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Introducción
El cuartel Moncada, en el año 1953 era la sede del regimiento número 1 de la «Antonio Maceo» en la ciudad de Santiago de Cuba, capital de la provincia oriental. Por su importancia, el Moncada era la segunda fortaleza militar del país, ocupada por unos mil hombres. Su lejanía de La Habana dificultaba el envío de ayuda al Ejército Oriental. Además, Santiago se hallaba situada en la costa sur, junto al mar, y rodeada de montañas.
Por todas esas condiciones el 26 de julio de 1953 un grupo de jóvenes cubanos, con ideas revolucionarias y llenos de ansias de librar a Cuba de la represión a que estaba sometida desde el Golpe de Estado del 10 de marzo de 1952, liderados por el joven abogado Fidel Castro decidieron atacar este cuartel. Una vez tomado el Moncada las condiciones que presentaba la ciudad le facilitaba a los rebeldes la defensa de la misma cuando fuera tomada, y el rápido inicio de la lucha guerrillera si había que abandonarla. A eso se unía un elemento histórico: en Oriente se habían iniciado las tres guerras independentistas en el siglo pasado que se habían librado en Cuba, allí se produjeron insurrecciones populares en varios momentos del período republicano —incluso durante la Revolución de 1933—, sus montañas eran conocidas por la resistencia armada de los campesinos frente a los latifundistas, y su pueblo se caracterizó siempre por un espíritu de rebeldía, debido a lo cual ese territorio era llamado «el Oriente indómito». Una vez dueños del Moncada, los revolucionarios tomarían las estaciones de la Policía Nacional, la Policía Marítima y la Marina de Guerra, así como una radioemisora, a fin de darle a conocer al pueblo sus objetivos y llamarlo a incorporarse a la lucha. En la concepción de Fidel, la insurrección armada era inseparable de la movilización de las masas populares.Para apoyar la acción del «Moncada» se decidió tomar simultáneamente el cuartel «Carlos Manuel de Céspedes», de Bayamo, ciudad situada en el centro de la provincia de Oriente y que constituía un importante nudo de comunicaciones terrestres. Esta acción comprendía la voladura de los puentes sobre el río Cauto, a fin de impedir o dificultar la llegada de refuerzos por tierra para las tropas de Santiago.
ENTEVISTA A PEDRO TRIGO LOPEZ ASALTANTE DEL MONCADA!!
Preparativos
El plan se elaboró en absoluto secreto. Además de Fidel, solamente lo conocían dos compañeros de la dirección del movimiento y su responsable en Santiago de Cuba, Los demás sabían que se iba a realizar un combate decisivo, pero ignoraban cual era exactamente éste. La misma preocupación se tuvo al estructurar el movimiento: se hizo en forma celular y se observaban estrictamente las normas de seguridad que exigía su carácter clandestino, Tenía dos Comités de Dirección: uno militar, al mando de Fidel, y otro civil, dirigido por Abel Santamaría. Además, se trataba de una organización selectiva. Por orientaciones de Fidel, sus miembros se reclutaron entre las clases y sectores humildes de la población: obreros, campesinos, empleados, profesionales modestos. Eran hombres y mujeres preferentemente jóvenes, ajenos a toda ambición, no infectados por el anticomunismo ni por las lacras y vicios de la política tradicional. A principios de 1953, el movimiento contaba aproximadamente con 1 200 miembros.
Las armas, los uniformes y los recursos necesarios para la lucha se obtuvieron sin recurrir a la ayuda de personas acaudaladas ni de políticos corrompidos. Su adquisición fue posible fundamentalmente por la voluntad y el sacrificio personal de los propios combatientes. Un joven vendió su empleo y aportó $300.00 «para la causa»; otro liquidó los aparatos de su estudio fotográfico, con los que se ganaba la vida; otro más empeñó su sueldo de varios meses y fue preciso prohibirle que se deshiciera también de los muebles de su casa; éste vendió su laboratorio de productos farmacéuticos; aquel entregó sus ahorros de más de cinco años, y así se sucedieron los casos de abnegación y generosidad. Con esos recursos se adquirieron 165 armas, principalmente fusiles calibre 22 y escopetas de caza. Se iniciaron los entrenamientos y prácticas de tiro que tuvieron lugar en la Universidad de La Habana, el Club de Cazadores del Cerro y distintos sitios en las provincias de La Habana y Pinar del Río. Para asegurar la acción se alquiló una pequeña finca de recreo, la granjita «Siboney», situada en las afueras de Santiago de Cuba, con el supuesto fin de dedicarla a la cría de pollos. En ella se situaron las armas, los uniformes y los automóviles que se utilizarían en el ataque, y allí se concentrarían los combatientes en el momento oportuno..
Se escogió para la acción, el 26 de julio por ser domingo de carnaval, fiesta a la que tradicionalmente asistían personas de diferentes puntos de la isla, por lo cual la presencia de jóvenes de otras provincias no causaría extrañeza.
La acción
En la madrugada de ese día, 135 combatientes, vestidos con uniformes del Ejército y dirigidos por Fidel, precisaban el plan de ataque. Se organizaron en tres grupos, el primero de los cuales, con Fidel al frente, atacaría la fortaleza. Los otros dos grupos, mandados respectivamente por Abel Santamaría —segundo jefe del movimiento— y Raúl Castro, tratarían de tomar dos importantes edificios contiguos al cuartel: el Hospital Civil, donde se atendería a los heridos, y el Palacio de Justicia, donde radicaba la Audiencia, desde cuya azotea apoyarían la acción principal.. Cuando todos estuvieron listos, se le dio lectura al «Manifiesto del Moncada», redactado por el joven poeta Raúl Gómez García bajo la orientación de Fidel. En él se caracteriza el ataque al Moncada como la continuación de la lucha histórica por la plena independencia y la libertad de la patria, se plasman los principios revolucionarios y los objetivos del movimiento, y se hace un llamado a la dignidad y la vergüenza del pueblo cubano. Gómez García leyó sus versos «Ya estamos en combate» y Fidel les dirigió esta brevísima exhortación:
De los 135 revolucionarios, 131 dieron el paso al frente. Los cuatro arrepentidos recibieron la orden de regresar a sus puntos de origen, y poco después de las 4:00 de la madrugada, todos comenzaron a salir en los autos hacia Santiago. Los grupos dirigidos por Abel y Raúl cumplieron su objetivo: la toma del Hospital Civil y la Audiencia. El grupo principal, dirigido por Fidel, llegó según lo previsto hasta una de las postas, la No. 3, la desarmó y traspuso la garita. Pero una patrulla de recorrido que llegó inesperadamente, y un sargento que apareció de improviso por una calle lateral, provocaron un tiroteo prematuro que alertó a la tropa y permitió que se movilizara rápidamente el campamento. La sorpresa, factor decisivo del éxito, no se había logrado. La lucha se entabló fuera del cuartel y se prolongó en un combate de posiciones.
Los asaltantes se hallaban en total desventaja frente a un enemigo superior en armas y en hombres, atrincherado dentro de aquella fortaleza. Otro elemento adverso, también accidental, fue que los atacantes no pudieron contar con varios automóviles donde iban las mejores armas, pues sus ocupantes se extraviaron antes de llegar al Moncada en una ciudad que no conocían. Comprendiendo que continuar la lucha en esas condiciones era un suicidio colectivo, Fidel ordenó la retirada.
Al mismo tiempo que esto ocurría en Santiago, 28 revolucionarios asaltaban al cuartel de Bayamo, operación que también fracasó.
Cuba conmemora 56 Aniversario asalto al Cuartel Moncada
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Sucesos después del Asalto
Inmediatamente después de estos hechos, la dictadura reaccionó con una brutal represión. Batista decretó el estado de sitio en Santiago de Cuba y la suspensión de las garantías constitucionales en todo el territorio nacional; clausuró el periódico «Noticias de Hoy», órgano del Partido Socialista Popular, y aplicó la censura a la prensa y la radio de todo el país. Creaba así las condiciones para lanzar a los cuerpos represivos con violencia y sin riesgo de publicidad contra la rebeldía popular.
En relación con los asaltantes del Moncada, ordenó que se asesinara a diez revolucionarios por cada soldado muerto en combate Excepto unos pocos combatientes que pudieron escapar ayudados por el pueblo, casi todos los demás fueron capturados y gran parte de ellos asesinados en los días sucesivos. Sólo seis asaltantes de los dos cuarteles habían perecido en la lucha; pero las fuerzas represivas del régimen asesinaron a 55, y a dos personas ajenas a los acontecimientos. Además, a diferencia del trato humano dado por los revolucionarios a los militares que cayeron en su poder, los asaltantes prisioneros fueron torturados antes de ser ultimados, y después se les presentó como caídos en combate. Más tarde, ante el tribunal que lo juzgaba, Fidel Castro denunciaría el crimen:
Los crímenes cometidos en esos días por el régimen los denunció Fidel Castro en su alegato de autodefensa La Historia me Absolverá.
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Alegato de defensa del joven abogado y líder del ataque al Cuartel Moncada, Fidel Castro Ruz, pronunciado el 16 de octubre de 1953, durante el juicio que se le siguió a él y a sus compañeros sobrevivientes de la heroica acción realizada el 26 de julio de 1953. Este documento, de gran contenido político e histórico, constituye un programa para la Revolución Cubana, triunfante el 1 de enero de 1959.
Texto íntegro - Descargar documento
Todo el mundo tiene su Moncada (SILVIO RODRIGUEZ)
A principios de 1968 Haydée Santamaria nos reunió a Noel Nicola, a Pablo Milanés y a mí para decirnos que Casa de las Américas quería hacer un disco de homenaje al asalto al cuartel Moncada, hecho inaugural de
Melba Hernández del Rey y Haydeé Santamaría (Yeyé)
Mujeres de fuego y miel
Melba Hernández del Rey y Haydeé Santamaría (Yeyé) fueron las dos únicas mujeres que participaron en el ataque al cuartel Moncada, el 26 de julio de 1953, año en que se cumplía, precisamente, el centenario del nacimiento del Héroe Nacional de Cuba, José Martí. Dotadas ambas de una sensibilidad poco común, revolucionarias convencidas de las ideas del entonces joven abogado Fidel Castro de transformar la situación económica, política y social de Cuba, tomaron parte activa en los preparativos de aquella acción con la que comenzaba la última y definitiva etapa de la liberación de Cuba.
Haydeé (1920-1980) nació en un batey (poblado) de trabajadores dedicados a la industria azucarera, en Encrucijada, en la antigua provincia de Las Villas, hoy Villa Clara.
Juntas vivieron durante siete meses las vicisitudes de los acciones previas al ataque del segundo bastión militar del dictador Fulgencio Batista, en Santiago de Cuba; junto a Yeyé tomaron parte en aquella batalla su hermano Abel, segundo de la acción, y su novio, Boris Luís Santos Coloma. Ambos murieron asesinados, después de ser torturados hasta la morbosidad por los esbirros batistianos.
Aquellas muchachas, Melba tenía entonces 32 años y Yeyé 33, fueron destinadas a ocupar el hospital Saturnino Lora, junto a otros compañeros. Debían calmar a los ingresados y curar a quienes lo necesitaran. Desde aquellas ventanas se combatió también. Apresadas, pero sin que se tuviera noticias públicas de su existencia, gracias a la periodista Marta Rojas, que se enteró de que estaban presas en el Moncada luego del revés del ataque, pudieron salvar sus preciosas vidas, dedicadas por entero desde entonces a la Revolución Cubana.
Fueron detenidas en Santiago y condenadas a siete meses de cárcel, mientras Fidel y otros sobrevivientes permanecían en la cárcel de Isla de Pinos, al sur de Cuba. Trasladadas a la Cárcel de Mujeres de Guanajay, en la actual provincia de La Habana, realizaron actividades políticas en el recinto y cuando salieron, se incorporaron de lleno a la lucha nuevamente.
De estas dos extraordinarias mujeres, que indicaron al resto de sus coterráneas el camino a seguir para liberar a Cuba, ofrecemos algunos testimonios de aquellos días. Y también del infinito amor con que afrontaron las diversas tareas encomendadas a ellas por el presidente Fidel Castro, luego del triunfo revolucionario de 1959.
En una ocasión, Haydeé escribió sobre los días previos al ataque: Yo no recuerdo con precisión las horas, tal vez ella (Melba) tampoco ahora, después de tantas cosas y tantos años, pero antes, cuando nos poníamos a hablar de aquellas horas, a ella le era más fácil reconocer los hechos en detalles, evocando los pasajes de aquella gesta..
"Todas las veces que veo a Fidel, continuó, que hablo con él, que lo escucho en la televisión pienso en los demás muchachos, en todos los que han muerto y en los que están vivos, y pienso en Fidel, en el Fidel que conocimos y que actualmente es el mismo. Pienso en la Revolución que nos llevó al Moncada".
Haydeé no gustaba de conceder entrevistas. Quienes la conocieron sabían que su existencia había sufrido un golpe brutal, cuando presa en el Moncada, supo de las torturas sufridas por Abel, de su posterior muerte y la de su Boris. Recordar era violentar su espíritu sensible, su corazón destrozado por la brutal muerte de sus queridos Abel y Boris.
En uno de sus escritos, la después presidenta de la Casa de las Américas, que dirigió hasta su muerte, ocurrida un 28 de julio, recordó las últimas horas vividas en la granjita Siboney, donde se acuartelaron los atacantes antes de partir hacia el bastión militar.
Allí estaban Melba, Abel, Renato Guitart, Elpidio Sosa y ella. A Renato se le ocurrió la idea de hacer un "chilindrón" de pollo. Me reí cuando me lo dijo y empecé a argumentarle que no era un chilindrón, sino un fricasé, pero Renato insistía en que así le decían en Vuelta Abajo, contaría luego Haydee.
Mientras cocinaban, la muchacha de Encrucijada recordaba la última vez que estuvieron en su casa familiar, cuando fueron a despedirse de los padres, hermanos y el resto de la familia Santamaría Cuadrado.
A su mente llegaba su hermana Aida, celosa porque en la madrugada del adiós no fueran a despertar a la sobrina. Abel quiso cargar y besar a la pequeña. Y ella misma diciéndole a Aida: Déjanos, a lo mejor es la última vez que la vemos.
Abel, que no quiso cenar aquella noche en la granjita, salió para visitar Santiago, en compañía de un matrimonio amigo. Tal vez sea el último carnaval que vea, se dijo para sí Yeyé". Y así fue.
Melba Hernández del Rey y Haydeé Santamaría saliendo de la cárcel de Guanajay
Ya detenidas en el cuartel, un soldado se les acercó. Luego recordaría: Sentí de nuevo el ruido del plomo acribillando mi memoria. Sentí que decía sin reconocer mi propia voz: ¿Ha sido Abel? El hombre no respondió
Su preocupación mayor fue siempre Fidel. Si todo acaba –pensó siempre- que quede Fidel, por él se hará la Revolución, y nuestras vidas y nuestros hechos tendrán un significado.
Melba, la inseparable compañera de Haydeé, nació el 28 de julio de 1921. Dedicó sus fuerzas juveniles a luchar contra la dictadura batistiana. Integró las incipientes filas del grupo revolucionario comandado por Fidel. Tras cumplir su condena en Guanajay, formó parte de la Dirección Nacional del Movimiento 26 de Julio. Luego, por razones de seguridad, se incorporó al Ejército Rebelde en el III Frente Doctor Mario Muñoz, en la Sierra Maestra.
En más de una entrevista, Melba ha indicado que su hogar, y en especial su padre Manuel, la escuela pública donde hizo los primeros grados en el municipio cienfueguero de Cruces, y especialmente la directora Corina Rodríguez, quien había sido mensajera del general mambí Higinio Esquerra, influyeron de manera decisiva en su vinculación al movimiento revolucionario.
Cuando se le pregunta sobre su compañera Haydeé, ella prefiere el silencio. No voy a hablar de Yeyé..., a mí no me gusta hablar de Yeyé... Ella era excepcional, muy inteligente, muy virtuosa. Yeyé fue generosa, muy avanzada en el pensamiento político, tenía una gran inteligencia, una elevada calidad humana...
Sobre Abel: Y Abel fue un gran patriota, un gran revolucionario. Todos fuimos muy martianos, pero en el caso de él, además de Martí tenía muy presente a Maceo. Era una gente muy firme, persuasiva, muy dulce, infinitamente dulce; enseguida te sentías atrapada por él. Pero de mucho carácter. Se dedicó ávidamente al estudio del marxismo-leninismo. Dicho con toda honestidad, cuando Abel cae es un marxista-leninista convencido. Fue el mejor discípulo de Fidel. El se encargó de educarnos a nosotros en el reconocimiento a la figura de Fidel. Poseía un corazón muy abierto, un corazón que no era de él...
La hoja de servicios de Melba a la Revolución es inmensa, al igual que la de Haydeé, quien en la Casa de las Américas dio cabida a lo mejor de la intelectual cubana, latinoamericana y caribeña.
Melba es graduada en Derecho y Licenciada en Ciencias Sociales, diputada a la Asamblea Nacional del Poder Popular, ha ocupado, entre otros, los siguientes cargos: Directora del Reclusorio Nacional de Mujeres en Guanajay; Subdirectora Administrativa del Instituto Cubano del Petróleo; Presidenta del Comité Cubano de Solidaridad con Vietnam del Sur primero, y después de Vietnam, Cambodia y Laos; Vicepresidenta del Movimiento Cubano por la Paz y la Soberanía de los Pueblos; Miembro del Presidium del Consejo Mundial por la Paz, Embajadora de Cuba en la República Socialista de Vietnam y en Kampuchea; Secretaria General de la Organización de Solidaridad con los Pueblos de Asia, África y América Latina; Vicepresidenta del Banco Popular de Ahorro y Directora del Centro de Estudios de Asia y Oceanía del Comité Central del Partido. Es Heroína del Trabajo de la República de Cuba.
Mujeres sencillas Melba y Haydeé. Mujeres de miel y de fuego, que guardan en sí la gloria de todos los tiempos.
Si bien los gobiernos auténticos le parecían más que indignos, su justa cólera estalló al enterarse del golpe del 10 de marzo. Para entonces, después de haber aprobado dos cursos de Derecho, estudiaba el segundo año de Pedagogía y tras desempeñarse eventualmente como pintor de viviendas, oficinista, mensajeroÁ había logrado una plaza de maestro en el reconocido Colegio Baldor que significaba un alivio en la delicada situación económica de su familia. Mas nada lo detuvo: se enfrentó, de inmediato, a los golpistas y escribió un extenso texto: "Revolución sin juventud", que ningún órgano de prensa se atrevió a publicar, ni siquiera parcialmente, porque llamaba al combate frontal contra Batista y sus secuaces.
En ese apasionado ensayo político, que afortunadamente no se extravió, Raúl evoca: El pasado repleto de grandezas, pero también de traiciones enormes, afirma que nada es tan noble como ser útil a la creación, advierte más de una vez: No vamos a teorizar, vamos a combatir, no vamos a decir, vamos a hacer. Y al referirse al usurpador del poder del pueblo y a otros déspotas no menos execrables, define su posición: Es preferible hablar de la serenidad de un bohío o del vaivén majestuoso de la palma nuestra que de la horrible grandeza de este y de otros caudillos insaciables de nuestra América, que son montón de polvo ante la muerte.
El comunicador revolucionario se las ingenia para publicar un pequeño periódico de manera rudimentaria cuyo título es ya una denuncia: Son los mismos. Pronto entra en contacto con Fidel, Abel, Montané, Melba... a propuesta de Fidel el órgano cambia de nombre, se llamará en lo adelante El acusador, los textos que se publican le hacen justicia al nuevo rótulo.
Gómez García es detenido y sometido por breve tiempo a prisión. También es premiado por los temerosos señores de Baldor con la cesantía y todo esto no hace sino acrecentar su combatividad. Continúa escribiendo cantos patrióticos, varios de ellos inspirados en Martí, versos de amor, artículos, reflexiones, mientras se adiestra para el combate.
En la Granjita Siboney, poco antes de partir hacia el Moncada, Fidel lee el vibrante Manifiesto que Raúl ha redactado por instrucciones suyas. En él está recogido lo esencial del pensamiento de una juventud dispuesta a cambiar radicalmente nuestra historia. El ideario martiano sustenta estas páginas, y hay una llameante alusión al centenario de nuestro Apóstol. En 1853 con el nacimiento de un hombre luz, comenzó la revolución cubana.
Las últimas catorce letras que escribió Raúl no pertenecen a la reflexión filosófica o a la poesía. Estas cuatro palabras, que milagrosamente llegaron a manos de su madre Virginia García pocos días después, son una prueba dramática, irrecusable de los crímenes que la tiranía perpetró con los sobrevivientes del ataque al Moncada, y a lo largo de aquella década con lo mejor de nuestro pueblo: Caí preso, tu hijo.
Herido en combate, el moncadista había intentado auxiliar a un militar también herido, mas en bárbara respuesta al sincero gesto humanista, fue apresado, torturado cruelmente y asesinado.
A medio siglo de la gesta del Moncada, el tirano y sus cómplices son, en efecto, polvo en el polvo, mientras como proclamaba el Manifiesto, por la dignidad y el decoro de Cuba, la Revolución dirigida por Fidel, triunfó. Y como lo pedían los versos de Gómez García en su llamado al combate, brilla en lo más alto del Turquino nuestra estrella libre y solitaria.
ENTREVISTA CON GUILLERMO ELIZALDE "MONCADISTA" (RADIO REBELDE)
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