ABRAHAM GUILLEN
Intelectual
anarquista, teórico de la guerra de guerrillas, militante revolucionario,
combatiente por la Republica en
la Guerra Civil
Española (Comisario político del 4to Cuerpo del Ejercito), director de
las publicaciones de las juventudes libertarias, preso y condenado a muerte de
la dictadura franquista.
En Argentina se
vinculo a los intelectuales de la Resistencia Peronista,
elaboro un plan de auto-defensa junto a John William Cooke,
y dio sustento teórico y colaboración a la creación y desarrollo de Uturuncos.
Participó del
surgimiento de Tupamaros en Uruguay, colaboró con la guerrilla de Hugo Blanco
en Perú y de regreso a Argentina se desempeñó como profesor de Economía
Política en la Facultad
de Filosofía y Letras y como director de Investigación Económica de la Facultad de Derecho y
Ciencias Sociales de la
UBA. Entre 1973 y 1974 colaboró en el diario La Opinión.
Fue principal
influencia de la
Organización Montoneros y dejo una obra de mas de 50 libros y
100 investigaciones periodísticas
Lo recordamos junto a:
Guillermo Daniel Ñáñez: profesor de Historia en colegios
nocturnos y en las cárceles de Florencio Varela. Director de Derechos Humanos
de la Municipalidad
de Florencio Varela. Durante la dictadura fue militante en el Servicio de Paz y
Justicia. Colabora en el Centro Cultural
Enrique Santos Discépolo. Escritor, investigador de la vida de Guillern
Julio Robles, de Uturuncos: Conoció a Guillen, lo
recuerda como principal influencia del grupo y a partir de vivencias personales
Tomas Sarabí: Escritor, biógrafo de Perón, periodista.
Fue uno de los fundadores del grupo “Dele Dele” (La Plata, década del 60).
Conoció a Guillen por una cercanía en común con Raymundo Ongaro, secretario
general de la
CGT-Argentinos
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ABRAHAM GUILLÉN: LOS
REMOTOS ORÍGENES DE LA
GUERRILLA PERONISTA 1955-1960
DESDE elortiba.org
La militancia revolucionaria argentina marchó de a poco, a
formas de relatos que les permitieran abordar una política de la memoria
vinculada a la verdad. El mismo Estado Terrorista (1976-1983) dio paso a un
Estado Bidemoníaco (1983-2001) donde todo aquel militante revolucionario era
sospechoso por sobrevivir y responsable equiparándose al desaparecedor. A
partir de hace muy poco, se empiezan a ver algunas piezas editoriales
vinculadas al pasado inmediato. Falta mucho para poder empezar un debate que
nos permita ver el fenómeno de la violencia como elemento de importancia y sobre
todo asumir el cuando pasó de una etapa táctica, a una estratégica. Como esa
herramienta transformó al militante en militar. Abraham Guillén vuelve desde un
pasado poco pensado, su influencia, sus ideas, sus manuales expresan una
voluntad transformadora que lo acompañó hasta su muerte
Descargar el libro de
Daniel Ñañez, desde elortiba.org
LECTURA RECOMENDADA
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ABRAHAM GUILLÉN SANZ
Siempre que se plantea el
estudio del peronismo revolucionario se habla de John William Cooke, Carlos
Olmedo o Gustavo Rearte. Incluso en las acciones de Montoneros (por sólo
nombrar al grupo más hegemónico) se ven las lecturas de Carl Philipp Gottlieb
von Clausewitz o de Franz Fanon.
Muy pocos saben de la influencia
política-ideológica de Abraham Guillén, quien además de poseer una increíble
obra editorial, realizó la acción concreta que lo transforma en el mentor de la
guerra de guerrillas en América Latina.
En Castilla La Mancha, Guadalajara, existe
un pequeño pueblo llamado Corduente, allí nace Abraham Guillén Sanz un 9 de
marzo de 1913, campesino como su familia, se cría haciendo agricultura y adquirirá
el oficio de resinero.
Cuando comienza la República se traslada a
Madrid, logrando ingresar a la universidad para estudiar economía con una beca
que le dio la
Municipalidad de Guadalajara. Se integra a las juventudes
Marxistas Unificadas, pero toma distancia al ver la hegemonía comunista, este
hecho determinó su abrazo al comunismo libertario (anarquismo) y comienza su
militancia en las juventudes Libertarias.
En 1910 se fundaba en Barcelona
a partir de grupos organizados en torno al sindicato Solidaridad Obrera una
confederación de sindicatos autónomos de ideología anarcosindicalista en
España. En 1927 y ante el posicionamiento "moderado" de algunos
integrantes de la CNT,
se crea en Valencia la
Federación Anarquista Ibérica (FAI), una asociación de grupos
de anarquistas, que desempeñará un papel importante con la intención que el
sindicato no se alejase de los postulados anarquistas. Guillén se integra a la CNT FAI. Cuando estalla
la guerra civil (1936) Abraham Guillén es director de “Juventud Libre” y luego
de “Nosotros” en Valencia, publicaciones de las juventudes libertarias.
Llegando a un puesto de lucha de gran importancia para cualquier anarquista,
como es el ser redactor del diario CNT.
En 1938 fue comisario político
de la 14° División y del Cuarto Cuerpo del Ejército, mandado por Cipriano
Mera1. Estas fuerzas se hicieron célebres en la batalla de Guadalajara
(8/3/1937), así como en las batallas de Torrejón, Casa del Campo, El Prado,
Brunete y Jarama. En 1938 resistieron la ofensiva de las fuerzas franquistas en
el frente de Levante. Terminada la guerra civil, el 4 de abril de 1939 cayó
preso en el puerto de Alicante junto a cuatro mil combatientes que esperaban en
vano los buques del Comité Internacional de Coordinación2.
Allí dirigió Solidaridad Obrera,
planteándose conflictos en la CNT
en el exilio por su tendencia pro UNE (comunista)
EL GALLEGO: UN ANARCO-PERONISTA
En 1948 emigró a la Argentina. Instalado
en Buenos Aires, se desempeñó como columnista de los diarios peronistas “El Laborista”
y “Democracia” y fue el editor de la revista “Economía y Finanzas” bajo el
seudónimo de Jaime de las Heras. En 1948 comienza su relación con John William
Cooke. En 1952 publicó su primer libro, ‘El destino de Hispanoamérica’, con el
que comenzó a alejarse de la ideas nacionalistas del peronismo planteando la
necesidad de la unidad continental para lograr la liberación Latinoamericana”4.
John William Cooke fue la
primera persona convocada por Perón después de los bombardeos aéreos del 16 de
junio de 1955. Fue nombrado interventor del Partido Peronista en la Capital Federal.
Encontró una estructura corrupta y burocrática que no podía ser cambiada de un
día para otro. Ante esto, Cooke intentó derrotar el golpe militar en cierne,
visitando los sindicatos y unidades básicas en un intento de insurrección
popular y resistencia armada.
Esta política causó una fuerte
oposición entre los militares y la dirigencia peronista, y hubo pedidos para
que se lo arrestase aun antes del golpe de estado de septiembre de 1955.
Dice Richard Gillespie: “Se ha
sugerido, quizás con exageración, que el plan de acción de Cooke estaba basado
en la experiencia de la resistencia española a Franco y que éste la conoció a
través del veterano de la
Guerra Civil Abraham Guillén, amigo y colaborador de De
Frente. La idea básica era organizar una fuerza guerrillera urbana clandestina
que pudiera frustrar un golpe de estado por medio de actividades guerrilleras
respaldadas por el apoyo y la movilización popular. Cooke debía actuar con precaución
dado que el Consejo Superior Peronista había rechazado la idea de crear
milicias populares; ya que sabían que aun los generales "peronistas"
se opondrían a la idea, temerosos de que pudiera surgir una estructura de mando
paralelo. A pesar de la falta de autorización, Cooke y otros pocos estaban
preparados para actuar a espaldas de los líderes y organizar secretamente los
contingentes guerrilleros. Al ocurrir el golpe de septiembre, poco es lo que se
había realizado y que tuviera resultados prácticos, pero tiempo más tarde sus
ideas formarían la base de la primera actividad de la Resistencia Peronista,
en especial cuando Perón, en enero de 1956, les dió su respaldo táctico”5.
EL PLAN GUILLÉN-COOKE
En 1954 comenzó a colaborar en
De Frente, la revista que editaba John William Cooke.. Ante la inminencia del
golpe militar, desarrolla junto a Cooke un plan de resistencia popular armada,
conocido como el "Plan Guillén-Cooke". Abraham Guillén era
colaborador de la revista “De Frente”, luego de los bombardeos del 16 de junio
de 1955 en la palza de Mayo que deja más de 300 muertos a Cooke se le ocurre
pedirle a Guillén que elaborase un plan para la resistencia popular basado en
su experiencia durante la
Guerra Civil española, sabiendo que los militares conspirarían
nuevamente para derribar al gobierno de Juan Perón a menos que los trabajadores
se movilizaran para defenderlo. Es así como dieron forma al "Plan
Guillén-Cooke", de 1955.
Gracias a la traducción que
realiza en 2005 el periodista Hernán Reyes6 del libro “A Personal Memoir of
Abraham Guillén (1913-1993)” de Donald Hodges, quien publica el plan en base a
los recuerdos de Guillén en 1973. El Plan llegó al Comando Superior Peronista,
pero al ,plantear una vanguardia armada totalmente independiente del ejército,
los propios militares peronistas vetaron el Plan, no concebían la falta de
control, flotaba en el ambiente la pregunta
¿Cómo le sacamos luego las armas
a esta gente?
El plan articulaba a la juventud
peronista, la CGT
y la rama femenina de Movimiento, creando secretamente a las milicias para
evitar cualquier intento militar que determinaría un golpe de Estado o más
muertos del espacio peronista. Eran las bases de la resistencia peronista.
Dice Hernán Reyes que “Sin
embargo, para el golpe militar de septiembre de 1955, estos grupos no estaban
aún preparados, por lo que resultaron ineficaces. No tenían el apoyo político
de los mandos peronistas y les resultaba difícil convertirse en unidades de
combate capaces de resistir el embate de los golpistas. De ahí su debilidad e
incapacidad de ponerse en práctica entre junio y septiembre, cuando miles de
militantes se movilizaban para repudiar el intento de golpe del 16 de junio.
Según Hodges, el plan quedó en papel hasta enero de 1956, cuando Perón dio la orden
de comenzar la resistencia. Por entonces, Cooke había tomado el control de la
estructura partidaria”.
Plan Abraham Guillén-John William Cooke se organizó en
seis puntos básicos
1. Vanguardia popular armada:
Debe haber una vanguardia armada, organizada sobre las bases de los más
avanzados cuadros políticos peronistas. Debe ser rigurosamente clandestinas, y
no sólo servir para asustar al enemigo. Teniendo en cuenta que el ejército
profesional está preparado para resistir exitosamente cualquier tipo de ataque
que ponga en peligro su monopolio del uso de la fuerza, organizar guerrillas
para defensa propia y con el consenso de un gobierno popular es una invitación
a un Golpe de Estado. La única alternativa factible es organizar guerrillas en
secreto, clandestinas.
2. Ejército y guerrillas: Si bien el ejército
regular es muy grande y la guerrilla es en principio muy chica, el balance de
las fuerzas sociales debe inclinar la balanza a favor de las guerrillas. Un
gran ejército represor debe ser derrotado por una resistencia popular con la
condición de que la vanguardia armada ponga en movimiento un movimiento
insurreccional apoyado por el pueblo y operando en grandes ciudades, donde las
guerrillas cuentan con un mayor apoyo de la población.
3. Ejército de superficie versus
tácticas de frente y línea: Cuando un enemigo es más fuerte en número y
capacidad de fuego, se puede derrotarlo únicamente haciendo lo contrario de lo
que él hace. Si el ejército regular concentra su poder y sus fuerzas en un solo
lugar, hay que atacarlo simultáneamente en otros lugares en los que no esté
preparado para entrar en combate. El enemigo debe ser tomado por sorpresa y
atacado en los puntos en los que el número y la capacidad de fuego favorezcan a
la guerrilla, que debe ser más fuerte que el enemigo en una situación dada. A
pesar de que el Ejército represivo es más fuerte en general, siempre es más
débil durante períodos de tiempo y espacio determinados por la guerrilla. La
resistencia debe ser más fuerte que el Ejército Regular, pero en un punto y en
un instante. Poco importa que el ejército sea más fuerte en otros lugares;
siempre habrá un punto en el que las guerrillas puedan derrotarlo. De este
modo, las guerrillas pueden derrotar al ejército en una operación tras otra
hasta que se vuelvan más fuertes y el ejército se vuelva más débil. Ésta es una
regla fundamental de la guerra revolucionaria.
4. Espacio y población: Las
guerrillas nunca deben aferrarse o defender un terreno fijo. Enfrentadas con un
ejército contrarrevolucionario, deben morder y desaparecer. Teniendo en cuenta
que el enemigo es superior en la dimensión espacio, las guerrillas deben ser
más fuertes en la dimensión tiempo. Pueden crecer ganando cada vez más
población. Las fuerzas represivas y contrarrevolucionarias aspiran a dominar no
sólo el espacio, sino también la gente que allí vive. Nada los detendrá en su
camino, ni siquiera las masacres de personas indefensas. Pero este uso de la
fuerza, en violación de principios morales elementales y de los derechos humanos,
es un signo de debilidad. Las guerrillas deben tomar ventaja de esa debilidad
asistiendo a las víctimas de la represión y alentando la resistencia de las
masas a través de la propaganda armada y política capaces de catalizar un
movimiento insurreccional. El secreto es ceder espacio y durar en el tiempo. En
resumen, la estrategia de la guerrilla debe ser durar hasta que la conciencia y
voluntad de la gente se hayan transformado, hasta que la vanguardia armada se
convierta en popular.
5. Estrategia de la guerrilla:
Enfrentada con un golpe militar que haya depuesto un gobierno popular, es
suficiente con tener grupos de guerrilla urbana que entren en acción en una o
en varias grandes ciudades para que el ejército no pueda establecer su propio
orden y leyes. Si las poblaciones tanto urbanas como rurales son arrastradas
por la guerrilla hacia una resistencia popular el ejército se verá entonces
rodeado y obligado a retroceder. La lucha contra un gobierno de facto es
básicamente política. Sumergida en las unidades básicas del peronismo, en los
barrios obreros y en los principales lugares de trabajo, las guerrillas urbanas
cuentan con una enormidad de recursos para lanzar acciones recurrentes contra
las fueras de represión. El rol político de las Guerrillas es servir de
locomotora al tren popular. Deben por ende perseverar en sus operaciones y
forzar al ejército a retroceder frente a una población hostil.
6. Política, Estrategia y
Táctica: Si “la guerra es la continuación de la política por otros medios”
(Clausewitz), entonces un partido popular debe llegar a ella cuando todos los
caminos legales están cerrados. Cuando un gobierno popular es amenazado o
depuesto por un golpe militar, la única estrategia efectiva es la del 'pueblo
en armas'. Cuando la paz de rodillas es peor que el riesgo de muerte a través
de la violencia, la población debe tratar de arrojar fuera a sus tiranos. No
obstante, la violencia de los oprimidos no triunfará si no tiene una visión
clara de sus objetivos políticos, si su estrategia es improvisada y sus
tácticas espontáneas. Una escalada militar contra un gobierno popular es una
gran ocasión para transformar el golpe militar en una guerra civil. La Guerra Civil Española
comenzó de esta manera y ofreció varias posibilidades de victoria para las
fuerzas populares. Desde que el Gobierno Peronista estuvo al margen de la
legalidad, pudo haber sido posible dividir las fueras armadas y la policía como
en España en 1936. Se pudo haber derrotado al enemigo en unos pocos días, antes
de que los gobiernos imperialistas hubieran intervenido y apoyado a los
golpistas. Una Guerra Civil rápida ofrece la mejor estrategia: impide que el
enemigo restablezca la ley y el orden; toma gran ventaja del momento de
entusiasmo de las masas para el combate, minimiza el posible daño a las fueras
productivas y salva al pueblo de un sufrimiento prolongado. Pero para eso, es
necesario el apoyo popular a escala nacional.
Este Plan Guillén-Cooke, que
luego será ofrecido a Manuel MENA (El uturunco) para realizar la primera experiencia
guerrillera en la argentina, tiene bastante similitud con el primer “manual
guerrillero” que Abraham Guillén inserta en el segundo volumen de “La agonía
del imperialismo” (1956-1957). En dicho manual de prácticas guerrilleras dentro
del capítulo "La lucha armada contra el imperialismo". El manual
llega a la guerrilla cubana y es incorporado a sus tácticas. En 1965 se publica
en Buenos Aires la obra de Guillén "Teoría de la violencia", y el
mismo año aparece en Montevideo la primera edición de su "Estrategia de la
guerrilla urbana"; son obras que sirven de base estratégica para los
Tupamaros en Uruguay y para la guerrilla brasileña de Marighella y Lamarca, así
como para la lucha urbana que ese mismo año se desarrolla en Santo Domingo
(varios exiliados dominicanos son aleccionados directamente por Abraham Guillen
en Buenos Aires). (VER ANEXO), se percibe un proceso de traducción marxista del
Plan Guillén-Cooke, es despedido y silenciado de todos los medios de prensa
donde trabajaba.
LA RESISTENCIA
En septiembre de 1955, Perón
viajaba rumbo al exilio. En mayo de 1956 el general de división Juan José Valle
se encontraba en la calle Castelli de Avellaneda, seguramente pensando en las
directivas que en enero de aquel año circulaban por la naciente resistencia
peronista. Valle sabía que se jugaba un patriada, pero no estaba solo en esas
mismas directivas, Perón dice que “Cada casa debe ser una unidad básica y cada
peronista un jefe y un vigía de nuestro Movimiento”. Valle fue fusilado el 12
de junio de aquel año en la
Penitenciaría de Las Heras. “Entre mi destino y el suyo, me
quedo con el mío” le dejará escrito al presidente fusilador Aramburu, que será
fusilado unos años después por los nacientes Montoneros.
El hecho que no hubiera una
organización centralizada permitió al peronismo sobrevivir. Brotaron formas
organizativas que imitaban aquellas montoneras de Felipe Varela o el Chacho
Peñaloza en el siglo XIX. Se atacaba en un lado y cuando las fuerzas represivas
llegaban surgía otro hecho, en otro lado. Petardos, “caños”, sabotaje,
expropiaciones revolucionarias, transformaron al peronismo en resistente, le
dio una nueva identidad. Esas primeras generaciones no eran los hijos de los
gorilas que emergerán contra sus padres en los ‘70. Eran los jóvenes que en realidad
habían vivido la última etapa del peronismo.
No había grandes debates
ideológicos, la emergencia transformaba a esta primitiva juventud peronista en
“hombres de acción”.
Tuli Ferrari fue uno de los
fundadores de la gloriosa Jotapé en 1955. Se fue a afiliar a la Unidad Básica el 21
de septiembre de 1955, el día que derrocaron a Perón. Llegó a la Unidad Básica cuando
estaban quemando los archivos. No pudo afiliarse.
Leían El Líder, un periódico de la CGT que salió hasta la caída
de Lonardi, con los artículos de Jauretche. Cierto día salió un aviso
convocando a la
Juventud Peronista a un local de la calle Riobamba. Se
encontró con Tito Bevilacqua y Alberto de Morra, que preparaba un comando
vinculado a la juventud. El local fue allanado y clausurado, conociendo a
Rodolfo Traversi, primer secretario de la Juventud Peronista
y al mítico Jorje Eduardo Rulli7.
El Comando Nacional surgió en un
local de la calle Riobamba con Marcos y Lagomarsino, luego se incorporó Cooke,
hasta que cayó preso. El objetivo era desplazar a la dirigencia traidora del
peronismo.
La lucha de la Juventud Peronista
empezó en 1957 en la calle Lavalle, cuando el diario Palabra Argentina de
Alejandro Olmos, convocó a una Marcha del Silencio en conmemoración del 9 de
junio. Eran cincuenta o cien muchachos, primero en silencio, pero después,
cuando los comandos civiles (que en realidad eran militares de la Marina) los cagaban a
palos, el grito era ¡Viva Perón! Caían presos. Dice Tuli Ferrari que: “Para mí
fueron muy importantes esos treinta días porque el submundo de la cárcel era
muy raro, las líneas negociadora y dura... Conocí a todo el jetoneo peronista
en Caseros. Todos querían jugar al ajedrez conmigo para melonearme en la
interna carcelaria. Y yo me sentía Gardel”8.
De la banda de Corrientes y
Esmeralda salió el primer grupo de la Juventud Peronista.
Ahí lo conocieron a Pocho Rearte y empezó la vida de agitación permanente. Eran
Envar El Kadri, Jorge Eduardo Rulli, el gordo Cerdeira, Spina, y alguno que
otro marginal que se prendían en aquella aventura y a la larga defeccionaron.
Iban todas las noches a joder a
Corrientes y Esmeralda. Inventaron “el cazagorila” que consistía en poner una
foto de Perón y cuando pasaba algún gorila y le hacía algo, cobraba. Otra forma
era cuando salía la gente del cine uno gritaba: "¡Viva la Revolución Libertadora!",
y el otro "¡Viva Perón!". Siempre alguien respondía y vivaba a. la Libertadora, y lo
fajaban. Muchas veces cobraban los muchachos peronistas. Se transformaron en
luchadores callejeros. La resistencia comenzó con militantes que utilizaban la
gran herramienta de esa época como el periódico y el caño. Periódicos como
“Lucha Obrera”, “El Líder”, “El Lidercito”, “El 45” de Arturo Jauretche y
“Palabra Argentina”, de Alejandro Olmos.
Dice Jorge Rulli “Un día me
atreví a ir al local de Palabra Argentina, y lo encontré durmiendo en un rincón
al Tuli Ferrari. Tenía varios años más que yo y era muy ardiente y muy delgado,
un hombre de verbo apasionado, un prototipo al que yo seguí hasta el '60, en
que se marchó. Cuando volvió era otro. También lo conocí a Tito Bevilacqua, uno
de nuestros primeros muertos. Lo mataron en 1960, la misma noche que golpeamos
a la Aeronáutica
en Ciudad Evita. A Pepe Pignataro, un héroe de la Resistencia, uno de
los que más caños puso en la historia del peronismo”9.
Y agrega que: “En realidad las
Marchas del Silencio nos marcaron a toda una generación, que repudiaban aquella
“Revolución Fusiladora”. Las Marchas fueron dos, después de los fusilamientos
del 9 de junio, y las organizó Palabra Argentina, que no era un diario
peronista, se cuidaba de no serlo. Era nacionalista popular y daba lugar a
aquella JP, porque cuando terminaba el acto uno podía gritar "¡Viva
Perón!" y establecer contactos en el margen de esa realidad política
dictatorial. Era la denuncia de la persecución y el intento histórico de
destrucción del peronismo que llega hasta nuestros días. En esas marchas se
reconstituía el Peronismo”10.
Cuando salían del trabajo, iban
a poner pastillas de cloruro de potasio, o azufre y azúcar, en los tranvías.
En el 1958 eran la Juventud Peronista,
después de la elección de Frondizi. Acataron la orden de Perón de votarlo, que
llevó Susana Valle (la hija del General Valle) a través del capitán Anzorena.
En el patio del Sindicato de Farmacia que prestaba Jorge Di Pascuale (hoy
detenido-desaparecido) todos los grupos de Juventud se reúnen y forman la Mesa Ejecutiva de la Juventud Peronista.
Fue la primera conducción que todos aceptan. De la vieja historia había quedado
Funes: el resto eran jóvenes formados en las luchas callejeras, muy agresivos,
muy desprovistos de conocimientos: Tuli Ferrari, Gustavo Rearte, Héctor Spina,
Tito Bevilacqua, Envar El Kadri, Felipe Vallese (primer desaparecido peronista)
y Jorge Rulli.
Hacia 1959, decenas de grupos
peronistas se hallaban empeñados en realizar pequeñas acciones armadas de
resistencia a la "Libertadora", sin que llegara a consagrar esta
práctica como una estrategia de toma de poder. No obstante, para algunos grupos
de la Resistencia
Peronista las tácticas variaron a partir de la finalización
de la huelga del frigorífico Lisandro de la Torre, cuando se plantearon la necesidad de
combinar la lucha política con el desencadenamiento de la guerrilla. No es de
extrañar que estos planteos hayan atraído a Guillén quien veía en esta
tentativa la materialización de su fórmula del "pueblo en armas".
LOS UTURUNCOS
El puntapié inicial vendría de
la mano del Comando "17 de Octubre", ligado a Cooke. La nueva táctica
produce fisuras en el "17 de Octubre" que se divide en dos
fracciones, una de las cuales decide la creación del comando guerrillero
"Uturuncos", cuyo primer grupo subió al monte tucumano en octubre de
1959. Hay quienes sugieren que el mismo Guillén subió al monte, además de
cumplir funciones como miembro del Comando Político que operaba en Buenos Aires
recaudando apoyo económico entre algunos intelectuales, como José María Rosa y
Silvio Frondizi. Tras el fracaso en los primeros intentos del grupo, Guillén
fue encarcelado en el marco del Plan Conintes, permaneciendo preso tres
meses
En 1958 Abraham Guillén,
vinculado a sectores de la resistencia peronista, comenzó a entrenar y a
participar en las acciones del Movimiento Peronista de Liberación-ELN en
Tucumán, base de lo que sería Uturuncos12. Ya Perón advierte en el terreno en
que se da la lucha: “Pero es necesario que la lucha sea básicamente de
guerrillas13”. Si bien podemos afirmar que Perón en su estrategia cotejaba la
culminación del proceso insurreccional con un hecho militar, y que éste sería
afrontado con un “levantamiento civil y militar”, se preocupará constantemente
por educar al movimiento contra el golpismo -que sólo sería “salir de las manos
de una dictadura para caer en otra, en pos de acentuar la resistencia civil, único
camino para asegurar que el pueblo y él mismo, lleguen al poder14.
Muchos años después, Guillén
recuerda que: “Los Uturuncos" fueron la primera guerrilla urbana y rural
(ambas combinadas) en los finales y comienzos de los años 1959 y 1960. Al unir
el campo y la ciudad en los guerrilleros "Uturuncos", mi punto de
vista estratégico, político, económico y social, era dar a la guerra
revolucionaria, sobre todo, un carácter estratégico opuesto a la batalla o el
combate de línea; es decir, que una guerra de pueblo en armas, si quiere vencer
a un gran ejército represivo, tiene que ser una guerra en superficie, en todo
un territorio nacional, como si fuera hecha a manera de una piel de leopardo,
circulando los guerrilleros por todos esos intersticios. Como los combatientes
"uturuncos" eran (casi todos) peronistas, yo estimé que ello
constituía una limitación política, pues una guerra revolucionaria debe
englobar a todo un pueblo y no sólo a un partido. Si la concepción política es
mala o estrecha, por más brillante que sea la táctica y la estrategia
guerrillera, se pierde la guerra revolucionaria o no se supera el estado
primario de pequeños grupos de acción que no se convierten en ejército de
liberación, en pueblo en armas, único medio de alcanzar el triunfo”15.
Tras el fracaso del método
insurreccional Abraham Guillén propone la guerrilla desde el monte. Se conforma
un estado mayor con Manuel MENA y Genaro Carabajal. Dice uno de los
participantes José Luis Rojas: “Y ahí el Comando 17 de Octubre se divide en momentos
en que Mena se pone en contacto con el Gallego Guillén, y el Gallego Guillén,
que venía de la revolución española, plantea la lucha en otros términos, no ya
en términos de huelga revolucionaria que ya había mostrado que como método no
servía. Entonces, al no haber una salida electoral, con el fracaso de los
partidos blancos, laboristas y toda esa runfla de partiditos que se han formada
nada más que para beneficio personal, porque levantando las banderas peronistas
iban a elecciones y salían elegidos, pero medraban en beneficio propio; nunca
se planteaban en serio la vuelta de Perón. Ellos querían explotar el movimiento
peronista en beneficio propio. (...] querían nada más actuar en un terreno
legal, digamos. [...] Cuando el Gallego Guillén dice: ‘No, aquí hay que hacer
la guerra’, y para hacer la guerra hay que hacer una guerra con los medios que
el pueblo tiene, que en forma natural el pueblo va buscando sus cauces con
recursos naturales del propio pueblo, está planteando una guerra
revolucionaria, una guerra moderna basada en los factores que él llamaba
generar espacio y generar tiempo. (...] Ya habían pasado tres años, unos
golpeando las puertas del sindicato y otros golpeando las puertas de los
cuarteles, todo había fracasado, la huelga general revolucionaria no llegaba
nunca porque todos los dirigentes estaban vendidos y los cuarteles, con la
muerte del general Valle, también se terminó, porque fue un movimiento
totalmente entregado que termina con el fusilamiento. Quedaba eso, lo único que
nosotros teníamos, los recursos naturales del pueblo son ésos: salir a pelear
con cualquier elemento que condujera a la vuelta de Perón, es decir, un
movimiento armado que lo traiga a Perón. Eso es la idea... la idea fundamental
era que ya rompíamos con todo el pasado y, haciéndole caso a Perón, agarrarnos
el bastón del mariscal.16”
Tras la desarticulación de la
experiencia uturunca en 1960, fue encarcelado durante tres meses en el marco
del llamado Plan Conintes (Conmoción Interna del Estado. Allí se conoce con Jorge
Eduardo Rulli quien lo describe de la siguiente manera: “Me crucé con el viejo
Guillén en la Cárcel
de Las Heras durante el Conintes en que estuvo detenido un tiempo con nosotros.
Año 60. Sus dos tomos sobe el imperialismo era una de mis lecturas favoritas
hasta que me cansaron. El viejo Guillén que debía ser de la misma edad que yo
tengo ahora, poseía la facultad de transmitir un optimismo incansable por la
causa revolucionaria y por un futuro a la vez determinista y mesiánico, un
porvenir que sabia predicar como un orate iluminado por una fe supuestamente
científica en la determinación de la historia. Y fue lo que hizo con nosotros,
un grupo de jóvenes de la juventud peronista que estábamos allí y que lo
escuchábamos arrobados. Recuerdo cuando volvimos del Consejo de Guerra que nos
había juzgado en el Cuartel de Patricios, con unas condenas de reclusión de
seis años... Cuando uno tiene 19 años seis de cárcel es para toda la vida... es
como la perpetua... estábamos abrumados... además la operación para rescatarnos
de los camiones que organizaba Gustavo Rearte y José Luis Nell había
fracasado... Entonces, el viejo nos levantaba el ánimo, y nos hablaba desde su
propia experiencia como desde un oráculo... no me lo puedo olvidar... ‘Qué
importan las condenas’, decía...’las rejas son de paja... lo que vale es la
organización... con seis años de condena adonde nos llevarán?... a Rawson, en la Patagonia... pues
mejor... tomamos la guardia y nos alzamos con las armas del penal y de allí,
con los vehículos que requisemos, encolumnados y en marcha a la montaña... a
comenzar la guerra de guerrillas’ . Pero viejo -le deciímos-, las montañas
quedan lejos de la cárcel...’No hay distancia que no se pueda vencer’ nos
replicaba ‘importa la voluntad y la decisión, las armas las tiene siempre el
enemigo, los barrotes son de paja, iniciaremos la guerra un puñado de decididos
y luego seremos miles, hasta que nos extendamos por todo el Andes...’ Y así
continuaba por horas... recuerdo que remataba siempre con una condición sine qua
non para ayudarnos... una condición que nos terminaba de convencer que el
Comandante de milicias, hablaba en serio... esa condición era que en algún
momento del triunfo revolucionario lo dejáramos partir con parte del ejercito
de liberación para reconquistar y liberar España... Estábamos en esos diálogos
una mañana cualquiera de primavera de ese año ‘60, cuando el guardia voceó su
nombre desde la reja y se fue en libertad. Lo abrazamos pero sentimos que algo
mágico que habíamos construido había estallado como un globo... A nosotros días
después nos trasladaron, primero a la cárcel militar de Magdalena y luego a la
cárcel de Viedma en la
Patagonia, nunca pudimos tomar el penal ni tampoco iniciar la
guerra de guerrillas... por lo menos del modo en que nos lo había enseñado
Guillen... al Viejo no lo ví nunca más... pese a todo, le guardo un gran cariño
pero con pena y con bastante ternura, no tan solo por él, supongo que también
por esa juventud que pasamos entre rejas, rejas que no eran de paja...”17.
Justo cuando Serravalle y sus
Uturuncos asaltaban la comisaría de Frías, Manuel Mena “El gallego” y Abraham
Guillén “El maestro” habían ido a Buenos Aires a recabar ayuda a Cooke. Éste
delegó en su compañera, Alicia Eguren, la tarea de coordinar la ayuda hacia la
guerrilla. Fue a través de Alicia como los impulsores de la guerrilla
contactaron con los grupos de la Juventud Peronista bonaerense que habían
manifestado su admiración por los uturuncos. Con estos militantes, Mena
constituyó un nuevo grupo guerrillero.
TUPAMAROS
A principios de abril de 1961
viajó a Cuba, donde permaneció un año como entrenador de cuadros guerrilleros y
pasó luego a Montevideo, Uruguay, donde colaboró en el periódico Acción bajo el
seudónimo de Arapey; publicó diversas obras sobre economía latinoamericana y
táctica guerrillera. Dice Guillén: “Con Sendic me vi pocas veces, pues andaba
siempre clandestino. Pero había cuatro comandantes que recibieron preparación
sobre estrategia de la guerrilla urbana. Estos eran los hombres de acción, mientras
que Raúl Sendic era más bien un político, ex-dirigente del Partido Socialista,
muy vinculado a los obreros cañeros del Departamento de Artigas. Tanto es así,
que la consigna de estos cañeros era la siguente: "Por la tierra y con
Sendic". No era ese movimiento guerrillero, sino reformista, pues pedía la
reforma agraria en los latifundios de los cultivos de caña de azúcar. Hasta
1965, el grupo de Sendic, muy castrista, estaba limitado a realizar marchas por
carretera hasta Montevideo pidiendo tierra para los obreros cañeros. Como Fidel
Castro, "Che" Cuevara y Regis Debray, no concebían la guerra
revolucionaria fuera de las montañas, y el Uruguay no las tenía, no había
posibilidad de crear así un movimiento guerrillero, según la doctrina cubana.
Justamente en 1965, cuando
publiqué "Estrategia de guerrilla urbana", los "Tupamaros"
vieron una luz, pues yo decía que los "bosques de cemento son más seguros
que los bosque de árboles. Y que las ciudades tienen más recursos logísticos
que el campo. Y como nuestra civilización es capitalista y concentra el capital
y las poblaciones en las ciudades a ritmo acelerado, en países como Uruguay con
más del 80 % de población urbana, era absurdo ir a hacer la guerra
revolucionaria en el campo, donde hay más vacas y ovejas que población rural.
Por consiguiente, las teorías fidelistas y maoístas de la guerra revolucionaria
no eran apropiadas para países industrializados o subdesarrollados con más
población urbana que rural […] Está todavía muy próxima su experiencia: creo que
fue muy brillante tácticamente, pobre estratégicamente y débil políticamente,
pues intentaron copiar la revolución cubana. Mi punto de vista es que no se
hacen dos guerras con la misma estrategia ni dos revoluciones con la misma
política. La revolución hay que inventarla y reinventarla, sin limitarse a
desalojar del Poder a una minoría dominante, para establecer una dictadura de
tipo stalinista. Si un pueblo se ve constreñido entre una dictadura que puede
caer y otra que se puede levantar en lugar de ella, cae así en la indiferencia
política, pues el pueblo prefiere el socialismo y la libertad y no la dictadura
de las burocracias o de las burguesías. Al no descubrir las leyes específicas
de la guerra revolucionaria en el Uruguay y ofrecer un programa de socialismo
autogestionario, creo que los "tupamaros", por ser fieles al modelo
castrista, fueron derrotados, en términos políticos. El marxismo-leninismo, de
tipo castrista, fueron derrotados, en términos políticos. El
marxismo-leninismo, de tipo castrista o soviético, no creo que arrastre a las
masas hacia una Revolución de tipo cubano, ni en América Latina ni en ninguna
otra parte. Fui el inspirador táctico y estratégico de los
"tupamaros", pero mi origen libertario me separaba políticamente de
ellos, fervientes castristas, aunque alguno era también libertario. Al no
compartir mi propuesta de socialismo autogestionario, apropiada para un país
que le sobra espacio y le falta población, se fueron alejando políticamente de
mí y acercándose a Fidel Castro. Ellos creyeron que yo era un romántico por no
ser partidario del socialismo estatal, de la democracia directa, de la
propiedad social, del federalismo económico y administrativo. Su castrismo y
guevarismo condujo a los "tupamaros" a un dogmatismo político de tipo
marxista-leninista, lo cual les procuró población estudiantil; pero no
población adulta, urbana y rural, en cantidad y calidad para volcar el país en
su favor. Y si una guerrilla, cualquiera que sea y en cualquier país que actúe,
no gana población con sus acciones, tendrá, en el mejor de los casos, victorias
tácticas, pero finalmente una derrota estratégica y política”18. Estos
conceptos fueron desarrollados en su Teoría de la violencia (1965). En el
Uruguay estuvo vinculado a Raúl Sendic y el grupo fundacional de Tupamaros, así
como a la FAU.
GUILLÉN Y EL FOCO
En 1969 publica en Montevideo un
libro titulado: "Desafío al Pentágono” donde realiza una crítica al
foquismo. Allí explica la incongruencia de las tesis de Regis Debray, del libro
"Revolución en la
Revolución". La tesis del "foquismo" cubano es
que todas las guerras revolucionarias hay que hacerlas desde el campo, desde
las montañas. Guillén plantea que “La ciudad populosa más apropiada a la
guerrilla en la época del capitalismo. Indico que si en la Edad Media, cuando toda
la población estaba en el campo, no han triunfado las guerras campesinas, ¿cómo
podrían hacerlo ahora en plena civilización urbana? Aclaro que la Revolución cubana no se
hizo exclusivamente en Sierra Maestra, sino que hubo más muertos y más combates
que en ésta en las ciudades; que se propagó la insurrección en superficie
apareciendo en segundo frente de Escambray"; que se luchó por todo Cuba; y
que eso hizo que el ejército batistiano, cogido entre dos frentes, tuviera que
rendirse, no sólo frente a Sierra Maestra, sino porque está copado por su
retaguardia, en las ciudades. Otra consigna simplista es la de que "el
poder viene del cañón del fusil". Si fuera esto verdad, los suboficiales y
los sargentos darían los "golpes" de Estado; pero son los generales y
los coroneles los que los dan; aunque no estén todos los días con los fusiles y
los soldados. Y es que sin fin político no hay visión de lo estratégico. Los
generales piensan en políticos y por eso dan los "golpes" de Estado; pero
los sargentos y los suboficiales no piensan ni en generales, ni en políticos.
Así, teniendo más de cerca las armas y los soldados, los suboficiales y los
sargentos casi nunca producen un "golpe" de Estado y, cuando lo dan,
lo pierden posteriormente porque no saben qué hacer con el Poder”19.
Se reencontró aquí con Joe
Baxter, a quien había conocido en Cuba. Tras el golpe militar uruguayo de junio
de 1973, Guillén había concluido, entre otras cosas, que era inconveniente
establecer bases urbanas fijas, así como construir un "microestado";
también descartaba el uso de "cárceles populares"; pues implicaba un
sistema paralelo de represión y, sobre todo, concluía que había que evitar
aislarse de los sentimientos y deseos populares pues toda "victoria militar
resulta inútil si no es políticamente convincente". Por su excesiva
militarización y profesionalización, los Tupamaros se habrían aislado de las
masas urbanas. Retornó entonces (1973) a Buenos Aires, donde se desempeñó como
profesor de Economía Política en la
Facultad de Filosofía y Letras y como director de
Investigación Económica de la
Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la UBA. Entre 1973 y 1974
colaboró en el diario La
Opinión.
Guillén fue una de las
influencias teóricas de Montoneros, si bien ésta se vio eclipsada en la
práctica por otras, como la de von Clausewitz. Rulli aclara que: “La influencia
de Guillén es de fines de los cincuenta
y principios de los sesenta. Tengo idea que influyó o tuvo una participación en
los Uturuncos pero no lo puedo precisar.
A poco andar se descubría como demasiado panfletario y poco sustancial, no tuvo
la obra de Guillen una prolongada influencia, creo yo. Se lo conocía en todos
los sectores pero en la época de debates internos como el de los iluminados
entiendo que no eran obras tenidas en cuenta […] En toda esta etapa la obra de
Guillen ya no es tenida en cuenta en absoluto, todo lo contrario, la influencia
cubano soviética barre con el gallego e impone otros paradigmas. Si algunos sectores cristianos lo tuvieron en
cuenta no lo sé. En el Conintes yo era de los pocos sino el único que lo leía,
en general no se lo consideraba serio en los medios militantes”20.
GUILLÉN: VERDAD Y LIBERTAD
Amenazado por la Triple A, se exilió a
fines de 1974 en Lima, Perú, donde colaboró en el diario La Prensa y se desempeñó como
especialista de la OIT
en economía autogestionaria y desarrollo cooperativo. A lo largo de sus 30 años
de exilio latinoamericano, apadrinó el desarrollo de las guerrillas
latinoamericanas, ante las cuales apareció como un experto en estrategia y
táctica militar revolucionaria.
Concluía en aquel histórico
reportaje de la revista “La bicicleta” diciendo: “En resumen: un revolucionario
para poder asumir la historia en un momento crítico debe conocer las leyes de
la dialéctica y de la economía política; dominar la política científica;
unificar su pensamiento y su acción; saber esperar una ocasión histórica, que
siempre se presenta, para transformar el mundo y resolver las contradicciones
que se opongan al interés general; plantearse a cada momento sólo lo que se
pueda resolver, sin ser centrista ni oportunista; no destruir sino aquello que
se pueda sustituir para no adelantarse ni atrasarse en los cambios de
estructuras socio-económicas, políticas, culturales y jurídicas. Por encima de
todos los dogmas y sectarismos, un revolucionario debe ser fiel a la verdad y a
la libertad; no hablar ni proceder en infalible, sino aceptar la prueba y el
error, la pluralidad de criterios; rechazar el culto a la personalidad; dejar
que la Sociedad
haga cuanto mas mejor, sin la tutela del Estado. Y estar siempre dispuesto a
aprender del error para llegar a la verdad sin olvidar jamás que sólo se ve lo
que se sabe y, por tanto, se ve tanto mejor el futuro, el presente y el pasado
cuanto mejor se los sabe. El pueblo ve poco porque sabe poco; es necesaria una
revolución cultural permanente para que el pueblo por el saber tenga el
autopoder para ser él, únicamente él, el sujeto activo de la historia,
superando as¡ las estructuras políticas de dominación por la autogestión, sin
burguesía. monopolistas no burocracias totalitarias. La guerrilla peronista de
los Uturuncos así como la que lideró Hugo Blanco en el Perú, pasando por la
guerrilla uruguaya de los Tupamaros, lo reconocieron como un maestro. Tras la
muerte del General Francisco Franco retornó a España, desarrollando en Madrid
intensa actividad como conferencista, autor de nuevos libros y periodista. Sus
colaboraciones en la prensa anarquista internacional y en el periodismo político
son incontables. Fue designado catedrático de la Universidad Autónoma
de Madrid. Publicó alrededor de 50 libros, dejando inéditos, entre muchos
otros, cuatro tomos titulados La guerra. España (1936-1939).
CONCLUSIÓN
La influencia teórica de Abraham
Guillén, su impronta está determinada por su pensamiento y accionar coherente.
Su intento de creación de guerra de guerrillas comienza con los olvidados
Uturuncos como antecedente de fines de 1960 del proceso de radicalización que
tiene su apogeo en la década de 1970. Ahora bien, muchas de estas ideas
explican el accionar político militar con un contenido de “nación en armas” que
implica la descalificación de toda aventura militarista. La ideas de Guillén
fueron abandonadas por la militancia de las clases medias en los ’70 y esto
mismo lo transformó en vanguardias esclarecidas saltando al vacío al decir de
Rodolfo Walsh. Guillén afirma contundentemente que “Un Ejército Popular de
Liberación, que realiza una guerra político-militar, tiene que desarrollarse en
dos direcciones: una política, que tiende a ganar la simpatía y la ayuda de la
población civil, y otra, militar, que permita reponer y ampliar el material y
los hombres perdidos en acciones de guerra. Claramente las ideas de este
teórico de la guerrilla fueron sepultados por la historia, por la misma
violencia que nos sacudió. Es momento de realizar el debate tantas veces
pospuesto. Llegar a la verdad y a la justicia también implica salir de la
trampa siniestra de un pasado oculto, como bien lo expresa Jorge Rulli: “...
Los horrores causados por la dictadura militar tuvieron entre muchos otros, el
efecto de cancelar toda discusión sobre los años 60 y 70. Fueron tantas y tan
espantosas las violaciones a los derechos humanos que nos vimos obligados a
postergar los debates necesarios para comprender una época clave e
imprescindible que a su vez permitieran llegar a la comprensión del propio
presente en que vivimos, en especial para las jóvenes generaciones que
necesitan retomar la memoria histórica, tender puentes con el pasado, saber de
dónde vienen para luego saber hacia dónde se dirigen. No sólo se canceló
lamentablemente, el debate de aquella época, sino que también se diluyeron y
banalizaron durante el menemismo y por el predominio de la idea setentista de que
la gloria es cosa del pasado, se diluyeron las diferencias de aquellos años
entre los diversos actores y como en una noche oscura todos los gatos fueron
pardos, y los protagonistas de aquellos años complejos quedamos, al igual que
la sociedad, sin poder hacer el balance de nuestras luchas y sin poder hacer el
examen de una época clave, monopolizada la palabra interpretativa por no más de
tres formadores de opinión pública, por todos conocidos”
Fue condenado a la pena de muerte al ser juzgado por un tribunal de
guerra franquista. Luego le fue conmutada por 20 años de prisión en la cárcel
de Añover de Tajo, de donde se fuga en 1942. A partir de este hecho conforma el Comité
Nacional de la CNT
en la clandestinidad, cuando es nuevamente detenido en 1943, evadiéndose por
segunda vez, ahora de la cárcel de Carabanchel en Madrid, de donde pasa a
Francia clandestinamente en 1945, ayudado por una tribu de gitanos libertarios.
EL AUTOR
Guillermo Daniel
Ñáñez es profesor de Historia en colegios nocturnos y en las cárceles de
Florencio Varela. Director de Derechos Humanos de la Municipalidad de
Florencio Varela. Durante la dictadura fue militante en el Servicio de Paz y
Justicia y fundó la filial Quilmes, Varela y Berazategui. Colabora en el Centro
Cultural Enrique Santos Discépolo.
Primer Manual de
Guerra de Guerrillas
LA LUCHA ARMADA CONTRA EL IMPERIALISMO
ABRAHAM GUILLÉN (seuds.: Jaime de
las Heras, Fernando Molina, Arapey) (Corcuera, Guadalajara, España, 9/3/1913 -
Madrid, 1/8/1993). Combatiente anarquista, periodista, economista, uno de los
precursores de la lucha armada en la América Latina de los años 1958-1970.
ESQUEMA PARA LA ESTRATEGIA Y LA TÁCTICA POLITICO
MILITAR DE LOS MOVIMIENTOS POPULARES DE LIBERACION NACIONAL22
La lucha contra el imperialismo, en las guerras
revolucionarias de liberación nacional requiere, para llegar a la victoria, el
conocimiento de las leyes generales de la guerra, determinadas por el momento
histórico y social en que vivimos, que tiene -como otros momentos históricos va
pasados-, sus propias leyes estratégicas para la conducción acertada y
eficiente de las guerras revolucionarias de nuestro tiempo, que han de dominar
toda la segunda mitad del siglo XX, siglo de las revoluciones sociales de tipo
nacional e internacional.
Las guerras de otras épocas eran libradas entre las naciones
y entre los imperios. En cambio, la guerra revolucionaria es la forma más
elevada y violenta de la lucha de clases. Así, pues, las guerras -que se
realicen en la segunda mitad del siglo XX-, tendrán un marcado carácter
político (entre naciones capitalistas y naciones comunistas y entre
explotadores y explotados en el seno de cada nación capitalista. En este
sentido, lo universal y lo particular de la revolución socialista no serán más
que las partes de un todo que se resolverán en la revolución proletaria
internacional.
Ahora, coma en lo pasado, toda guerra obedece a factores
exteriores e interiores que le son propios: estructura de clases,
infraestructura económica y relaciones con el mundo exterior. Sin conocer,
previamente, estos factores determinantes no es posible iniciar una guerra
revolucionaria y, mucho menos aún, conducirla hasta su final victorioso frente
a las fuerzas internas (burguesía y terratenientes) y ante las fuerzas externas
(capital financiero extranjero). Ambas fuerzas constituirán un solo frente
contra los movimientos de liberación nacional y los de carácter socialista.
Toda guerra tiene sus propias características que le son
inherentes, y más aún tratándose de una guerra civil y a la vez de tipo
antiimperialista. En consecuencia, la estrategia de la conducción de una guerra
revolucionaria no debe ser nunca calcada sobre los viejos manuales militares de
estrategia y de táctica; puesto que dichos principios tácticos y estratégicos
no corresponden ya a la realidad nacional de los movimientos de liberación
antiimperialista, que implican la práctica de una estrategia político-militar,
basada en el principio del "pueblo en armas".
La
Revolución Rusa de 1917 y la Revolución Española
1936-39, tuvieron una estrategia de frentes continuos -cubiertos,
relativamente, en extensión y en profundidad-, y ambas se inspiraron en los
clásicos principios estratégicos europeos de decidir la suerte de la guerra en
grandes batallas. En Rusia triunfó esa estrategia y esa táctica; en España
fracasó, porque el territorio español se prestaba menos, geográficamente, a la
guerra de maniobra de grandes ofensivas y retiradas, sin que ellas modificaran,
decisivamente, el cuadro general estratégico de las operaciones, ya que los
Soviets contaban con el General Espacio. En Hispanoamérica una guerra
antiimperialista dispone de suficiente espacio como para vencer, en su terreno,
a una gran potencia.
En la
Revolución China la estrategia militar de los comunistas se
ha inspirado en una doctrina militar de frentes discontinuos, de campañas
cortas, de retiradas elásticas y de "ofensivas rápidas del tipo
avispa", hasta que la correlación de fuerzas militares en presencia -en un
momento determinado-, permitió al Estado Mayor del Ejército Rojo Chino
desencadenar una ofensiva continuada a base dedecidir la guerra en una sola
campaña. La guerra de China ha sido una guerra antiimperialista y, a la vez,
eminentemente popular,. porque ella ha despertado la guerra social, que poco a
poco, se convirtió en un movimiento político y militar de tal poderío, que fue
capaz (después de muchos años de frente de guerrillas y de escapar a los cercos
del enemigo), de liquidar a las fuerzas reaccionarias internas y a las fuerzas'
económicas y militares externas que respaldaban a Chiang-Kai-Chek y al
Kuomintag.
LAS GUERRAS DE LIBERACIÓN NACIONAL
Los ejércitos de liberación nacional -al iniciar la lucha
contra el imperialismo, el capitalismo y el feudalismo indígena que le sirven
deben inspirar su doctrina militar en una táctica maniobrera, en función
siempre de una estrategia inspirada en la guerra revolucionaria, que tiene como
condición esencial la "política del pueblo en armas", pues sólo la
estrategia del "pueblo en armas" hace que todo sea frente y nada
retaguardia y que el invasor y las, fuerzas reaccionarias internas se
encuentren siempre en tierra enemiga. Por eso, las guerras de liberación
nacional son difíciles de ganar por los generales del imperialismo.
Al iniciar una campaña de liberación, como es lógico, el
Ejército de Liberación Nacional se encuentra en estado de inferioridad
aplastante frente a las fuerzas imperialistas y a los ejércitos nacionales que
las respaldan. Sin embargo, una estrategia correcta hará, que la correlación de
fuerzas militares propias y enemigas se equilibren y hasta procure la
superioridad de fuego y de fuerzas al bando más débil en determinado momento,
circunstancias, punto de ataque y terreno apropiado para librar una batalla de
aniquilamiento fulminante, en un sector del frente enemigo, que presente
fisuras visibles, moral y materialmente.
Y es que contra la presencia de tropas imperialistas y de
los ejércitos indígenas, vendidos al imperialismo, la estrategia de los
movimientos de liberación nacional debe partir, en principio, de la guerra de
movimiento y de frentes discontinuos para lograr el cansancio del enemigo y
luego su fraccionamiento. Hay que hacer una guerra de frecuentes emboscadas
realizadas con ventajas topográficas, asegurándose la sorpresa y la potencia de
fuego. Esta -estrategia y esta táctica se basa, hasta que las circunstancias lo
aconsejen, en la práctica de una guerra de campañas cortas, rehuyendo
sistemáticamente comprometer el ejército en una campaña larga de
aniquilamiento, que pueda conducir a una política militar catastrófica de
perder o ganar la guerra en una sola batalla. Un general estratego nunca debe
jugarse a cara o cruz sus fuerzas, porque ello evidenciaría su desconocimiento
cíe las leyes que rigen la guerra.
Las guerras de liberación nacional sólo pueden llegar a
feliz término practicando, indistintamente, la ofensiva relámpago y la
defensiva elástica; una, para crear pequeñas bolsas de aniquilamiento de grupos
del enemigo; y otra, para retirarse a tiempo, antes de que la potencia de fuego
y de fuerzas del enemigo comience a ser aplastante en la zona de las
"ofensivas relámpago" desencadenadas por las fuerzas propias.
Los frentes de liberación deben ser extremadamente móviles,
poco rígidos y rápidos en sus movimientos; sólo así se podrá atacar y escapar a
tiempo a un enemigo poderoso en fuego y en fuerzas, que se empeña, a toda
costa, por ganar la guerra en una sola gran batalla de aniquilamiento.
El EPL debe tener, como doctrina esencial, al iniciar su
campaña, la práctica de una guerra de movimiento guerrillero; una guerra de los
campesinos y de los obreros, de la clase media progresiva y de los sectores
nacionales antiimperialistas. He ahí el plan estratégico de las guerras de
liberación: el pueblo en armas. Tal es la característica dominante de la guerra
político-militar y de la estrategia político-militar a emplear contra el
imperialismo y sus secuaces vernáculos, a fin de merecer la victoria, mediante
una ágil aplicación de la dialéctica de la guerra que resuelva las contradicciones
político-militares propias y acentúe al par las del enemigo.
Cuando las guerras de liberación van avanzando en poderío
económico y militar se acercan entonces los momentos en que la guerra
guerrillera debe transformarse en una guerra de campañas ofensivas sobre
frentes continuos, donde grandes unidades y regimientos adversarios habrán de
ser aniquilados para decidir así la guerra por las armas. Esta etapa de la
guerra de liberación debe coincidir con el abatimiento moral del enemigo, con
el debilitamiento económico y político de su retaguardia y con un estado
psicológico, antibelicista en las metrópolis imperialistas que financian y
sostengan las "guerras coreizadas" que se produzcan en lo futuro.
En consecuencia, la estrategia de nuestro tiempo es
eminentemente político-militar. Así, pues, tiene que tener, en todo momento,
una visión global y dialéctica de los problemas de la guerra y de los
principios estratégicos, políticos y militares que rigen las guerras modernas,
principios que difieren esencialmente de los aplicados a la conducción de la
guerra entre potencias imperialistas.
En las guerras politizadas de nuestro mundo, el enemigo
siempre es vulnerable, cuando opera en territorio enemigo, ya que los generales
adversarios quieren seguir sometiendo a la población obrera y campesina y a las
clases liberales a la explotación feudal y capitalista interna y a la
dominación externa del capital financiero. Por eso, los ejércitos imperialistás
-en tierra enemiga- tienen que combatir sin reservas, sin retaguardia, sin
moral y sin apoyo popular. En cambio, si la política del EPL es justa, éste no
puede ser nunca cercado ni aniquilado, porque toda su retaguardia es frente;
porque su frente está dentro de la retaguardia del enemigo; así el EPL -si es aniquilado
parcialmente-, puede siempre resurgir como una Hidra de Lerna y resistir, ante
una mala perspectiva internacional revolucionaria, practicando la defensiva
estratégica23.
La intervención extranjera rebaja la moral de los ejércitos
nacionales enemigos y agudiza las contradicciones entre las tropas
expedicionarias y las tropas nacionales enemigas, cuyos jefes, bien trabajados,
pueden ser espías y auxiliares del EPL. En consecuencia, como se ha demostrado
en la guerra de Corea y de Indochina, la empresa dólar no gana la guerra, ni
con sus armamentos ni con sus montañas de dinero.
El EPL si sigue desde que nace una línea política acertada,
va creciendo paulatinamente, porque sus nuevas divisiones y cuerpos de ejército
surgen del territorio enemigo, del paro obrero, de la miseria y de la
explotación de los campesinos, de la liquidación económica de clase media con
las políticas inflacionistas, de la injusticia social, de la ruina financiera
nacional y de la venza de las vidas y de las haciendas nacionales al
imperialismo, por parte de los gobiernos satélites de Wall Street.
El pillaje, el aumento permanente de los impuestos, la falta
de viviendas, la inflación, la corrupción de los funcionarios, la baja
sistemática del poder adquisitivo de los salarios, el sacrificio de los
granjeros y pequeños campesinos en aras de los intereses de la burguesía
industrial y la política pro-imperialista de la burguesía (ligada al capital
imperialista y al entreguismo de los feudales), crean las condiciones óptimas
para desencadenar, en momento oportuno, una guerra social de liberación
nacional contra la aristocracia de la tierra, de la banca y de la industria y
contra el imperialismo que estas castas representan traidoramente, en suelo
nacional. En saber aislar y desprestigiar a los enemigos de dentro y en
atraerse a los amigos y neutrales reside el secreto de la victoria en una
guerra revolucionaria de liberación nacional.
En buena estrategia político-militar, el trabajo político y
el trabajo militar han de ser sincronizados en las regiones donde actúe más
activamente el EPL. En esa zona, todos los éxitos militares dependerán de los
triunfos políticos previos, tendientes a crear un amplio movimiento político de
liberación nacional: un Frente Nacional que agrupe a los campesinos, los
obreros, los estudiantes, la clase media progresiva, la juventud
antiimperialista y revolucionaria, los intelectuales, los artistas, los
profesores, los periodistas, los industriales (ligados al mercado nacional y,
por ello, antiimperialistas), los oficiales y los jefes progresivos del
Ejército, y, en fin, el Frente Nacional debe movilizar todas las buenas
voluntades en pro del resurgimiento nacional ante la reacción de dentro y la
explotación financiera que viene de afuera, ambas causantes, en macabro
maridaje,- de la decadencia y la ruina de los países semicoloniales.
En la lucha contra el imperialismo deben ser movilizados
hasta los grupos religiosos que luchen por su propia convicción frente a otras
concepciones religiosas que vengan de fuera (conflicto entre los protestantes y
los católicos) ello particularmente en Iberoamérica, donde la expansión del
Norte es un peligro para la Iglesia Católica.
La lucha revolucionaria contra el imperialismo, para
triunfar plenamente, tiene que revestir un carácter profundamente popular,
genuinamente nacional y, por ello, debe exaltar todos los motivos patrióticos,
las pasiones nacionales y las tradiciones patrióticas heredadas de otras
guerras de liberación, que tuvieron lugar en el curso de la historia de una
nación, o de un grupo de naciones hermanas, como las naciones de
Hispanoamérica, que no son más que provincias decadentes de una que debiera ser
ya gran nación y potencia: la
Unión de Repúblicas Iberoamericanas, único frente capaz de
resistir, con eficacia, a la penetración imperialista de los yanquis hacia
Centro y Sudamérica.
EL ARTE DE HACER LA GUERRA
Sólo cuando el Estado nacional está en plena decadencia;
cuando las clases explotadoras están llenas de lacras morales, de vicios y de
ambiciones manifiestas; cuando los funcionarios, de toda índole, se corrompen;
cuando el descontento popular se hace evidente; y cuando seguir con el
"estado de cosas imperantes se hace ya para el pueblo insoportable",
es cuando la guerra de liberación nacional comienza a madurar, psicológica y
políticamente, porque sus condiciones objetivas y subjetivas, es decir,
dialécticas, están dadas en el espíritu popular y en las contradicciones
jurídicas, sociales y económicas de una sociedad decadente y corrompida.
Ahora bien, al comenzar, una guerra revolucionaria el
ejercito popular tiene pocas dimensiones militares, le falta agilidad, potencia
de fuego, capacidad de maniobra; y quizá lo único con que cuente, en principio,
es con entusiasmo .y mucha moral en los cuadros de mando y en los soldados que
suplen la falta de material bélico para aguantar con la defensiva elástica los
primeros choques frente a un ejército mejor armado. Cuando el adversario es más
fuerte que el Ejército Popular de Liberación, la estrategia de éste ha de
basarse en la movilidad, la utilización del terreno y en las maniobras rápidas
para escapar así a los cercos repetidos que tiende el enemigo para destruir al
EPL en una sola batalla. La estrategia del período crítico estriba en escapar a
los cercos del enemigo; tal es el secreto del triunfo en las primeras batallas,
y en la última que forma una continuidad concatenada con las primeras, como las
partes que interdependen de un todo; así, pues, en el principio de una campaña
está ya el fin y viceversa.
En la primera fase del EPL pudiera ocurrir que no se
enfrenten ni siquiera un ejército contra otro, sino un puñado de guerrilleros
contra un ejército; y un grupo de dirigentes políticos contra un Estado
organizado. Ahora bien, el día en que el EPL defienda una región comenzará la
lucha entre dos ejércitos y entre dos Estados; pero esta etapa no debe ser
acelerada ni retardada. El éxito de la constitución de un Ejército y de un
Estado revolucionarios depende de la cantidad de fuerzas, de la importancia
industrial y agrícola de la región ocupada, de su contorno geográfico, que
deberá ser muy montañoso y falto de comunicaciones (en China: la región del
Yunan); en Hispanoamérica: (Bolivia, Ecuador, Colombia y otros
"glacis", donde no pueden llegar las escuadras y los ejércitos
imperialistas). Hablamos, pues, de una guerra en campo abierto y no de un golpe
de Estado audaz ejecutado por sorpresa en una gran ciudad, lo cual supone una
estrategia completamente diferente.
La segunda fase de la guerra comienza con la constitución de
un ejército regular (seguido de la existencia de un movimiento guerrillero en
territorio enemigo) y de la organización de un Estado. Durante esta fase, la
ofensiva rápida y la defensiva elástica deben ser combinadas indistintamente, a
fin de llevar al enemigo a un terreno y a unas campañas que él no elija ni
determine.
La fase superior de la guerra alcanza su punto culminante,
cuando el movimiento guerrillero se ha integrado en el ejército de grandes
unidades para librar batallas de aniquilamiento del enemigo. Cuando empiezan
las grandes batallas -y en ellas pierde el enemigo lo mejor de sus unidades y
grandes cantidades de material y enormes extensiones de terreno-, debe
practicarse una guerra a base de lograr la superioridad en hombres y en
material; puesto que, en cada derrota del enemigo, el EPL, se habrá abastecido
con el botín capturado de armas de todas clases. Durante la campaña final de la
guerra, las batallas de aniquilamiento constituirán la mejor intendencia para
el ejército propio por la cantidad de botín que ellas proporcionarán al
Ejército Popular de Liberación.
En la primera fase de las guerras de liberación -durante
algún tiempo- "la intendencia la tiene el enemigo"; y por tanto hay
que saber atacarlo para abastecerse a costa de sacrificar pocos hombres. En
esta fase y en la segunda, el Ejército Popular de Liberación no debe dejarse
llevar del aventurerismo de los jefes revolucionarios que pecan de extremismo
infantil o de derechismo anacrónico. Los ataques por sorpresa (así como su
duración) deben ser precalculados racionalmente a fin de retirarse a su debido
tiempo; pues de lo contrario una magnífica victoria podría convertirse en una
gran derrota o a lo sumo en una victoria pírrica.
En consecuencia, la dirección de la guerra global debe estar
en manos de un Partido de la
Liberación y de militares leales e identificados con los
objetivos políticos de ese partido, tanto en el aspecto social como en el
económico y en el militar. Por tanto, la guerra global debe ser dirigida por un
E. M. político-militar (estrategia); en cambio la guerra local (táctica) tiene
que ser planificada por el E. M.; aunque dejando un amplio margen de autonomía
a los jefes militares de, pequeñas y grandes unidades para que éstos, en todo
momento, se adapten a su situación táctica, sobre todo, en la primera fase de
la guerra de liberación: guerra guerrillera y de frentes discontinuos.
LA
DIALÉCTICA DÉ LA
GUERRA
Un ejército está compuesto de partes que integran un todo;
algunas de estas partes pueden ser destruidas en el curso de algunas campañas;
pero si se sabe hacer la guerra estratégicamente, el ejército nunca será
aislado para ser aniquilado. Por tanto, la filosofía de la guerra aconseja no
entrar nunca en una batalla problemática; hay que entrar en una batalla
decisiva o en una operación cuando se está seguro del triunfo, mediante el
conocimiento de la dialéctica de la guerra. Del mismo modo, no debe
desencadenarse una insurrección armada contra el Estado burgués o semi-feudal
si no están dadas las condiciones revolucionarias objetivas y subjetivas, es
decir, si no opera todavía a favor del movimiento revolucionario la
contradicción principal y la mayor parte de las secundarias en presencia.
Mientras un ejército revolucionario no es poderoso, por su
cantidad de tropas y su material de guerra, su estrategia primordial estriba en
realizar operaciones ofensivas y defensivas que proporcionen, diariamente,
pequeñas victorias a las fuerzas propias y pequeñas derrotas al enemigo. Ésta
estrategia debe practicarse, rigurosamente, hasta que la correlación de las
fuerzas en presencia sea favorable al Ejercito Popular de Liberación. Durante
la primera fase de la guerra antiimperialista hay que evitar ser blanco de las
armas pesadas enemigas y, para ello, no hay que quedarse de objetivo militar
pegándose al terreno. Contra la táctica del enemigo, que quiere aniquilar al
EPL en una sola batalla, hay que recurrir a la estrategia de obligarlo a
combatir en muchas y pequeñas batallas que debe perder hasta cansarse y desmoralizarse.
Debe evitarse, por todos los medios, lograr éxitos tácticos
que constituyan, a la larga, derrotas estratégicas. Por ejemplo, la operación
de los aliados en Narvik contra el ejercito alemán significó, en principio, un
excelente éxito táctico; pero,- estratégicamente, implicó una derrota, pues los
aliados no pudieron consolidar sus posiciones ni organizar ni conservar el
terreno frente a las divisiones alemanas. En, consecuencia, la operación Narvik
fue una derrota.
La operación Teruel -desencadenada por los republicanos
contra los franquistas- fue, inicialmente, un triunfo táctico; pero,
posteriormente, se convirtió en una derrota estratégica de gran significación,
ya que los franquistas, en su contraofensiva, cortaron el territorio
republicano en dos frentes: el del Centro-Sur y el de Cataluña Aragón. Y es que
en una guerra política no todo se decide por las armas, precipitadamente, al
modo de las ofensivas sistemáticas de los países imperialistas.
Las tropas y el material gastados por los republicanos
españoles en las ofensivas de Teruel y en la batalla de Ebro, los dejaron
agotados y, por tanto, a merced del enemigo que pudo, así, ganar la última
batalla por extenuación del adversario. El error estratégico de estas dos
operaciones estriba en que los republicanos no debían acelerar la terminación
de la guerra decidiéndola precipitadamente por las armas; pues lo que
importaba, estratégicamente, era ganar tiempo hasta que Europa tuviera que
entrar en la guerra general, a fin de que los republicanos contaran a su favor
con la contradicción democracias-países totalitarios.
Para ganar tiempo, la estrategia imponía la doctrina de la
economía de fuerzas, incluso recurriendo, si preciso hubiera sido, a la
creación de un frente discontinuo de grandes y pequeñas unidades guerrilleras.
En este sentido, la guerra no puede ganarse hasta que no maduran las
condiciones internas y externas que le son inherentes: aspectos económico,
diplomático, social y político que sean contrarios al triunfo del adversario y
favorables a la causa propia.
La ofensiva cerrada y brutal de von Manstein para conquistar
Stalingrado, a pesar de su potencia de fuego y de fuerzas, le llevó a colocarse
como objetivo militar de la artillería del mariscal soviético Voronov que
aniquiló los blindados alemanes, colocando 4.000 cañones en 3.500 metros de
frente. Los grupos artilleros del mariscal Voronov superaron "la táctica
de Guderian"; los alemanes no sólo fueron frenados, sino aniquilados en el
corredor Volga-Don. En Stalingrado, los alemanes perdieron más de 2000
blindados y cerca de 500.000 hombres. El mariscal Malinovsky -gracias al
ejercito .artillero de Voronov-, pudo vencer a von Paulus y a von Manstein-,
que fue el mejor de los generales alemanes. Luego -en la batalla de Kursk-Bielgorod-
el mariscal Koniev, contando con los grupos artilleros de Stalingrado-,
aniquiló más 1.000 blindados germanos- y otro medio millón de soldados
alemanes. La precipitación del Führer, por querer ganar la guerra, le propinó
sus grandes derrotas en los frentes del Este y del Oeste; pues ni la economía
ni' las madres alemanas podían reponer, de la noche a la mañana, ni la sangre
ni el material consumidos en Stalingrado y en Kursk-Bielgorod. Así, pues, los
rusos ganaron la guerra: primero cediendo terreno (táctica del mariscal
Sokolovsky) y luego recuperándolo (táctica de Koniev y Zhukov).
Entre naciones de gran poderío industrial cabe la estrategia
de la ofensiva sostenida o de la "guerra relámpago" a base de librar
grandes batallas; pero, entre una nación subdesarrollada y una nación
industrializada, la guerra tiene que tener una estrategia diferente que entre
los países imperialistas.
Un país débil, que lucha contra uno fuerte, tiene que hacer
una guerra maniobrera basada, en principio, en armas ligeras de gran capacidad
de fuego y movilidad. Las ofensivas del EPL han de hacerse después de que el
servicio de información, en campo enemigo, indique, con precisión rigurosa, las
zonas más vulnerables, aisladas, dispersas y confiadas del enemigo. Hay que
operar, en principio, contra tropas provistas de artillería anticarro para
apoderarse de esas armas y emplearlas luego, con ventaja, contra el enemigo;
pites contando con "bazookas", con minas plásticas anticarro y con
artillería ligera antitanque, se pueden obtener grandes éxitos militares sobre
un ejército mecanizado como el ejército norteamericano. La guerra de Corea es
una buena prueba de esta táctica que permite batirse ventajosamente, frente a
un enemigo más poderoso que el ejército propio en material de guerra, pero que
su propia pesadez le impide moverse ágilmente sobre el terreno.
Para maniobrar sobre el terreno, las tropas propias deben
aprovisionarse con una impedimenta ligera, mientras que el enemigo (como en el
caso de los yanquis), está paralizado por sus irresolubles y engorrosos
problemas de logística. Cuando se opera contra un ejército como el yanqui, el
logro de una sola victoria resuelve, por algún tiempo, los abastecimientos de
alimentos, armas, municiones y otros problemas de intendencia militar y civil.
En este sentido, la industria de guerra y la intendencia del EPL la tiene, en
principio, el enemigo. Esta verdad condiciona los éxitos de las primeras
operaciones del EPL; olvidarla es crearse con tradiciones económicas y
estratégicas irresolubles en campo propio.
En la guerra, en buena estrategia, hay que resolver todos
los aspectos particulares de los distintos frentes, teniendo siempre en cuenta
una visión de conjunto de las operaciones; pero, sobre todo, como preparación
moral, el EPL, ha de comer poco y marchar mucho; ahorrar municiones y comida;
hay que dominar el hambre como la mejor arma secreta a esgrimir contra un
enemigo rico y poderoso.
La resolución de los problemas estratégicos y tácticos -que
se presentan en una campaña de guerra de liberación antiimperialista-,
requiere, en síntesis, tener en cuenta estos principios estratégicos:
* Oponerse a todo espíritu de aventura tendiente a realizar
operaciones ofensivas impremeditadas, o a la estatización y la pasividad en
toda la línea de los frentes, porque ello conduce a la derrota.
* Despechar la estrategia de decisión rápida de la guerra,
oponiéndose a las campañas largas, y recomendar al E.M. la práctica de una
guerra larga, en cuyo desarrollo debe haber muchas campañas cortas de decisión
rápida.
* Practicar una guerra de frentes móviles, y nunca de
posición en frentes estables y continuos, y particularmente, durante la primera
y la segunda fase de las guerras de liberación.
* Poner siempre en fuga al enemigo, sin empeñarse ciegamente,
en su total aniquilamiento; pues la guerra no se gana en una batalla, sino en
varias que van rompiendo la moral del adversario, y afirmando al par la de las
tropas propias.
* No enfrascarse en una estrategia dual que persiga ataques
en dos direcciones, sino una acción única y en tina dirección única; pues
"el que corre dos liebres a la vez no suele cazar ninguna". La doble
ofensiva germana contra Moscú y la
Ucrania fue quizá el mayor factor de derrota que pesó en la
campaña alemana de Rusia.
* En la época de los ejércitos guerrilleros de liberación y
en la fase de liberación de ciertas regiones de un país, las retaguardias deben
ser muy ligeras; pues ello facilita la ofensiva y la defensiva indistintamente.
* Centralizar en el E. M. la decisión estratégica; pero
dejando a los mandos, de pequeñas y grandes unidades, una gran autonomía para
que se adapten, en todo momento, a su situación táctica más conveniente para la
economía de sus fuerzas y para logro de sus objetivos inmediatos y posmediatos.
* El Ejercito Popular de Liberación debe constituir un
permanente medio de propaganda y de organización política, en las regiones
donde resida o por donde pase. Para ello debe ayudar a los campesinos, a los
obreros y a todos los patriota amados a castigar, implacablemente, las,
manifestaciones (el militarismo despótico en sus propias filas y a exterminar
todo brote militar que tome la forma de bandas errantes del EPL).
* El EPL ha de castigar implacablemente el bandidismo propio
y el ajeno, y practicar una estricta y necesaria disciplina militar, sin que
ella de lugar a erigir mandos que se conviertan en señores de la guerra, en
caudillos y en caciques, tanto en el EPL romo en la política.
* El EPL debe ser, eminentemente democrático, y ha de
predicar con el ejemplo para ir ampliando sus filas: repartiendo la justicia,
acabando con los señores feudales y con las burguesías vendidas al imperialismo
y liberando a los obreros, a los campesinos y al pueblo progresivo.
* Los cuadros del EPL tienen que ser flexibles, muy
preparados políticamente, poco sectarios y sagaces dialécticos en la política y
en la guerra.
* El Partido que dirija un movimiento de liberación nacional
ha de procurarse aliados en todas partes: en las clases sociales progresivas;
pues el uso y el abuso del terror pueden conducir a una psicología de
abatimiento en la retaguardia y en los cuadros del movimiento de Liberación.
* El EPL ha de .progresar, día a día aumentando siempre sus
efectivos, corregir sus errores y cosechar siempre nuevas enseñanzas. Los
cuadros militares han de esforzarse por salir de su nivel primitivo pasando,
continuamente, a un nivel, táctico y estratégico superiores para llegar así a
una compresión racional de la política de guerra y de la dialéctica de la
guerra que dejen poco al azar en la preparación de las operaciones militares.
En la guerra, hay que tener siempre en cuenta la interacción
entre las fuerzas propias y las enemigas, entre las operaciones y las campañas
y entre el reposo y el ataque (concentración, dispersión, ataque y defensa,
avance y retirada, ataque principal y ataque de dispersión, etc.). Hay que
hacer la guerra coordinando las operaciones que lo cubren todo (ejército
regular) y las operaciones descentralizadas (ejército guerrillero operando en
zona enemiga) ; hay que sincronizar la guerra de posición y la de movimiento;
la de decisión rápida y la de entretenimiento; hay que armonizar la acción
entre las grandes unidades y las pequeñas, entre los cuadros de mando y las
tropas, entre los veteranos y los soldados bisoños, entre las regiones propias
y las enemigas, entre las zonas que fueron propias y ya no lo son y entre las
regiones fronterizas y marítimas con el interior; hay que utilizar militarmente
-a su debido tiempo- las regiones frías y las calurosas en la lucha contra el
enemigo; hay que planificar el trabajo militar y el trabajo político, puesto
que, en una guerra político-militar, ello es fundamental para el logro de la
victoria, y en fin, hay que esquematizar ordenadamente, las tareas ya cumplidas
y las que falten por cumplir que deben ser previstas, dialécticamente, para no
adelantarse ni retrasarse en la consecución de los objetivos principales y los
secundarios.
LA
POLÍTICA Y LA
ECONOMÍA DE GUERRA
Al iniciar una insurrección, que luego ha de transformarse
en guerra, hay que tener, previamente, muy en cuenta la consecución de los
primeros objetivos militares, políticos y económicos que facilitarán,
.posteriormente. la victoria, ahorrando vidas con el mínimo esfuerzo militar.
Todas las revoluciones triunfantes surgieron de la creación
de una psicología de protesta y de rebeldía general dirigida contra los
gobiernos y las clases dominantes de cada época.
La victoria -los primeros triunfos-, nunca se consiguen
yendo a la consecución de los objetivos más difíciles de alcanzar en vez de ir
a los más importantes y fáciles de lograr para inclinar así la balanza de la
victoria de parte del pueblo. Así, por ejemplo, mientras el pueblo parisién
atacó el Palacio de las Tullerías sufrió descalabros sangrientos, ya que se
lanzaba inerme contra las puertas blindadas del Palacio Real guardadas por los
soldados suizos. Luego cuando el pueblo tomó la fortaleza de La Bastilla, es porque antes
había asaltado el Cuartel de los Inválidos que era el mayor parque de artillería
y de fusilería de París. Con esas armas, el pueblo venció en la Bastilla y luego en el
Palais Royal. En consecuencia, es equivocada toda acción insurreccional de
masas, que va al asalto de las Casas de Gobierno, cuando los verdaderos
objetivos revolucionarios son, previamente, los Parques de Artillería (armas) y
las Radios (propaganda política de la Revolución). Sólo cuando un pueblo arma sus ideas
es invencible. Por eso, la técnica del golpe de Estado no comienza por los
ministerios, sino por la conquista de las armas para el pueblo, en los
arsenales y en los cuarteles24.
Antes de desencadenar una insurrección hay que utilizar
todos los medios posibles para armarse (contrabando de fronteras, compras de
armas ligeras en el mercado nacional y trabajo político intensivo entre los
mineros que trabajan con la dinamita), a fin de disponer de los primeros
elementos de asalto al poder. Por ejemplo, vistiendo a civiles con uniformes
militares, ello facilita la entrada en cuarteles y parques de artillería. De otra
parte, la juventud revolucionaria debe ser trabajada en los años previos a su
entrada en el Ejército, a fin de ser coordinada luego en los cuarteles por los
comités provinciales y nacionales de defensa. No debemos olvidar que el, poder
de la reacción es un poder de organización. Sólo superándolo y desintegrando el
edificio que lo sustenta éste se vendrá abajo, con el mínimo esfuerzo. Todo es
cuestión de trabajar bien políticamente. La acción será acertada, si el
pensamiento que la precede es dialécticamente justo.
Así, por ejemplo, el triunfo del pueblo español el 18 de
julio de 1936 se debió a que, éste, previamente, asaltó los cuarteles para
armarse; sus primeras victorias fueron fulminantes, aplastantes; pero como el
pueblo carecía de dirigentes, que tuvieran una visión dialéctica de la
revolución, perdió luego la guerra, porque a ningún partido se le ocurrió
organizar racionalmente la economía, la política y, sobre todo, explotar,
inicialmente, los primeros éxitos militares, para no dejar así organizarse al
enemigo que estaba, prácticamente, vencido. Los obreros de Madrid y de
Barcelona y en general los campesinos carecían de experiencia militar; se
dedicaron a hacer la guerra esporádicamente; ello los condujo a cosechar las
primeras derrotas y a un estado psicológico de pérdida progresiva de la moral
del Ejército Popular que vio levantarse delante de él un ejército profesional,
más ducho y disciplinado que éste, al par que mejor armado y más ágil en la
aplicación de los principios tácticos y estratégicos.
Por tanto, para ganar una guerra hace falta cosechar menos
derrotas que el enemigo y más victorias; hay que tener una clara noción de la
estrategia; pues la táctica viene sola en el curso de las campañas. Por eso, es
disculpable equivocarse tácticamente, pero hay que evitar errores estratégicos
en la conducción de una guerra pues, desde que se inicia, sus primeras
operaciones deben estar concatenadas con las últimas. La guerra, con sus
enseñanzas duras y sangrientas, es la mejor escuela de Estado Mayor en materia
de estrategia y de táctica. Así, pues, no debemos dejar "a
posteriori" lo que ha de ser previsto estratégicamente en el curso de las
primeras operaciones, que ya implican en sí parte de las últimas, en buena
dialéctica de la guerra.
Durante la primera fase de la guerra, los jefes políticos y
militares deben tomar las disposiciones necesarias para que sean utilizadas
todas las posibilidades militares y económicas, tendientes a crear una economía
bélica y una psicología de guerra inspirada en una moral combativa
inquebrantable. A tal efecto, entre otras, deben tomarse las siguientes
previsiones tácticas y estratégicas:
* Requisar las necesarias herramientas de trabajo que puedan
aportar medios para la formación de un cuerpo de fortificaciones y de
rudimentaria ingeniería militar.
* Utilizar las comunicaciones para formar un cuerpo civil y
militar de transmisiones.
* Requisar los medios de transporte necesarios para
organizar la intendencia del ejército, el municionamiento y el transporte de
tropas (Cuerpo de Tren).
* Hacer de los conductores de tractores los futuros
tanquistas. -Planificar los recursos económicos, a fin de que sea establecido
el racionamiento y se asegure así la creación de un cuerpo de Intendencia
Militar y un Comisariado Civil de Abastecimientos. -Utilizar todos los talleres
y fábricas, dedicados a la metalurgia y a la química industrial, para
procurarse medios de combate propios (municiones, armas, etc.).
* Hasta las fraguas de las haciendas y las de los pueblos
pueden ser utilizadas como industria de guerra de emergencia. -Movilizar a los
médicos, practicantes y enfermeras para contar con un servicio de sanidad
militar, en la retaguardia y en el frente.
* Hacer de los estudiantes de ciencias y de ingeniería, los
oficiales de artillería y de servicios especiales de E.M. así como los del
cuerpo de cartografía militar y de otros cuerpos técnicos del Ejército Popular
de Liberación.
En suma, todas las posibilidades de una región tienen que
ser planificadas, racionalmente, para crear una economía bélica y un espíritu
de guerra, a fin de aguantar, con seguridad y fe en el triunfo, los primeros
choques con el enemigo, choques éstos que son los más difíciles de soportar y
de superar.
En países, como los hispanoamericanos, una guerra global de
liberación antiimperialista plantea operaciones sobre un espacio, que habla el
mismo idioma y tiene un desarrollo desigual, de región a región y de nación a
nación, ello tanto en el aspecto cultural como en el industrial y en la red de
vías de comunicación. En algunas de estas regiones se podrá combatir, con
ventaja, como tropas guerrilleras, mientras que en otras se requerirán tropas
compactas y regulares, sobre todo, en operaciones de llanura donde el terreno
no se presta a la guerrilla como la montaña.
En la mayor parte de los países hispanoamericanos coexisten,
de un lado, una economía capitalista, tradicionalmente frágil y rudimentaria y,
del otro, un régimen predominantemente feudal o semifeudal, en el campo. Muchas
naciones hispanoamericanas tienen aún forma o apariencia de Estados y feudales.
En muchos países centro y sudamericanos la composición de la población
trabajadora está integrada por más campesinos que obreros. Así, pues, en
ciertas regiones, la revolución deberá adquirir un marcado carácter de
revolución agraria, mientras que en otras tendrá que revestir un carácter más
proletario, más socialista, menos rural, ya que la contradicción social
predominante existirá entre la burguesía declinante y un movimiento proletario
ascendente.
En las regiones semifeudales, el gobierno central es débil y
fácil de abatir; pero, en el campo, los señores, aunque son minoría, son
fuertes apoyados en los gobernadores, en esta especie de condes medievales que
imperan en las provincias hispanoamericanas. Para liquidar a los señores de la
tierra como clase, hay que entregársela a los campesinos. Sin embargo, para
ello, habrá previamente, que liquidar el poder de los gobernadores o de las
fuerzas locales represivas; luego todo lo demás será fácil. También deberá
intentarse ganar adeptos en las fuerzas de represión como política de división
de las fuerzas armadas contrarrevolucionarias.
En una guerra por la liberación antiimperialista de
Hispanoamérica, la lucha debe adquirir contornos similares a los de la guerra
de liberación de China: primero liberar una región; luego paulatinamente las
otras, a medida que el imperialismo, el feudalismo y capitalismo vernáculo se
vayan debilitando. En principio, la región de donde parta la reconquista debe
ser montañosa, carente de comunicaciones y no desprovista de recursos
económicos. De esa región partirá el movimiento de liberación, cuando el
imperialismo tenga las manos atadas en otros frentes internacionales;
entretanto la zona de montaña impedirá operaciones enemigas de grandes unidades
provistas de material pesado; puesto que es más inmune que la llanura a los
grandes bombardeos aéreos.
En suma, la guerra en escala continental, por ejemplo, en
Hispanoamérica debe ajustarse al desigual desenvolvimiento político y económico
existente de país a país, no olvidando por consiguiente que, en principio, el
imperialismo controla las comunicaciones, las posiciones económicas claves y la
industria de América del Centro y de América del Sur, medios que habrá que
arrebatarle en el curso de varias campañas consecutivas: unas después de otras
y no todas a la vez.
LA
ORGANIZACIÓN DE LAS CAMPAÑAS
Cuando un Ejército Revolucionario comienza a organizarse, su
debilidad de fuerzas, de fuego y de preparación teórica y práctica le obligan,
necesariamente, a realizar, sistemáticamente, operaciones defensivas
combinadas, a menudo, con "acciones ofensivas de tipo avispa": 10
contra 1, cuando el enemigo posee estratégicamente 10 divisiones contra 1
propia.
Mientras el enemigo sea más fuerte tácticamente, el Ejército
Revolucionario debe procurar, por todos los medios, ser superior
estratégicamente, a fin de que la correlación de fuerzas en presencia pueda ser
modificada favorablemente recurriendo a "la táctica de atacar 10 contra 1".
Sólo así la batalla será ganada en virtud de una dialéctica
de la guerra que no deja al azar como lo hacían los viejos generales-, los
problemas claves de la guerra, que deben ser conocidos, racionalmente, y no
dejarlos a merced de improvisaciones de los tácticos y los estrategos empíricos
que no saben utilizar el material humano, el terreno y el material de guerra.
Sólo un Ejército Revolucionario puede emplear
alternativamente la táctica de "ataques de avispa", seguidos de
retiradas fulminantes, antes de que el grueso de las tropas enemigas venga a
restablecer el equilibrio de fuerzas y de fuego roto por las operaciones
guerrilleras basadas, principalmente, en el factor sorpresa y en la
superioridad de material humano sobre un solo sector y no en todo el frente.
Al constituirse un EPL, los jefes políticos y militares que
lo manden, han de tener presente, para su doctrina militar, los siguientes
preceptos tácticos y estratégicos:
1. Hay que estar siempre preparado, a fin de que el enemigo
no consiga realizar nunca operaciones de cerco, que copen el grueso de las
fuerzas propias, pues si ello ocurriese, el EPL puede ser aniquilado o
reducido, durante mucho tiempo, a la pasividad que es la antesala de la
derrota, o que aleja las perspectivas de la victoria.
2. Debe tenerse un especial tacto y oportunidad para detener
una ofensiva enemiga, habiendo estudiado para ello, previamente, todos los
elementos tácticos, estratégicos y logísticos que plantee una contra-ofensiva.
3. En las retiradas hay que predeterminar, minuciosamente,
la línea más favorable de repliegue y preparar, a tiempo, la movilización
política de las zonas de retirada, a fin de que cuenten los soldados propios
con la asistencia de la población civil en lo económico, lo militar y lo
político. A tal propósito, hay que dejar numerosos guerrilleros, camuflados
como campesinos en la retaguardia enemiga, para hostigar al adversario, lograr
información y levantar la moral revolucionaria en territorio enemigo.
4. Debe evitarse que el enemigo desencadene su ofensiva,
cuando se inicia la propia. Por tanto, el día (D) y la hora (H) de una
operación constituyen uno de los problemas claves a resolver para la mejor
consecución del triunfo.
5. El Servicio de Información en Campo Enemigo tiene que
hacer detallados informes de la situación del adversario: (estado de opinión
política, situación financiera, situación militar, etc.). No deben exagerarse
los defectos del enemigo ni sus debilidades, limitándose a destacar las
contradicciones en el seno de los cuadros de mando y entre las clases opuestas
en la retaguardia. Tampoco han de hiperbolizarse las derrotas del adversario,
pues ello hace cosechar falsas ilusiones y darse una moral alegre y confiada
que puede ser funesta.
6. Al atacar, es preciso hacerlo más bien pronto que tarde;
pues hay más probabilidades de triunfo en el primer caso que en el segundo,
porque así se asegura el factor sorpresa que tiene suma importancia en la
psicología de la guerra.
7. Las operaciones ofensivas del EPL nunca deben desplazarse
hacia zonas políticas y económicas no favorables a los ideales del movimiento
de liberación antiimperialista, antifeudal y anticapitalista.
8. En toda operación, ofensiva o defensiva, hay que tener
previamente resuelto los problemas de abastecimiento y los de carácter
financiero y la política de policía sobre los elementos sospechosos del campo
propio que pudieran, no vigilados a detenidos, convertirse en una "quinta
columna" peligrosísima.
9. Una de las condiciones primordiales de la victoria reside
esencialmente en poder siempre escoger el terreno conveniente para dar la
batalla, terreno que ha de prestarse al autoabastecimiento y al entrenamiento
de las tropas, a fin de entrar en batalla en buenas condiciones morales y
materiales.
10. Para evitar una campaña de cerco es necesario. movilizar
políticamente a la población civil de las zonas donde opere - el EPL; pues así
se logra estar bien informado sobre los puntos más débiles del cerco, que podrá
ser roto por su eslabón más flojo. Se debe preparar a la población
políticamente para que coopere en la lucha armada por la defensa de sus
conquistas sociales y económicas y de su territorio- Para ello, la población
civil ha de estar bien informada sobre la gravedad de la situación, salvo en lo
que respecte a secretos de alto valor militar. Esta tarea se realiza
fácilmente, cuando se ganan, diariamente, nuevos cuadros de adeptos a la causa
de la Liberación.
11. Un Ejército Popular de Liberación -que realiza una
guerra político-militar-, tiene que desarrollarse en dos direcciones: una
política, que tiende a ganar la simpatía y la ayuda de la población civil, y
otra, militar, que permita reponer y ampliar el material y los hombres perdidos
en acciones de guerra. A este respecto, las cuestiones financieras y la
economía de guerra son tan decisivas en la balanza de- la, victoria, como la
estrategia y la táctica de un competente Estada Mayor (E. M.).
12. En la política de guerra la propaganda no debe ocultar
la verdad, siempre que ello no produzca el pánico; hay que hacer una política
de guerra que despierte el entusiasmo; porque el entusiasmo, en política, es la
mayor fuerza para alcanzar el triunfo, hay, pues, que crear un sano y firme
entusiasmo, sin que éste tome contornos de falsas ilusiones sobre los triunfos
y las victorias del EPL.
13. En cuanto a los sectores de la población civil neutra,
sospechosa o peligrosa, hay que proceder por gradación: inmovilizando a las
personas peligrosas y vigilando de cerca a los sospechosos y neutros. Esta
tarea debe ser encomendada al pueblo y no al ejército; pues el pueblo conoce a
sus enemigos y se engaña menos que los policías.
La doctrina de la guerra revolucionaria tiene que inspirarse
en una filosofía política que deseche la táctica y la estrategia vulgares, que
exageran los triunfos propios y las derrotas del enemigo. Hay .que practicar
una política que no se deje nunca seducir por los triunfos fáciles y por
informaciones del enemigo poco seguras o fidedignas. Todo jefe militar tiene
que reflexionar, concienzudamente sobre su propia situación y la del enemigo;
pues de esa interacción dependerá su éxito o su fracaso en una operación
ofensiva o defensiva, en el curso de una campaña.
Un E. M. avezado en los problemas de la estrategia y de la
política global de guerra, no debe realizar planes que se contradigan con la
realidad militar. Por tanto, éstos han de ser cambiados, radicalmente, en
cuanto ellos comiencen a ser contradictorios. En la resolución de las
contradicciones militares reside el secreto de la dialéctica de la guerra. Tal
es la esencia de la estrategia; tal es la base del conocimiento de las leyes
que gobiernan la guerra y que constituyen los principios de la estrategia
moderna para la conducción de las guerras de emancipación nacional y social.
Un jefe militar y su E. M. tienen que conocer todos los
detalles que puedan influir en el éxito de una operación: (conocimiento de las
tropas propias y de las del enemigo, clase y cantidad de armamento en
presencia, reservas de municiones y de abastecimiento civil y militar, características
topográficas del terreno, clima, relieve y táctica habitual de los jefes
enemigos que están, inmediatamente enfrente, en la línea de fuego.
En una guerra popular, hay que interesar al pueblo en ella;
puesto que esa guerra acabará con el imperialismo, con los grandes
terratenientes y los grupos capitalistas reaccionarios que impiden el
desarrollo nacional y la industrialización acelerada de un país semi, colonial
o colonial. Para hacer la guerra del pueblo, los cuadros políticos tienen que
trabajar intensamente en la retaguardia, que es la base económica de los éxitos
de vanguardia. Hay, por tanto, que presentar el EPL, como un dechado de
heroísmo, como el arma de la justicia, como un ejército de liberación que
acabará con los traidores de dentro y con el imperialismo apoyado interiormente
en el capitalismo reaccionario y en los grandes señores que poseen la tierra en
forma de feudos. Hay que decir al pueblo que el gran enemigo de la guerra de
liberación, no es sólo el imperialismo, sino más aún la gran burguesía y los
grandes terratenientes que se vinculan al capitalismo foráneo a través de un
comercio ruinoso para la economía nacional, comercio que sólo enriquece al
capitalismo de los "trusts" internacionales y a sus servidores en el
seno de las burguesías y de las aristocracias indígenas vendidas al
imperialismo.
La "estrategia del pueblo en armas" implica una
política revolucionaria en el campo (revolución agraria) y en la ciudad
(revolución industrial), lo que supone expropiar a los terratenientes en el
campo y a los tiburones de la industria y de las finanzas en las ciudades al
grito de: "las fábricas para los obreros y las tierras para los
campesinos". La estrategia del pueblo en armas es invencible frente a los
ejércitos reaccionarios que apoyan al imperialismo yante las fuerzas militares
del propio imperialismo en tierra propia_
Bajo la protección del pueblo en armas, el EPL puede
aguantar una época contrarrevolucionaria -replegado transitoriamente en
determinadas regiones-, con la firme esperanza de alcanzar la victoria para
mejor época. Así, China pudo replegarse sobre el Yunan, cuando el Japón,
Alemania e Italia habían creado una época internacional contrarrevolucionaria a
través de la política del Eje Berlín-Roma-Tokio. Cuando éste se quebró, los
chinos volvieron al ataque, y de un ejército diminuto hicieron el Ejército Rojo
de la? Revolución que venció a Chiang-Kai-Chek, a pesar de las armas y de la
ayuda económica que le prodigaba el Pentágono. Cuando un pueblo se coloca,
sinceramente detrás de su gobierno y de su Ejército, puede resistir los embates
del imperialismo. En este sentido, la diminuta Corea es un ejemplo de heroísmo
y de excelente política antiimperialista frente al poderío financiero y militar
de Wall Street y del Pentágono.
Un ejército, que tenga una buena política de revolución
agraria, nutre sus filas de soldados campesinos que son los más resistentes y
de mayor rendimiento moral y físico en la guerra de guerrillas; soldados éstos
que deben tener la firme convicción de que se están batiendo por sus intereses:
(el derecho a la tierra que no quiere conceder el enemigo).
Hay que crear una base de Alianza Obrera y Campesina
permanente contra el Feudalismo, el Capitalismo y el Imperialismo, haciendo así
que las contradicciones sociales actúen contra estos grupos; y que
desaparezcan, en la lucha, las contradicciones existentes entre los obreros,
los campesinos, los intelectuales y la clase media.
En principio, el EPL no tiene poderío mientras que el
enemigo lo es todo; el ejército propio está constituído al formarse por un
puñado de hombres, por unos destacamentos que no tienen ni uniforme de soldados
ni armas tan poderosas como el enemigo; pero ese ejército -que es inicialmente
unas pocas unidades-, crecerá, luego numéricamente, si es justa su política con
los campesinos, los obreros y las clases medias; si su política plantea,
acertadamente, la revolución nacional de tipo democrático, en la etapa de lucha
contra el imperialismo y la aristocracia de la tierra, o la revolución socialista
en los países industrializados.
Cuando surge el ejército revolucionario, hay que economizar,
usurariamente, las tropas; hay que conservar intactas las fuerzas propias para
utilizarlas con ventaja, a fin de conseguir armas y abastecimientos de los que
se carece y que los tiene el enemigo; pero que perderá parte de ellas en
operaciones propias de ventaja. La estrategia estriba, entonces, en conservar
la moral y evitar los errores. Al principio, hay que emplear la ofensiva
estratégica (superioridad táctica) y la defensiva-activa (que es otra forma de
la ofensiva), a fin de desgastar moral y materialmente al enemigo, al par que
las tropas propias se amplían así con el botín conquistado al enemigo: (armas
pesadas y ligeras y abastecimientos para-militares) .
Un ejército revolucionario no debe temer el resultado
psicológico de operaciones basadas en planes de estrategia elástica. Las
grandes potencias imperialistas son siempre partidarias de la ofensiva
continuada, porque, cuando experimentan un gran revés, el pueblo, que no está
políticamente con sus gobiernos, se subleva en las derrotas: (1905 en Rusia).
En cambio, el ejército revolucionario puede operar, defensivamente, sin que su
moral y sus adeptos disminuyan al ceder una cantidad de terreno al enemigo que
obligue a éste a cansarse y entrar en tierra hostil.
Por tanto, durante la etapa de la guerra guerrillera, el EPL
ha de tener presente, en su doctrina militar, estos preceptos:
1. No transformar la guerra guerrillera en guerra nacional
de frentes continuos hasta que el enemigo no esté debilitado.
2. Para pasar a las grandes batallas, primero hay que
superar la etapa de las contra-campañas (le cerco enemigo. En esta etapa todo
cerco roto es una victoria táctica y estratégica que pesará, en lo futuro, en
la última batalla que ya comienza a ser ganada en las primeras.
3. No deben los jefes militares ni el pueblo, hablar de
victorias mientras np se rompan los cercos enemigos tendidos a los ejércitos
guerrilleros descentralizados. La victoria estratégica no se logra, si un cerco
es estrechado hasta el aniquilamiento de las tropas propias.
4. En las campañas de aniquilamiento, el enemigo se empeña
en brutales ofensivas que deben ser contestadas con retiradas elásticas que en
cierto momento y en terreno apropiado se transformen en ofensivas, cuando el
adversario esté extenuado. Así, pues, cuando el enemigo ataque, uno debe
defenderse y cuando él se defienda hay que atacarlo. Tal es el eterno proceso
de la guerra como resultado de la interacción de dos fuerzas contrarias que se
penetran e interdependen dialécticamente y que, finalmente, una de las dos se
transforma en su contraria por la victoria.
5. Dialécticamente, el cerco y la contracampaña que le debe
seguir, constituyen las formas contradictorias de un todo, en que una de las
partes se desarrolla a expensas de la otra.
6. Para un buen estratego toda batalla difiere de otra,
porque la guerra es un proceso cuantitativo que, en cierto momento, se
transforma cualitativamente, cuando uno de los dos adversarios ha perdido
cuantitativamente la partida. Vigilar ese proceso cuantitativo y cualitativo de
la guerra constituye la esencia de la estrategia, de la filosofía y de la
dialéctica de la guerra.
7. Debe evitarse que un enemigo poderoso pueda enfrentar a
las tropas propias en una sola batalla; pues el triunfo del más débil, en
principio, reside en que su aniquilamiento sea imposible por un enemigo,
inicialmente más fuerte.
8. No hay que darle importancia al terreno: se puede avanzar
y retroceder, pues para ganar hay primero que dar. Retirarse o avanzar, sólo
tiene significación en el conjunto de los objetivos esenciales de guerra y de
las operaciones. Así puede transformarse indistintamente la ofensiva en
defensiva y la defensiva en ofensiva. Tal es la nueva estrategia de las guerras
revolucionarias.
9. La retirada es siempre necesaria cuando un enemigo fuerte
impone sus decisiones. La gran marcha es conveniente entonces hacia posiciones
más seguras; particularmente cuando se opera en zonas no ganadas aun políticamente,
o cuando el imperialismo y sus secuaces poseen la fuerza militar más poderosa.
10. Ante una política militar de cercos repetidos no cabe la
defensiva sistemática,. sino alternada con "ofensivas avispa" en los
puntos más vulnerables del enemigo que deben ser sometidos a frecuentes
"operaciones golondrina".
11. El Ejército Revolucionario parte de la nada para
convertirse en la fuerza militar más potente. Cuando acabe la etapa guerrillera
vendrán los uniformes, habrá un Estado, una economía segura, una industria y un
poderío demográfico cada vez mayores. Por eso, toda revolución tiene sus
períodos de defensa y de ataque; la victoria exige que éstos no sean
confundidos. Así, pues, en principio, se retrocede para avanzar después, se
defiende el ejército para atacar, se va en zigzag para seguir la línea recta;
se abarca poco para apretar luego mucho, se va despacio para llegar más pronto.
Sin embargo, la retirada elástica nunca debe hacerse por
temores infundados sobre el poderío del enemigo. Del mismo modo, no hay que
tomar en consideración la política de los jefes militares, que envanecidos por
una pequeña o gran victoria, ya quisieran seguir una ofensiva sistemática que
podría consumir las fuerzas propias antes de tiempo, antes de la hora H en que
la ofensiva será continuada, como consecuencia de que la correlación de fuerzas
en presencia sea favorable al Ejercito Popular de Liberación.
En suma, para un Ejercito Revolucionario el terreno no es un
fin sino un medio para realizar una guerra maniobrera inspirada en una
estrategia que el enemigo sea incapaz de practicar, porque la guerra de
movimiento, de salto, de avance y de retirada rápida, sólo es posible cuando no
se es un general burgués que necesita un C. G., jefes de servicios de E. M.,
teléfonos, muchas tropas, material pesado, infinidad de medios de transporte, a
fin de no moverse del Puesto de Mando, y contar con perfumería, peluquería y
concubinas y otras comodidades poco castrenses.
LA
RETIRADA ESTRATÉGICA
En el curso de una guerra revolucionaria, hay que emplear
una estrategia que prepare, paulatinamente, el cansancio progresivo y la fatiga
estenuante del enemigo, a fin de atacarlo, cuando su moral este quebrantada a
causa del hambre, de las marchas, del sufrimiento, de sucesivas y pequeñas
derrotas y de la aversión que sientan los soldados enemigos por sus jefes
políticos y militares.
Napoleón fue vencido en Rusia, porque su ejército se
estrelló contra el vacío (retirada elástica) hasta agotar la mayor parte de sus
fuerzas morales y materiales. Luego fue atacado por los rusos en su retirada
desordenada; y así estos consiguieron éxitos militares decisivos que prepararon
la derrota de Leipzig. Las guerrillas españolas fueron aniquiladoras para el
ejército de Napoleón que operaba en el Oeste. Ambos frentes -el ruso y el
español- prepararon las batallas de Leipzig y de Waterloo.
La ofensiva sistemática -como guerra relámpago-, en cuanto
la guerra se alarga demasiado conduce a la derrota. Los alemanes en 1914-18 y
en 1939-45 cometieron el error de realizar una campaña ofensiva desesperada; en
la primera guerra, tuvieron su Marne y su Verdún y en la segunda guerra su
Stalingrado y Kúrsk-Bielgorod.
En cambio, la retirada francesa hacia París, en 1914,
modificó favorablemente la correlación de fuerzas en presencia a favor de los
franceses, aunque eran militarmente más poderosos los alemanes. La estrategia
defensiva gala permitió aniquilar el ala derecha del ejercito alemán, en el
Marne y en Verdún, y frenar así a todo el ejercito germano en el Frente
Occidental.
La estrategia de "ofensiva avispa" permitió al
general Hindenburg _aplastar a los rusos en Tannenberg, cayendo sobre un ala
del frente de éstos con superioridad de fuego y de fuerzas, lo cual obligó al
E. M. ruso a frenar su ofensiva y a hundir todo su frente, en extensión y en
profundidad. Los éxitos del mariscal Zhukov en la batalla de Moscú se basaron
en lograr la superioridad de fuego y de fuerzas sobre el enemigo en un punto
del frente. Así, pues, cuando los alemanes fueron superiores tácticamente los
soviéticos lo fueron estratégicamente y viceversa.
Por lo tanto, mientras un ejército revolucionario no cuente
con fuerzas y potencia de fuego igual a su enemigo, tiene que imponerse,
rigurosamente, la práctica de las normas que regulan la retirada estratégica:
* Hay que incitar al enemigo a que penetre en campo propio
para aniquilarlo en terreno abonado políticamente y propicio geográficamente.
Esta estrategia requiere un pleno dominio político de la región donde se
realicen las operaciones. Los jefes militares del EPL deben tener absoluta
confianza en su E. M. y en el Movimiento de Liberación; pues, de lo contrario,
podrían considerarse la retirada estratégica como sinónimo de traición. Tal vez
el factor esencial de la retirada estratégica no resida en la pericia del mando
para ordenar escalonadamente el repliegue, seno en convencer políticamente a
los militares leales en que "sólo retrocediendo se conseguirá luego
avanzar, dando un paso atrás para dar luego dos adelante".
* La retirada centrípeta debe converger sobre un ;punto
determinado del territorio propio. El Servicio de Información, continuamente,
debe comunicar, desde campo enemigo, los datos logísticos, morales,
psicológicos y la dirección de las columnas y, sobre todo, localizar las que
presenten puntos débiles y cuenten con mucho material, abundantes depósitos de
intendencia y gran cantidad de armamento ligero.
* Hay que evitar -a la defensiva- los fuertes golpes del
enemigo y castigarlo -a la ofensiva- cuando se retire.
* Hay que descubrir, en el E. M. enemigo, los errores
tácticos y estratégicos que este ha empleado sistemáticamente, a fin de
estimularlo en sus operaciones desastrosas.
* Al efectuar maniobras de dispersión, cuando el ataque
principal vaya dirigido hacia el Este se debe comenzar por operaciones menores
en el Oeste, a fin de desconcertar al enemigo.
* Presionado por el enemigo, el ejercito propio debe batirse
en retirada hasta que aparezca una brecha del adversario, que siempre se
produce y hay que saber aprovecharla y esperarla.
* El E, M. político-militar, en cuanto a estrategia debe
tener un especial tacto para fijar, geográfica y cronológicamente, la línea de
retirada del EPL. A este respecto, hay que efectuar previa_ mente, un intenso
trabajo de fortificaciones paga :utilizar el terreno defensivamente. Ahora
bien, si la ofensiva enemiga es violentísima y no resisten las fortificaciones
-o ello obligase a trabarse en una batalla final de aniquilamiento- antes que
comprometerse en ella, la retirada deberá continuar para modificar así la
situación favorablemente. Luego se obligará al enemigo a entrar en combates
aislados, donde comenzará a perder pequeñas batallas. No olvidemos que para
avanzar hay, a menudo, que retroceder. Aferrarse a la tierra -cuando no se es
tan fuerte como el enemimigo- conduce a jugarse estúpidamente el ejército en
una sola batalla; y esta estrategia de desesperados es propia de gentes que no
conocen la dialéctica de la guerra.
* —Para merecer la victoria es necesario prever oportunamente,
el momento de la retirada y del avance; una ofensiva precipitada sacrifica
vidas inútilmente y una retirada retardada produce, siempre, muchas bajas e
irreparables pérdidas. Por tanto, la ofensiva y la defensiva se emplean
indistintamente, según las informaciones que se tengan del enemigo y según la
situación propia.
* -Uno de los factores fundamentales para lograr la victoria
-en la guerra defensiva- estriba en preparar políticamente a la población
civil, a fin de que ésta tenga la convicción de que el enemigo va a entrar para
salir después quebrantado y desmoralizado. Así -durante la penetración
enemiga-, la población civil adepta se convierte en ejército guerrillero y en
espía del Servicio de Información en Campo Enemigo del EPL. Ahora bien, para que
el pueblo sienta la guerra de liberación, su guerra, la guerra del pueblo, hay
que liberar a éste de los señores de la tierra; y a los obreros de los
capitalistas que dominan la industria y el comercio en sociedad comanditaria
con el capital financiero foráneo.
Sin política popular no hay Ejército de Liberación, ni
posibilidades de derrotar al enemigo. No olvidemos, a este respecto, que
"la guerra es la continuación de la política por otros medios" y que,
para interesar en una guerra revolucionaria al pueblo, hay que redimirlo del
feudalismo, del gran capitalismo y del imperialismo.
Cuando el pueblo da su sangre, en una guerra de liberación y
rivaliza en heroísmo, la victoria es segura. No importa que, en principio, las
fuerzas propias retrocedan. Lo que cuenta es que éstas se conserven para
emplearlas en mejor oportunidad, a fin de recuperar luego el espacio perdido.
Cuando los soviéticos fueron sorprendidos por los alemanes, el 22 de junio de
1940, sólo les que daba un recurso frente a la Wehrmacht: ceder terreno
y cansarlos hasta esperar un momento favorable de contraofensiva. He aquí lo
que dijo -a este respecto- el mariscal soviético Sokolovsky -ante un grupo de
jefes del E. M. durante el desarrollo de la "batalla de las
fronteras"-: "Los soviéticos somos todavía mucho más débiles que los
alemanes. Nuestros efectivos son numéricamente inferiores, nuestro material es
cualitativamente inferior al material alemán... Por tanto, un factor nos es
favorable: el espacio. Hace falta utilizar este factor para castigar, fatigar y
desgastar al enemigo, haciéndole sufrir pérdidas de hombres y de material, para
paralizarlo y disminuir así su potencial y su dinamismo".
A propósito de la "defensiva elástica" el mariscal
Rokossovsky -considerado el Massena o el Clausewitz de los mariscales
soviéticos- dijo, comentando la batalla de Stalingrado ante el E. M. soviético:
"Las fuerzas acorazadas de von Manstein, denominadas "motpulk"
(puño de acero), fueron aniquiladas por la artillería del mariscal Voronov,
colocada en la ribera opuesta del Volga, fuera del alcance de los
"motpulk". Mientras la artillería de Voronov cumplía su cometido se
imponía una estrategia defensiva, a fin de no prestarse a una batalla de
aniquilamiento. Hacía falta ceder espacio para ganar tiempo, y para no
comprometer rápidamente las reservas en formación. Es la estrategia defensiva,
inicialmente, la que nos salvó en Stalingrado. Y es que ante la superioridad
táctica de los alemanes nosotros debíamos buscar soluciones exclusivamente
estratégicas". Luego irónicamente, el mariscal Rokossovsky terminaba así
su disertación: "Cuando Júpiter quiere perder a cualquiera comienza por
privarle de la razón".
Si en las guerras, entre grandes potencias industriales, da
resultado la estrategia defensiva, es indudable que ella será aun más eficiente
para comenzar la lucha armada por el triunfo de los movimientos (le liberación
nacional de carácter antiimperialista: (Indochina, Indonesia, Filipinas, China,
Corea, Malasia, etc.).
Las guerras, que se van a producir en la segunda mitad del
siglo XX serán, predominantemente, de carácter antiimperialista o guerras
civiles que plantearán la revolución socialista, 'en los países avanzados, y la
revolución popular en los países subdesarrollados.
LAS GUERRAS FUTURAS
Todas las guerras que se produzcan, en lo futuro, serán
eminentemente políticas. Por consiguiente, los Estados Mayores (E. M.) deberán
ser político-militares. A este respecto, dice el mariscal soviético
Vassilevsky: "Las masas proletarias deben sincronizar sus manifestaciones
de clase con las operaciones puramente militares,en las cuales participa el
Ejército Rojo. Así el E. M. de este ejército debe ser compuesto de militares
calificados y de miembros del Partido que ocupen los puestos más elevados. Y es
en las manos de éstos, y no en las de los militares, donde deben estar las
palancas de mando".
El mariscal Bulganin, en su tesis: "Los problemas de la
guerra y de la paz en la época del ultra-imperialismo" -planteando la
guerra político-militar- dice: "Estando dados los enormes espacios sobre
los cuales se desenvuelven las operaciones, es muy difícil encontrar una
solución a la guerra por medios puramente militares. Los medios políticos -la
propaganda-, se convierten, por tanto, en un arma tan eficaz como los cañones,
los aviones y los carros.
"Estos medios políticos provocan la parálisis del
ejército enemigo, disolviendo el valor combativo de sus soldados y aniquilando
la autoridad de sus E. M., mediante el quebrantamiento de la disciplina y de la
jerarquía".
"Es, pues, evidente que la preparación de la guerra
debe comprender -al lado de las medidas estrictamente militares, concernientes
a la movilización de los efectivos, su transporte, su abastecimiento en
municiones, su equipo moderno de aviones, carros, cañones autotransportados y
carburante necesario-, la organización de un sistema de propaganda política,
cuya finalidad estriba en cimentar firmemente la unidad y la moral de los
combatientes y de Insuflarles la voluntad de batirse hasta la muerte".
"Otro fin "constructivo" de la propaganda
debe estribar, sobre todo, en un fin "destructivo", en lo que
concierne a los ejércitos enemigos: actuar sobre su moral por todos los medios,
para descomponer su unidad interior y, sobre todo, destruir, en caso de
coalición, la unidad de acción de los Estados Mayores". La política
soviética contra la C.D.E.
está destinada así a explotar las rivalidades y la desconfianza existente ya
entre los aliados occidentales y, sobre todo, entre Alemania y Francia; luego
será entre España y Francia, a propósito de Marruecos, y después entre unos
países capitalistas occidentales contra los otros.
El mariscal Bulganin -concretando su tesis sobre la guerra
político-militar-, añade: "Los ejércitos que pierden su unidad interior y
su solidaridad de acción son ejércitos anulados , bien que desde el punto de
vista militar (armamentos y efectivos), ellos representen todavía un cierto
potencial". A este respecto, el ejército francés de 1940 y el ejército
italiano de 1943 revelaron una incapacidad manifiesta para defenderse y atacar,
porque ambos estaban desarmados moralmente. Los soldados no creían en la guerra
entre capitalistas, porque, en ella, siempre paga el pueblo el capital y los
intereses que cuesta. Perfilando los contornos de la guerra futura, el mariscal
Bulganin, expresa: En una nueva guerra... "la derrota significaría • la
desaparición física del gobierno del país vencido y la instauración de otro
régimen político, que representará a las capas sociales favorables a los
intereses del vencedor".
..."las grandes guerras precedentes han demostrado la
existencia de una ley histórica: la de que el que tiene la superioridad en el
mar gana la guerra. Actualmente, esta ley se ha hecho caduca. La posición de
"dueño de los océanos" fue favorecida por la existencia sobre el
continente europeo de dos potencias continentales, que se neutralizaban
recíprocamente: Rusia y Alemania.
"Una guerra futura vería al continente europeo unido en
torno a la URSS. El
dueño del mar, por tanto, perdería su situación privilegiada; de hecho, ya la
ha perdido.
Otro factor antiimperialista -según Bulganin- lo constituye
"la participación inminente de ciertos países semi-coloniales en la
guerra, participación provocada por el deseo de acelerar su emancipación
económica y de ocupar un lugar independiente, o autónomo en la economía
mundial".
"No hace falta creer -prosigue- que todos estos países
estarán con nosotros. La guerra será político-militar. Los países coloniales o
semi-coloniales -cuyos intereses son semejantes a los de nuestros enemigos
eventuales se colocarán, evidentemente, al lado de ellos".
En fin -según Bulganin- "la noción de neutralidad no
será ya lo que fue. La neutralidad militar será posible a ciertos países
alejados (Hispanoamérica?) ; pero la neutralidad económica será imposible de
mantener. Los países "neutrales" serán incluidos automáticamente
cuando terminen las hostilidades, en la armazón económica y en el régimen
social del vencedor, exactamente como los países vencidos. (De ahí la universalidad
de un triunfo socialista en escala universal). En consecuencia, del eventual
choque entre el mundo capitalista y del mundo comunista puede surgir, dentro de
poco tiempo, un nuevo mundo que hay que esperar se oriente hacia el socialismo.
Los días del capitalismo imperialista están contados en los
años que quedan del siglo XX. Ahora corresponde a los revolucionarios asimilar
la dialéctica de desintegración del imperialismo -en sus contradicciones
económicas, sociales y jurídicas sin olvidar el conocimiento de la dialéctica
de la guerra-, a fin de escoger oportunamente el momento histórico-político de
eclosión de los movimientos de liberación nacional; y luego saber conducir las
guerras de emancipación antiimperialista que de ellos se deriven. Creemos haber
logrado ese objetivo en este libro, que no dice ya solamente que "el
imperialismo es la última etapa del capitalismo", sino que añade y señala
que ya estamos en "esa última etapa" de desintegración del
imperialismo. En este sentido, creemos haber aportado una obra revolucionaria
que hacía falta en la literatura marxista. Y si no nos engañamos en nuestras
apreciaciones, "El imperialismo del Dólar", será el mejor antídoto
contra la expansión del "macCarthismo", el "burnhamismo" y
contra la "diplomacia de la estrangulación" y la política subterránea
internacional de los trusts de Wall Street que -hacia adentro- llevan su
contrario: el socialismo y hacia afuera: el imperialismo. Por eso, en buena
dialéctica, todas las posiciones que pierda el capitalismo yanqui, hacia
afuera, le producirán una revolución social hacia adentro. De ahí que luchar
contra el imperialismo y vencerlo constituya el camino más corto y seguro de la
humanidad hacia el socialismo.
CONCLUSIÓN
La guerra -como dijo Clausewitz- procede siempre de una
situación política y tiene como fin un objetivo político. Es, pues, en esencia
un acto político; es la continuación de la política.
En síntesis, las leyes de la guerra son siempre las mismas,
en el espacio y en el tiempo, aunque su aplicación varía, en, las distintas
etapas de la civilización. De ahí que la estrategia de ayer no sea válida
mañana, cuando las circunstancias, las relaciones de clases y el progreso
técnico modifican el arte militar.
La filosofía de la guerra se basa, esencialmente, en lograr
la superioridad moral, numérica y material de un ejército contra otro; en
sorprender al contrario; en el secreto y en la rapidez de las operaciones; en
la necesidad de reunir las fuerzas en tiempo y espacio; en ser fuerte
estratégicamente, cuando el enemigo lo es tácticamente y viceversa; en ser más
fuerte que el enemigo en un punto decisivo; en la estrategia defensiva, cuando
el adversario presiona ofensivamente, con superioridad de fuerzas y de fuego,
hasta que llegue el momento del trastocamiento de la correlación de fuerzas en
presencia; en contrarrestar los ataques a medida que éstos descubren sus puntos
débiles o vulnerables y, en fin, en una dialéctica que permita ser fuerte en un
punto del frente, cuando se es débil en la totalidad de éste.
No debemos olvidar --como decía Engels- que “el armamento,
el reclutamiento, la organización, la táctica y la estrategia dependen, ante
lodo, de la forma de producción y del estado de las comunicaciones en un
momento dado".
La creación de las armas de fuego -si bien tuvo la virtud de
modificar el arte de la guerra medieval- tuvo, además, el gran mérito de
liquidar el poder- de los -señores feudales escudado tras de sus pesadas
armaduras y de sus castillos-fortalezas.
"Las armas de fuego -expresa Engels- fueron, desde el
prin-cipio, las armas de la ciudad y de la monarquía, que se desarrollaba y
apoyaba en las ciudades contra la nobleza feudal. Las murallas de piedra de los
castillos hasta entonces inabordables, caían al empuje de los cañones de los
burgueses, al par que las balas de los arcabuces perforaban las corazas de los
caballeros".
La guerra moderna, por su amplitud de medios económicos
movilizados, es ya insoportable para las economías nacionales. En este sentido,
el militarismo, a medida que se expande por la enormidad de su costo
financiero, echa las bases de su propia destrucción, pues la sociedad entera no
puede soportar la orgía que supone la militarización de las economías
nacionales.
Por tanto, toda guerra moderna lleva, en su vientre, la
revolución proletaria. Y es que la guerra proviene de que las formas
productivas, engendradas por la sociedad capitalista, han entrado en
contradicción con las relaciones sociales existentes, por lo cual la revolución
socialista es ya una necesidad, a fin de trastocar de raíz el aparato de
producción y de distribución de la riqueza, constreñida por los intereses
privados de las oligarquías dominantes.
La guerra moderna es un "affaire" entre los grupos
nacionales de la burguesía imperialista y tiene por objeto -hoy como ayer-
realizar una redistribución de las riquezas mundiales en beneficio de las
grandes potencias y en perjuicio de las naciones débiles.
En consecuencia, luchar contra la guerra es luchar
francamente contra ese nacionalismo estúpido que sacrifica las vidas de los
obreros y de los campesinos en holocausto de las burguesías nacionales. Así,
pues, para desterrar la guerra sobre el globo terráqueo, hay que arrebatarle el
Poder a la clase que dirige la guerra o que vive de ella, en su exclusivo
beneficio.
Como señaló, justamente, Lenin: "si la guerra es una
guerra imperialista reaccionaria, es decir, una guerra entre dos grupos
mundiales de la burguesía reaccionaria imperialista, expoliadora, bandolera,
toda burguesía - (incluso de un pequeño país) se hace cómplice de la rapiña, y
yo, representante del proletariado revolucionario, tengo el deber de preparar
la revolución proletaria mundial cómo única salvación de los horrores de la
guerra mundial. No debo razonar desde el punto de vista de "mi" país
(porque esto es la manera de razonar de un filisteo nacionalista, desgraciado
cretino) que no comprende que es un juguete en manos de la burguesía
imperialista, sino desde el punto de vista de mi participación en la
preparación, en la propaganda y en la aceleración de la revolución proletaria
universal".
En consecuencia, para acabar con la guerra imperialista, el
proletariado tiene que hacer su propia guerra revolucionaria, suprimiendo, en
cada país, a la burguesía como clase dominante. Esta guerra revolucionaria será
la última de las guerras que, con su victoria, inaugurará, en el mundo, el
reinado de la paz perpetua con la constitución de una sociedad sin clases
antagónicas que supere al nacionalismo burgués.
Ahora bien -para que la victoria del proletariado sobre la
burguesía sea efectiva y no en el papel-, éste tiene que organizar su propio
ejército, su propio Poder de clase, pues, sin "desorganización" del
ejército capitalista no puede producirse ninguna clase de revolución. Como
-dijo Lenin- "el ejército es el instrumento más consistente en que se
apoya el viejo régimen, el escudo más sólido de la disciplina burguesa, para
apoyar la dominación del capital, para mantener y formar la mansedumbre servil
y la sumisión de los trabajadores ante esa dominación. En este sentido, la
contrarrevolución nunca pudo tolerar que al lado del ejército existieran
obreros armados",
El desarme de las guerrillas europeas (FFI) en Francia y en
otros países es prueba evidente de que la burguesía recupera su Poder a medida
que les quita las armas de las manos a los trabajadores.
Por eso, el primer mandamiento de toda revolución triunfante
-según Marx y Engels- estriba en deshacer el vieja ejército, disolviéndolo y
reemplazándolo por uno nuevo. Una nueva clase no consolida su Poder, sino a
condición de romper la vieja máquina del Estado que lo precedió. La revolución
tiene que serlo de instituciones para evitar así las contrarrevoluciones y el
retorno para siempre al antiguo régimen.
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Abraham Guillén Sanz, militante anarquista y economista
libertario. Nacido el 9 de marzo de 1913 --según algunxs el 13 de marzo-- en
Corduente (Guadalajara, España). Muere el 1 de agosto de 1993 en Madrid
(España).
De joven realizó tareas agrícolas y trabajó extrayendo
resina. Después estudió en Madrid becado por las autoridades republicanas.
Afiliado a las Juventudes Libertarias de bien jovencito, fue también miembro de
CNT y de la
Federación Anarquista Ibérica (FAI). Durante los primeros
meses de la guerra civil fue director de Juventud Libre, editada por el Comité
Peninsular de las FIJL. También fue redactor de Castilla Libre y de CNT.
Marchó al frente y a partir de 1938 fue comisario político
en la XIV División
y del IV Cuerpo del Ejército, comandado por Cipriano Mera. También dirigió
Nosotros, portavoz de FAI, de la Federación Ibérica de Juventudes Libertarias
(FIJL) y de la Columna
de Hierro en València.
El final de la guerra lo sorprendió en Alicante, donde fue
detenido en el puerto. Condenado por un tribunal de guerra franquista, que le
pidió la pena de muerte y que se la conmutó en el proceso por una condena de 20
años, fue trasladado a la colonia penitenciaria de Añover de Tajo, donde se
evadió en 1942.
Después formó parte del Comité Nacional de la CNT clandestina hasta su
detención en 1943. Encerrado en la prisión de Carabanchel, pudo escapar la
noche de fin de año de aquel mismo año y, ayudado por un clan de gitanos
libertarios, pasó a Francia en 1944. En el exilio francés dirigió en la sombra
Solidaridad Obrera en la época de Laureano Cerrada y más tarde se implicó en
las activitades de la procomunista Junta Suprema de la Unión Nacional
Española (UNE), hecho por el cual fue expulsado de la CNT el 1 de febrero de 1946,
pero fue rehabilitado con la llegada de Germinal Esgleas a la dirección del
exilio.
En 1948 emigró a Argentina y pasó un tiempo en Uruguay y en
Cuba. Durante el peronismo editó Economía y finanzas. En Buenos Aires se
licenció en Económicas y fue profesor de Economía Política y director de Investigación
Económica de la Facultad
de Derecho y Ciencias Sociales de Buenos Aires. En Argentina colaboró en
diversos periódicos, como: El Laboralista y Democracia; en Montevideo Acción; y
en Lima, La Prensa.
También fue asesor económico de la Universidad de Trabajo
de Uruguay y experto internacionalista de la Organización
Internacional del Trabajo (OIT) en economía autogestionaria y
desarrollo cooperativo en Perú.
En 1961 fue encarcelado durante unos meses acusado de ser
miembro de los uturuncos, guerrilla activa al noroeste de Argentina durante
1960 y 1961; a raiz de este hecho pidió asilo político en Uruguay en 1962 y,
poco después, se puso en contacto con los elementos revolucionarios de este
país. Durante estos años fue investigado de cerca por los servicios de
inteligencia latinoamericanos y norte-americanos.
Cuando murió Franco, volvió a la península y en los últimos
años destacó como conferenciante y escritor de ensayos en la prensa libertaria
(Anarkia, Año Zero, Bicicleta, Cenit, CNT, Espoir, Icaria, Ideas-Orto, Historia
Libertaria, La Lletra A,
Nahia, El Olivo del Búho, Solidaridad Obrera, Tierra y Libertad, Vida Obrera,
etc.). Su nombre -también utilizó pseudónimos (Jaime de las Heras, Fernando
Molina, Arapey, etc.)- se popularizó como experto en técnicas de guerrilla
urbana, en multinacionales, en autogestión y en temas relacionados con al
guerra de España y la degeneración del comunismo. Para muchxs, fue el creador
de la guerrilla urbana y de sus plasmaciones prácticas americanas (tupamaros,
uturuncos, etc.); algunxs lo han calificado de anarcomarxista y de guevarista.
Es autor de una cincuentena de libros sobre economía, política, filosofía,
estrategia, historia, etc.
Algunos de los títulos que publicó son: La agonía del
imperialismo (dos tomos) (1957), El imperialismo del dólar (1962), Teoría de la
violencia (1965), Estrategia de la guerrilla urbana (1965), La rebelión del
tercer mundo (1969), Democracia directa (1970), Socialismo de autogestión
(1971), La elite del poder en España (1973), La colonización financiera del FMI
(1973), La propiedad social, modelo de desarrollo peruano (1976),
Revalorización de la guerrilla urbana (1977), Guerrilla 1 (en colaboración con
otros autores) (1978), El capitalismo soviético: última etapa del imperialismo
(1979), Economía libertaria, alternativa para un mundo en crisis (1988),
Economía autogestionaria. Las bases del desarrollo económico de la sociedad
libertaria, (1990), Socialismo Libertario. Ni capitalismo de monopolios ni
comunismo de estado (1990), Técnica de desinformación (1991).
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Ya se ha actualizado el apartado de biografias dedicado al
economista libertario Abraham Guillén. Se han incluido, además de algunas publicaciones
recientemente localizadas y adquiridas, aquellos materiales y trabajos sobre
Abraham Guillén que puedan ser de interés para los socios y socias,
investigadores y curiosos por conocer la extensa obra de este economista.
Se puede consultar una breve biografia y la bibliografia
completa pinchando aqui y también a continuación
Abraham Guillén Sanz nació en Corduente (Guadalajara) en
marzo de 1913 y murió en Madrid en agosto de 1993. Resinero en su pueblo natal
y estudiante en Madrid, fue becado por la República. Afiliado
a la Federación
Ibérica de Juventudes Libertarias (FIJL) en edad temprana,
fue también miembro de la Confederación Nacional del Trabajo (CNT) y de la Federación Anarquista
Ibérica (FAI). Combatió en la guerra de 1936 y fue comisario de la 14ª División
y del Cuarto Cuerpo de Ejército, comandado por Cipriano Mera; también dirigió
Nosotros, portavoz de la
FAI-FIJL-Columna de Hierro en Valencia. El final de la guerra
le sorprendió en Alicante, donde se le detuvo; fue condenado a muerte aunque
posteriormente se le conmutó la pena por veinte años de prisión,. Protagonizó
dos fugas, una de Añover de Tajo (1942), tras la que militó en el Comité
Nacional hasta su detención en 1943, la segunda con éxito: en 1945 escapó de
Carabanchel y ayudado por una tribu de gitanos libertarios pasó a Francia.
Una segunda fase de
su vida se inicia con su marcha a Argentina (1948), Uruguay y algún tiempo en
Cuba. Licenciado en Ciencias Económicas, ejerció de profesor de Economía
Política (director de investigación económica en la Facultad de Derecho y
Ciencias Sociales de Buenos Aires) y columnista de El Laborista, Democracia en
Buenos Aires, de asesor económico de la uruguaya Universidad del Trabajo y
periodista de Acción de Montevideo, de experto internacional de la OIT en economía
autogestionaria y desarrollo cooperativo en el Perú, donde además colaboró en
La prensa de Lima. Muerto Franco, retorna a España y en los últimos años
destaca como conferenciante. Se le considera como el gran teórico de la guerrilla
urbana y sus plasmaciones prácticas americanas (tupamaros, uturuncos, etc.).
A lo largo de su vida fue redactor de Juventud Libre en
1937, FIJL, director de Nosotros, Columna de Hierro, etc; también fue
colaborador de numerosos periódicos de América (comentarista de economía y
política internacional en la prensa peruana, uruguaya y argentina) como El Sol
de Costa Rica o Diario 16 en España y en la prensa libertaria: Año Zero,
Bicicleta, Cenit, CNT, Espoir, Icaria, Ideas-Orto, Historia Libertaria, La Lletra A, Nahia, El Olivo
del Búho, Solidaridad Obrera de Valencia, Tierra y Libertad de México, Vida
Obrera. Autor de una cincuentena de libros, su nombre se popularizó como
experto en, además de las técnicas de guerrilla urbana, la economía mundial, el
poder e implantación de las multinacionales, la economía autogestionaria y
temas relacionados con la guerra de España y la degeneración del comunismo.
Algunos de los títulos que publicó son: La agonía del
imperialismo (dos tomos) (1957), El imperialismo del dólar (1962), Teoría de la
violencia (1965), Estrategia de la guerrilla urbana (1965), La rebelión del
tercer mundo (1969), Democracia directa (1970), Socialismo de autogestión
(1971), La elite del poder en España (1973), La colonización financiera del FMI
(1973), La propiedad social, modelo de desarrollo peruano (1976),
Revalorización de la guerrilla urbana (1977), Guerrilla 1 (en colaboración con
otros autores) (1978), El capitalismo soviético: última etapa del imperialismo
(1979), Economía libertaria, alternativa para un mundo en crisis (1988),
Economía autogestionaria. Las bases del desarrollo económico de la sociedad
libertaria, (1990), Socialismo Libertario. Ni capitalismo de monopolios ni
comunismo de estado (1990), Técnica de desinformación (1991).
Bibliografía completa del autor
Libros y documentos de
trabajo
1. El destino de hispanoamérica. Bajel. 1952.
2. La oligarquía y el imperialismo. Dos males de la economía
argentina. Bs.As., Cuadernos de Cátedra Lisandro de la Torre, 1957. INCLUYE: La
oligarquía en la crisis económica argentina. Ed. Cátedra Lisandro de la Torre. Buenos Aires
1956 y Monopolios y latifundios contra la economía argentina. Como salir de la
crisis estructural. Ed. Cátedra Lisandro de la Torre. Buenos Aires,
1956
3. La conspiración de la oligarquía. Radiografía del plan
Prebisch. Editorial Guitem. Buenos Aires.1956.
4. La energía atómica y la industrialización argentina.
Publicación en folleto.
5. La agonía del imperialismo. La crisis del capitalismo
monopolista y la dialéctica de sus contradicciones. Tomo 1. Editorial Sophos.
Buenos Aires. 1957.
6. La agonía del imperialismo. Los nuevos métodos de
colonización financiera en la dinámica de la economía capitalista. Tomo 2.
Editorial Sophos. Buenos Aires. 1957. (La lucha armada contra el imperialismo
parte 1 y parte 2)
7. Historia de la revolución española. Editorial Coyacán.
Buenos Aires. 1961.
8. El imperialismo del Dólar. América Latina: Revolución o
Alienación. Buenos Aires, 1962.
9. 25 años de economía franquista. Ed. Periplo, Buenos
Aires, 1964.
10. La segunda revolución española. Ed. Siglo ilustrado.
Montevideo, 1965. (2ªEd. 1967).
11. Teoria de la violencia. Guerra y lucha de clases.
Editorial Jamcana. Buenos Aires. 1965.
12. Uruguay, país en crisis. Nativa Libros. Montevideo.
1966.
13. Estrategia de la guerrilla urbana. Manuales del pueblo.
Montevideo. 1966.
14. Como derrocar a Franco? España: estrategia para la
liberación. Montevideo, unpublished ms. 1966.
15. El dilema económico de America Latina. Nativa Libros.
Montevideo. 1967.
16. El mar: riqueza virgen del Uruguay. Montevideo,
Universidad del Trabajo de Uruguay, 1967.
17. Comandante Ernesto Che Guevara. Guerra de guerrillas.
Montevideo/Uruguay, 1968.
18. Pesca industrial y desarrollo económico. Ed. de la Universidad del
trabajo. Montevideo, 1968.
19. Checoslovaquia 1968 (en colaboración con otros autores):
“El rublo, el COMECON y Checoslovaquia”. Ed. Mordejai. Anilevich. Montevideo
1968.
20. Dialéctica de la política. Los años decisivos del siglo
XX: crisis, guerras y revoluciones. Ediciones cooperativa obrera grafica. 1969.
21. La rebelión del tercer mundo. Andes, 1969.
22. Desafío al pentágono. La guerrilla latinoamericana.
Editorial Andes. 1969. (Capitulos 1 - 2- 3).
23. Democracia directa. Autogestión y socialismo. Editorial
Aconcagua. 1970.
24. Estrategia de la revolución latinoamericana. Montevideo,
unpublished ms, 1971.
25. Socialismo de autogestión (de la utopia a la realidad).
Ed. Aconcagua. Montevideo, 1971. RESEÑA. Nueva sociedad nº6 mayo-junio 1973
26. La década crítica de América Latina. Editorial Sandino.
1971.
27. El rublo y el dólar dominan el mundo. Montevideo,
unpublished ms., 1971.
28. Dialéctica de las contradicciones en la Unión sovietica. 1972.
Mimeo.
29. La guerrilla urbana de los Tupamaros en el Uruguay.
1972. Mimeo.
30. El desarrollo desigual entre las dos Américas.
Montevideo, unpublished ms., 1972.
31. El pueblo en armas: estrategia revolucionaria.
Montevideo, unpublished ms., 1972.
32. Neo-Marxismo y acción directa: Marx y Bakunin. ¿Estado
burocrático o democracia directa? Montevideo, unpublished ms., 1972.
33. La caída del dólar. El derrumbe del FMI. Editorial
Aconcagua. 1972.
34. La elite del poder en España. Ed. Aconcagua. Montevideo, 1973.
35. The
philosophy of the urban guerrilla. William Morrow & Co, 1973.
36. La colonización financiera del Fondo Monetario
Internacional. Transformaciones nº109. 1973.
37. Poder y crisis del dólar. Transformaciones nº94. 1973.
38. La universidad y el proceso de liberación de america
latina. 1973.
39. La universidad y el proceso de liberación nacional.
Libreria Cimarron. 1973
40. La dependencia economica en america latina. Tekne. 1973
41. La epopeya de la defensa de Madrid: combates homéricos
de un pueblo invicto. 1975. Mimeo.
42. ¿Como se crea y funciona una empresa de propiedad
social?. 1975. Mimeo.
43. Modelos de empresas de propiedad social. 1975. Mimeo.
44. Propiedad social y economia nacional. Perú. 1970-1975.
Mimeo.
45. El cooperativismo peruano (interacción y desarrollo).
Ed. Central de cooperativas agrarias café-perú. Lima, 1975.
46. Economia cooperativa: niveles de su integración y
desarrollo. Central de cooperativas agrarias café-perú. 1975
47. Curso Regional Andino sobre Desarrollo y Participación.
Aproximación a una nueva teoría de las crisis económicas ¿ciclos económicos o
crisis sistémica?. Lima 20 al 30 de Mayo de 1975. Centro de Estudios de
Participación Popular. Sistema Nacional de Apoyo a la movilización social.
48. Curso Regional Andino sobre Desarrollo y Participación.
El gap tecnológico entre las dos americas. Dos mundos distintos en un mismo
continente. Lima 20 al 30 de Mayo de 1975. Centro de Estudios de Participación
Popular. Sistema Nacional de Apoyo a la movilización social.
49. Curso Regional Andino sobre Desarrollo y Participación.
Explosión demográfica, latifundio y revoluciones en america latina. “Geografía
del hambre” y desarrollo agropecuario. Lima 20 al 30 de Mayo de 1975. Centro de
Estudios de Participación Popular.
50. Curso Regional Andino sobre Desarrollo y Participación.
Imperialismo y mercado común latinamericano. Unidad efectiva y no retórica de
los países latinoamericanos. Lima 20 al 30 de Mayo de 1975. Centro de Estudios
de Participación Popular. Sistema Nacional de Apoyo a la movilización social.
51. Curso Regional Andino sobre Desarrollo y Participación.
La industrialización en américa latina. Con mercados chicos, no se puede crear
una industria grande. Lima 20 al 30 de Mayo de 1975. Centro de Estudios de
Participación Popular. Sistema Nacional de Apoyo a la movilización social.
52. Curso Regional Andino sobre Desarrollo y Participación.
La larga crisis de america latina. El dilema histórico: reforma a tiempo o
revolución violenta. Lima 20 al 30 de Mayo de 1975. Centro de Estudios de
Participación Popular. Sistema Nacional de Apoyo a la movilización social.
53. Curso Regional Andino sobre Desarrollo y Participación.
Las inversiones extranjeras en america latina. De la colonización bajo bandera
a la neo-colonización financiera. Lima 20 al 30 de Mayo de 1975. Centro de
Estudios de Participación Popular. Sistema Nacional de Apoyo a la movilización
social.
54. Curso Regional Andino sobre Desarrollo y Participación.
Los nuevos métodos de colonización. El poder omnímodo del Dólar en el FMI. Lima
20 al 30 de Mayo de 1975. Centro de Estudios de Participación Popular. Sistema
Nacional de Apoyo a la movilización social.
55. Crso Regional Andino sobre Desarrollo y Participación.
Paises dependientes y potencias imperialistas. Endeudamiento de los pobres y
relación de intercambio. Lima 20 al 30 de Mayo de 1975. Centro de Estudios de
Participación Popular. Sistema Nacional de Apoyo a la movilización social.
56. La republica socialista: autogestión o burocracia?.
1976. Mimeo.
57. La propiedad social, modelo de desarrollo peruano
(modelo peruano de autogestión). Ed. CENTRO-SIAMOS. Lima, 1976.
58. Revalorización de la guerrilla urbana. Ed. A.Guillén y
D.Hodges. El Caballito México 1977.
59. I.T.T. I.B.M. en España (dependencia o
autodeterminación). Ed. Zero. Madrid, 1978.
60. Guerrilla 1 (en colaboración con otros autores). Ed.
Hacer. Barcelona, 1978.
61. El capitalismo soviético: última etapa del imperialismo.
Queimada, 1979.
62. El error militar de las izquierdas. Análisis estratégico
de la guerra civil española 1936-1939. Hacer, 1980.
63. El control de los derechos humanos y la doctrina de la
seguridad nacional. Primer congreso Mundial de Derechos Humanos, Alajuela,
Costa Rica. 1982. Mimeo.
64. Stadguerilla in Lateinoamerika, por Abraham Guillén.
Rhizon Verlag. Berlin occidental, 1984.
65. Der krieg ahne Fronten und Schlachten, por Abraham
Guillén. Rhizon Verlag. Berlin, 1984.
66. Economia Libertaria. Fundación Anselmo Lorenzo, Madrid,
1988.
67. Economia Autogestionaria. Fundación Anselmo Lorenzo,
Madrid, 1990.
68. Socialismo Libertario. Madre Tierra, Madrid, 1990.
69. Tecnica de desinformación. Fundación Anselmo Lorenzo,
Madrid, 1991.
70. Revista Iberoamericana de Autogestión y Acción Comunal.
Nº28,29-30 (Homenaje a Abraham Guillén. 1993.
Obras inéditas (o en preparación en su momento):
71. Autobiografía.
72. Guerrilla 2.
73. Guerrilla 3. Hacer, 1980.
74. El capitalismo de Wall Street.
75. La crisis del franquismo y la liberación de España.
76. La dialéctica del pensamiento económico.
77. Principios de estrategia económica.
78. La guerra de España 1936-1939 (4 Tomos, obra inédita).
Sin Fecha.
79. Filosofía de la acción.
80. Capitalismo y alienación.
81. España, agonía de un régimen (soluciones
revolucionarias).
82. Estrategia de la acción directa. La guerra
revolucionaria sin barricadas ni frentes fijos ni batallas prolongadas.
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En Anarkismo.net
Luego de terminada la segunda guerra mundial, han
proliferado las guerra revolucionarias, si bien las guerrillas yugoeslavas,
albanesas y chinas se insertaron o surgieron con la guerra a la escala
universal. Apenas habían silenciado su tronar los cañones de la guerra
imperialista, estallaron guerras revolucionarias: Grecia, Irán, Indochina,
Argelia, Colombia, Cuba, El Congo, Angola, etc. Todo lo cual demuestra que
estamos viviendo en una época de grandes conmociones sociales, muy similar a la
de las guerras de religión (Reforma); pero ahora mucho más universal, vasta y revolucionaria;
en el Siglo XVI emergía el capitalismo de las cenizas de la Edad Media; en nuestra
época, aflora el socialismo por todos los poros sangrantes del capitalismo;
pero no por evolución, sino más bien por revolución.
Objetivamente las condiciones históricas son
revolucionarias; pero la victoria de los revolucionarios depende,
subjetivamente, de emplear o no una política, una dialéctica, una estrategia,
que conjugadas sean operacionales. De ahí que el camino hacía la Revolución sea dificil,
cuando no se cuenta con una estrategia general (conocimiento pleno de los
principios que rigen el arte de la guerra) y una estrategia específica
(conocimiento de las leyes estratégicas válidas para un país dado, para una
situación concreta). En este orden de ideas, sucede frecuentemente que un país
o una región del mundo presentan, objetivamente, condiciones revolucionarias:
(crisis económicas, guerras, caos social y político, etc.); pero,
subjetivamente, no hay revolucionarios preparados para transformar las crisis
económicas en crisis revolucionarias y las guerras nacionales o imperialistas
en guerras civiles.
Desde la más remota antigüedad se han producido -en todos
los tiempos- ocasiones históricas revolucionarias; pero los esclavos, los
siervos o la plebe, no estaban preparados para conducir las fuerzas históricas;
para quitar del Poder a las clases dirigentes; para sustituir un modo de
producción decadente por otro régimen más expansivo, dinámico, en que las
relaciones de producción (fuerzas productivas, formas de la propiedad, formas
de Estado, etc.), estuvieran en armonía con las relaciones sociales (clases
sociales, superestructura jurídica, filosofía, etc.). Si Espartaco hubiera
sustituido la economía esclavista por una economía que consiguiera más libertad
y mayor acumulación de capital, etc., hubiera vencido, largamente, a las
legiones romanas. La derrota de Espartaco fue política, ya que sus huestes
lograron muchas victorias tácticas, pero ninguna victoria política y
estratégica.
Una clase, una nación o una civilización, desaparece o
surgen en una batalla: perdida o ganada. En ese sentido, pudiera decirse, pues,
que la “violencia es la partera de la historia”; pero hay que saber ejercerla
estratégica, táctica y políticamente, para obtener más victorias que derrotas.
Trazarse una estrategia correcta -antes de comenzar una guerra- es merecer el
triunfo al terminarla. Ello es posible cuando un pueblo insurreccionado, un
ejército, o una clase oprimida, cuentan con un Estado Mayor, con unos
comandantes que reununcian a todo menos a la victoria, por más sacrificios que
ella exija para merecerla. En este orden de ideas, Napoleón decía: “la moral es
al material como tres a uno”. Esta tesis ha quedado demostrada en Viet-Nam,
donde la estrategia logística (potencia militar de fuego y de número), a favor
de los norteamericanos, no consigue vencer a un pueblo en armas (moral y
movilización masiva de las masas populares). Frente a la estrategia logística
(poderío económico y militar de una gran potencia) un pueblo subdesarrollado
puede vencer a un país industrializado, si sabe emplear la estrategia de la
guerra revolucionaria (guerra en superficie, en todas partes y en ninguna con
frente fijo), hasta que la duración de la guerra desmoralice al adversario, no
teniendo éste más remedio que negociar la paz, con abandono del espacio ocupado
por la fuerza bruta: logistica, metalurgia, mecánica, etc.
Un país imperialista (ya se trate de una u otra ideología)
será siempre obligado a utilizar la diplomacia, primero; la guerra, después;
para ocupar los espacio económicos y geoestratégicos que lo conviertan en
potencia mundial, en el epicentro de un grupo de potencias satelizadas: Estados
Unidos (en la OTAN
y el Mercado Común Europeo); la
URSS, (en el Pacto de Varsovia y el COMECOM). Pero, a corto o
largo plazo, se rebelan las naciones oprimidas: caso de Francia contra la
colonización financiera del dólar; Rumania (1966), Hungría (1956),
Checoslovaquia (1968), Albania 1961), China (1960), Yugoslavia (1948), contra
el predominio económico del rublo; incluso la guerra puede estallar más
posiblemente entre algunos países del Este que entre ciertos países del Oste.
La URSS
y el EEUU siempre practican, como todas las potencias, la “estrategia de la
alcachofa”: ir comiendo poco a poco, hasta que se acaba toda la alcachofa; pero
entonces suele estallar una rebelión: Hungria, 1956; Santo Domingo, 1965; o el
repliegue progresivo en una alianza de la que se va un país: Francia contra
EEUU; Rumania, Checoslovaquia, China, Yugoslavia y Albania, contra la URSS.
La verdad es que un pueblo, por chico que fuere, si está
unido, detrás de un gobierno que haga de comité revolucionario, puede desafiar
militarmente a una gran potencia como Viet-Nam a EEUU; cosa que pudiera hacer
igualmente, en defensa de su soberanía e independencia, frente a la URSS, Albania, Rumania,
Checoslovaquia, Yugoslavia, China, etc. La guerra revolucionaria es válida
también en el Este... Cuba, en el Oeste, existe revolucionariamente en la
periferia de Estados Unidos, casi al lado del Pentágono; pero más por sus
posibilidades de guerra revolucionaria contra EEUU que por la “ayuda” de la URSS.
TESIS SOBRE LA
TEORÍA DEL “FOCO”
En la guerra revolucionaria, no rigen los mismos principios
tácticos y estratégicos que en la guerra de grandes y pequeñas unidades
regulares. Un ejército de línea es esclavo de su endivisionamiento sobre una
línea regular de frente: una división tiene al frente al enemigo y en sus dos
flancos otra divisiones amigas, a menos de quedarse con sus flancos descubiertos,
expuesta al envolvimiento del adversario. Las formaciones militares regulares,
cuanto más grandes sean, más y más dependen de sus comunicaciones y
abastecimientos. En un ejército muy mecanizado, con divisiones pentagónicas de
hasta 2000 vehículos de transporte y de toda clase blindados, la capacidad de
movimiento puede ser inferior a la de la infanteria de la época de Ciro, en el
siglo VI, antes de Jesucristo. En la guerra de Corea, las divisiones blindadas
norteamericanas, no teniendo muchas rutas para eleigr, se embotellaban, no
avanzando a una marcha superior a los 10 kilómetros por
hora. En cambio, los chinos-coreanos con carretillas, bicicletas y 6000
infantes destinados a transporte, conseguían abastecer sus líneas en
municiones, alimentos e implementos militares, pasando por todo terreno,
burlando los bombardeos masivos de la aviación norteamericana, que machacaba,
noche y día, las rutas chino-coreanas; pero ello no impedía que los recursos
logísticos llegaran, a hombro de soldados o en carretillas, por caminos y
vericuetos de montaña, hasta la vanguardia chino-coreana.
Una guerrilla, a diferencia de un ejército regular, no
depende del espacio como las grandes formaciones militares en línea. Al
contrario, una guerrilla móvil cede el espacio para prolongarse en el tiempo,
eludiendo la batalla grande de línea, a fin de conservar su libertad de
movimiento, para poder en todo momento llevar la guerra revolucionaria a la
retaguardia del enemigo. Lo que importa, en una guerra revolucionaria no es la
defensa o la ocupación del espacio (objetivos básicos de la guerra con grandes
ejércitos en línea), sino más bien ganar la población que hay en el espacio del
adversario, para que éste se halle cercado por todas partes, sin posibilidad de
retaguardia sólida, teniendo que dispersarse por todas partes, a fin de que el
ejército revolucionario sea más fuerte que el ejército reaccionario, en algún
punto del frente, aunque sea muy débil en todos los puntos del mismo. La
guerrilla debe buscar la superioridad de fuego y de número en lo particular,
aunque sea inferior, como 1 es a 1000, en lo general. La clave de la doctrina
político-militar de un ejército revolucionario consiste en contar con el apoyo
masivo de la población, para poder trasladar su frente a la retaguardia
enemiga, cuantas veces quiera, por medio de una organización territorial, de la
cual careció el “Che” Guevara en Bolivia, en 1967, siendo así aislado de la
población y posteriormente derrotado. En síntesis, los principios de la teoría
del “foco” insurreccional podrían ser enunciadas en los temas siguientes:
I. - LAS TRES FASES DE LA GUERRA REVOLUCIONARIA
En una guerra revolucionaria se suelen dar tres fases bien
definidas:
1ª) el ejército enemigo es muy grande y la guerrilla muy
chica, reducida a una o más bandas armadas, sin posibilidad de mantenerse sobre
terreno fijo, para eludir así la ofensiva y el cerco del adversario, en razón
de su movilidad, seguridad, velocidad y combatividad;
2ª) la guerrilla gana población y aumenta su masa de combate
pudiendo defender zonas liberdas, en alta montaña cubierta de bosque, pero son
aferrarse mucho al terreno, mientras que el enemigo pasa de la ofensiva
permanente a la política estática de gran cerco sobre una zona guerrillera
liberada;
3ª) las bandas guerrilleras se convierten en ejército de
liberación, empleando unidades relativamente grandes t de armamento semi-pesado
(tomados al enemigo), aunque éste sigue manteneiendo, en la retaguardia del
adversario, un enorme guerrilla apra así al enemigo entre dos fuergos, para
levantar la población contra él.
En la 1ª fase se cede el espacio para eludir los cercos y
batallas grandes; en la 2ª) fase, se conserva alguna o algunas zonas liberadas,
para colocar un ejército contra otro, un régimen contra otro, un espacio contra
otro; en la 3ª fase se ocupa el espacio enemigo, ya que sin ello no hay
victoria; pero esto debe hacerse cuando el adversario esté desmoralizado,
agotado, sin posiblidades de resistencia. Para ganar una guerra revolucionaria,
no deben ser confundidas las tres fases de la misma: si el enemigo se
desplomara en la 2ª fase tanto mejor; pero para no engañarse, hay que calcular
la resistencia del adversario a su máxima capacidad y no a la mínima, al
comenzar la lucha revolucionaria de liberación.
II.- ESTRATEGIA DE LA AUTODEFENSA
Una zona de autodefensa local, o varias zonas, sin
coordinación estratégica general no pueden vencer a un ejército regular como
sucedió durante las guerras caampesinas de Alemania, en el siglo XVI. Si un
ejército puede batir por seprado las zonas guerrilleras de autodefensa, unas
detrás de otras, sin que ellas cooperen estratégicamente a la vez (para
dispersar a su adversario): el particularismo guerrillero será vencido
indefectíblemente. La autodefensa es una forma de la guerra revolucionaria,
pero no la única, sino más bien complementaria de un ejército de liberación,
que debe articular bajo su dirección estratégica la autodefensa, en campos y
ciudades, como los escalones regionales (o provinciales) y las unidades militares
del ejército regular revolucionario. La autodefensa aislada no tiene
posiblidades estratégicas: la historia demuestra “que no puede existir un
Estado dentro de otro Estado”. La categoria de totalidad tan válida para la
estrategia como para la dialéctica: las cosas a medias no tienen sentido
ontológico ni lógico.
III.- ESTRUCTURA DE UN EJÉRCITO REVOLUCIONARIO
Un ejército revolucionario comienza por su base: guerrillas
en montañas, campos y ciudades. Luego, se articula en milicias comarcales o
departamentales; después, en escalones provinciales o regionales; finalmente,
en ejércitos de liberación. Las milicias locales y los grupos de autodefensa
combaten en su propia zona de acción (pueblos, departamentos y ciudades); los
escalones regionales o provinciales son formaciones paramilitares que se crean
con los mejores cuadros de las milicias locales; el ejército de liberación, se
forma con lo mejor de los escalones regionales y de las milicias locales (con
hombres que no pueden permanecer más en la retaguardia enemiga, por ser
demasiado “quemados” y que, por ello, serán buenos combatientes para el
ejército de liberación). Combinando escalones locales y regionales armados con
el ejército de liberación, el enemigo siempre será atrapado entre un ejército
revolucionario de línea y su vasta guerrilla en superficie (en todas partes
combatiendo y hostigando al enemigo, pero en ninguna con frente fijo). Cuando
el ejército de liberación necesite extraer masas armadas en la retaguardia
enemiga (para hacer una operación sorpresiva de aniquilamiento contra una
unidad adversaria), deberá movilizar a la hora y cita señalada, lo mejor y
máximo de los escalones locales y regionales, para destruir al adversario. El
ideal estratégico, en una guerra revolucionaria, es contra con 3 guerrilleros,
en la retaguardia enemiga, por cada 1 soldado del ejército de liberación, en la
vanguardia. Ello permitirá aplastar al enemigo con suma facilidad, escapando la
guerrilla luego de termianda una batalla; pero dejando siempre tres parte del ejército
revolucionario en la retaguardia enemiga: donde se libra la gran batalla por el
control de la población. En el monte, hay más árboles que habitantes; es, pues,
en la retaguardia enemiga, donde se dan las grandes batallas políticas de la
guerra revolucionaria: huelgas, manifestaciones, actos de propaganda armada,
bloqueo de comunicaciones, etc.
IV.- PARTIDO Y GUERRILLA
La guerra es un medio para la política: sólo se recurre a
ella cuando una tiranía oprime y explota al pueblo, privándole de sus derechos
políticos, de su libertad, de su derecho a la vida. Una guerrilla triunfará
estratégicamente si su bandera de liberación representa políticamente la
aspiración del 80% de la población oprimida. Por tanto, la guerrilla tendrá que
contar con un frente unido de liberación: clase obrera, campesinos pobres,
clases medias proletarizadas, que expresen el 80% de la población en una pís
subdesarrollado. La guerrilla debe ser, a la vez, ejército de liberación y
partido armado, sin tomar una denominación política dogmática, para movilizar
así hasta las nuevas tendencias de la religión, desaburguesadas, que toman el
camino a la revolución contra las oligarquias y el imperialismo. La guerrilla
debe ser el brazo armado del pueblo, contando con un frente de clases, que
cubra políticamente sus operaciones militares revolucionarias, en terreno y
población favorables, a fin de lograr siempre más victorias que el ejército
reaccionario.
V.- PROGRAMA DE LIBERACIÓN PARA AMÉRICA LATINA
El imperialismo económico genera la ley de división
internacional del trabajo, creando así economías dependientes o de monocultivo.
Por consiguiente, la
Revolución en América Latina comenzará siendo nacional, pero
no puede triunfar, plenamente sobre las oligarquías nativas y el imperialismo, más
que a condición de ser revolución permanente. Cuando cada país es uno o dos
productos de exportación para el imperialismo, la revolución nacional de
fronteras adentro es una utopía. En América Latina, la Revolución debe abarcar
un ancho frente de población insurreccionada, para vencer a los ejércitos
cipayos (en la primera y segunda fase revolucionaria); y al ejército
imperialista que los apoyará (para que no sean destruídos), en la tercera fase
de la guerra del pueblo en armas.
Para merecer la victoria, el pueblo latinoamericano debe
unirse sobre la base de un amplio frente de liberación continental que
contemple, entre otros, los objetivos siguientes:
América Latina es un solo país: Hay que echar al
imperialismo del espacio-latinoamericano, creando una república federal
unitaria con todos los pueblos iberoamericanos.
Veinte naciones y una sola aspiración: En América Latina, la
realidad es la unidad de origen y de destino histórico, el idioma
iberoamericano, la ecumenicidad de la religión católica, la lucha común contra
el imperialismo y las oligarquías, la unidad supranacional para superar la
balcanización neo-colonial y el ratiquismo histórico; todo ello debe constituir
la base amplia de un frente de liberación, que abarque el 80% de la población
latinoamericana.
Prohibición de los monopolios: Las riquezas naturales, las
industrias básicas, los servicios públicos, los medios de producción, cambio,
circulación y consumo, en manos del imperialismo económico, será entregado al
pueblo trabajador, para que éste lo dirija o explota por medio de la democracia
directa de la autogestión, de la cogestión con la administración.
Supresión de los latifundios: La tierra es de los que la
trabajan, sin mediación onerosa de las aristocracias feudales; es intolerable
que el 1,5% de las fincas (latifundios) posean el 64,9% de la tierra, en
América Latina. La reforma agraria es la base de la revolución latinoamericana:
una gricultura moderna, mecanizada, bien abonada, cosntituye el más grande
mercado para la industria urbana y la posibilidad de borrar la “geografía del
hambre”. Con 750 millones de latinoamericanos en el año2000 no puede haber
latifundios ni minifundios, sino una agricultura científica de autogestión
cooperaria.
Frente de clases oprimidas: En América Latina hay que hacer
una revolución con más clases que el proletariado urbano; hay que marchar hacia
la liberación con un frente unido de los obreros, los campesinos, las clases
medias proletarizadas, parte de las burguesías nacionales (que luchan contra el
imperialismo por la defensa del mercado interno), el estudiantado, los
intelectuales y las nuevas tendencias católicas (que aceptan y promueven el
camino hacia el socialismo). Con este frente unido, teniendo unidad de
pensamiento y acción, América Latina será una nación y su descolonización una
realidad histórica.
El programa de liberación latinoamericano no debe tomar
viejas denominaciones políticas. Desde el marxismo, el socialismo libertario,
hasta el cristianismo desaburguesado caben, en ese frente unido, y todos los
movimientos progresivos que se hayan liberado políticamente de la burocracia
soviética, el imperialismo yanqui y las burguesias nacionales.
VI.- GUERRILLA: CIUDAD Y CAMPO
Regis Debray, en “Revolución en la Revolución”, hace las
siguientes afirmaciones: “Cuando una guerrilla habla con sus responsables
urbanos o con el extranjero habla con “su burguesía”. “Quedándose la dirección
política en la ciudad, será destruída inevitablemente o desmantelada por la
represión” Hay que “abandonar la ciudad e ir al monte”... “La guerrilla está
aislada en las ciudades”... “ni un sólo fusil debe ser distraido para la
resistencia urbana”. Regis Debray no es un estratega y ni siquiera un táctico:
nunca tuvo experiencia de conducción de una guerra revolucionaria, ni en su
forma de grandes ni de pequeñas unidades militares. Como licenciado en
filosofía podría opinar de dialéctica, con más autoridad que de estrategia.
La historia desmiente estas tesis: las revoluciones
campesinas nunca triunfaron, mientras las ciudades no siguieran al movimiento
insurreccional del campo. La guerra revolucionaria no es parcial, sino total;
sin unidad de acción entre la ciudad y el campo, no se logra la victoria en una
revolución popular. En Cuba, no fue sólo la acción guerrillera de Sierra
Maestra lo que decidió la victoria sobre el ejército regular, sino también el
hecho de que éste habia perdido ya la calle, en La Habana y en otras ciudades.
Las luchas de retaguardia, en la guerra revolucionaria cubana costaron más
muertos, en las ciudades, que en la Sierra Maestra.
Espartaco (sin el apoyo de la plebe de Roma), Tomás Munzer
(sin una estrecha alianza con las ciudades), Stenka Razin y Putgacheff, en
Rusia, (aislandos en las urbes) y el “Che” Guevara (con la indiferencia del
proeltariado minero y de las ciudades bolivianas), todos ellos perdieron la
guerra, por falta de apoyo político, por carecer de una amplia red territorial
guerrillera (en campos y ciudades), que permita tomar al adversario de frente y
de revés, a fin de que la guerrilla se convierta en ejército de liberación
popular.
En el silgo XVI, los Watt Tyler y las “Jacqueries”,
respectivamente en Inglaterra y Francia, ganaron la batalla a la aristocracia,
uniendo la ciudad y el campo, es decir, campesinos y burgueses; pero los campesinos
no tenían una noción de la toma del Poder. Entraron en Londres y Paris, pero se
dejaron convencer por la monarquía, la nobleza, volviendo luego a sus pueblos.
Una vez dispersados, los campesinos fueron vencidos por los señores. La Revolución social es un
fenómeno del capitalismo. Y la Revolución Francesa de 1789-93 fue su modelo:
triunfó porque habia, en ella, un frente de clases: obreros, campesinos y
burguesia luchando contra la aristocracia y el clero. Una revolución no la hace
una minoría más que a condición de movilizar políticamente a las mayorías
descontentas. ¿Pero cómo hacerlo con la guerrilla internándose sólo en el
monte, pero dejando la ciudad pasivamente en países que cuentan con el 50 al
80% de población urbana? ¿No se confunde así líricamente la táctica con la
estrategia?
No tratamos de menoscabar la personalidad heroica y
romántica del “Che”, sino de elaborar, teniéndolo muy en cuenta a él, una
estrategia operacional, que no produzca, solamente, mártires, sino
revolucionarios integrales, vencedores y no vencidos.
VII.- LA LEY
DE LA
CANTIDAD QUE CAMBIA LA CALIDAD
Una guerrilla se va convirtiendo en ejército grande a medida
que de su célula madre, en ciudad o campo, se van creando nuevas células de
combate que entienden -en superficie y no en línea- una guerra revolucionaria
en forma de “piel de leopardo”, entre cuyos intersticios se mueve el
guerrillero como el pez en el agua, siempre que con sus hechos, discursos,
consignas y comportamiento, vaya produciendo cada vez más y más población
favorable, hasta que no hay nadie neutral, en una guerra de liberación.
Si una guerrilla está muy dispersa, no tiene bastante fuerza
para destruir pelotones, secciones, compañías o batallones del enemigo, según
se opere en la primera, la segunda o la tercera fase de una guerra
revolucionaria. Si la guerrilla es muy compacta crea unidades grandes o
pesadas; difíciles de moverse por todo terreno, o de escapar velozmente en
operaciones de lucha urbana. El ideal estratégico de una guerrilla es practicar
el siguiente principio: para vivir, separados; para combatir, juntos, a fin de
que las armas pesadas enemigas no destruyan a la fuerza armada del pueblo.
En razón de la ley de la cantidad que cambia la calidad o
viceversa, un grupo guerrillero chico con 25 a 50 hombres es por definición estratégica
una banda armada, que sólo podrá enfrentar a pelotones adversarios de 10
hombres de infantería, siempre que los ataque con una superioridad mínima de 3 a 1; y a bse de una enorme
superioridad de fuego (granadas de mano, a corta distancia), para dar a la
superioridad de fuego también la de fuego: siempre que se ataque por sorpresa,
rapidez, decisión y asalto circular, a fin de abastecerse del botín enemigo; de
recoger más municiones y armas de las que puedan perderse en el combate. De lo
contrario, las victorias pírricas siempre conducen a la derrota.
Cuando una guerrilla de 50 hombres pasa a 250 sufre un
cambio cualitativo: deja de ser banda armada para transformarse en destacamento
armado que, en determinadas circunstancias, con terreno favorable, (un
desfiladero), puede destruir o copar a una compañía enemiga. Pero un
destacamento volante no debe enfrentar a una compañía, sino más bien a una
sección enemiga, para vencer rápidamente por la superioridad combinada del
fuego y el número, por la rapidez, la sorpresa y el combate circular de cerco y
aniquilamiento del adversario.
Al llegar a 500 hombres, en una zona de montaña, se comienza
a ser ejército de liberación: siempre que 5 columnas de 100 hombres, cada una,
combatan juntas y vivan separadas. Con 500 hombres en montaña operando por
líneas interiores, siendo doble veloz que el enemigo, se aniquilan todas las
compañías adversarias que se aventuren a entrar en línea interior de la
guerrilla. En la guerrilla urbana, cuando una ciudad rebasa el millón de
habitantes, 50 guerrilleros deben constituir la mínima cantidad operacional,
para llamar al enemigo desde diversos puntos o sucesivamente, de modo que éste
no pueda ser fuerte, decisivamente, en un punto determinado de la ciudad. Al
alcanzar 500 hombres de combate una guerrilla urbana se hace dueña de la
ciudad, no en el sentido físico de la toma del poder, sino de ganar la calle,
donde ninguna tropa, especialmente de noche, pueda circular aisladamente o en
pequeños grupos de combate. Ganada la calle, el poder llegará sólo en función
del general tiempo y ceder el espacio; pero a condición de ganar el 80% de la
población con una política popular apropiada del ejército de liberación.
Una guerra de montaña, 500 hombres tienen menos rendimiento
político y estratégico que en guerrilla urbana; pues vivimos en el capitalismo,
siendo la ciudad el epicentro de su política, estrategia y economía.
VIII.- CORRELACIÓN DE FUERZAS EN PRESENCIA
Para la guerra de montaña, la estrategia fidelista era
partir de una célula guerrillera madre (7 fusiles y 11 hombres desembarcados
del “Gramma”) que, andando el tiempo, pasaron a formar columnas operacionales
de 120 a
150 hombres: unidades no muy pesadas, para poder pasar por todo terreno. Cuando
las columnas fidelistas de 120
a 150 hombres se iban haciendo más grandes (ganando
soldados enemigos o combatientes de la guerrilla en la retaguardia adversaria),
se formaban grupos de 40, 50 0 60 hombres, que, a su vez, se convertirían, en
el futuro, en nuevas columnas de 150 combatientes.
El Ejército Rebelde fidelista, en 1958, contando su
historia, ha revelado que tuvo a raya hasta 10.000 soldados de Batista,
enfrentados solo por 300 guerrilleros. En la batalla de Guisa -según Fidel
Castro-, 200 guerrilleros, de los cuales 100 eran novatos, enfrentaron a 5000
soldados batistianos, apoyados por tanques, aviación y artillería. Esta
correlación de fuerzas tan desfavorable para un ejército revolucionario no es
aconsejable, para entrar en combate a menos que el enemigo haya perdido la
calle en las ciudades, sea hostigado en su retaguardia por muchas guerrillas y
tenga, frecuentemente, cortadas sus comunicaciones estratégicas. No es
recomendable hacer retroceder a un enemigo poderoso: si ello implica gastar
munición, armas y hombres que no se recuperaran. En buena doctrina de guerra
revolucionaria es desaconsejable el combate con igualdad de fuerzas; eludirlo,
con 2 guerrilleros contra 1 soldado regular; aceptarlo, con 3 contra 1: siempre
que el enemigo pase por desfiladeros, vaya encolumnado, o mejor aún, en columna
de camiones, pasando por una ruta en trinchera; con 4 a 1: se lo ataca de frente y
de flanco; con 5 a
1: por los flancos, el frente y la retaguardia.
En la guerrilla urbana, los grupos de combate más rápidos,
de mayor movilidad, deben adaptarse a la circulación de las calles en
automóvil: no deberán ser, pues, más de 5, o más bien 4: el chofer y 3
acompañantes. Estos grupos son capaces de desarmar, sorpresiva e
instantáneamente, a cualquier enemigo armado, que se haya desglosado de sus
unidades, cuarteles, etc. Pero en guerrilla urbana, hay que ser capaz de
enfrentarse con secciones enemigas, que casi siempre van motorizadas. Si la
guerra en la calle no rebasa el grupito de 4 a 5 hombres, no gana la calle ni se hace
respetar. Por consiguiente, hay que estar en condiciones de movilizar a 100
guerrilleros urbanos, o más, utilizando camiones cubiertos, de los cuales
descienda la guerrilla, sorpresivamente, para cercar y aniquilar o desarmar a
una sección enemiga: preferentemente montada en un vehículo y desprevenida.
Sólo así la calle pasa de manos de las fuerzas reaccionarias al de las fuerzas
armadas revolucionarias. Pero para aislar o dispersar al adversario, hay que
fijarlo en un punto masivamente, mientras se lo desarma en lugares donde se ha
quedado aislado, debilitado e inferior en potencia de fuego y de número, ante
la guerrilla urbana. La estrategia sublime consiste en dispersar al enemigo,
llamándolo desde varios puntos a la vez, para atacarlo con superioridad de
número y de fuego, sorpresivamente, en donde sea muy débil.
IX.- ESPACIO, TIEMPO Y POBLACIÓN
Una guerrilla, para escapar a los cercos, debe estar en
condiciones de ceder espacio, luego de haber logrado sus objetivos, tanto en la
ciudad como en el campo. Si el espacio operacional es chico, la guerrilla será
cercada; pero si puede ceder terreno, cambia constantemente de lugar, es rápida
en sus desplazamientos, mantiene vigilancia permanente y cuenta con el apoyo de
la población, difícilmente será apresada o cercada. Cuanto más chica sea una
tropa guerrillera más tendrá que cambiar de lugar y más veloz ha de ser en sus
desplazamientos. Lo importante en la estrategia de la guerra revolucionaria, no
es ganar terreno o tomar una ciudad, sino destruir al enemigo ganando el apoyo
político de toda la población. El puro espacio conquista y mantenido como
dominio, se queda para los ejércitos represivos antipopulares; el guerrillero
revolucionario debe jugar con el espacio para cansar y dispersar al adversario,
mientras gana favorablemente toda la población, única manera de ganar una
guerra revolucionaria. El Poder no es sobre nada sino sobre lo humano: la
naturaleza sin hombre es el espacio puro.
En la montaña, no hay fábricas, talleres, alimentos,
municiones y abastecimientos para-militares. Por tanto, la guerrilla de monte
depende logísticamente de la economía industrial urbana. En ese sentido, se
produce “la subordinación de la guerrilla a su dirección política urbana que
desarrolla en los guerrilleros no sólo una situación real, sino también de
complejo mental de inferioridad y dependencia”, según Debray, en su libro
“Revolución en la
Revolución”. Pero si la estrategia logística condiciona la
guerrilla de montaña: ¿por qué no emplearla antes en la ciudad que en las
sierras, para que no tenga tales problemas logísticos y produzca en las calles
población favorable, a fin de que la guerrilla de montaña sea como el otro
frente de la guerrilla urbana? Si debray y el “Che” Guevara hubieran empleado
la misma fuerza y armamento (que los dejó aislados en Bolivia, en el monte), en
una guerrilla urbana, dentro de una ciudad, apoyando a la población
descontenta, habrían creado, con muy poco hombres, un movimiento armado, un
ejército de liberación, a condición de no separar la guerrilla de la población;
de no aislarla entre los arboles, en vez de vincularla a las masas, en huelgas,
manifestaciones, ocupación de fábricas, movimientos estudiantiles, etc.; para
llevar así la lucha popular hasta sus últimas consecuencias: la insurrección
general armada, frente a un gobierno totalitario, antidemocrático, odiado por
un pueblo desamparado, incapaz de ser conducido a la victoria por los viejos
partidos de centro o de izquierda verbal.
A la guerrilla de montaña, sin el apoyo masivo de la
población campesina, le falta de todo: ropas, municiones, zapatos, calzado,
armas, nylons, linternas, alimentos, etc., a menos que no sea conducida muy
brillantemente; que por el combate ofensivo de cerco y aniquilamiento, se abastezca
a expensas del enemigo. Ello requiere un buen servicio de información
guerrillero en la retaguardia adversaria, para enterarse de “cuantos vienen” y
cercalos con cinco veces más de guerrilleros; de modo que el combate se termine
rápidamente, quedándose con la logística del adversario. Pero este tipo de
operaciones precisa un buen servicio de enlace e información con la retaguardia
del enemigo próxima a la guerrilla, es decir, contar con población favorable,
en las zonas guerrilleras.
No teniendo organización territorial previa (con grupos de
guerrilla clandestinos que la extiendan y dirijan) no se puede ni se debe abrir
un frente guerrillero de montaña, si no se quiere correr la suerte de tantos
movimientos guerrilleros, que fueron destruidos, no por el ejército enemigo,
sino por la indiferencia de la población campesina, por falta de apoyo
político, de cobertura informativa y logística.
El guerrillerismo ha exaltado la lucha en la montaña y
despreciado la guerrilla urbana, quizá porque no contaba con fuerte partidos
políticos en als ciudades, pensando crearlos luego a partir de éxitos militares
de la guerrilla, como sucedió en Cuba. Pero la estrategia enseña que no se
hacen dos guerras con los mismos principios tácticos y estratégicos. En suma,
que contando con poca fuerza guerrillera inicial, se debe comenzar con las
grandes ciudades y no por las montañas, cuando las masas populares tiran para
adelante contra los gobiernos tránicos, oligárquicos, pro-imperialistas, odiado
por las masas populares: desamparadas por los partidos de centro y la izquierda
pasiva.
X.- ERRORES ESTRATÉGICOS
Si se debe comenzar una revolución por la guerrilla urbana
(donde la crisis económica y la desocupación den mucha población favorable) y
se lleven las masas urbanas de vanguardia a la guerrilla de montaña (donde no
hay población favorable), se comente un doble error – estratégico y político-
que conduce asi a la derrota; aunque, inicialmente, la guerrilla de montaña
tenga éxitos tácticos como el “Che” Guevara, en 1967, en Bolivia. En el arte de
la guerra, un solo error estratégico es más negativo, que varios éxitos
tácticos, para merecer la victoria. La estrategia es lo principal; lo
subordinado, la táctica; pero ambas, estrategia y táctica, dependen de la
política y ésta, en su análisis objetivo, de la economía. Por ejemplo, en una
región que no haya industrias de guerra ni posibilidades logísticas, la guerra
revolucionaria tiene que ser ofensiva, de cerco y aniquilamiento del
adversario, para abastecerse a expensas de él. De lo contrario, toda la
logística de la guerrilla quedaría subordinada a la ciudad y, por tanto, a los
partidos políticos residentes en la capital política (o en las ciudades
industriales) de un país.
En una guerra insurreccional, urbana o de montaña, (o las
dos formas de luchar a la vez, que es el ideal estratégico para ganarla), las
organizaciones pacíficas (partidos, sindicatos, etc.) deben quedar dependientes
de los órganos de dirección de la lucha armada, para darles así cobertura
social, económica y política, a lo largo y lo ancho de un país.
Saber por dónde debe comenzar la lucha armada corresponde a
la estrategia; hacerla, aquí y ahora, a la táctica. En países con fuerte
predominio de la población urbana, es un craso error llevar las mejores fuerzas
combativas de las ciudad a la guerrilla de montaña, para aislarlas asi de su
propia población, de su medio ambiente revolucionario.
Regis Debray, en “Revolución en la Revolución”, dice: “las
circunstancias de esta misma guerra de Liberación llevan a los partidos
políticos, originalmente compuestos de estudiantes y de la mejor “élite”
obrera, a replegarse hacia el campo y librar una guerra de guerrillar contra el
ocupante”. Esta tesis corresponde al criterio subjetivo de que, en un país
donde no haya grandes cadenas montañosas, no se puede hacer la guerra
guerrillera. Es un grave error pensar así: la Revolución nunca la
hizo la topografía, sino los hombres, las masas. El terreno, por más favorable
que fuere, siempre es un elemento pasivo. El hombre, por el contrario, es un
ser activo. La revolución siempre la han hecho los hombres, cuando tienen un
programa, unos lideres preparados (para desencadenar la Revolución), un partido
activo (por pequeño que sea) y, sobre todo, una ocasión histórica para hacerla:
una guerra perdida por un gobierno desprestigiado, una crisis económica, un
descontento general en las masas, un régimen desprestigiado, etc.
XI.- DOCTRINA ESTRATÉGICA
Una regla fundamental de la guerra revolucionaria consiste
en esta recomendación del “Che” Guevara: “vigilancia constante, desconfianza
constante, movilidad constante”, para no ser sorprendido o cercado por el
enemigo. El guerrillero, rural o urbano, debe contar siempre a su favor con el
factor sorpresa: pues, en todo combate, la sorpresa constituye la mitad de la
victoria. En consecuencia, no hay que revelar a nadie emplazamientos,
depósitos, industrias de guerra, claves numéricas, topográficas y de palabra;
ni jamas adelantar la predicción de un acontecimiento, ni la hora (H) ni el día
(D) en que tendría lugar, para evitar la infiltración del adversario en la
guerrilla (la delación o información a favor de él); ésta debe cambiar
constantemente su posición, tanto en ciudad como en el campo: la movilidad
evita muchos cercos del enemigo.
En su propaganda, un ejército revolucionario nunca debe
mentir: la difusión de la verdad da más prestigio, más audición de público para
una radio revolucionaria; para ganar población favorable, hay que predicar con
el ejemplo y decir siempre la verdad.
Sin lucha activa no hay revolución social y sin revolución
todo lo viejo perdura: cuando hay que ser revolucionario no se debe ser
reformista. Para la liquidación del feudalismo, el imperialismo, el
militarismo, la corrupción, la especulación, el hambre, el analfabetismo, asi
como otros males socio-económicos, hay que poner en movimiento la vanguardia
armada, único medio de hacer la historia, en voz de que se la dicten a países
neo-coloniales, desde el Pentágono y Wall Street, como a la América Latina.
Nunca se debe combatir en frente fijo: hay que actuar en
masa como los gorriones sobre el águila; pero después de logrado el objetivo,
retirarse velozmente; ya que, en el tiempo, puede perde la superioridad del
número y el fuego, si llegan refuerzos del enemigo. Para ganar tiempo, todo
combate debe ser fulminante, de cerco y aniquilamiento del adversario, para
quedarse con sus equipos militares; pues para la guerrilla, su intendencia la
tiene el enemigo.
Instalar un campamento fijo con carpas, camiones de abastecimiento,
polígonos de tiro (como los guerrilleros argentinos, copados en tucumán, en
agosto de 1968), sólo se le ocurre a quien confunda el guerrillerismo con el
andinismo. Al cambiar de acontonamiento, una guerrilla se desplaza
constantemente como un punto en el espacio: cuanto más veloz, más difícil es
cercarla. Si el “foco” guerrillero se queda fijo -en ciudad o campo- se expone
a ser denunciado, cercado, aniquilado. Por consiguiente, la regla de oro de una
guerrilla es: combatividad, actividad, velocidad y seguridad. Para ser veloz y
autosuficiente una guerrilla de montaña debe llevar una mochila que le dé
autonomía logística durante dos o tres semanas; pero ella no con más de 20 kilogramos de
peso; pues hay que saber vivir sobre el terreno comiendo frutos, yerbas y caza;
con auida de sal, grasa, conservas, azúcar, trigo o maíz de grano. Etc., que
debe ir como reserva operacional, en la mochila del guerrillero autosuficiente,
no esclavo del terreno, ni de los suministros fuera de la línea interior de la guerrilla.
Para no fijarse demasiado en el terreno, una guerrilla ha de
contar con autonomía logística en abastecimientos y municiones: la mejor manera
de lograrlo es producir botín sin dejar de combatir: copando siempre al
enemigo, para quedarse con su intendencia, ya que el guerrillero no la tiene
más que muy escasamente.
Un ejército revolucionario no debe dispersarse demasiado; si
proliferan muchos “focos”, que no llegan a combatir juntos, el enemigo siempre
será más fuerte en un punto que la guerrilla y, por tanto, no le dejará
prosperar, en número y armamento, para convertirse en ejército de liberación.
No hay que estar muy cerca, unos grupos guerrilleros de otros, ni muy
separados, de modo que la dispersión ayude al abastecimiento sobre el terreno;
pero que, no obstante, se facilite la concentración para el combate, para ser
más fuerte que el adversario en un lugar dado y por un tiempo relativamente
corto.
Las unidades de combate, en ciudad o campo, han de responder
a la máxima movilidad, concentración y dispersión, en el mínimo de tiempo de
marcha, para escapar a los cercos de un poderoso enemigo, en el comienzo de la
guerra revolucionaria.
En la guerra revolucionaria, si la guerrilla triunfa y se
extiende crea el ejército de liberación, éste el frente de liberación y, a su
vez, aparece el partido de la revolución por la unidad del pueblo y el
ejército, que siempre se hace en la lucha. Los ejércitos burgueses siempre
están contra el pueblo; el ejército de la independencia de América se hizo con
el pueblo; el ejército cipayo de hoy, está contra el pueblo y a favor de las
oligarquías y del imperialismo norteamericano. Por consiguiente, la unidad
política del pueblo y el ejército se hace en la guerra revolucionaria. Se va,
pues, de la acción revolucionaria hacía el partido revolucionario y no del
partido legalista al ejército insurreccional, particularmente en pañises con
una profunda crisis económica, política y social, que no tiene salida,
reformista o parlamentaria, ya que los males grandes requiere grandes remedios;
pero sacando la medicina de la propia enfermedad.
En la guerrilla de campo y montaña, la masa humana debe
venir de los campesinos; en la guerrilla urbana, de cuadros ciudadanos; pero
cuando alguien se gasta o se “quema” en la ciudad, está más seguro en una base
guerrillera de montaña; la clandestinidad urbana requiere siempre caras nuevas:
no ser nunca conocidos; en cambio, el monte todo lo tapa, sobre todo, en zonas
liberadas o semiliberadas de montaña. En este sentido, hay que marchar con dos
patas: guerrillas de ciudades y guerrillas de campos y montañas, para tomar al
adversario entre dos fuegos: en verdadera guerra en superficie, con guerrillas
por todas partes, para no dar tregua ni descanso al enemigo. Cuando un poderoso
ejército es acosado por todos los sitios no resisite ni es fuerte en ninguno de
ellos.
XII.- GUERRILLA Y CONTRA-GUERRILLA
La doctrina estratégica de la guerra popular, yendo del
campo a la ciudad y no a la inversa, debe ser revisada estratégicamente, para
que el saber subjetivo y el poder objetivo conduzcan a la victoria a las masas
populares, insurreccionadas contra sus opresores y explotadores. La guerra
revolucionaria en China fue esencialmente campesina, dado que el país, salvo en
su costa martima, no había entrado en la economía urbana capitalista. Los
guerrilleros y el ejército rojo de Mao, combatían frente a un enemigo
desprovisto de aviación en masa, lo cual facilitaba el establecimiento de bases
guerrilleras de liberación, en zonas de montaña, cosa que no es tan fácil hacer
en Viet-Nam del Sur, frente a las divisiones norteamericanas, apoyadas por
nutridas bandadas de helicópteros y de aviones de todo tipo: caza y bombardeo.
Las diviones móviles (“caballeria de aire”), con más de 400
helicópteros, constituye, tácticamente, una respuesta del Pentágono a la
doctrina de la guerra revolucionaria de Mao Tse-Tung. Hasta las diviones
convencionales pentagónicas, llevan unos 100 aviones y helicópteros como apoyo
directo. Ello da una gran movilidad táctica a las fuerzas norteamericanas, que
pueden ser desplazadas a una zona de montaña en línea recta: sin que la
infanteria contra-guerrilla tenga que subir cuestas empinadas; cruzar
desfiladeros y selvas intrincadas; donde el guerrillero puede realizar
emboscadas sorpresivas contra unidades militares adversarias que, a causa del
terreno, nunca pueden ser muy numerosas, marchando a pie, es decir no siendo
aero-transportadas por un enjambre de helicópteros.
La aviación de bombardero y los helicópteros (caballeria del
aire) no pueden conseguir la victoria militar en Viet-Nam del Sur, ni doblegar
políticamente a Viet-Nam del Norte; pero, estratégicamente, la aviación
norteamericana, impide que los guerrilleros vietnamitas se apoderen de las
ciudades, ya que podrían hacerlo; aunque ello supondría el riesgo de sufrir, en
ellas, bombardeos concentrados: no teniendo el pueblo artillería antiaérea,
cohetes tierra-aire y aviación propia de respuesta al adversario, para
garantizar así la vida económica y social en las ciudades liberadas.
Las urbes no debe ser liberadas precipitadamente, sino a su
debido tiempo, es decir, cuando el enemigo haya perdido moral en el frente y en
la retaguardia. Así, pues será el General Tiempo y no el General Espacio, quien
pueda ganar una guerra revolucionaria, siempre que la guerra prolongada permita
-en ciudades, campos y montañas-, discpersar, acosar, desgastar, desmoralizar o
cansar a un poderoso ejército regular represivo, que siempre gana el espacio en
casi todos los combates; pero que perderá moralmente la guerra en el tiempo.
El General Tiempo tiene una importancia fundamental en la
guerra revolucionaria: las guerra insurreccionales populares suelen durar de 5 a 6 años: pasado ese tiempo,
las grandes potencias represivas suelen ceder y entran a decidir la guerra por
medio de conversaciones diplomáticas y políticas. Sin embargo, la guerra
revolucionaria, que estalla en las grandes urbes como explosión de masas, puede
y debe ser decidida por ocupación inmediata del espacio en poder del enemigo
(cuarteles, comisarias, aeródromos, bases navales, arsanales, etc.), como
sucedió en Madrird, Barcelona, Valencia, Málaga, Bilbao y otras ciudades
españolas, en 1936; en Petrogrado, en 1917; en Paris, en 1871; cuando el pueblo
llena las calles, como pueblo en armas, sería ridículo y antiestratégico, irse
a la montaña o al campo para hacer la guerra prolongada. No obstante, la
insurrección urbana aunque fuera con el pueblo en la calle o tras las
barricadas, no debe hacerse como guerra regular, frente a un poderoso ejército
desplegado, como los alemanes en Varsovia, en 1944, ya que ello podría dejar
aislada a la coidad de sus abastecimiento exteriores, mientra un ejército
regular le pone un cerco estratégico, para decidir la guerra logísticamente; es
decir, por carencia de alimentos, de municiones y de material de guerra, en las
filas populares, como sucedió en Varsovia, en 1944.
En casos como Varsovia (1944) y santo domingo (1965), las
ciudades insurreccionadas, deben sacar una gran parte de su fuerza armada al
campo y las montañas, para que el enemigo tenga que dispersarse por todas
partes a fin de que no puede vencer a la masa urbana insurreccionada. Madrid
(1936), a diferencia de Paris (1871), de Varsovia y de Santo Domingo 1965, sacó
una parte de la población madrileña insurreccionada fuera de la ciudad, para
permanentes de abastecimiento, a condicióm de sacar la guerra de la ciudad al
campo, a provincias, cosa que no lo supieron hacer los insurrectos en Varsoviam
de Santo Domingo (1965), a los comuneros de París !1871).
Si un pueblo está en condiciones de pasas a la acción, se
toma las ciudades rápidamente, base navales y cuarteles, fábricas militares,
aeródromos, bases navales, cuarteles, comisarias. Se arma asi al pueblo para
que éste ataque coherentemente por todas partes: avanzando en forma de ataque
coherentemente por todas partes avanzando en forma de mancha de aceite. Si es
una reducida minoria la que desencadena la guerra revolucionaria para poner en
movimiento a una población muy pasiva, entonces la guerra revolucionaria debe
revestir las formas operacionales dinámicas de guerrilla de campo y montaña o
de guerrillas urbanas; esos escalones, bien articulados estratégicamente con
una clandestinidad coherente, podrán, a la larga, ganar la guerra: cediendo espacio
para ganar mucha población en el tiempo en base a renunciar a todo, menos a la
victoria.
XIII.- PROBLEMAS ESTRATÉGICOS DE LA GUERRA POPULAR
En la estrategia de la guerra revolucionaria, hay que tener
en cuenta, entre otros, los siguientes problemas:
a) correlación de fuerzas entre el enemigo y la guerrilla,
para que ésta sea superior en fuego y número en un punto del frente, aunque no
lo sea en todos;
b) situar en el tiempo los combates y las batallas, de modo
que el pueblo armado se convierta en fuerte y el adversario en débil;
c) vincular el frente guerrillero y su retaguardia, para que
el enemigo tenga que combatir en superficie y no en línea, teniendo que
dispersarse por todas partes, a fin de que no sea fuerte decisivamente en
ninguna;
d) movilizar por la acción política e insurreccional, de la
guerrilla urbana o de montaña, la población de un país para suplir, con creces,
las bajas de la guerrilla (cosa que no pudo hacer el “Che” Guevara, en Bolivia,
en 1967, por falta de población rural y urbana favorable a su guerrilla ), que
lo condujo al aniquilamiento por el adversario;
e) arrebatar al enemigo la iniciativa en las operaciones
militares, para hacer la política de un país por medio de la guerra
insurreccional, demostrando que el gobierno reaccionario es incapaz de asegurar
el porden oligárquico-burgués;
f) combinar estratégicamente las operaciones del ejército
popular de liberación en su vanguardia, con ataques a las comunicaciones del
enemigo en su retaguardia, por medio de guerrillas, en campo no liberado;
g) articular permanentemente la acción de las guerrillas, en
la retaguardia del enemigo, con el ejército de liberación popular, para tomar
al adversario de frente y de revés, para obligarlo a dispersarse o
concentrarse, según las conveniencias, tácticas y estratégicas, del ejército
popular;
h) situar los acantonamientos de la guerrilla en posición
erizo, ocupando un espacio apropiado, para no ser cercado por el adversario,
pero que tal acantonamiento permita pasar rápidamente, si conviene, al combate
ofensivo o defensivo (para ganar tiempo) y romper un cerco durante la noche,
pero no aceptar la defensiva, pasando inmediatamente a la retirada fulminante;
i) combinar el ataque principal con el ataque secundario (o
de dispersión y engaño del enemigo), para que el asalto y el cerco sobre él sea
más fácil, tácticamente;
j) no aceptar la guerra de posiciones o en frente fijo, sino
la guerra ofensiva de movimiento, sorpresiva, de cerco y aniquilamiento del
adversario, para abastecerse de sus almacenes en municiones, armamentos y
abastecimientos para-militares;
k) armonizar en tiempo y espacio la acción de todas las
armas de la guerrilla, ya que ninguna gana aisladamente el combate, sino todas
ellas combinadas con los movimientos de los guerrilleros y con la estructura
del terreno;
l) utilizar el tiempo frío o caluroso, la niebla, o la
lluvia, como factores favorables para el triunfo de la guerrilla urbana o rural
(en Europa, por ejemplo, las insurrecciones urbanas han sido más frecuentes en
invierno que en verano, ya que los sobretodos y gabardinas permiten ocultar
armas, mejor en invierno que en verano);
m) convertir toda victoria militar guerrillera sobre el
enemigo en victoria política, a base de ganar más y más población favorable,
para triunfar así en la última batalla;
n) defender una base de liberación (en frente semi-fijo),
por medio de permanentes combates guerrilleros por todas parttes, para que el
enemigo no sea bastante fuerte como para aplastar u ocupar una zona liberada,
desde donde comienza la lucha de un ejército contra otro, de una doctrina
contra otra, de una región contra el resto de un país (en manos de la
reacción): sin ello no hay triunfo, y a que finalmente se tiene que ocupar o
liberar el espacio, para merecer la victoria;
o) tranformar una victoria sobre el enemigo, en más
armamentos para las guerrillas en retaguardia enemiga, en más armas para nuevos
soldados del ejército de liberación provenientes de todo el país, que llegan
por los canales de enlace entre la vanguardia y la retaguardia del ejército
popular;
p) en fin, articular, táctica y estratégicamente, los mandos
superiores o inferiores con los soldados y los guerrilleros del pueblo, dejando
a cada cuadro o mando margen grande de iniciativa propia, para que se adapten,
en todo momento, a la situación táctica que les sea más conveniente, ya que el
guerrillero debe combatir lejos de su mando supremo, por no ser un soldado de
línea.
Si las condiciones objetivas del combate (armamento,
terreno, número de combatientes, correlación de fuerzas en presencia, etc.)
concuerdan con las condiciones subjetivas (sorpresa, información veraz sobre el
enemigo, mando único, disciplina, buena preparación política de los
combatientes, etc.), la victoria estará asegurada, para el bando que aplique
esta filosofía de la guerra.
En el arte de la guerra, la cieuncia es mucho, pero la
experiencia es más: armonizando la teoría y la práctica, un ejército de
liberación, que vaya ganando cada vez más población favorable, por sus triunfos
y buen comportamiento con el pueblo, siempre será victorioso, por más que la
reacción nacional sea apoyada por el imperialismo con armas, soldados y
bagajes. Para ganar sobre su adversario, hay que conocer sus puntos débiles,
sus flaquezas políticas, sus errores tácticos y estratégicos; pero no olvidar,
al mismo tiempo de conocerse a sí mismo, para superar errores y faltas
políticas, único medio de conseguir más victorias que el enemigo. En general,
para un ejército popular su doctrina debe resumirse, en cada combate, así:
prepararse bien para la lucha; cercar y aniquilar al enemigo (para
abastecerse); elegir siempre terreno y población favorable (o una de las dos
cosas); concentrar una fuerza superior en fuego y en número (en un solo lugar y
por un tiempo dado); atacar tropas fatigadas, encolumnadas (en camiones o
desfiladeros, etc.); llevar la iniciativa en las operaciones; no dejar pasar
una ocasión favorable, para conseguir una victoria total; al enemigo, mejor es
cercarlo y desarmarlo que hostigarlo y dejarlo.
XIV.- PRINCIPIOS DE LA GUERRA REVOLUCIONARIA
En la guerra popular, la ofensiva y la defensiva son formas
dialécticas de un mismo todo:
1) se cede terreno, para destrozar al enemigo, y recuperarlo
después;
2) la guerrilla no se defiende pasivamente, sino para atraer
al adversario al lugar dado y en el tiempo dado, en que la correlación de
fuerzas y el terreno le sean favorables;
3) un ejército de liberación popular combina la lucha activa
(combate) con la defensa pasiva de las masas populares (huelgas,
manifestaciones, actos de protesta, etc.), a fin de que ambas formas de lucha
movilicen la población contra sus opresores y explotadores;
4) en general, la guerra revolucionaria es una técnica de
movilización de masas insurreccionadas, para que den el máximo rendimiento
político y militar, sin lo cual una monoría (la guerrilla), si es aislada de la
mayoría (pueblo), pierde, indefectiblemente, la guerra, como de la Puente Uceda, en Mesa
Pelada (Perú) en 1965; o como el “Che” Guevara, en 1966/67, en Ñancahuasú
(Bolivia);
5) un puñado de guerrilleros, en ciudad o campo, pueden
triunfar sobre fuerzas regulares poderosas, a condición de contar con población
favorable (encuadrada en una organización territorial para-militar),
enemigovulnerable (aislado, cansado, encolumnado en camiones, desprevenido e
inferior en número y fuego al guerrillero) y terreno favorable (ciudades
grandes, cuyos bosques de casas son tan buenos para los guerrilleros como los
bosques de altas montañas); bajo esas tres condiciones, el segundo principio
del “Che” Guevara es correcto, en cuanto que a partir de la acción se crean
todas las condiciones revolucionarias.
Resumiendo: con unos pocos guerrilleros se puede obtener
pequeños y continuados éxitos, a base de combinar el factor sorpresa con el
terreno y la población favorables y enemigo vulnerable; pero ello será
correcto, a condición de transformar toda victoria militar guerrillera en
victoria política, en movilización de masas. ¿De lo contrario, de qué serviría
derrotar al enemigo y quitarle sus armas, si nadie del pueblo vendría a
tomarlas...? Con victorias así, la guerrilla estaría perdida, ya que agotaría
su material humano sin posibilidad de reponerlo, lo cual supone una victoria
pírrica o nula.
Al enemigo no hay que esperarlo pasivamente: hay que ir a
buscarlo ofensivamente para abastecerse a expensas de su intendencia. Por
tanto, una guerrilla de ciudad o de montaña, nunca debe ser pasiva,
conservadora, ya que asi nunca ganaría la guerra ni se transformaria en ejército
de liberación. La guerra revolucionaria, requiere mucha moral: pues se hace con
campañas largas y combates breves (de cerco y aniquilamiento del adversario:
tomando sorpresivamente). Nunca hay que procurar, en el combate, que el enemigo
retroceda o sea simplemente derrota, sino más bien cercado y aniquilado.
XV.- ¿CUÁNTOS HACEN UNA REVOLUCIÓN?
El idealismo voluntarista de los rebeldes (que no hay que
confundir con la sagacidad política, la fina dialéctica y la estrategia
brillante de los revolucionarios), toma, frecuentemente, sus deseos por
realidades, al subjetivizar fervientes deseos insurreccionales sin tener en
cuentas las situaciones objetivas revolucionarias. El rebelde, sin partir de un
pensamiento coherente, pasa a la acción; el revolucionario va del pensamiento
al acto insurreccional, partiendo del análisis económico de la situación, de un
estudio de las clases amigas y enemigas (a unir en un frente de liberación o a
ser aisladas en el curso de la guerra, en función de resolver por la lucha
unida de clases oprimidas, la contradicción principal: representada por las
oligarquías). El rebelde se lanza a la insurrección sin prepararla; el
revolucionario, parte de una organización mínima como vanguardia armada; de un
programa claro y sencillo que una a las clases oprimidas contra las clases
opresoras y explotadoras; de una estrategia y de una táctica, que no dejen al
ejército represivo la posibilidad de combatir en frentes de línea, sino siempre
en superficie: de modo que en su dispersión de fuerzas esté su peridición
estratégica.
Un puñado de hombres pueden hacer una Revolución
aprovechando un período de crisis económica (desocupación obrera en masa,
cierre de fábricas, miseria creciente, etc.), el desprestigio de las fuerzas
armadas (vuelta del Ejército de una guerra perdida, como en Rusia, en 1917) y
la incapacidad de los partidos tradicionales para derrocar una tiranía. En
tales situaciones, una minoría, que actúe en interés de las mayorías, puede
triunfar revolucionariamente, si sabe emplear la acción insuregente para
levantar al pueblo en armas. Pero si una minoria armada se aisla políticamente
de las mayorías, si no representara (en momentos críticos de desamparo de las
masas populares el interés general), jamás un “foco” insurreccional podrá hacer
una revolución social: sin promover con la lucha una alianza de clases
oprimidas, una organización territorial (en el campo para ayudar a la guerrilla
de montaña) y una organización urbana paramilitar (que dé cobertura a la
guerrilla de ciudad).
En determiandas condiciones políticas favorables a la
insurrección (cuando todo está despretiagiado y la cosa “no resiste más”), una
docena de hombres (que hagan operaciones armadas brillantes, pero siempre en
defensa del pueblo para ganar la población favorable), pueden hacer una
revolución social. En cambio, miles de hombres lanzados a huelgas,
manifestaciones densas, ocupaciones de fábricas, toma de universidades y lucha
en barricadas, sin que apoye una guerrilla (en superficie), son fácilmente
vencidos por las fuerzas militares y policiales del Estado burgués o
burocrático.
En estrategia revolucionaria, si se combinan acciones de
masas (huelgas, manifestaciones, motines, ocupación de fábricas – por el
derecho al trabajo- toma de escuelas y universidades, etc.) y acciones
guerrilleras rurales y urbanas (coordinadas por un ejército de liberación, que
les dé unidad operacional táctica y estratégica), siempre se gana la guerra
contra un ejército regular reaccionario, sin apoyo popular. Una guerra revolucionaria
supone, cuando lo es de verdad, hacer la guerra total, como no podía soñarla
Ludendorff: exponente del militarismo alemán. En la guerra revolucionaria, la
guerrilla, en montaña o campo, es solo una parte de ella, y no su máxima
expresión militar como supone Regis Debray, en “Revolución en la Revolución”. Una guerra
revolucionaria es completa: con guerrilla de montaña o campo (milicia
guerrillera en pueblitos chicos, evidentemente calndestina); con guerrillera
urbana; con operaciones combinadas de guerrillas locales, escalones regionales
y ejército de liberación; con sabotajes, secuestros, terrorismo, actos de
propaganda armada (que son actos cotidianos en guerras revolucionarias como en
Viet-Nam, Argelia, Cuba, etc.); con huelgas, manifestaciones, movilización de
masas campesinas, por “la tierra para el que la trabaja”; con acciones
revolucionarias en zonas del proletariado de los algodonales, los cañaverales,
las minas, donde está el obrero más explotado; en fin, la guerra revolucionaria
estriba en que una monoría se convierta en locomotora que arrastre a la
mayoría, mediante la creación de un ejército de liberación, apoyado en un
frente unido popular que le dé cobertura política.
Para que una monoría se haga el exponente de una mayoría
oprimida (que quiere sacudirse el yugo del militarismo, el latifundio y el
imperialismo), hay que partir de un movimiento que no se clasifique con
denominaciones políticas clásicas, sino que tomen más bien una fecha como
origen de su denominación y acción revolucionaria. De esta manera, lo
particular (la guerrilla) se convertirá, dialécticamente, en símbolo de lo
general (el pueblo). Pues una guerrilla insurreccional, para llegar a ser
ejército de liberación, ha de ser -antes que un ejército- un pueblo en armas:
incluso el partido puede venir después de formar el ejército deliberación y el
frente de liberación. Caer en el idealismo semántico (culto de las meras
palabras), o semantizarse con tal o cual color político o ideología, resta a
una minoría armada la asistencia de las mayorías, que tienen reparos en seguir
ideologías trasnochadas. He ahí lo que no comprendieron bien muchos
revolucionarios latinoamericanos, sacrificados, en la flor de su vida, ante el
piquete de ejecución; o que fueron encarcelados por haber confundido táctica
con la estrategia, los deseos con las realidades. En determinadas situaciones,
unas cuantas divisiones pierden la guerra en unas horas o unos dias, mientras
que cediendo terreno y ganando tiempo para movilizar la población oprimida, una
guerrilla de 10 hombres puede ganar la guerra a un ejército grande, cuando la
minoría armada está en interés o en función de las mayorías oprimidas,
explotadas, abandonadas.
XVI.- DIALÉCTICA DE LAS CONDICIONES REVOLUCIONARIAS
Si la guerra es otra forma de la política entre las naciones
por medio de la violencia, la guerra revolucionaria es la forma más violenta de
la lucha de clases. A pesar del idealismo voluntarista de la coexistencia
pacífica (hasta Napoleón, antes que Marx, negaba, con su rica experiencia militar,
la coexistencia entre lo viejo y lo nuevo), es evidente que se producirán
guerras nacionales o imperialistas, mientras exista la desigualdad económica y
el desarrollo desigual entre naciones. También se producirán guerras
revolucionarias, mientras haya injusticias sociales, mientras unos opriman y
otros sean oprimidos, mientras unos sean explotadores y otros explotados,
mientras haya clases antagónicas que luchen, tanto con capitalismo privado como
con capitalismo de Estado. La rebelión de la base popular contra el régimen
burocrática de Novotny, y luego la invasión soviética en Checoslovaquia, en
1968, indicaría que la lucha de clases no ha desaprecido en el Este, como motor
de la historia.
Una guerra revolucionaria, por consiguiente, debe tener perspectivas
políticas óptimas, donde haya tiranías odiosas que derrocar con participación
de todo el pueblo. Las condiciones políticas más favorables posibles acortan y
desarrollan la lucha revolucionaria; pero la hacen dura, lenta y sangrienta,
como en Colombia, cuando el campo lucha en guerrillas mientras la ciudad lee
las noticias o no hace nada, revolucionariamente. Desencadenar una guerra de
guerrillas, como “foco” insurreccional, en países con cierto goce de libertades
democráticas y un relativo nivel de vida (antes de producirse una gran crisis
económica), es correr un riesgos estratégico muy desfavorable para la
guerrilla. En el mejor de los casos para ella, obtendría muchos éxitos tácticos
-tomar armas y derrotar al enemigo, en numerosos y repetidos combates, bien
preparados-; pero ¿quién repondría las bajas humanas y quién tomaría las armas
quitadas al enemigo? La guerra revolucionaria siendo el exponente más alto de
la lucha de clases, no puede prosperar donde la guerrilla no se apoye en el
frente de las clases oprimidas contra las clases o la clase opresora. Si a
partir de la acción insurreccional no se forma ese frente de clases, es que
todavía la política no había llegado a un gran desprestigio, la crisis a su
punto caótico, la corrupción al máximo, los crimenes políticos al nivel más
bajo de la dignidad humana y el despotismo a tales cureldades e inmoralidades,
que el pueblo diga y repita: “Esto no puede seguir así!” “¡Basta!”.
En América Latina se suele recurrir a la guerrilla en países
con apariencia de democracia, mientras no se hace nada en países dodne las
dictaduras pretorianas disolvieron todos los partidos políticos, tomaron todo
el Poder, se constituyeron en “lasquenetes” del imperialismo y se pusieron en
contra de la clase obrera, los estudiantes, los campesinos, los intelectuales y
la burguesía liberal. Sin embargo, contra esas dictaduras ominosas, vergonzosas
y entreguistas, la guerrilla no ha hecho nada, incluso fue empleada cuando aún
existía el régimen representativo, pero no se emplea ahora contra dictaduras
pretorianas. Ello demuestra que los guerrilleros, mal formados políticamente,
no pueden llegar estratégicamente al conocimiento de los más elementales
principios de la guerra revolucionaria de verdad, para no dejarse llevar por una
guerrilla lúdica, casi deportiva, andinista, más cerca de Robin Hood de las
películas que de la práctica de Fidel Castro.
Al lanzar la guerrilla sobre la montaña y el campo, en
países con tiranía pretorianas, se tiene poco en cuenta los países con tiranías
pretorianas, se tiene poco en cuenta los problemas de la libertad, que son
problemas del intelecto y del espíritu, de la vida urbana más que de la rural,
se ubica así la guerra revolucionaria fuera de su mayor rendimiento de masas,
de propaganda y de producción de población favorable. El horizonte limitado del
campesino no entiende ni sufre, con su vida cotidiana simple, los problemas de
la conciencia desdichada hegeliana, de la alienación por la política. Por otra
parte, las dictaduras ejercen todo su Poder en las grandes urbes. Y es allí, en
principio, donde hay que golpearlas política y militarmente. Si el país
oprimido por una tiranía tiene zonas de bosques y de altas montañas, contará
con la posibilidad doble de atacar al enemigo en ciudades y montañas. En ese
sentido, los guerrilleros de ciudad, que sean conocidos y dadas sus fotos a la
publicidad, deberán ganar la zona de montaña, para luchar en terreno que les
sea propio (liberado o semiliberado), lo cual constituirá para ellos como una
liberación a fin de que la ciudad no se transforme en una inmensa prisión, para
los revolucionarios conocidos. En la ciudad siempre hay que emplear, en los
cuadros de combate, caras nuevas, para reservar a favor del guerrillero su
alarma principal y más eficaz, su mejor aliado: la sorpresa. En el monte, deben
estar todos los que tengan sus naves quemadas en la ciudad.
En las ciudades, los acontencimientos que se produzcan
contra las tiranías, tienen una gran repercusión periodística nacional e
internacional, más que las noticias llegadas del campo que, a menudo, no las
dan los gobiernos totalitarios, para no crear mitos guerrilleros como el de
Fidel Castro, que por la acción y el gesto, desde Sierra Maestra, ganó La Habana para su causa.
Se debe rehuir una guerra revolucionaria con poca población
favorable, ya que la haría muy sangrienta para los guerrilleros y fácil para
las fuerzas represivas. Hay que implantar la guerrilla en zonas que esperen la
justicia del ejército de liberación; operar, poco a poco, en ayuda del pueblo
oprimido; dar cobertura a estudiantes, obreros, campesinos, intelectuales, etc.
A las masas no se las inventa se las sigue, no dejando que las burocracias
sindicales las negocien; pero llevando la lucha por la acción más allá del
horizonte limitado del burócrata. Sólo así la guerra revolucionaria será el
mejor medio para realizar la política por la acción, cuando una dictadura
impide al pueblo hacerla de derecho, por la vía democrática, anteponiendo los
cañones a las razones del pueblo sufrido y trabajador.
Mientras existan las clases sociales antagónicas, la
violencia estará en el contendio de la historia: las guerras y las revoluciones
serán inevitables, a pesar del idealismo burgués de las Naciones Unidas, o más
bien desunidas. La “coexistencia pacífica” del burocratismo soviético niega,
con el voluntarismo pacifista, la lucha de clases, es decir, el contenido
esencial histórico de la doctrina marxista.
Ha llegado, pues, la hora de que el anarquismo científico
unifique la doctrina económica y dialéctica de Marx, con la práctica
revolucionaria y el socialismo libertario de Bakunin. La era tecnológica,
cibernética, hace posible ya esa síntesis revolucionaria, en un
anarco-marxismo.
Los ideales, la doctrina del marxismo, han sido degradados
por el “socialismo burgués” de los Willy Brandt y los Wilson y por el comunismo
oportunista de la burocracia soviética. Sólo un anarco-marxismo puede
reivindicar la unidad del pensamiento y la acción de Marx y Bakunin.
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Resulta paradójico que en una época de desencanto a
consecuencia del hundimiento del “socialismo real” y del “fin de las utopías”,
el advenimiento de un individualismo condicionado por el miedo social y la sed
de consumir (y con ambas cosas reproduciéndose), la renuncia a superar la
organización estatal de la sociedad y capitalista de la producción… los debates
sobre la autogestión se limitan –al menos en Francia- a trabajos sociológicos e
históricos, confinando esta práctica social a la categoría de objeto de estudio(1) .
Paradójico porque la autogestión ha supuesto desde siempre
un conjunto de respuestas contemporáneas y de experimentaciones sociales(2) que
siguen siendo un antídoto a la desesperación que nos ofrecen estos tiempos
opresivos. Esta conclusión es aún más sorprendente cuando afecta a los
partidarios de la autogestión generalizada, que son los libertarios, y que
pusieron en marcha las colectivizaciones de la España republicana. Para ellos
esta aspiración es una reivindicación histórica (3) y una práctica
actual.
Surge así la cuestión del ineludible esfuerzo por
reactualizar la idea autogestionaria anarquista y sus necesarios debates. Sin
duda, este renacer pasa por una primera reapropiación: la del trabajo realizado
no hace tanto tiempo y que no ha contado con un eco significativo.Entre quienes
han intentado profundizar en la autogestión libertaria y no han contado con
nuestro suficiente reconocimiento –más que conociendo su nombre o sus ideas
fuerza- hay que señalar al español Abraham Guillén(4).
La lectura de una de sus obras consagrada a la economía –ha
escrito unas cincuenta sobre temas muy diversos- es una forma de conocer sus
concepciones de la autogestión. Sin perder nunca de vista su sentido político (“Así
pues, sin autogestión no hay emancipación del pueblo por el pueblo mismo. Éste
es un axioma político.”) hizo el esfuerzo de pensar la construcción
libertaria y sus consecuencias, e incluso su enfrentamiento con el mercado
capitalista, aunque sea siguiendo a veces caminos poco frecuentes para un
anarquista.
La última obra de este autor, que falleció en 1993, fue
publicada en 1990(5)y puede ser una primra divulgación de sus tesis, bastante
desconocidas más allá del mundo hispanohablante.
Práctico y pluralista
En este voluminoso trabajo, Abraham Guillén desmenuza con
cuidado los mecanismos y las teorías económicas de su tiempo para mostrar sus
mentiras desde el punto de vista de la justicia social y la igualdad. Sus
observaciones no dejan nunca de señalar con el dedo a la economía capitalista
pero también a la economía de Estado, enfrentando cada tipo de organización con
sus propios límites o contradicciones, puesto que éstos se apoyan siempre en
las injusticias y la aparición, según las distintas áreas económicas, de una
clase capitalista o tecnoburocrática que se apropia de las plusvalías generadas
por el mundo trabajador.
Para liberarse de estos poderes y de la alienación de los
productores por la mercancía (dinero, objeto), hay que asociar con pragmatismo
el pensamiento crítico con “la praxis” autogestionaria:
“En la “praxis” se revela la realidad económica, el
reparto desigual de la
riqueza según los grupos privilegiados, la división del trabajo entre
dirigentes y dirigidos, la servidumbre del obrero en su trabajo enajenado al
capital privado o de Estado.”
Pero no es cuestión de someterse a teorías económicas
rígidas: “Hay que conocer las leyes objetivas de la ciencia económica sin
divinizarlas, sin alienarse en ellas, y tomarlas como conceptos puros del
entendimiento humano para justificar regímenes económicos anacrónicos” (p.
152). Con esta perspectiva abierta, afirma la necesidad de que la organización
económica libertaria sea plural, como un medio y como un fin: “Debe haber
plena libertad de ensayo económico (empresas mixtas, municipales, cooperativas,
mutuales y autogestionarias) sin estalinismo, monopolios ni elitismo.” (p.
201). Como origen de desigualdades, Abraham Guillén insiste en la división del
trabajo entre trabajadores manuales e intelectuales.
El socialismo autogestionario libertario debe remediarlo
radicalmente:
“La participación creciente de los trabajadores en la gestión de sus
empresas, siendo todos capaces de hacer todo, es la condición esencial del
socialismo autogestionario. Sólo así todos participarían por igual en la
gestión y la distribución del excedente económico, producto de un trabajo común
y en igualdad de condiciones para todos"
En este sentido, la empresa autogestionada debe ser
un lugar de formación permanente para, asociada a la gestión colectiva de los
instrumentos de trabajo, permitir un acceso igual a los saberes con el fin de
abolir la diferencia entre trabajadores manuales e intelectuales e impedir la
reproducción de una nueva clase gestora que se apropie en el futuro del fruto
del trabajo de los demás.
Y advertía:
“Si el socialismo autogestionario no fuera capaz de superar
la vieja división del trabajo entre ejecución de la producción y dirección de
la misma, no sería
entonces posible la emancipación de los trabajadores”
La trayectoria de este teórico de la autogestión le llevó a
conocer, siendo muy joven, las colectivizaciones españolas, y más tarde el
sector cooperativista de Perú, al tiempo que trabajaba como experto para
Naciones Unidas. Sus estudios unidos a sus experiencias personales han
alimentado su reflexión. Sin duda, esto le ayudó a concebir modos originales de
organización autogestionaria.
Por otra parte, a diferencia de los anarcosindicalistas,
para quienes la organización sindical es la columna vertebral de la
organización social o económica autogestionaria, hay que señalar que Guillén
no atribuye ningún papel preponderante a los sindicatos. Parte de la idea
de que la autogestión generalizada es también una investigación en la acción:
“En los primeros tiempos de un nuevo régimen de democracia libertaria, de
economía autogestionaria, habrá que tener muy en cuenta la prueba y el error,
la experiencia histórica, para no ideologizar el saber, para no caer en dogmas
más cerca de la metafísica que de la realidad cotidiana. En este orden de ideas
experimentales, de verificación de programas y de resultados de planes, los
autogestores tendrán que ser muy autocríticos, pensando que lo que ayer era
positivo mañana puede ser negativo, ya que habría cambios cuantitativos, hacia
delante o hacia atrás, lo cual determinaría cambios cualitativos.”
La organización social y local
Guillén describe una organización social bastante completa e
incluso presenta algunas perspectivas:
“En su calidad de autogestores, los trabajadores
liberados de la dictadura del
capital privado o de Estado, deben participar en la gestión de sus empresas y
en el reparto del excedente económico obtenido en ellas por su trabajo
asociado; participar en la toma de decisiones de la actividad económica de las
empresas autogestionadas; definir la política económica de la empresa de
propiedad social, a fin de que sea asegurado su continuo progreso económico,
tecnológico, cultural, social, educativo e informativo; dirigirse los
autogestores a los órganos del autogobierno empresarial con justas peticiones a
las cuales éstos están obligados a responder practicando la democracia directa
sin trámites burocráticos”
“Los trabajadores de la empresa de propiedad social autogestionada
deben tener acceso a sus decisiones fundamentales: cálculo de los gastos de
producción; precios; plan de cuentas; informes periódicos; convenios y
contratos de todo tipo; decidir sobre la elección de candidatos al consejo
autogestor; votar el reglamento de derechos y deberes de los trabajadores;
informarse sobre gastos y recursos; concertar créditos; vincularse con otras
empresas y organismos; considerar el saldo de resultados económicos mensual,
trimestral y anualmente; apercibirse de los planes económicos a corto, mediano
y largo plazo.” (p. 391).
El consejo obrero de la empresa autogestionada es “el
Autopoder supremo de la empresa”, elegido democráticamente. Sus
miembros son revocables y se eligen por dos años, no pudiéndoseles renovar hasta
después de otros dos años más (p. 391).
“El consejo autocrático de la sociedad anónima
capitalista será sustituido por un Consejo Obrero Autogestor de Empresa; y la
asamblea de accionistas, por la asamblea de productores directos, eligiendo,
por voto directo y secreto, a sus consejeros autogestores rotatorios y
renovables.”
Aunque no se pronuncia sobre la cuestión del autogobierno
municipal, Guillén defiende concepciones interesantes respecto de un tema
actual, la“relocalización”:
“Si los agricultores estuvieran agrupados en combinados
agro-industriales autogestionados, incluyendo en su sistema la producción de
elementos primarios, su transformación en productos industrializados y su
distribución en el mercado, asociando así el capital agrícola, el industrial y
el mercantil, sin falsos intermediarios, la producción llegaría al mercado con
la menor diferencia posible entre el costo de producción y el precio de venta,
para beneficiar, con precios baratos, a toda la sociedad, como hicieron en su
mercado socialista libertario las colectividades anarquistas españolas durante
la revolución de 1936-1939.”
Adquieren valor los recursos locales: “Por ejemplo,
en comunidades autogestionarias locales, integradas comarcalmente, de acuerdo
con el entorno económico, ecológico y demográfico, se pueden crear complejos
autogestionarios constituidos por la integración de la agricultura, la
industria agro-alimentaria y de transformación de materias primas (agrícolas,
animales, forestales, pesqueras), utilizando para ello fuentes de energía
locales: biomasa, carbón mineral, vegetal o turba, energía solar, eólica,
metano y alcohol de la biomasa, a fin de tener una empresa autosuficiente o,
por lo menos, no tan dependiente de sus materias primas y fuentes de energía
como la mercantilizada empresa capitalista, dependiente de la mercancía.” (p.
121).
Autogestión y mercado
Para este enemigo del fetichismo materialista mercantil,
deben darse las leyes de cooperación entre colectividades al mismo tiempo que
se establece un sistema de valores de cambio. Se trataría del valor trabajo y
del valor de uso, por oposición al valor comercial que integra la plusvalía
capitalista:
“En el socialismo autogestionario (con democracia directa
en los escalones de la comuna, el auto-gobierno regional y el co-gobierno
federal) ningún grupo autogestor de trabajo cambiaría el trabajo de un año por
el de seis meses, sino un valor de uso por otro valor de uso del mismo
valor-trabajo, de modo que el cambio no produzca injusticia distributiva,
creando así clases parasitarias, burocracias y Estado caro y malo. […] En
cualquier producto del trabajo humano –independientemente del modo de
producción histórico- hay un valor de cambio y un valor de uso, pero una
sociedad autogestionaria se identifica con el valor de uso, desbordando el
valor de cambio. Pues, para que cada uno aporte según su capacidad y reciba
según su necesidad, fórmula de la distribución comunista, debe haber al menos
cierta abundancia de bienes y servicios, una moral de consumo y un reparto
equitativo, independientemente de las capacidades y las cualidades del trabajo
individual para que haya igualdad económica entre los hombres, sin la cual no
hay libertad.”
La riqueza producida deberá ser superior a las necesidades de
las empresas, creando así un capital social gestionado colectivamente con el
fin de aumentar la productividad y liberando al trabajador de sus tareas, pero
también permitiendo la investigación y el desarrollo, la educación, el ocio, la
cultura, etc.
El objetivo es, en definitiva, provocar un “decrecimiento de
los precios” –gracias a un valor de cambio estable y no especulativo-, un
“decrecimiento del tiempo de trabajo” –por la mejora técnica del rendimiento
financiada por el aumento del “capital social”-. El autor anticapitalista evoca
el mercado:
“Con socialismo de autogestión, la planificación nacional
es programática, indicativa, pues deja las decisiones básicas a las empresas
autogestoras que saben lo que necesita el mercado socialista, en cantidad y
calidad, en precios competitivos […]. El socialismo libertario no tiene
necesidad de planificación centralizada, sino de un socialismo de mercado, de
la competencia entre grupos colectivos de trabajo, de la democracia directa en
las empresas por medio de los consejos autogestores.”
Este concepto del mercado se usa aquí sin ambigüedades en
cuanto a las intenciones: “[…] el único sistema socio-económico que
puede hacer cumplir la ley del valor-trabajo en los intercambios, dentro de un
mercado socialista (libre de mercachifles, de agiotistas monetarios y
bursátiles, de capitalistas que consumen mucho y producen poco), es la economía
autogestionaria (en las empresas, explotaciones agro-industriales, servicios,
talleres y fábricas) y la democracia directa (en la política).” (p.
201).
Las estrategias
Y A. Guillén cambia el paso; considera y argumenta a favor
de ¡una competencia entre la economía autogestionaria y las economías
capitalistas o de Estado! Y desarrolla su idea:
“Una economía autogestionaria debe ser competitiva,
desafiante e imbatible en el mercado mundial; pero no sólo porque sus
protagonistas auto-organizados hagan sacrificios económicos en el sentido de
consumir poco e invertir mucho, sino más bien por ponerse a trabajar todos
útilmente; reducir la burocracia al mínimo; elevar la fuerza de trabajo
productivo al máximo; abolir las clases parasitarias e invertir inmediatamente
sus rentas, que eran improductivas, en inversiones productivas; y no olvidar
que lainvestigación científica y la educación generalizada son grandes fuerzas
productivas para el desarrollo de la sociedad libertaria.”
Rechaza la idea de que la revolución será simultáneamente en
todo el mundo, pero muestra también que si este modelo de desarrollo no
convence, tampoco habrá otras regiones del mundo que se unan a esta idea de
abolir el capitalismo:
“En consecuencia, si el crecimiento económico y el
progreso tecnológico y cultural no son mayores con una economía autogestionaria
que con una economía burguesa o burocrática, se estará en el reino de las ideologías,
pero no de las realidades económicas. Pero si todo un pueblo autogestionario
trabaja, investiga, consume prudentemente e invierte mucho para progresar más,
si desaburguesa y desburocratiza la economía, competirá con ventaja en el
mercado mundial y, a mediano plazo, se colocará a la vanguardia del progreso
internacional, encarnando así el protagonismo de la historia universal.”
Y el economista libertario no quiere mentir; afirma que el
desarrollo autogestionado sería cuestionado en su vocación misma si no
permitiera el acceso a un modo de vida envidiable en comparación con otras
economías de mercado: “Queramos o no hay que ser desarrollistas en el buen
sentido; pero no aumentar la producción por la producción misma; […] pues la
humanidad no quiere perder fuerzas productivas, nivel de vida y bienestar
adquiridos, cambiando de régimen.” (p. 394).
Mientras, se plantean las cuestiones estratégicas con el fin
de alcanzar una economía autogestionaria. El autor afirma la complementariedad
entre el pensamiento y la acción: “Así pues, necesitamos una contracultura
que saque al pueblo de su pasividad animal (doméstica) de consumo; unir el
pensamiento y la acción para interpretar y transformar el mundo al mismo
tiempo; pues el pensamiento por sí [mismo] nunca produce ningún cambio. Por
eso, en ciertos momentos históricos, mejor que decir es hacer, uniendo el
pensamiento y el acto en una “praxis” coherente; pues sólo así podrán los
trabajadores transformar el capitalismo en socialismo libertario.”(p. 134).
Paralelamente preconiza la constitución de “comités”,
liberados del control de las élites de los partidos o sindicatos
institucionalizados: “La estrategia básica consiste en romper el
equilibrio del sistema institucionalizado, tanto por las burguesías como por
las burocracias, a fin de provocar la ruptura violenta, la lucha de clases
conducente a la Revolución.” (p. 340).
Y en esas estamos hoy día. Si bien no escapa a ciertas
imperfecciones líricas, cientificistas o economicistas que conviene tomar con
precaución, Abraham Guillén nos ha legado, sobre todo, una serie de
pensamientos y tomas de posición dignas de interés y capaces de enriquecer
nuestras propias reflexiones sobre el camino hacia la autogestión libertaria.
Hay que lamentar que este pensador de la autogestión sea tan poco conocido, y
con él, su obra.
NOTAS: * Federación Anarquista - Grupo Gard
Vaucluse (Francia). Extraído del semanario Le Monde libertaire, n° 1447, 21-27
de septiembre de 2006. Traducido por Luis B.
(1) “Habríamos dejado atrás, pues, la autogestión. Pero ciertas cuestiones que
la autogestión ha planteado bien pudieran afectarnos en el presente.”
Autogestion, la dernière utopie?, Éditions la Sorbonne, 2003, p. 9.
(2) Léase L’autogestion libertaire, Editions du Monde Libertaire, 2006.
(3) “Los instrumentos de trabajo, así como la tierra, serán
propiedad de la comunidad, no pudiendo ser utilizados más que por los
trabajadores, y éstos, agrupados en asociaciones industriales y agrícolas,
serán remunerados según su trabajo.” Miguel Bakunin, Programa de la Alianza
Internacional de la Democracia Socialista.
(4) Aunque Daniel Guérin permanece como una referencia,
citemos sin embargo a Georges Gurvitch y Jean Bancal cuyos escritos o
investigaciones sobre la autogestión libertaria son bastante poco accesibles.
(5) Se trata de Economía autogestionaria. Las bases del desarrollo
económico de la sociedad libertaria, 504 páginas, editado por la Fundación
Anselmo Lorenzo. No se citan aquí más que las ideas más significativas del
autor (especificando entre paréntesis la página de donde se extraen y respetando
las cursivas del original); la lectura del libro resulta pues imprescindible.
¿Quién era Abraham Guillén?
Nació en Corduente (Guadalajara) en marzo de 1913 y murió en Madrid en agosto
de 1993. Resinero en su pueblo natal y estudiante en Madrid, becado por la
República. Afiliado a la Federación Ibérica de Juventudes Libertarias (FIJL) en
edad temprana, fue también miembro de la Confederación Nacional del Trabajo
(CNT) y de la Federación Anarquista Ibérica (FAI). Combatió en la guerra de
1936 y fue comisario de la 14 División y del Cuarto Cuerpo de Ejército,
comandado por Cipriano Mera; también dirigió Nosotros, portavoz de la
FAI-FIJL-Columna de Hierro en Valencia. El final de la guerra le sorprendió en
Alicante, donde se le detuvo; condenado a muerte aunque posteriormente se le
conmuto la pena por veinte años de prisión, protagonizó dos fugas, una de
Añover de Tajo (1942), tras la que militó en el Comité Nacional hasta su
detención en 1943, la segunda con éxito: en 1945 escapó de Carabanchel y
ayudado por una tribu de gitanos libertarios pasó a Francia. Una segunda fase
de su vida se inicia con su marcha a Argentina (1948), Uruguay y algún tiempo
en Cuba. Licenciado en Ciencias Económicas, profesor de Economía Política
(director de investigación económica en la Facultad de Derecho y Ciencias
Sociales de Buenos Aires) y columnista de El Laborista, Democracia en Buenos
Aires, asesor económico de la uruguaya Universidad del Trabajo y periodista de
Acción de Montevideo, experto internacional de la OIT en economía
autogestionaria y desarrollo cooperativo en el Perú, donde además colaboró en
La prensa de Lima. Muerto Franco, retorna a España y en los últimos años
destaca como conferenciante. Considerado como el gran teórico de la guerrilla
urbana y sus plasmaciones prácticas americanas (tupamaros, uturuncos). Redactor
de Juventud Libre en 1937, FIJL, director de Nosotros, Columna de Hierro etc;
también colaborador de numerosos periódicos de América (comentarista de
economía y política internacional en la prensa peruana, uruguaya y argentina)
como El Sol de Costa Rica o Diario 16 en España y en la prensa libertaria: Año
Zero, Bicicleta, Cenit, CNT, Espoir, Icaria, Ideas-Orto, Historia Libertaria,
La Lletra A, Nahia, El Olivo del Búho, Solidaridad Obrera de Valencia, Tierra y
Libertad de México, Vida Obrera. Autor de una cincuentena de libros. Su nombre
se popularizó como experto en técnicas de guerrilla urbana, economía mundial,
el poder e implantación de las multinacionales, la economía autogestionaria y
temas relacionados con la guerra de España y la degeneración del comunismo.
Algunos de los títulos que publicó son: La agonía del imperialismo (dos tomos)
(1957), El imperialismo del dólar (1962), Teoría de la violencia (1965),
Estrategia de la guerrilla urbana (1965), La rebelión del tercer mundo (1969),
Democracia directa (1970), Socialismo de autogestión (1971), La elite del poder
en España (1973), La colonización financiera del FMI (1973), La propiedad
social, modelo de desarrollo peruano (1976), Revalorización de la guerrilla
urbana (1977), Guerrilla 1 (en colaboración con otros autores) (1978), El
capitalismo soviético: última etapa del imperialismo (1979), Economía
libertaria, alternativa para un mundo en crisis (1988), Economía
autogestionaria. Las bases del desarrollo económico de la sociedad libertaria,
(1990), Socialismo Libertario. Ni capitalismo de monopolios ni comunismo de
estado (1990), Técnica de desinformación (1991). *Extraído principalmente de
Iñiguez, M. Esbozo de una enciclopedia histórica del anarquismo español.
Fundación Anselmo Lorenzo. Madrid, 2001. Bibliografía por Lluís R.A.
http://jarabeautentico.blogspot.com.ar/2007/10/la-autogestin-segn-abraham-guilln.html
http://jarabeautentico.blogspot.com.ar/2007/10/la-autogestin-segn-abraham-guilln.html
**Se puede consultar una entrevista a Abraham Guillén aquí:http://www.tecnimar.com/ciclo/09/16.htm
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