pero los ejemplos de autoactividad y autoorganización son muchos y de una diversidad notable. Entre la teoría y la práctica, dialécticamente pensada, queda planteado éste interrogante ¿la revolución y el socialismo embrionario no se han ido "gestando" a través, sobre todo, de la práctica de la lucha de clases? En este tramado, contradictorio y complejo, me parece que encontramos enorme aportes en el terreno de la subjetividad. Llámese conciencia política, de clase, o madurez e inmadurez de las vanguardias. Es explicable que los partidos burgueses de masas, nacionalistas o no, sustituyan por "principio democrático" a los trabajadores, al pueblo. Por "principio" ellos afirman que son los representantes del pueblo, que no debe ejercer la democracia directa. O sea que no son para nada realmente democráticos. Y en el caso de gobiernos de fuerte acento nacionalista, bonapartistas, como el de Chávez en Venezuela, permiten la organización por la base, de las capas populares, pero siempre impidiendo su real independencia. Así ocurre con el ataque del gobierno a la mayoría de la UNT, central mayoritaria de los trabajado­res, por manifestarse independiente del gobierno. No obstante es fuerte el sustituismo entre las organizaciones de la izquierda radical, que se reclaman del socialismo. Los partidos comunistas no pueden ser democráticos; son burocráticos y centralizados y verticalizados por imposi­ción cupular. Esta deformación estructural la imponen a las organizaciones de masas que dirigen. Sin embargo, las organizaciones de origen no stalinista, aun marxistas y trosquis­tas, son igualmente sustituistas. Sin cargar de ejemplos concretos, las experien­cias de autoorganización y autodeterminación, embrionarias y a veces desarrolla­das, han debido soportar a los sustituistas no stalinos, que pretenden dirigir sin haber ganado autoridad alguna, en nombre de su condición de autoproclamada vanguardia revolucionaria y depositarios de la verdad socialista. Su sectarismo, dogmatismo y sobre todo marginalidad, están al centro de este hecho. Un ejemplo a destacar ha sido el comportamiento de estas "vanguardias", sustituistas, en el proceso revolucionario argentino, a partir de la crisis del 2001-2002. Me parece que es necesario analizar concienzudamente el comportamiento de estas autoproclamadas direcciones revolucionarias, o vanguardias, en el proceso de gestación y desarrollo de las iniciativas de autoorganización de los trabajadores y de la juventud. Y si cabe su responsabilidad en las frustraciones y fracasos de aquellos. Producida la crisis del sistema de partidos y la perdida de autoridad e influen­cia de estos sobre las masa organizadas y autoorganizadas, constatamos que los llamados movimientos sociales, de diversa naturaleza y carácter, han aprovechado de esta perdida de influencia y antigua autoridad, para desarrollar gran numero y variedad de experiencias de autorganizacion, que sin embargo no los han acercado al poder, caso por ejemplo del MST de Brasil o la CONAIE en Ecuador. Esta realidad ha permitido el surgimiento de calificados analistas, que incluso han teorizado sobre este presunto poder alternativo en el cuadro de la sociedad capitalista. Es el caso de Holloway que toma como "modelo" a la experiencia zapatista; y en otro terreno a la "multitud" de Toni Negri. Por ello considero correctas las preguntas del documento ante las responsabilida­des de la izquierda marxista ante estos procesos: ¿Que parte han tenido en el desarrollo de elementos de autoactividad las organizaciones revolucionarias? ¿Que rol hubieron podido o debido asumir? ¿qué enseñanzas se pueden extraer en cuanto a lo que debería ser la forma, la estructura, los modos de organización e intervencion, y las finalidades (el programa), de grupos y organizaciones que no pretenden sustituir al proletariado para actuar en su lugar, ni tampoco dirigir sus luchas, sino activar en su seno sus potencialidades de autoactividad? En mi parecer las respuestas a estas importantes preguntas solo se pueden dar recorriendo el proceso de la lucha de clases, para el caso en América Latina. Y sin desechar, como se ha hecho, la riqueza de los aportes de luchas, rebeldías y revoluciones. Pero tampoco de los aportes en el terreno de las ideas, del análisis, de la teoría, de revolucionarios del tipo de Jose Carlos Mariategui, entre otros muchos. Para concluir: creo vivamente que hoy es mas acentuado el anticapitalismo embrionario de cada lucha y rebeldía. Pero además que hay que restablecer -­metiéndole sangre a las ideas, como dijo Mariategui- la idea de la revolución. ¿O acaso no es más urgente y necesaria ésta en la época de "socialismo o barbarie capitalista"? No esperemos que el socialismo recreado nos venga del "cielo" o del simple ejercicio teórico. Es que la revolución y el socialismo se construyen a partir de la lucha reivindicativa y política de cada dic y lugar. En cada uno de nuestros países, componentes de la lucha internacional de los trabajadores por su emancipación del yugo del capital.

MAS INFO EN EDITORIAL HERRAMIENTA
Ricardo Napurí y la entrevista con el Che

Por: Leandro Albani REVISTA SUDESTADA

El triunfo revolucionario en Cuba fue la mecha que encendió América Latina a finales de los sesenta. El peruano Ricardo Napurí fue uno de los tantos militantes del continente que decidió pasar de la observación a la acción para protagonizar un intento guerrillero en su país. En esta entrevista con Sudestada, Napurí recuerda el origen de aquella decisión, tomada durante una breve reunión con el Che a pocas horas del triunfo en La Habana, en aquellos tiempos urgentes donde todo parecía al alcance de la mano.

La voz, del otro lado del teléfono, suena pausada y, por un instante, misteriosa. Ricardo Napurí indica una dirección para realizar la entrevista y remata con un “muy bien”. El tono de sus palabras reúne los matices latinoamericanos que la historia personal de este hombre de 81 años vivió y revisará de forma crítica y lúcida.

Sentados en una oficina de la Editorial Herramienta, Napurí aclara que es periodista y regala un consejo: “En una entrevista no hay que hacer más de cinco preguntas, porque sino todo lo que se habla no entra”. Por eso, antes de cualquier pregunta, inquiere sobre qué parte de su historia hablará. “Toda mi historia no la podemos contar”, dice. Tiene razón. No alcanzarían las páginas de esta revista para relatar la vida de un joven que a los 13 años era minero en Perú y decidió ingresar al ejército por necesidad: un sueldo que le permitiera ascender socialmente.

“Yo era teniente de aviación -recuerda- especializado en pilotaje bombardero y me ordenaron bombardear la rebelión de la izquierda del partido aprista, en octubre de 1948 y me negué por razones humanitarias, porque no tenían formación política todavía. Me hicieron consejo de guerra y me deportaron”.

Al llegar a la Argentina, se tropezó con Silvio Frondizi, quien lo ayudó a salir de la cárcel. Juntos formaron el MIR-Práxis, un centro político donde Napurí se formó en el marxismo. A todo esto, se desempeñaba como periodista en el diario La Razón y secretario de la comisión interna del matutino.

Frente a la pregunta sobre su llegada a la Cuba socialista, Napurí explica: “En el año 1959, cuando se produjo el desembarco del Granma, formamos un grupo de apoyo a los rebeldes, que a los dieciocho meses terminaron tomando el poder”. Luego de la entrada a La Habana, el Che fletó un avión hacia Argentina para trasladar a su madre, a uno de sus hermanos y “a veinte o treinta personas que estuvimos comprometidas”.

“Así llegué a Cuba el 9 de enero de 1959 -explica-. De ese grupo de treinta periodistas yo era el único que tenía interés en escuchar al Che y pasar a algún compromiso. El resto fue a cumplir su función. Yo era militante marxista y dije: ‘Vamos a ver qué es la revolución cubana y qué sale de, lo que podríamos llamar, un acuerdo bilateral con el Che’. Y el Che me dijo: ‘No hay que escribir nada, tienes que ir a impulsar un movimiento insurreccional en Perú, guerrillero o no’”.

Ahora, este hombre de ojos pequeños, ex diputado y senador en su Perú natal, deportado en 1978 hacia Argentina, se dejará llevar por una parte de su vida, que todavía tiene a la revolución como objetivo principal.

¿El Che le dice lo de la guerrilla en Perú, el primer día luego de entrar a La Habana?

La constancia es una foto en la que estoy con él. Estoy con cuello y él está todo sucio, porque acaba de entrar. Me dijo: “Hay que hacer la revolución por todos lados”. Esto es muy importante, porque hay mucha gente que cree que la idea de la exportación de la revolución es más tardía. En el caso del Che, que lo compromete también a Fidel, estaba en su concepción de origen. Él era un internacionalista primario, diríamos desde Guatemala. Se fue elaborando en un proceso de la realidad que le imponía respuestas y respondía bien. Cuando yo lo conocí era el semi-Che, a pesar de que había sido comandante y era uno de los victoriosos de la revolución y su pensamiento estaba formándose como socialista y marxista. Revolucionario era, pero su pensamiento socialista y marxista se estaba elaborando en esas condiciones particulares de la interacción entre la realidad que le imponía respuestas. Y él, respondía macanudo. Porque era, incluso, inteligente y medio genial, y tenía la voluntad revolucionaria de construir el socialismo en el mundo...

la nota completa en la edición gráfica de Sudestada Nº51


OTRAS ENTREVISTAS EN:

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UN COMPAÑERO HABLA DEL CHE A 37 AÑOS DE SU MUERTE

“Vete a Perú a hacer una guerrilla”

Peruano, exiliado en Argentina, ex teniente aviador devenido periodista, Ricardo Napurí fue a Cuba con la madre del Che y se transformó en su amigo. Trató de disuadir a su primera mujer de ir a La Habana. Un retrato íntimo de Guevara con sus mujeres, su práctica y sus ideas.

Por Martín Piqué

“Anda y dile que no venga.” Sentado en un bar de Corrientes, a un par de cuadras del Parque Centenario, Ricardo Napurí recuerda el pedido que le hizo el Che en La Habana aquel lejano y eufórico 1959. Napurí, peruano, ex teniente de la Fuerza Aérea, deportado de su país en 1948 por negarse a bombardear una marcha del ala izquierda del Apra, se integró a la política argentina a partir del marxismo. Llegó a Buenos Aires en pleno gobierno de Perón, cayó preso y fue liberado por la mediación de Silvio Frondizi. El hermano de Arturo lo sumó a Praxis, un grupo marxista cercano al trotskismo. A fines de los ‘50, Napurí militaba, era periodista del diario La Razón y dirigente del gremio de prensa. Esa era su carta de presentación cuando llegó a Cuba en enero de 1959. El avión no sólo lo traía a él: también venían Celia de la Serna y Juan Martín Guevara, la madre y el hermano menor del Che. Napurí quería conocer de cerca a los barbudos y ofrecer su modesta colaboración.

“¿En qué ayudo? ¿Hago propaganda? Escribo en La Razón?”, le preguntó Napurí al Che el 9 de enero de 1959. Lo había presentado la madre, quien formaba parte –al igual que Napurí– del comité argentino de apoyo al M26 de julio. La respuesta del comandante fue sencilla: “Vete a tu país a hacer una guerrilla”. Pero no todo fue tan fácil. El peruano se quedó un tiempo en Cuba. Fue testigo de la adrenalina y la aparente improvisación con la que la revolución triunfante pretendía modificar las ideas que imperaban en los sindicatos –sus direcciones estaban ligadas a los gremios norteamericanos– y en las universidades. Trabajó con el Che en la preparación de una guerrilla en Perú, formada por el ala rebelde del Apra, que se llamaría MIR. Y también ayudó al director del Banco de Cuba en otras cuestiones, como la separación de su primera esposa, Hilda Gadea.

“Anda y dile que no venga”, le había pedido el Che. Napurí estaba preparando un viaje a Lima para contactarse con los rebeldes del Apra. Viajó entonces a Perú pero con una tarea más, por pedido del comandante. Debía convencer a Gadea de no viajar a Cuba. En La Habana, el Che ya había contado que su segunda esposa, Aleida March, estaba embarazada. Napurí fracasó en su objetivo y no logró persuadir a Gadea. En cuanto al otro pedido, la formación de la primera guerrilla peruana, se concretó poco después pero terminó trágicamente en 1966. Tras el fracaso del MIR, Napurí participó en la creación de Vanguardia Revolucionaria. Diez años más tarde formó parte del Frente Obrero Campesino Estudiantil y Popular (Focep), que se presentó a las elecciones para la asamblea constituyente en 1979: el frente sacó oficialmente el 21 por ciento de los votos y obtuvo 12 bancas. Fue el mejor resultado de la izquierda en muchos años. Napurí fue electo diputado, luego reelecto y vuelto a elegir como senador.

Ahora tiene ochenta años. Vive en la Argentina desde mediados de los ‘80. Hijo de madre argentina, dice tener “formación argentina” por haber estudiado marxismo con Frondizi. El destino –y la política derechista del gobierno militar de Francisco Morales Bermúdez, que derrocó en 1975 al nacionalista de izquierda Juan Velasco Alvarado– lo hicieron toparse de nuevo con la Argentina: en 1978, Napurí fue secuestrado junto con quince personas y trasladado en secreto al regimiento de montaña 20 de Jujuy. Según el coronel argentino que los recibió, “era un acuerdo de los gobiernos y los estados mayores para intercambiar prisioneros de guerra”. Junto con Napurí estaban dos almirantes que habían formado parte del gobierno de Velasco Alvarado y el secretario general de la central obrera peruana.

Después fueron llevados al departamento central de policía, en la calle Moreno, cuando ya había empezado el mundial. “En un momento se filtró al extranjero lo de nuestra detención. En el mundo se decía que la derrota de Perú había sido impulsada por un acuerdo de los dos gobiernos donde nosotros estuvimos canjeados. Intervinieron el cónsul norteamericano y el gobierno sueco. No les quedó más remedio que deportarnos a donde quisiéramos. Algunos salimos para Francia”, cuenta Napurí. Veintiséis años después, el ex teniente reclama que se incorpore a Perú en las investigaciones sobre el Plan Cóndor.

Napurí habla con un acento extraño. Mezcla frases muy porteñas con modismos peruanos. Y cuando recuerda sus anécdotas de Cuba habla como lo haría un guajiro. Con la excusa del nuevo aniversario de la muerte del Che en Bolivia, que se cumplió el viernes, Napurí reconstruye anécdotas del tiempo que pasó junto al Che. De cuando se estaba preparando para la guerrilla del MIR de la que sería jefe militar. “Nosotros fuimos los primeros que llegamos del exterior. Con un privilegio: yo fui con la madre. Era muy afectuosa. Cuando llegué, le pregunté: “Bueno, ¿qué hago? ¿Hago propaganda? ¿Escribo en La Razón?” “Vete a tu país a hacer una guerrilla”, me dijo el Che.

–¿Y ustedes probaron?

–Probamos sí, pero a partir de un partido político. Con la izquierda del Apra. Fui a Perú, la conocí a Hilda Gadea, la primera mujer legal del Che pero ya tenía la segunda y la había embarazado en Santa Clara. Era bígamo. En ese tema era como un chico, él. “Que no venga carajo, que no venga a joder”, decía. Porque se había medio aburrido de ella (de Gadea). El Che era transeúnte con las mujeres. Caminaba. Entonces yo la conocía en Perú a ella, no la pude contener y se vino para Cuba. “Que me lo diga a mí”, dijo. Correcto. Yo estuve donde el Che se lo dijo.

–¿Usted la conocía de antes a Hilda Gadea?

–No la conocía, después fue mi compañera de partido. Mi amiga. La conocí bastante. Ella estaba en Perú esperando la orden de él. En La Habana, el Che me había dado la plata, la cartita y me había dicho “anda y dile que no venga”. Y yo fui a Perú como un cojudo. Fracasé y me volví con ella a Cuba. El Che la cuadró bien, correctamente, porque tenía una sensibilidad particular, una personalidad completa. Era terriblemente tierno en ciertos problemas. El Che tenía un aparato exterior no agresivo con las mujeres. Era casi tímido. Además no tenía el oficio de amar convencionalmente, porque él cogía nomás. Y con Hilda Gadea, que era una de las mujeres más feas de la tierra, se metió por otras cosas. El Che en ese momento era un jiposo y ella era ordenada. Era de la dirección aprista, tenía lecturas, lo metió a leer. Lo ayudó, le hizo leer a Mariátegui, ella cuenta todo esto en el libro Che Guevara: años decisivos. Es raro que el Che, que era casi lindo, se metiera con una mujer que no tenía atractivo personal. Hilda Gadea era una mezcla de chola, indígena y china. El Che no tenía amor por ella pero ella lo protegía. Como él se moría de hambre porque andaba como un hippie, ella lo buscaba, lo alimentaba. Y por todo eso se casa, convencionalmente, porque iba a tener un hijo. No había amor, el amor que vemos en la vida y en las novelas.

RICARDO NAPURI, UNA VIDA DE MILITANCIA EN LA EPOCA DEL CHE, DE SALVADOR ALLENDE Y LOS GOLPES MILITARES

“Me entrevisté con el Che y esa entrevista cambió mi vida”

Peruano de nacimiento, fue aviador hasta que se negó a bombardear a los jóvenes rebeldes de la izquierda del APRA. Expulsado de su país, llegó exiliado a la Argentina, donde comenzó una vida entregada a la militancia popular en América latina.

Por Carlos Rodríguez

–¿Cómo fue que ingresó en la fuerza aérea peruana?

–Cuando terminé la secundaria, tenía que optar por cuál carrera seguir. Las universidades eran pagas y, no teniendo otra alternativa, un pariente me dijo que había un concurso de pilotos para ir a pelear a la guerra con Japón. Lo que importaba era ganar un buen salario y tener una profesión. Podría haber ido a morir a Japón. Me salvó la bomba atómica.

–¿En ese momento usted tenía una cierta formación política?

–En absoluto. Empecé a tener conciencia política cuando ingresé a la Universidad de San Marcos, una universidad plebeya muy izquierdizada. Eran los finales de la Segunda Guerra Mundial. La izquierda combatía contra el APRA (Alianza Popular Revolucionaria Americana), que era la corriente oficial mayoritaria. Allí conocí a Juan Carlos Mariátegui, hijo del fundador del marxismo latinoamericano.

–¿Cómo fue su expulsión de la fuerza aérea?

–Era teniente de aviación en pilotaje bombardero y me ordenaron bombardear la rebelión de la izquierda del partido aprista, el 3 de octubre de 1948. Me negué por razones humanitarias. Por esa decisión me hicieron un Consejo de Guerra y me deportaron.

–¿Por qué razones se negó a bombardear?

–Rebelarse contra la obediencia debida significaba en cualquier país, y sobre todo el Perú, perderlo todo. Me negué porque me dije “no he venido a matar a civiles, ni a militares”. Negarse, para un joven de veintitantos años, significaba una decisión muy alta y la respuesta no fue política. Lo dije humanamente: yo no mato. En la Escuela de Aviación Militar teníamos un instructor al que le decíamos Pescuezo Aguilar. Para nosotros era un maldito porque lo acusaban de haber sido el único militar que bombardeó a los civiles de la revolución del APRA de 1932. Eso quedó para mí como una imagen importante. Bombardear hubiera sido una carnicería.

–¿Cómo fue su llegada a la Argentina?

–Cuando llego, expulsado de la fuerza aérea de mi país, me llamaron a dar una charla en la Facultad de Derecho. Por las cosas que dije sobre los generales golpistas peruanos me llevaron detenido a la Sección Especial de la Policía Federal. Estuve en manos de los policías Lombilla y Amoresano (en la comisaría 8ª, frente al Hospital Ramos Mejía, en General Urquiza al 600). En ese lugar se torturaba con picana eléctrica. Era el segundo gobierno de Perón. En ese lugar conocí a (Osvaldo) Pugliese, que estuvo preso conmigo. Estaba sentadito en un lugar y se presentó: “Yo soy Pugliese, soy músico. Me acusan de ser comunista y soy comunista”. El tenía que ir todas las semanas a presentarse en ese lugar. A mí me acusaron de ser un agente del marxismo internacional.

–¿Y cómo hizo para salir de ese centro de detención?

–De allí me sacó Silvio Frondizi, por pedido de mi hermana. Frondizi me invitó a integrarme al Grupo Praxis, que todavía no era el MIR-Praxis, como después se llamó. Era un grupo de reflexión política al que yo me integré. Estuve diez años con Silvio. Es curioso, porque de agente internacional pasé a ser amigo de la familia del futuro presidente de la Argentina, Arturo Frondizi.

–¿Cuándo empieza su relación con el Che Guevara y con la entonces naciente Revolución Cubana?

–Cuando se produce el desembarco del Granma, en 1956, acá en la Argentina, por izquierda, se le dio importancia al hecho. Se formó una comisión de apoyo. Alexis Latendorf, del Partido Socialista, tenía como mujer a una exiliada cubana y ella nos comprometió a todos. Entonces formamos un grupo donde venía la madre del Che, Celia, pero antes de que triunfaran. Eramos vistos como chifladitos. ¿Quién iba a apostar a lo que no existía todavía? Por ese antecedente tuve el privilegio de ir, con la madre del Che, al día siguiente del triunfo de la revolución porque Camilo Cienfuegos, para sorprenderlo al Che, hizo fletar un avión y llegamos al día siguiente del que Fidel entró en La Habana. Y me entrevisté con el Che, gracias a la mediación de Celia, su madre. Esa entrevista cambió mi vida.

–¿Cómo fue esa primera charla con el Che?

–Llegué como dirigente sindical del diario La Razón y del gremio de prensa. Yo pensaba que podría colaborar escribiendo, pero el Che me dijo que no. “Si tú eres marxista, si te has formado como marxista, si eres antiimperialista, tienes que ir a tu país a combatir por tus ideas. Si a nosotros nos ha ido bien, ¿por qué no les va a ir bien a ustedes?” Es el dilema de toda una generación que vio cómo la Revolución Cubana no solamente había triunfado sino que había triunfado fácil. En menos de dos años habían derrotado al tirano (Fulgencio) Batista, un hombre protegido por el imperialismo y a 90 millas de Estados Unidos. Todos nos veíamos combatiendo contra los gobiernos. Dijimos: “Acá está la vía”. Yo fui y no volví a la Argentina por muchos años. El diario La Razón me acusó de abandono de trabajo. No regresé, ni les pasé ninguna comunicación. De Cuba me fui a Perú a intentar reproducir, más o menos, con las variantes peruanas, el ejemplo cubano.

–¿Cómo fue que convenció al Che de la importancia de reunirse con Silvio Frondizi?

–Cuando le hablé de Silvio al Che Guevara, lo primero que me dijo es: “Ese es trotskista”. Hay que pensar que el Che no tenía una formación marxista anterior y que estaba influenciado, en esos años, por los stalinistas de Guatemala. Yo hablé mucho con el Che y él me dijo “que venga”. Silvio fue invitado por el Che, pero a través mío. Silvio ya era una figura. Había editado el libro La realidad argentina y se había convertido en un intelectual importante. El se mostraba como una variante revolucionaria entre el stalinismo y el trotskismo. Una síntesis de la experiencia histórica fallida. Esa ambición tenía él. Como los cubanos no tenían un proyecto armado, pensé que Silvio los podía ayudar.

–La reunión se hizo, pero finalmente Frondizi no se quiso incorporar al proyecto cubano. En su libro, usted se muestra decepcionado por eso.

–Me sentí decepcionado porque aposté a grande para ese proyecto y Silvio dijo que no quería asumir la tarea, razonablemente porque él era un intelectual orgánico, no un militante político convencional. Silvio tenía la pretensión de generar ideas, pensamiento político. Yo pensaba que, en ese momento, la vida obligaba a bajar a tierra, convertir las ideas en acción. Por eso, cuando el Che me dijo: “Tú te vuelves a Perú, nosotros te damos armas y todo”, asumí el compromiso enseguida. Con Silvio nos despedimos fraternalmente, pero me quedó la sensación de que habíamos perdido una oportunidad histórica. A Silvio Frondizi lo conoce poca gente porque a él lo mató muy joven la Triple A.

–También lo deportaron a Chile. ¿Cuál fue su experiencia durante el gobierno de Salvador Allende?

–Yo lo conocía desde 1971 porque Allende había tenido relación con Silvio Frondizi. En 1971 fui a pedirle ayuda para Bolivia, porque se estaba por cometer el golpe de (Hugo) Banzer. Fuimos a pedirles armas y él me dijo: “Usted se ha equivocado, yo soy socialdemócrata”. Yo le dije, aunque él no estaba de acuerdo, que era preciso una revolución socialista, cuando en 1973 la derecha atacó y salió violentamente a las calles. Allende llamó a la paz social porque no quería derramamiento de sangre. Los trabajadores, por decenas de miles, le pedían armas. Allende prefirió morir, pegarse un tiro, antes de llamar al pueblo a defenderse del golpe militar. Lo mismo pasó con Perón, que tenía correlación de fuerza militar a favor, las masas totalmente a favor e incluso le pedían armas. El también dijo “paz social”, ¿y qué vino? Un genocidio. Nunca viene un gobierno amigable después que hay un proceso avanzado como el nacionalismo de izquierda que significó en su momento el peronismo. Para los represores, siempre los sujetos sociales son los que viven del trabajo.

–El odio de clase perdura. Hoy, en otro contexto histórico, algunos sectores cuestionan cualquier medida que pueda significar un retroceso para los sectores más poderosos.

–El actual es un nacionalismo residual con relación al primer peronismo y sin embargo no le perdonan nada. Hay una tradición nacionalista que el Gobierno intenta revalidar y que los otros no perdonan. El diario Clarín fue desarrollista en su momento, en la época de (Rogelio) Frigerio; pero como se convirtió en un emporio económico, terminó siendo neoliberal. Esa tendencia neoliberal ha atravesado toda la onda de los partidos políticos tradicionales. Ahora están en contra de Marcó del Pont, que es desarrollista y ellos (Clarín) tenían esa misma posición antes. Ellos son neoliberales hasta con la política de mercado, pero no lo pueden decir abiertamente porque expresarían los intereses del monopolio. Esa es la verdadera razón de los ataques al Gobierno.

–Su libro se llama Pensar América latina. En ese marco de análisis histórico y de proyección, ¿cómo ve el proceso que se está dando hoy en el continente?

–Tengo escritas otras 300 páginas más, que van a salir más adelante. Allí me ocupo de analizar el momento actual. Algunos dicen que el título que elegí es pornográfico: “Nuestros hijos de puta en América latina”. El título no se me ocurrió a mí, ni traté de imitar a García Márquez en su último libro. (Franklin Delano) Roosevelt, conversando con su canciller, cuando pasaron revista de América latina, hablaron de República Dominicana y de (Rafael) Trujillo y el canciller le dijo: “Es un asesino, un ladrón, es un hijo de puta”. Entonces Roosevelt le dijo: “Sí, pero es nuestro hijo de puta”. Hay distintos grados de hijos de puta. Por ejemplo, (Carlos) Menem o (Alberto) Fujimori están en una escala superior. No hay que pensar sólo en dictaduras. Estados Unidos, con ellos dos, instauró una forma de “democracia protegida” o “democracia autoritaria”.

–Insisto, ¿cómo ve los procesos que se están dando en este momento en Cuba, Bolivia, Venezuela o Ecuador?

–El futuro libro está atravesado por el hecho de rescatar la cuestión nacional. Tú no puedes juzgar a Cuba, Venezuela, Ecuador ahora, o Bolivia y la mayoría de los países, sin tomar en cuenta que hay una diferencia entre país opresor y país oprimido. El país oprimido tiene el derecho de rebelarse contra el país opresor. En la cuestión nacional hoy, cuando se alejó la posibilidad de la revolución y el socialismo, sobre todo lo de Ecuador, lo de Bolivia y lo de Chávez, está inscripto en la cuestión nacional. Ellos resisten al imperialismo en diferentes grados. El imperialismo oprime a través de sus agentes nacionales y, por lo tanto, la lucha contra los agentes nacionales es la lucha contra el imperialismo.

–Por eso los agentes nacionales reaccionan frente a cualquier medida que intente quitarles poder.

–El caso de Chávez es el más claro. Hay una falsificación terrible de lo que se dice sobre él. A Chávez le dieron un golpe en 2002 y cuando fracasó el golpe de Estado por la reacción de un sector del ejército y del pueblo que lo respaldó, después hicieron una huelga de seis meses donde paralizaron el país a través de la paralización de la producción de petróleo. Estados Unidos directamente se metió y apoyó ese golpe de Estado, y reconoció en minutos al golpista. Los críticos, los analistas, los politólogos se olvidan de eso y se hacen los tontos.

–Lo critican hasta por las formas.

–Sí, lo presentan como un cabrón, como si fuera un energúmeno. El me invitó a mí, hace dos años, a que participara de su programa de radio. Nos invitó para hacerle un homenaje a León Trotsky. ¿Dónde has visto un gobierno que le haga un homenaje a Trotsky? Yo me quedé turulato cuando estuve en el programa Aló presidente. Me di cuenta de todo lo que se lo falsifica a Chávez a través de los medios de prensa.

–Parece que lo impresionó la personalidad de Chávez.

–Lo que pasa es que él todo lo dice cantando, con música, como se hace allá en Venezuela. Los caribeños cantan, se alegran y bailan. El pasa revista a los problemas con alegría. Al jefe militar, delante mío, le preguntó: “Mi general: ¿cómo anda la educación marxista en las fuerzas armadas?”. Yo me quedé asombrado cuando escuché eso. El otro le respondió: “No anda bien por mi culpa, mi presidente. Usted me aconsejó que leyera La Sagrada Familia, de Marx, y no lo terminé de entender, de manera que todavía no puedo enseñarlo”. Si analizamos con rigor, yo no creo que lo de Chávez sea el socialismo, pero que exista un presidente de una República que propagandiza las ideas anticapitalistas, antiimperialistas y socialistas es un regalo. Eso no lo va a entender nadie de los que lo critican. Pero a los que nos cuesta tanto combatir en el terreno de las ideas y ayudar a la gente en la conciencia política, lo que hace Chávez es una cosa inusitada.

–Eso más allá de la situación objetiva por la que atraviesa el país.

–Chávez heredó un país de corruptos y un Estado terrible. El tiene problemas propios de la construcción, como los tiene Cuba, que no puede hacer ningún socialismo porque no hay socialismo en la pobreza y en las condiciones en las que ellos han gestado su revolución. Esos son otros problemas. ¡El socialismo en el siglo XXI es una yapa! Lo fundamental es que esos gobiernos resisten al imperialismo y a sus agentes nacionales. ¡Esa es su progresividad!

–En este proceso continental, ¿cómo ve la situación en Bolivia?

–El de Bolivia es el proceso más lindo que hay. En este país hay que tener en cuenta dos cosas, que no las dicen los medios de prensa. En la historia anterior a la llegada de Evo Morales, la clase obrera tuvo un protagonismo estelar. Porque cuando había 70 mil obreros mineros, ellos constituían el poder social real. ¿Por qué no hubo partido político y eran las fuerzas armadas contra la clase obrera? No había burguesía nacional, no había clase media sostén y había 70 mil obreros organizados que luchaban, la única fuerza política del orden eran las fuerzas armadas. Esa es la razón del golpismo permanente en Bolivia.

–Son más de cincuenta años de protagonismo social...

–La clase obrera boliviana tiene un protagonismo social y político que viene de la victoria en la revolución de 1952. La central obrera tenía milicias armadas, un hecho inusitado. Eso se dio porque el pueblo se organizó como le dio la gana en la búsqueda de un cambio revolucionario. Ese antecedente desapareció, no es la memoria histórica social porque la clase obrera minera desapareció. Las minas fueron liquidadas.

–De todos modos, en la situación actual, los campesinos están organizados.

–Lo que pasa es que, en 1952, los obreros ayudaron a los campesinos dándoles la reforma agraria, que se hizo por impulso de los mineros. Ahora son los campesinos, que son los más oprimidos, los que tienen el protagonismo. Sobre todo el sector de cocaleros, siempre acosados por Estados Unidos a través de la DEA, que intenta hacer creer que la coca, que es un refuerzo calórico, es igual a la cocaína. Esos ataques los hicieron resistentes, pero ellos luchan porque heredaron la tradición minera. ¿Por qué manejan los obreros el petardo-dinamita? ¿Por qué están organizados sindicalmente? Porque hubo veinte o treinta años de dominación sindical y de los campesinos. Los mineros eran campesinos que se hicieron mineros y esos mineros ahora han vuelto al campo una vez que se liquidaron las minas. Por eso, el uso de la dinamita es para ellos tan común como para nosotros masticar chicle. Eso no está dicho ni escrito en la prensa, y yo lo reivindico en el libro. Evo Morales es el más importante representante de esa resistencia campesina a la opresión oligárquica. La politización de Bolivia es feroz. Cualquier campesina te recita un programa revolucionario.

–Por último. ¿Cómo ve el proceso político en la Argentina?

–Vas a tener que pagarme para que hable de esto (risas). Yo soy parte del proceso argentino. Fui dirigente del MAS (Movimiento al Socialismo) por diez años. Hace treinta años que sigo la política argentina. El peronismo fue el movimiento nacionalista burgués más fibroso de América latina que resistió al imperialismo. ¿Por qué Estados Unidos lo agredió a Perón? No fue por fascista sino porque el peronismo tenía visos de un nacionalismo que cambiaba las relaciones de fuerza. En ese momento, la Argentina era más importante que Brasil. Era un movimiento independiente, con las masas en las calles y eso era insoportable para muchos. Lo importante era el carácter de clase que tenía el peronismo. El peronismo fue progresivo. Había pleno empleo, yo me compré un departamento con mi trabajo en La Razón. Mi sueldo alcanzaba para eso. Hubo conquistas importantes. La gente no apoya algo de esa manera si no ha recibido nada a cambio.

–Los tiempos han cambiado. ¿Cómo analiza hoy al peronismo?

–Ese peronismo subsiste, pero se ha descompuesto. La expresión más sucia fue la que representó el menemismo o los caudillos regionales, pero sin embargo hay un peronismo de base, resistente, un peronismo que espera. Y este gobierno expresa, en alguna forma, en la decadencia del peronismo, esos elementos resistentes de la tradición peronista. Este Gobierno tiene controversias con el imperialismo, no al punto de expropiar al imperialismo, pero sí mantiene sus controversias con el imperialismo y con sus agentes nacionales. Cuando Macri fue a Londres, dijo: “Hay que terminar con el chavismo en la Argentina”. Este Gobierno no se parece al de Chávez en nada, pero igual hay que terminar con un gobierno que se atreve a tratar la empresa privada, los medios de difusión. El problema es que esa posición no se puede mantener si es que tú no vas más allá.

–Es un momento crítico el que se vive en la Argentina.

–La derecha ya está en Chile, la derecha puede asumir en la Argentina, hay peligros reales. A Chávez lo quieren liquidar, lo quieren matar incluso. Si el gobierno argentino no toma una posición frente a ese panorama, si sólo se limita a llegar a 2011, es un gobierno diferente, pero con objetivos históricos limitados. La Argentina tiene todavía pendiente la emancipación nacional. Este Gobierno tendría que tener una mirada que vaya más allá de su propia existencia. El problema es que tenemos una burguesía cuponera, que quiere vivir al día, una burguesía salvaje casi.

–De todos modos, han crecido mucho los movimientos sociales.

–La Argentina es el país del mundo en el que más se protesta. En Perú, Brasil, Uruguay, en Chile, nada. Acá no. Acá, cualquier vieja sale a la calle y pide. Miles y miles de protestas. Es un país protestón. Lo que pasa es que la conciencia política no ha llegado a que la gente comprenda que esa protesta los tiene que hacer sujetos de su propio destino. Los Kirchner, si se presentan como seguidores del primer peronismo, tendrían que llevarlo adelante. Tienen que dejar que el pueblo se autodetermine. Un ejemplo: en Perú está lleno de drogadictos. Para eliminar ese problema, hay que permitir la organización de las madres, de los de abajo. Las madres saben que el chico consume y a quién le compra. Lo que pasa es que nadie quiere que la gente se organice por su cuenta. Si tuviéramos 200 mil madres organizadas, eso lleva a una politización inmediata. La droga tiene al policía corrupto, al político y entonces, con un tema social como ése, la gente adquiere conciencia política. Hay un mundo de los de abajo que todavía no se ha expresado.

** ACA HAY UNA ENTREVISTA A RICARDO NAPURI EN YOUTUBE.

OJO, EL PERIODISTA ES UN BOBO, Y MEDIO FACHO, PERO LO QUE DICE NAPURI SIEMPRE ES INTERESANTE...!

PARTE 1: http://www.youtube.com/watch?v=vJ_Mail3vc0

PARTE 2: http://www.youtube.com/watch?v=2dyvx9kp_3M&feature=related

PARTE 3: http://www.youtube.com/watch?v=FjE-2A50qsI&feature=related





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