
Juana Azurduy, flor del Alto Perú
Autor: Felipe Pigna,Los mitos de la historia argentina 2, Buenos Aires, Planeta. 2005.
La lucha de las mujeres fue fundamental en la guerra gaucha. No solamente eran excelentes espías sino que algunas de ellas, como doña Juana Azurduy de Padilla, comandaban tropas en las vanguardias de las fuerzas patriotas. Esta maravillosa mujer había nacido en Chuquisaca el 8 de marzo de 1781, mientras estallaba y se expandía la rebelión de Túpac Amaru. El amor la llevó a unir su vida a la del comandante Manuel Asencio Padilla.
La pareja de guerrilleros defendió a sangre y fuego del avance español la zona comprendida entre el norte de Chuquisaca y las selvas de Santa Cruz de la Sierra. El sistema de combate y gobierno conocido como el de las “republiquetas” consistía en la formación, en las zonas liberadas, de centros autónomos a cargo de un jefe político–militar. Hubo ciento dos caudillos que comandaron igual número de republiquetas. La crueldad de la lucha fue tal que sólo sobrevivieron nueve. Quedaron en el camino jefes notables, de un coraje proverbial. Entre ellos hay que nombrar a Ignacio Warnes, Vicente Camargo, al cura Idelfonso Muñecas y al propio Padilla.
Los Padilla lo perdieron todo, su casa, su tierra y sus hijos en medio de la lucha. No tenían nada más que su dignidad, su coraje y la firme voluntad revolucionaria. Por eso, cuando estaban en la más absoluta miseria y un jefe español intentó sobornar a su marido, Juana le contestó enfurecida: “La propuesta de dinero y otros intereses sólo debería hacerse a los infames que pelean por su esclavitud, más no a los que defendían su dulce libertad, como él lo haría a sangre y fuego”.
Juana fue una estrecha colaboradora de Güemes y por su coraje fue investida del grado de teniente coronel con el uso de uniforme, según un decreto firmado por el director supremo Pueyrredón el 13 de agosto de 1816 y que hizo efectivo el general Belgrano al entregarle el sable correspondiente.
Tres meses después, en la batalla de Viloma fue herida por los realistas. Su marido acudió en su rescate y logró liberarla, pero a costa de ser herido de muerte. Era el 14 de noviembre de 1816. Juana se quedaba sin su compañero y el Alto Perú sin uno de sus jefes más valientes y brillantes.
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Juana de América Por Alberto Lapolla
La Guerrillera de la Libertad
Francisco de Miranda murió en las mazmorras de Fernando VII en Cádiz. Mariano Moreno fue envenenado por el capitán de un barco británico y su cadáver arrojado al mar, anticipando un destino recurrente para los revolucionarios argentinos. Manuel Belgrano murió en la pobreza en 1820, cuando aún la América necesitaba de sus inigualables servicios. Todavía no se habían cumplido ocho años de que hubiera salvado a la Revolución continental en Tucumán. Bolívar murió solo, perseguido por facciones oligárquicas que combatían su proyecto de unidad continental, expresando con amargura "he sembrado en el viento y arado en el mar." Bernardo O’Higginns fue desterrado y perseguido luego de luchar toda su vida por la libertad americana. Monteagudo fue apuñalado en una oscura calle de Lima. Dorrego fue fusilado sin juicio alguno -por instigación de Rivadavia- por su antiguo compañero de mil batallas, "el sable sin cabeza", el genocida Juan Galo de Lavalle. Juan J. Castelli el "orador supremo de la Revolución", quien destruyera los argumentos realistas en mayo de 1810, el jefe del ejército libertador americano que más cerca estuvo de llegar a Lima y destruir de un golpe el poder imperial español, antes de la llegada de San Martín, murió con su lengua cortada, preso y perseguido. Apenas dos días antes San Martín, Alvear y su discípulo Monteagudo acababan de desalojar al gobierno contrarrevolucionario de Rivadavia y el Primer Triunvirato, retomando la senda de Moreno y la Revolución. En este marco de ingratitud caída sobre nuestros revolucionarios, aquellos que nos dieron la libertad y produjeron la más grande de las revoluciones del mundo occidental del siglo XIX, no es de extrañar que Juana Azurduy, la mayor guerrera de América, ‘Juana de América’ -en un continente que hizo de la resistencia su identidad-, terminara sus días como una mendiga miserable en la calles de Chuquisaca habitando un rancho de paja. Juana Azurduy y su esposo el prócer americano Manuel Ascencio Padilla, son los máximos héroes de la libertad del Alto Perú y por ende de nuestra libertad como americanos y como provincia argentina de la gran nación americana. Sólo la ignominia que aún campea sobre nuestra historia y sobre sus mejores hijos, hace que la República de Bolivia -escindida de la gran nación rioplatense, por el elitismo sin par de los ejércitos porteños que desfilaron, saquearon, defeccionaron y abandonaron el Alto Perú, a excepción del general Belgrano y por las apetencias oligárquicas- no considere a Juana y a su esposo el Coronel Padilla, como sus máximos héroes, y sí rinda honores al mariscal Santa Cruz uno de los generales realistas que reprimió la Revolución de La Paz de 1809, y que se pasó a las filas patriotas al final de la guerra de la Independencia. Fue el propio Bolívar quien al visitar a Doña Juana -ya destruida por las muertes de los suyos, el olvido de sus conciudadanos y el saqueo de sus bienes- le expresara ante la sorpresa de sus compatriotas, que Bolivia no debía llevar su nombre sino el de Padilla, su mayor jefe revolucionario. Pero los adulones destruyen las revoluciones.
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popular y lo indio de nuestra gesta emancipadora. Combatieron por la libertad del Alto Perú -por entonces parte del Virreinato del Río de la Plata primero y de las Provincias Unidas después- desde la revolución de Chuquisaca y la Paz en 1809 -que fueran ahogadas en sangre desde Lima y Buenos Aires. Y en particular guerrrearon sin descanso y sin cuartel desde el grito de libertad del 25 de mayo de 1810. Ellos y los 105 caudillos indios y gauchos como Vicente Camargo, el Cacique Buscay, el Coronel Warnes, el padre Muñecas, Francisco Uriondo, Angulo, Zelaya, el Marqués de Tojo, el Marqués de Yavi, José Miguel Lanza, Esquivel, Méndez, Jacinto Cueto, el indio Lira, Mendieta, Fuente Zerna, Mateo Ramírez y Avilés entre muchos otros, junto a Güemes en Salta, fueron quienes impidieron que luego de las sucesivas derrotas de los ejércitos porteños al Norte, los realistas pudieran avanzar sobre Buenos Aires y destruyeran la revolución. Juana y Padilla eran oriundos de Chuquisaca -también llamada La Plata o Charcas- sede de la universidad. Allí estudiaron -y conspiraron- Mariano Moreno, Juan José Castelli y Bernardo de Monteagudo. Castelli, ya jefe del ejército del Norte, se hospedó en la casa de Padilla en su marcha hacia La Paz. Moreno era abogado defensor de indios pobres y perseguidos en el estudio del doctor Gascón en Chuquisaca. Allí contactó con el movimiento revolucionario. Juana nació en 1780, el año en que Túpac Amaru lanzó su revolución indígena que casi liquida al poder español. Sería el mismo favorito -de la reina- Godoy, quien señalara que la rebelión de Túpac estuvo a punto de quitarle a España los virreinatos del Perú y del Plata. Esa rebelión ahogada en la sangre de los cien mil indios ajusticiados por la represión genocida española y en los gritos del suplicio del gran Túpac, su esposa Micaela Bastidas Puyucawa y sus hijos, abrió el camino de la libertad pese a su derrota.
AUDIOS:
Libreto:Autor: Eduardo Galeano – Memorias del Fuego Voz: Tati Echagüe Música: Egberto Gismonti Producción: America Profunda Pais: Argentina
JUANA AZURDUY De la serie: MEMORIA DEL FUEGO - MUJERES 1816, Tarabuco: Juana Azurduy. Instruída en catecismos, nacida para monja de convento en Chuquisaca, es teniente coronel de los ejércitos guerrilleros de la independencia. 682 Producción: ALER Pais: Ecuador
FLOR DEL ALTO PERÚ De la serie: FLOR DEL ALTO PERÚ Juana Azurduy y Manuel Padilla, esposos guerrilleros, capitanearon la independencia del Alto Perú. Producción: Radialistas.net Pais: Ecuador Fecha Producción: 05/2007 Libreto:BIBLIOGRAFÍAPacho O´Donnell, Juana Azurduy, la Teniente Coronela, Sudamericana, Buenos Aires 1994. Colaboración de Roberto Deibe.
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El ejemplo del Inca Condorcanqui no podía sino conmover hasta los tuétanos el corazón de la América del Sur, del cual el Alto Perú y el Perú eran su núcleo principal de población original, con culturas profundas y altivas. Nada sería igual después de la rebelión de Túpac: ni el dominio español ni la resistencia americana. La generación posterior a su derrota, sabría vengar su suplicio y expulsaría a los criminales españoles por mucho tiempo -por lo menos hasta la llegada del Traidor Carlos Saúl I, ya al final del siglo XX. Es así que el sol de nuestra bandera es el glorioso sol de los incas y de Túpac Amaru.
La Revolución continental Juana Azurduy es la máxima heroína de la Independencia Americana y su vida un verdadero ejemplo de la entrega a la revolución y a la lucha por la libertad de sus semejantes. El Alto Perú era el corazón del sistema colonial español y del genocidio indígena. Allí los indios enviados al socavón del Potosí eran despedidos para nunca más volver. Morían a los veinte años de edad con los pulmones perforados, a los dos años de llegar a la bocamina. Allí todas las injusticias eran realizadas en nombre del rey de España. Los azotes -las arrobas- eran el trato habitual para el indio. Juana, una hermosa mujer de familia criolla, habría podido tener una vida acomodada de mujer casada. En lugar de ello prefirió el combate sin cuartel por la libertad. En esa lucha perdió de la manera más cruel a sus cuatro hijos pequeños, destruidos por el hambre, las penurias y el paludismo. Vio la cabeza de su esposo -el héroe Padilla- clavada en una pica carcomida por

Con motivo del Segundo Aniversario del Programa de Fortalecimiento de Derechos y Participación de las Mujeres JUANA AZURDUY y en la fecha de su natalicio, la Coordinadora Honoraria del Programa y actual Diputada Nacional, Cecilia "Checha" Merchán presentó el Proyecto de ley ante la Honorable Cámara de Diputados/as: Reemplazo de la imagen de Julio A. Roca por la de la tenienta coronela Juana Azurduy en los billetes de pesos cien ($100):
PROYECTO BILLETE CON JUANA AZURDUY
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