Comenzó su militancia en el ámbito sindical, trabajando en fábricas como obrero metalúrgico. Luego integró el Grupo Práxis de Silvio Frondizi. Fue el último Secretario General de Partido Revolucionario de los Trabajadores y Comandante en Jefe del Ejército Revolucionario del Pueblo tras la muerte del máximo dirigente del PRT-ERP, Mario Roberto Santucho
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Desde su regreso al país en 1987 comenzó su carrera como escritor, y colaborador de distintos medios de comunicación.
Su última novela narra la historia de un secuestro que la organización realizó en Lisboa, con el objetivo de conseguir fondos para posibilitar el regreso a Argentina y el reintegro a la lucha de 200 combatientes que permanecían en Brasil
Luis Mattini, nacido con el nombre de Arnol Kremer Balugano (Zárate, 1941) es un intelectual de izquierda argentino y ex dirigente de la organización armada de izquierda Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP).1
Hijo de un carpintero, Mattini trabajó en su juventud en la empresa Dálmine Siderca.2
Comenzó a militar a fines de los años 50, con el debate sobre la educación laica o libre. Se vinculó a grupos políticos y militó en Praxis con Silvio Frondizi.
Mattini se vinculó con organizaciones de izquierda e ingresa al Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) y fue el último secretario general del PRT-ERP luego de la muerte de Mario Roberto Santucho.
En 1977 Mattini parte al exilio y en 1981 se refugia en Suecia. En 1987 retorna a Argentina.
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Luis Mattini habla de Santucho y Gombrowicz por elortiba
-PROFANAS CARTAS (WEB L. MATTINI)
-ELORTIBA /// ELORTIBA.MATTINI
-LAFOGATA
El secreto de Lisboa
Un secuestro político de novela
Una muchacha italiana, hija de una pareja de ex militantes del ERP, se entera de la posibilidad de haber sido engendrada por un norteamericano secuestrado en Lisboa por una célula de dicha organización –tras el golpe militar del ’76 en Argentina–, en un operativo en el que su madre participó como pieza clave, poniendo, sobre todo, el cuerpo.
En busca de despejar las dudas acerca de su verdadero padre, entra en contacto con ex guerrilleros argentinos de paso por Europa, involucrados en esa acción, y emprende luego un viaje a Caracas, donde reside y milita ahora uno de ellos, el legendario y moribundo “Tordo”, a quien intentará sonsacarle todo lo que él sabe al respecto.
En esa ciudad caribeña, en medio de la reacción golpista de los opositores del Presidente Chávez y el clamor de las manifestaciones populares en su apoyo, la protagonista va conociendo los desopilantes entretelones del episodio de Lisboa, mientras desenreda el nudo de su propia concepción. Una desesperada aventura política de fines de los ’70.
Una joven de hoy en busca de su origen… Un interesante y provocativo encuentro entre el pasado y el presente, narrado con desparpajo, suspenso y un toque de nostalgia y poesía.
Luis mattini
Arnol Kremer Balugano nació en Zárate en 1941. Iniciado a la vida política en 1959 en el grupo PRAXIS, fue activista sindical en ATE, UOM y Navales; protagonista de las luchas políticas de los ’60, y dirigente del PRT-ERP con el “nombre de guerra” Luis Mattini –seudónimo que conserva como identificación del compromiso militante– en los ’70. Ha publicado Hombres y mujeres del PRT-ERP y La política como subversión; y en colaboración con otros autores: Che, el argentino; Los espejos rotos; Contrapoder - Una introducción; ¿Qué son las Asambleas Populares? (en esta misma editorial); y numerosos artículos en revistas y páginas web. Fue docente en la Cátedra Libre “Che Guevara” de la UBA. Actualmente participa de la actividad de los grupos autónomos y es coordinador de la Cátedra Libre “Che Guevara” en la Universidad Nacional de La Pampa. Es, además, comentarista de libros en Le Monde Diplomatique. En esta misma editorial también ha publicado: El encantamiento político - De revolucionarios de los ’70 a rebeldes sociales de hoy (2004); Los Perros - Memorias de un combatiente revolucionario (2006); Los Perros 2 -Memorias de la rebeldía femenina en los ’70 (2007) y Cartas profanas - Novela de la correspondencia entre Santucho y Gombrowicz (2008).
*Sinopsis de todos los libros de Luis Mattini
*Ediciones Continente
Lunes, 17 de agosto de 2009
LITERATURA › ENTREVISTA A LUIS MATTINI POR SU NOVELA EL SECRETO DE LISBOA
“La ficción es mucho más convincente que el ensayo”
El escritor y ex militante entabla una suerte de diálogo generacional en el que despunta una morfología del deseo. Así se suceden un secuestro, preguntas incómodas sobre el pasado, el rescate de la ética revolucionaria y una crítica al machismo de los ’70.
Por Silvina FrieraLa historia que cuenta Luis Mattini en su segunda novela, El secreto de Lisboa (Peña Lillo, Ediciones Continente), es increíble, pero sustancialmente cierta, parafraseando el epígrafe de Borges que preludia el nudo de un relato que se desatará ante los ojos azorados del lector. Una joven italiana, Mercedes, hija de una francesa y de un argentino que fueron militantes del PRT-ERP en los años ’70, desembarca en Caracas en abril de 2002. A su madre le dice que quiere ver de cerca “esa insólita revolución bolivariana”, que será el tema de su tesis de maestría. Pero el motivo del viaje es otro: entrevistar al “Tordo”, un veterano compañero de militancia de sus padres ahora confeso chavista, gravemente enfermo de cáncer, con la esperanza de que le pueda sonsacar la verdad sobre su origen, que ella supone confuso, y cuya madeja estaría en el secuestro a un empresario norteamericano en Lisboa, a fines de 1976 –en un operativo en el que su madre fue la pieza clave que puso el cuerpo–, para obtener el dinero que permitiría ayudar a un puñado de militantes varados en Brasil. Mientras el “Tordo” le da duro y parejo al whisky, “su mejor medicina”, y accede a que Mercedes, la “Tanita”, lo entreviste, comienza a construirse la ríspida gramática de un diálogo generacional jalonado por el presente venezolano, el golpe a Chávez que se cuela por la ventana de la narración. Pero también Mattini, el ex militante que se apropió literal y literariamente de su nombre de guerra para escribir ficción, se anima a despuntar una morfología del deseo, una política de la subjetividad, poco frecuentada por quienes abrazaron las múltiples avenidas que conducían hacia la militancia marxista.
De las evocaciones que hace la “Tanita” sobre su propia pesquisa, previa al arribo a Caracas, emerge la punta de una de las primeras confrontaciones, al recordar el encuentro que tuvo con Rodolfo, uno de los protagonistas de ese “secuestro de novela”: “A mí me da risa, y rabia, porque cuanto más en detalle escucho las historias, más siento que vosotros eráis más delirantes que nosotros. No tengáis miedo, no los vamos a imitar, tendremos que inventar otro delirio”, dice la muchacha, en ese castellano castizo, achispado de tanto en tanto por algunos argentinismos. El “Tordo”, que ha hecho muchas cosas en la vida, y hasta admite que se disfrazó con una sotana para “una opereta”, en un momento le explica a Mercedes: “Metete en la cabeza que nosotros no éramos ni bohemios, ni delincuentes, y mucho menos terroristas; éramos combatientes en una guerra de liberación y había que guardar las formas civilizadas de la guerra. No lo considerábamos un secuestrado sino un prisionero de guerra. No estábamos robando, expropiamos al imperialismo, no pagaba él, pagaba la empresa con el dinero que obtenían expoliando a nuestros pueblos”.
El hombre que nació en Zárate en 1941 como Arnol Kremer Balugano y sucedió a Mario Santucho en la conducción del PRT-ERP tiene un lejano parecido a Marcello Mastroianni, aunque es más alto y corpulento que el actor italiano. En el bar de Palermo, donde apura un café, nadie registra que ese señor de traje y corbata fue un indómito activista sindical y protagonista principal de las luchas políticas de los años ’60 y ’70. No hay bigote, ni barba, ni melena despeinada al viento que permita semblantear, al menos en la apariencia estética, las huellas de ese pasado “setentista”. De su voz grave, como una muralla infranqueable, emana una serena melancolía. “La única manera de poder reflejar la ética militante es a través de la ficción”, le cuenta a Página/12 su opción reciente por la narrativa. “Se supone que los hechos fueron más o menos reales, más o menos así, en todo caso no están para nada ablandados. Siempre tuve una gran pasión por la ficción, ha sido mi formación fundamental, que me viene de haber leído mucho. Pero nunca me había animado a escribir una novela. Empecé con Cartas profanas y después me animé con esta novelita. En este momento de semejante crisis ideológica y de valores, la ficción es lo que puede salvarnos. La ficción resulta mucho más convincente que el ensayo”, agrega el autor de Hombres y mujeres del PRT-ERP y los dos volúmenes de Los perros, entre otros ensayos.
–¿Por qué es mucho más convincente la ficción que el testimonio o el ensayo?
–Todo testimonio es una forma de ficción. Una cosa es el ensayo, donde uno busca la teoría, razona, analiza. Pero cuando la gente se refiere a un hecho en el que participó, está ficcionalizando porque en definitiva está contando cómo vivió esa parte de la realidad. Hubo una experiencia que me marcó mucho en este sentido. Hace dos años fuimos a dar una charla sobre el Cordobazo con varios protagonistas. Yo fui más que nada para hablar como ensayista, pero recuerdo que me sorprendió mucho cómo los protagonistas dieron testimonio sobre esa experiencia. En realidad, no tenían mucha idea de lo que estaban haciendo: intentaron hacer las cosas de una manera y salieron de otra. La ficción sirve para reflejar cómo alguien se propone algo, pero termina haciendo otra cosa.
–Aunque la “Tanita” admira a sus padres, también los cuestiona. Lo que más le molesta es ese silencio sobre ciertos aspectos del pasado que su madre no quiere contarle. ¿A qué atribuye esta reticencia de los padres a hablar? ¿Tuvo tanta mala fama la militancia que los propios militantes optaron por “autocensurarse”?
–Tengo dos hijos que eran chicos cuando yo militaba. Hace poco, hablando con mi hija, me preguntó por qué me publicaban las novelas. Le dije que tenía una historia, un prestigio por mi pasado militante, pero en realidad no sabía muy bien qué contestarle (risas). Ella me dijo: “Ah, bueno, qué suerte, por lo menos te reconocen algo, ¡fueron años tan tristes!”. A mí me sorprendió que me dijera eso porque para mí no fueron años tristes, pero ella estaba reflejando lo que sintió cuando era muy chiquita. Creo que en los padres hay dos tendencias. Hay padres que no digo que se arrepientan, pero de alguna manera están contrariados con su pasado, no reivindican del todo su historia. Pero también hay algo más grave y complicado. En la militancia de los años ’70, todavía hay cierto halo de clandestinidad, de “de eso no se habla”, “no se puede decir nada”. Me pasó con mi madre, que era militante, y sin embargo no quería decir que tenía un hijo desaparecido, por mi hermano. No lo decía no porque sintiera vergüenza sino por miedo a la conspiración. El personaje de la novela está orgullosa del pasado de sus padres, pero al mismo tiempo se pregunta por qué no hablan, qué les pasa, qué cosas ocultan.
–¿En qué personaje aparece enmascarado Mattini?
–Ay, pero esas son trampas de autor que no debería confesar (risas). En realidad yo soy Rodolfo, pero como autor me identifico con todos los personajes. El único invento total es el personaje de la “Tanita”.
Mattini cuenta que está escribiendo una nueva novela en torno del deseo. “He llegado a la conclusión, hace algunos años, de que la conciencia es necesaria, pero es insuficiente. Hay un elemento que nunca fue considerado por los marxistas, que es el deseo”, plantea el escritor. “Mi padre, que era carpintero, me enseñó de chico a leer libros. El me decía: ‘Mirá, nosotros somos pobres, nunca vamos a poder viajar, lo único que tenemos son los libros’. Mi viejo nunca imaginó que yo iba a viajar tanto.” La pasión de Mattini arrastró a la familia completa, padre, madre y hermano, hacia la militancia en el PRT-ERP. “En las organizaciones armadas tipo Montoneros o el ERP, cuando alguien caía preso los que respondían eran los padres y las madres, y muchos empezaban a radicalizarse y a acompañar a los hijos en la militancia”, repasa Mattini. “Mi hermano, que era dos años menor que yo, fue secuestrado en San Pedro, está desaparecido desde abril de 1976. Por la circunstancia en que cayó muchas veces, sospeché que a mi hermano lo confundieron conmigo. De todas maneras, aunque no lo hubieran confundido, él era un militante, pero yo era el dirigente”, aclara con la voz rasgada por el dolor de ese supuesto equívoco.
De regreso a El secreto de Lisboa, revela que lo que más le preocupó de la escritura de la novela fue plasmar la inquietud que tenía esa chica con su madre. “La Tanita quiere hacer su propia historia y esto es un mensaje que lanzo para H.I.J.O.S. como institución”, dispara Mattini.
–¿A qué se refiere?
–Los militantes de H.I.J.O.S. están cometiendo, me parece, un error, y es que se quedan en lo que fueron sus padres. El único objetivo es recordar cómo fueron en aquella época; ¡pero esos chicos tienen que hacer la suya! Por eso la Tanita, que tiene pocas pulgas, le dice a la generación de sus padres: “A mí no me jodan con sus delirios, nosotros tenemos que inventar otro delirio”. A mí no se me ocurriría nunca decirle a un joven: “Hacé lo que hicimos nosotros”. Cuando me preguntan qué deben hacer, digo que no sé... que ellos tienen que inventar algo.
–En la novela también se atreve a mostrar a una generación muy consciente de la situación que atravesaba el país, pero al mismo tiempo muy ingenua. ¿Había espacio para la ingenuidad?
–No tengo una respuesta sociológica y ahora estoy hablando como ensayista. Las ciencias sociales no han logrado una respuesta a esto, no sabe cómo se producen ciertos fenómenos de los ’70. Recuerdo que una vez me preguntaron en una entrevista si creíamos en serio que íbamos a derrotar al Ejército. “Por supuesto, cómo no lo íbamos a creer”, les contesté. En esta convicción la Revolución Cubana fue clave, y a eso sumale el hecho de que los vietnamitas habían derrotado a tres imperios: los japoneses, los franceses y los norteamericanos. Vivíamos en un mundo donde los movimientos revolucionarios triunfaban y se avanzaba hacia el socialismo. Lo que nosotros no veíamos era la parte negativa, no quisimos ver al Che derrotado en Bolivia, mirábamos al Che de Cuba. Pero cuando murió el Che en Bolivia, su muerte se tornó en un desafío, había que recoger literalmente el fusil del Che. Yo quise reflejar también cierto grado de ingenuidad que teníamos. Me pregunto: si hoy apareciera un Guevara, ¿habría alguien dispuesto a seguirlo?
–¿Cuál sería la respuesta?
–Soy muy escéptico... al menos yo no lo seguiría porque por empezar estoy fuera de época (risas). Lo que me más entusiasmó de hacer este tipo de novela fue intentar demostrar cómo para nosotros la dificultad, lejos de ser una traba, era un incentivo. No teníamos un mango, pero algo hacíamos para resolverlo. El secuestro que se cuenta en la novela fue un disparate, pero rescato ese espíritu de no dejar a nadie en banda y de jugarse por los compañeros. No nos dejábamos amedrentar; en una de las discusiones que tiene la “Tanita” con el “Tordo” ella le plantea que tendrían que haber buscado otra solución. Bueno, a lo mejor había... pero en los años ’60 y ’70 hubo una frase que para nosotros fue fatal: “Hay un único camino”. Nosotros nos movíamos en la vía del único camino...
Los últimos rayos del sol, que comienza a ocultarse, caen en picada sobre algunos edificios y provocan un extraño efecto de irrealidad; el murmullo, la máquina del café, las tazas y las cucharitas tuercen el rumbo de los recuerdos, y de repente Mattini abre las manos como un prestidigitador: “¿En serio querés saber la historia de mi nombre de guerra? Agarrate”, advierte con una inflexión irónica. “Con un grupo de compañeros fui a entrenarme a Cuba. Pero resulta que, antes de llegar, estuvimos veinte días varados en Chile en la casa del MIR; hacíamos cursos y yo estaba todo el día tomando mate. Y uno me dijo: ‘Ahí viene Matini’ –recuerda–. Pero la historia no termina ahí. Cuando salimos, les pedí a los compañeros que llevaran cada uno cuatro kilos de yerba en la maleta. Eramos veinte, así que calculaba que la yerba me iba a alcanzar. Pero consumimos buena parte en Chile. Yo estaba de traje y corbata, con un nombre falso que ahora no recuerdo, y me di cuenta de que teníamos que comprar más yerba. Entonces vino un chileno con una bolsa de yerba, como si trajera carbón, y me fui con esa bolsa al aeropuerto. Cuando fui a chequear el tema del pasaporte, me pidieron un segundo apellido. Yo tenía veintipico de años y le dije: ‘¿Cómo segundo apellido? Nosotros no usamos. ¿Qué quiere, que lo invente? No tengo’. El hombre me pidió que no lo mirara de esa manera, que le dijera el apellido de mi mamá. Ahí me di cuenta de que, además de andar con un pasaporte falso, me ponía a discutir. ¿Te das cuenta de que no éramos perfectos?”
–Bien de argentino cabrón, ¿no?
–Exacto, entonces le dije: “Ay, disculpe. Mattini... y con doble t”. Cuando llegué a La Habana, bajé con el documento que tenía y con la bolsa de yerba y un cubano me dijo: “Oie, chico, ¿esto es ierba?”. Le aclaré que era yerba mate, “la que toma el Che”. Pero estaba prohibido entrar con yerba suelta y me la confiscaron. Entonces se empezaron a burlar y me decían: “Le quemaron la yerba a Mattini” (risas). Cuando volví de Cuba, decidí usar Luis Mattini.
–Como en la novela mezcla realidad y ficción, ¿es cierto que el secuestro se hizo con un arma de juguete?
–Sí, éramos muy corajudos... había que tener coraje para hacer eso (risas).
Qué piensa respecto de la autocrítica de la generación militante de los ’70? ¿Cree que aún falta mucho por revisar?–Entiendo la autocrítica no como un mea culpa o golpearse el pecho sino simplemente como una posibilidad de sacar conclusiones que sirvan para la verdad. Para mí la única ciencia ciento por ciento pedagógica es la historia. Si de algo se aprende es de la historia. La sola idea de que había un único camino ya merece flor de autocrítica. Había más de un camino. También que los únicos enemigos eran los militares merece otra flor de autocrítica porque la historia demostró que los militares no eran los únicos enemigos y que había hijos de puta de la burguesía mucho más responsables que los militares. La idea de que desde el poder se podía transformar todo automáticamente merece otra flor de autocrítica. Yo vivo haciendo autocrítica; en esta novela hay un rescate de la ética militante, pero también mucha autocrítica. Nosotros, que éramos grandes revolucionarios y estábamos a la vanguardia de la sociedad, debemos seguir revisando el machismo insoportable que hubo en la militancia de los ’70.
Si es cierto que los gatos tienen siete vidas, Luis Mattini tal vez pueda jactarse de haber tenido muchas más, gracias a la cantidad de pasaportes falsos con los que salió de la Argentina. En 1977 tuvo que cumplir una misión en el exterior, pero no regresó porque le dijeron que no convenía, “que mejor me quedara donde estaba”, subraya el escritor y ensayista. “Me fui por Ezeiza con un pasaporte falso a nombre de José Rubén Cellini, con traje y corbata. Ese pasaporte con el que estuve al menos seis años en Europa lo recuperé hace poco. Con ese mismo pasaporte me fui a México y trabajé con ese nombre como profesor de castellano. Cuando llegué a Suecia, en el ‘82, me legalicé como exiliado con mi apellido Kremer, y me dieron un pasaporte sueco. El pasaporte falso me lo olvidé en casa de un amigo en Suecia. Y hace poco me lo mandó por correo. Es una reliquia, estoy con treinta años menos y una pinta bárbara”, bromea Mattini.--------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
Por Luis Mattini
La historia de los métodos de dominación para aplastar y demoler la lucha emancipatoria de los dominados es rica en variantes no siempre recordadas por los historiadores, o al menos por la memoria. Se recuerda con agudeza y franco dolor la derrotas brutales, sangrientas, con muchos muertos y de dolores vivos, como la Comuna de París, la Guerra Civil Española, la Revolución alemana, el Golpe del 55, el asesinato del Che o Salvador Allende, etc. En cambio suelen olvidarse, o al menos recordarse con nostalgia, las ½revoluciones traicionadas… como la Revolución Mexicana, la Revolución Rusa, la China, la de Nicaragua yS�bueno, en realidad la inmensa mayoría de las que ½triunfaron… en el sentido que habían logrado tomar el poder. Cierto es que, por lo general, en todos estos casos hay indignación y polémica, empezando por la revolución bolchevique, de donde tomé prestada la expresión ½revolución traicionada…, de la boca de uno de sus hacedores: León Trotsky.
Pero existen más variantes de derrotas. Ahora me ocuparé de esta que estamos sufriendo los argentinos, y que más allá del dolor, de la indignación, nos produce una tremenda tristeza. Y esto es lo grave, porque el dolor y la indignación suelen ser estimulantes para la lucha, en cambio la tristeza en un conocido factor paralizante. Desde luego que nuestro caso no es el único, con un poquito que incursionemos veremos que parecería estar vastamente extendido por el mundo Y también apuntemos que es imprescindible transformar la tristeza en indignación, en sentir como propia la bofetada en la mejilla del otro, como punto de partida guevarista para la acción.
Pero antes de continuar, recordemos que la parte más feliz de la acción revolucionaria no ha sido ½la toma del poder…, sino el proceso hacia tal fin. Como decía Don Quijote, lo importante es el camino, no la posada. Este concepto es el que me llevó a afirmar en diversas oportunidades que aquellos años fueron los más felices de nuestras vidas, porque éramos libres a pesar de vivir bajo dictaduras o sistema de ½estado policial….
Eramos libres porque supimos superar el lugar de ½victimas…. Esta afirmación que molestó a más de uno, es compartida sin embargo, por decenas de compañeros que han sobrevivido, incluso muchos con largos años de prisión y otros con exilios. Se niegan enfaticamente a ser considerados ½victimas…. Pero eso no significa perder de vista que tal afirmación es desconocida o no compartida, por un lado por nuestros hijos, que en muchos casos eran niños que lo sufrieron, otros más pequeños que no conocieron a sus padres hoy desaparecidos; y por otro lado por nuestros ascendientes, aquellas madres y padres que no militaban en nuestras organizaciones. Tanto unos como otros sí pueden ser considerados víctima.
Por esas razones, unos y otros, hoy organizados en Madres de Plaza de Mayo, H.I.J.O.S., Abuelas y otros Organismos, no conocían en rigor cuál era nuestro ideario. Los hechos demuestran que hoy lo conocen con extrema vaguedad y con harta frecuencia asombrosamente distorsionados, o con diversos huecos, llenados con naturalidad por la imaginación. A ello se agrega que los protagonistas sobrevivientes, tanto los ex presos como los ex exiliados externos e internos, no siempre hemos sabido defender
esa historia, por razones que no es dable tratar aqui.
Ese vacío que dejamos fue ocupado rápidamente durante las primeras dos décadas inmediatas a la restauración institucional, por la mayoría de la llamada izquierda tradicional, aquella que después de la aberrante Unión Democrática de los años cuarenta, y haber saludado a la ½revolución libertadora… en 1955, descubrió el ½ser nacional… en el peronismo y, más papista que el Papa, se vistió de peronista en los años sesenta. El problema es que no era peronista, nunca pudo tener su autenticidad, sólo adquirió sus ropajes en forma de farsa. Despues de la retirada de la dictadura, con los restos de los revolucionarios dispersos, y el
peronismo algo maltrecho, esta vieja izquierda creyó que habia llegado su hora. Parafraseando el dicho digamos que la tragedia se habia tranformado en farsa.
Era la misma farsa de su discurso revolucionario, o lo que es lo mismo, guevarista. Esa izquierda, que se apropió de una historia que no le pertenece, en los años sesenta y setenta había acusado a Ernesto Guevara de ½aventurero…, y a nosotros, los autollamados setentistas (porque involucra diversas identidades políticas), de ½pequeña burguesía desesperada…, cuando no de agentes de la CIA. . Si tiene duda de lo que aquí afirmo, revise los archivos periodísticos y documentales.
Como digo, se apropió de esa historia durante los primeros años post dictadura. Es curioso que, mientras tanto, la clase dominante manejaba la teoría de los dos demonios para asegurar la derrota de los revolucionarios de los setenta. Sin embargo, pese a toda la machaca puesta allí, no logró su cometido, poco a poco se fue desarmando esa teoría. Hay que decir que eso fue obra en particular de las organizaciones Madres y Abuelas y los organismos de derechos humanos, quienes hasta entonces no habían podido ser comprados ni silenciados.
Algunos protagonistas de la época e investigadores serios, también pusimos nuestro granito de arena mediate artículos, conferencias y libros.
Después de la calamitosa caída de la Alianza, con interludio de Duhalde, surgió Kirchner quien tuvo una curiosa habilidad: con un decreto nacional concretó el programa de la Izquierda Unida, agilizando los juicios a los criminales de guerra. Téngase en cuenta que en la lucha contra la teoría de los dos demonios, se fue conformando la idea de que los ideales setentistas, los programas por los cuales dejaron su vida, consistian en el restablecimiento del Estado de Derecho y los consecuentes jucios a los militares. En eso consistía el programa electoral de la Izquierda Unida, cuya consigna más difundida y agitada por la candidata a presidenta era ½Cárcel a los genocidas….
Por alli fue por donde el ex presidente Kirchner supo encontrar el precio de la jefa de Madres de Plaza de Mayo. Kirchner, a diferencia de Menem, no debe de haber leído a Sócrates, pero seguro que conocía aquella anécdota que cuenta que el invasor de Atenas quizo comprar al filósofo, para lograr su complicidad y le dijo: ½Todo hombre tiene su precio… y para su sorpresa. Sócrates le contestó que sí, que él también tenia el suyo. Y cuando el otro regocijado le preguntó cuál era, el filósofo respondió: ½La libertad de Atenas…. La anécdota me inspira cierta asociación para intentar explicar lo inexplicable: el grado de credibilidad que se le dio a Kirchner: es probable que la Jefa de Madres le dijo que al ex presidente que su precio era la realización del programa social por el que habían luchado sus hijos, los jovenes del los setenta, y Kirchner, puso enormes energías y voluntad en ascelerar los juicios. De alli la única explicación a esa frase que quedó dando vueltas en el mundo ½nuestros hijos están en el Gobierno…
Pero esto no es una genialidad de Kirchner. No es que Alfonsin, Menem o De la Rua no se ½avivaron…. Esto fue posible porque la política y la cultura pasan por un proceso de degradación de una gravedad nunca vista.
Dicho de otra manera, se puede comprar semejantes baratijas, como decir que el actual gobierno lleva adelante el ideario de los setentistas, porque la historia nacional no recuerda semejante degradación de la cultura. Insisto: la consigna central de la Izquierda Unida era: ½cárcel a los genocidas…. Hoy Menéndez ha sido condenado a cadena perpetua y eso está muy bien, claro, no más generales asesinos...pero los indigenas del Chaco están muriendo de desnutrición como consecuencia del afianzamiento
de un modelo productivo asesino que inició Menem, continuó la Alianza, luego Kirchner y no hay señales de que la actual presidenta lo modifique. Y ese modelo productivo está apoyado por el grueso del progresismo, que sigue soñando con el progreso como modo de emancipación. Ese modelo productivo que obedece a la etapa superior del capitalismo, ahora definitivamente en casa, está sostenido desde el punto de vista del ½consenso… por la clase ilustrada, que acusa de todos nuestros males a una vilipendiada ½clase media…. Sería bueno que esta clase ilustrada que no se percata de que es clase media ella misma, leyera ½La rebelión de las Masas… de Ortega y Gasset.
Porque, por supuesto, es obvio que antes las clases dominantes manipularon la educación a su conveniencia y así teníamos la historia ½mitrista…, la historia del despotismo ilustrado. Con todo dentro de esas líneas, por un lado había cierta mínima seriedad y cierta creatividad (Por más que le fastidie a Norberto Galasso, el Che llevaba en su mochila ½Las guerras de las Republiquetas… , ah y casi me olvido, ese libro, escrito por el oligarca Mitre, también recomendado por Santucho, -no para escribir la historia sino para hacerla-, fue prohibido por la dictadura de Videla) Si, como lo escuchó, aunque parezca increíble, se prohibió un libro de Bartolomé Mitre!
Por otro lado siempre hubo, pese a todo, pensadores y escritores subversivos. Claro eran tan ½subversivos… que fueron tambien rechazados por la ½izquierda… o por el ½nacionalismo popular…. Caso típico fue el de Luis Franco quien afirmó en 1962 que un Nuremberg de los pueblos hubiera fusilado a los cuatro: Hitler, Roosevelt, Churchil y Stalin por criminales de guerra.
El problema es que a aquel despotismo ilustrado que ayer dominaba el sistema educativo y la industria editorial, hoy compite con ventaja una especie de ½vaquerismo ilustrado…. O sea ½ilustrados… que no usan corbata sino vaqueros como forma de no ser ½oligarcas…, pero que ni siquiera llegan a cierta creatividad de aquel ½alpargatas sí, libro no… o a colgar a Jesús y Beethoven como en la ½revolución cultural… en China, porque en tal caso se hubieran vestido de bombachas y hoy seríamos una potencia capitalista como la patria de Mao.
Estos ½ilustrados…, son muchos, un producto indeseado de la
½democratización… de las Universidad, y hoy han invadido , por un lado el gobierno y por otro una insospechada penetración en los medios masivos, Clarin, P12, Crítica, Perfil, puf, etc...las ½Universidades Alternativas…, ni hablar de los panfletos de ½izquierda…, Radio Nacional, Canal 7, diversas radios privadas , en fin donde populan los ilustres que bien podrían llamarse ½Intelectuales a la Carta…, muchos de los cuales en estos momentos, sueñan con ser montoneros resistiendo a un golpe de Estado y parecen creer en serio que existe una burguesía nacional.
Las clases dominantes, en tanto, ya no disputan los ámbitos
universitarios como lo hizo en la época del despotismo ilustrado, no de ninguna manera, se encontraron que el trabajo de este ½vaquerismo ilustrado… es mucho más eficaz. La clase dominante hegemónica, la que no guarda nostalgias de una refinada cultura ½oligárquica… en el diario La Nación, la que protagoniza el Imperio en forma de agronegocios,
agroidustria, automotrices y todos sus etc, parece ver con claridad que una buena manera de mantener la dominacion, es precisamente con esta formidable, inedita denigración de la politica y de la cultura. Olvidese de la ½oligarquia… o el despotismo ilustrado...en todo caso ellos mantienen sus reservas en La Nación.
Porque señores: una cosa no resiste la minima lógica: los políticos tan vilipendiados como responsables de los males actuales del mundo, no salen, como en otras épocas, ni de las instituciones armadas o religiosas, ni de las logias especiales, ni siquiera en forma importante de las empresarias, salen de la universidad, o bien están rodeados de universitarios, porque de algo tiene que trabajar la masa de graduados.
Algunos todavia del sindicalismo, particularmente de la parte de los trabajadores no manuales. Si reflexionamos a fondo sobre este indicutible hecho, quizas empecemos a pensar en la necesidad , no ya de una ½reforma… Universitaria como la gloriosa del 18, sino una profunda revolución universitaria, que empiece por cuestionar a fondo el modo de conocer.
Una cosa queda clara: el capitalismo ha alcanzado lahegemonia total, tal cual lo previera Karl Marx y con ello el punto de madurez para su superación. Reinvindicamos las grandes batallas revolucionarias, con emoción y gratitud a quienes nos precedieron, a pesar de las derrotas.
Las derrotas nunca son definitivas porque incluso la libertad está en la lucha, en la rebeldia. Pero la derrota más profunda ha sido cultural. La actual denigración de la política y la cultura lleva la marca del triunfo capitalista y está expresada en esta impostura y en estos vaqueristas ilustrados.
Por suerte pareciera olerse en el aire que se avecina un nuevo ciclo de luchas, quizás como dice mi editor, un nuevo ciclo de treinta años. Es de esperar que esta vez no olvidemos una lección esencial del Che ½elegir el terreno de lucha…. Tal como hicimos en los setentas huyamos de los comités, de los ½locales…, de las universidades, incluidas las llamadas ½alternativas…. (digo huir en sentido politico, no del empleo con el que nos ganamos la vida, docente, periodista, albañil, colectivero, o lo que sea, y que a veces nos seduce haciéndonos creer que desde alli hacemos la revolución) Si superamos la fascinación por el terreno con el que busca y logra seducirnos la clase dominante, no sólo el parlamento, sino esencialmente las academias,
universidades, los medios de comunicación, los sindicatos, podremos entender por fin que ni la politica, ni la cultura emancipatoria está en esos ámbitos; la política y la cultura está en otra parte: descubrir dónde es esa ½otra parte…, es haber asimilado en profundidad la herencia del Che.
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Carta de Camilo Blajaquis a Luis Mattini
De:Camilo Blajaquis
Del:'09
César González tiene veinte años y está preso. Cumple una condena por secuestro extorsivo. Durante unos años, transitó los institutos de menores y ahora está en la carcel de Marcos Paz. Mauro Federico, periodista del Diario Crítica, lo descubrió en el Agote (Instituto de menores de máxima seguridad que está en el barrio de Palermo, en la ciudad de Buenos) leyendo Los Perros, de Luis Mattini.
César nació en la Villa Carlos Gardel. La carátula del delito que se le imputa es “secuestro extorsivo”. Pero su relato de los hechos, ocurridos en agosto de 2005, arroja dudas sobre el procedimiento. “Una banda que se escondía en el barrio secuestró a un brasilero, la cana necesitaba agarrar a alguien y como yo tenía antecedentes y estaba marcado, me agarraron a mí y me imputaron el delito.”
La lectura le cambió la vida. En el Agote creó una biblioteca y una revista llamada ¿Todo Piola?. Quiere estudiar Letras o Sociología y formar un centro cultural.
Eligió otro nombre para vivir esta nueva vida. César ahora se llama Camilo Blajaquis.
Camilo por Cienfuegos, comandante de la Revolución cubana. Blajaquis por el griego, uno de los militantes sindicales asesinados en la pizzería La Real de Avellaneda, episodio magistralmente narrado por Rodolfo Walsh en el libro ¿Quién mató a Rosendo?, el primero que leyó César en el Agote.
A veces se lo ve vestido con la camiseta de Racing, el club de sus amores y con una muleta por una reciente operación en la pierna.
Cada semana César Camilo tiene acceso a un telefono publico del penal de Marcos Paz y llama al escritor Luis Mattini para conversar un rato con él. Esta vez luego de la charla le escribió una carta de puño y letra que le hizo llegar a través de un amigo.
La carta dice:
Querido Luis:
Acabo de terminar de leer El Vuelo, de Horacio Verbitsky y no sé porqué (¿tiene que haber un porqué?) me invadieron grandes ganas de escribirle. La lectura de este escalofriante libro donde se narran algunos de los vuelos sistemáticos durante la dictadura, desde donde se arrojaban cuerpos vivos y sedados a la inmensidad del océano, me hizo inmediatamente pensar en usted y en el dolor que habrá intentado maquillar con rango, al irse enterando cómo sus compañeros y compañeras, amigos y amigas iban cayendo en masa frente al secuestro, iban desgarrándose en la tortura para posteriormente ser condenados a la desaparición. Su devastadora angustia en el inevitable exilio, al ver cómo ese sueño por el que estaban dispuestos y decididos a sacrificar sus vidas, iba siendo vencido por una pesadilla de la cual todavía no terminó de despertarse el pueblo argentino. Porque es fácil de descifrar que la mayoría lo que más, o lo único que cuestiona, es el hecho de que se haya empleado el método atroz de hacer desaparecer gente y nada más. Ahora yo me pregunto: ¿y si los militares hubiesen optado por darles una tumba con nombre y apellido a cada guerrillero asesinado? ¿Qué nos estaríamos cuestionando? O mejor dicho, ¿nos estaríamos cuestionando algo? Mi optimismo me dice que no.
En una sociedad —por dar un ejemplo— donde se adopta como verdad a los medios de comunicación que “informan” que la mitad de la juventud argentina se encuentra en condiciones de pobreza o peor, y a los diez minutos frente a la “información” de que un menor, es decir un joven, es decir alguien que es parte de la juventud argentina, cometió un homicidio en un intento de robo, comienzan con sus discursos que piden de la manera más fervorosa “que se encarcele”, “se enjuicie”, “se humille” y “se condene” al niño asesino. Niños que salen a robar y a matar por una dosis de pasta base o que hechizados —como todo globoterráqueo— por el consumo y el “tengo, luego existo”, lo hacen para poder comprarse las últimas zapatillas Nike. Se lo dice alguien que sabe, un niño de esos.
En una sociedad, en una civilización, en una humanidad como ésta, absolutamente NO. En este mundo siempre fácilmente manipulado, tan hechizado, tan egoísta, tan orgulloso del odio, tan ciego y materialista, desgraciadamente NO. En esta Argentina tan falsa y tan falta de identidad y tan desunida, aunque unida frente a la inseguridad y ante la exaltación del castigo como solución de la violencia, menos que menos!!!
Acaso Luis, ¿usted cree que algunos de nosotros, los seres humanos que trabajamos voluntariamente para que esta farsa no maquille la realidad, podría penetrar por el culo a todo el periodismo, al gobierno y a su bandera de los Derechos Humanos (a media asta), a todos los inofendibles partidos de izquierda, a los estudiantes, a los obreros , a las señoras champagne y country, en fin... a mí también y salir a reivindicar la lucha , las estrategias, la decisión, los anhelos y los sueños de aquella inigualable generación? Reivindicar todo, hasta las balas empleadas, pero sin caer en los fríos sermones marxistas que pronunciaron siempre los fríos profetas marxistas. Quizás debe de haber algún libro donde se les brinde ese homenaje, pero yo no lo leí, y por eso desde mi subversiva ignorancia, escribo esto. Porque quiero escuchar a alguien en las escuelas hablando a sus alumnos de ustedes, el más lindo modelo de hombre nuevo y pioneros en eso de sentir cada injusticia como propia. ¿Análisis político Luis? No, ya basta de hipocresías. La sensibilidad no se analiza, se siente, y ustedes la tuvieron.
Yo puedo estar escribiéndole acostado en la tarima de una celda, cumpliendo una condena por secuestro extorsivo, puedo ser el pibe chorro y el negro de mierda culpable de la inseguridad del país para la gente normal, pero yo Luis, cuando leo sobre la persecución y la monstruosa tortura que sufrieron muchos de ustedes, no puedo menos que entristecerme y llorar, como me pasó con este libro y con otros tantos, también porque incansables veces me he preguntado cuál hubiese sido el destino de mi generación si hubieran triunfado y el pueblo hubiese entendido al alternativa que proponían.
Le dije que suelo llorar frente a esos relatos. Pero a la vez no dejo que estas lágrimas sean un simple y pasajero síntoma de la impotencia, sino que segundo a segundo busco la manera de transformar ese llanto en lucha y resistencia, no con un FAL en la mano, porque eso sería un suicidio ilegítimo en estos tiempos que corren (y en todos los tiempos lo fue también) sino con ésta que va bailando al compás de mis ideas, y que es la tinta. Escribir y leer no me hizo nacer de nuevo, directamente me hizo nacer. Si no escribiera creo que esta herida que sangro desde mi nacimiento se transformaría en gangrena y me haría morir frente a la resignación, esa que tienen todos los pibes, mis colegas de calvario, que están en la cárcel. La resignación que el futuro no nos traerá otra cosa que cárcel o balazo policial. No sé de qué, pero mantengo la esperanza. Quizás la esperanza de mostrar con mi ejemplo a los demás pibes, que se puede transformar la resignación en Arte, en Amor, en Felicidad o en Verdad y me creo capaz porque vengo viendo a lo largo de estos eternos años encerrado, cuando un pibe que el juzgado dice que es un delincuente o un asesino, se pone a dibujar, a cantar, a escribirle una carta a su novia, se le forma una sonrisa diferente en su alma. Lo vi, lo veo y lo veré mañana también.
Bueno Luis, era sobre eso. Decirle que yo con mis sueños reivindico sus sueños, su lucha , su entrega y su anhelo de un mundo mejor. Que me dolerá siempre imaginar su dolor e impotencia en la derrota, el desconcierto suyo y el de tantos de que al final del camino encontraron un mundo peor que el que intentaban cambiar. Sepa claramente que acá no hay ni un militante, ni alguien que aspira a ser dirigente. Simplemente en mí tiene un poeta que lo admira.
Un soñador que lo considera y lo necesita como amigo. Me despido con un fuerte abrazo imaginario a la distancia.
Revista todo piola (Camilo Blajakis)
pedila a revistatodopiola@gmail.com
Memorias de un secuestro político
De dirigente del PRT-ERP a escritor que cuenta una acción extorsiva llevada a cabo por el grupo en Lisboa, durante la dictadura militar argentina. Los '70 vistos desde el presente. La agrupación HIJOS
Cuesta identificar al Luis Mattini que habla con lentitud y vive rodeado de libros y papeles, como si siempre hubiera llevado una vida sedentaria destinada a leer y escribir ficciones, con el dirigente del PRT-ERP que sucedió a Roberto Mario Santucho, en la década del '70. Sin embargo, él reconoce que la militancia y la literatura fueron siempre en su vida pasiones paralelas. Prueba de esa doble inquietud es la novela que acaba de publicar, “El secreto de Lisboa”, en donde narra un secuestro llevado a cabo en esa ciudad con el fin de obtener dinero para un grupo de militantes con sus familias que iban a entrenarse a Italia, pero que por razones económicas había quedado varado en Brasil. En la novela, “la tanita”, hija de militantes de los '70 y en busca de saber algo más sobre su origen –sospecha que puede ser hija del secuestrado–, se enfrenta al pasado político de sus padres y lo mira con los ojos del presente.
Luis Mattini es, en realidad, el nombre de guerra de Arnol Kremer Balugano. Firmar con él es una manera de reivindicar su pasado militante que considera que sólo puede entenderse si las acciones llevadas a cabo se enmarcan en el contexto de la época en que tuvieron lugar.
Noticias: Antes de dedicarte a la militancia y luego a la literatura tenías un oficio manual, ¿no es así?
Luis Mattini: Sí, es de familia. Mi padre era carpintero. Yo hice la escuela secundaria en un colegio técnico y trabajé en una fábrica metalúrgica, Dálmine Siderca, hasta que fui funcionario permanente del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT), en 1971. Después fueron unos cuantos años dedicados a la militancia.
Noticias: Hasta que te fuiste al exilio.
Mattini: Sí, me fui en el año '77 y desde allí estuve intentando reorganizar el PRT. Pero exiliado realmente estuve a partir del '81, cuando llegué a Suecia, hasta el '87, en que volví a la Argentina. En Suecia retomé mi oficio: hice un curso de matricería y terminé siendo matricero.
Noticias: ¿Por qué decís que fuiste “realmente” exiliado en el '81?
Mattini: Porque antes no tenía categoría de exiliado. Vivía a los saltos, incluso con documentación falsa porque estaba militando. Cuando se terminó todo, fui a parar a Suecia y allí volví a mi verdadero nombre, Arnol Kremer, y me dieron categoría de exiliado, fui protegido por las Naciones Unidas. Cuando regresé a la Argentina, tenía 45 años y por más antecedentes suecos que tuviera, no había manera de conseguir trabajo. Mi curriculum como metalúrgico era brillante, pero por mis antecedentes políticos nadie me tomaba. Entonces decidí dedicarme a la restauración de muebles, porque los oficios manuales son parientes. Puse un tallercito en Villa Crespo, pero no pude hacer restauración como quería y me dediqué a hacer muebles de cocina a medida. Me las rebusqué bien hasta casi el '98. Después, me engancharon en la Defensoría del Pueblo y trabajo ahí como oficinista.
Noticias: ¿Y cómo llegás desde la militancia política y el oficio manual a la literatura?
Mattini: Aunque he escrito varios libros, no tengo ningún tipo de formación académica. Ni siquiera tengo el secundario completo. Soy un autodidacta. Tuve maestros, claro, pero no una escuela sistemática. Pero mi padre era muy lector. Cuando mi hermano y yo éramos chicos, nos dijo: “Nosotros somos pobres, no vamos a poder viajar nunca, así que hay que leer”. A pocos militantes les interesa la literatura. Incluso me he peleado con muchos compañeros de la izquierda y me sigo peleando porque yo no hago distinciones con la ideología del escritor. Siempre defendí a Borges, por ejemplo y creo que uno de los más grandes escritores de hoy es Vargas Llosa cuyas ideas políticas son indignantes. Mi posición era rechazada. La izquierda es muy esquemática. Lo digo con mucha ternura, pero así era la militancia. Para Santucho, por ejemplo, lo que era bueno para la revolución era bueno, lo demás no le interesaba. Yo, en cambio, incluso en los momentos más tensos de la militancia, además de lo que tenía que leer por mi formación política, leía novelas. Eso me lo inculcó mi padre. Él era fanático de Víctor Hugo y yo heredé ese fanatismo. Cuando me preguntan por qué, contesto que alguien que se ha dedicado a la Revolución y que ha tomado como modelo la Revolución Francesa, no puede dejar de leer “El noventa y tres” que es lo mejor que se ha escrito sobre el tema. Una vez le pregunté a Santucho: “Negro, ¿cómo se aprende a escribir?” Me contestó: “Escribiendo”. Yo aprendí a escribir escribiendo. En ese momento yo admiraba mucho sus textos.
Noticias: ¿Y hoy?
Mattini: Hoy soy más crítico.
Noticias: En tu novela decís que está de moda pegarle al Che Guevara, considerarlo, quizás, un aventurero. ¿Cuál es tu visión de él?
Mattini: Nosotros estamos impregnados de una cultura trascendente. Nuestra lectura de la Historia tiene que ver con la trascendencia: hay algo que viene de afuera de la Historia, de afuera de los seres humanos. Cuando militábamos creíamos en eso. En esas teorías trascendentes hay toda un metodología: respetar tiempos, relaciones de fuerza, etc. El Che rompe con todo eso con la teoría del foco porque consideraba que un foco guerrillero puede crear las condiciones subjetivas para la Revolución. La acción del foco es inmanente. Los grupos armados de los '70 fuimos eso, inmanencia. La inmanencia puede salir bien o mal. En Cuba, hasta cierto momento, les salió bien. Yo reivindico al Che por su acto de compromiso en sí mismo. Nosotros nunca usamos una remera del Che, intentábamos hacer lo que hacía él. En la novela también pateo contra los partidos de izquierda que no estuvieron con la lucha armada y que decían que el Che era un aventurero y que hoy nos miran como diciendo: “Vieron, teníamos razón, por eso estamos vivos.”
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Creo en las revoluciones y son la única cosa que representa una tendencia en la historia. Pero yo revisé todo para atrás y volví a la vieja idea. Los marxistas discutían que la sociedad no se transforma desde arriba sino desde abajo, se va transformando por su propia cultura. Porque ahora te lo cuento al revés: cuando se hizo la Revolución Francesa, significó la captura del poder político, pero la revolución ya estaba hecha, las costumbres estaban revolucionadas, y una clase social, la burguesía, capturó el poder.
Pero así como digo que creo en las revoluciones, digo que nunca se sabe cómo van a ser. El 19 y 20 fue así, para un lado salió Kirchner y para otro todo lo que estamos viviendo.
Ahora lo estamos cambiando.
Todas las ideas de sumatoria para el poder resultaron mal. No digo que no haya que organizarse y todo lo demás, pero no puede hacerse sobre la base de que tenga que haber algún tipo de hegemonía. La izquierda tiene que sacarse de la cabeza la idea de que hay una doctrina que se llama marxismo leninismo que es hegemónica. En todo caso, será una guía para la acción
-Después de la Comuna de París. Ahí Marx elaboró un poco mejor la teoría de la dictadura del proletariado. Consecuencia: hay una clase que sí o sí es la comprometida, el obrero industrial. Esas ideas más o menos funcionaron, llegamos a tener estados socialistas, pero se empiezan a quebrar después de los años 70. Te confieso que si hay algo que me pone contento con la vida es que vivo a caballo de dos épocas. Viví intensamente la anterior y veo estos cambios... casi ninguno de mi generación se da cuenta del privilegio. La época que se acaba en los 70 ocurre porque se quiebra la formación productiva del capitalismo
Ahora estamos cambiando.
Todas las ideas de sumatoria para el poder resultaron mal. No digo que no haya que organizarse y todo lo demás, pero no puede hacerse sobre la base de que tenga que haber algún tipo de hegemonía. La izquierda tiene que sacarse de la cabeza la idea de que hay una doctrina que se llama marxismo leninismo que es hegemónica. En todo caso, será una guía para la acción
LUIS MATTINI,TOMADO DE "LA VACA" Y "LA FOGATA" (ver sitios amigos)
1 comentario:
descargandoooooooo
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