El 15/10/2012 terminó el juicio por la Masacre de Trelew. Los
jueces dictaron la sentencia, considerando que los delitos son de LESA
HUMANIDAD. Fueron condenados 3 fusiladores a prisión perpetua (en cárcel común
cuando esté firme el fallo): Sosa, Del Real y Marandino. Fueron absueltos
Paccagnini y Bautista. Además, se ordenó que se vuelva a pedir la extradición
del fusilador Bravo, prófugo de la justicia, quien vive en Estados Unidos, país
del que es ciudadano, tras haber trabajado para la CIA. Los jueces también
pidieron que el imputado Mayorga, quien fue apartado del juicio por motivos de
salud, sea analizado nuevamente.
Las víctimas eran 19 militantes de las organizaciones
PRT-ERP, FAR y Montoneros.
PRESENTES.
(H.I.J.O.S.)
En este programa compartimos las opiniones de los abogados querellantes por la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación, Germán Kexel y Martín Rico.
Entrevista Luis "Nono" Ortolani, periodista, ex PRT-ERP, preso político en Rawson al momento de la fuga. Fue quien negocio con las autoridades penitenciarias la devolución de la cárcel que había sido tomada por los militantes después de la fuga fallida, y fue uno de los testigos que presto su testimonio durante el proceso.
Ademas compartimos los momentos principales de la lectura de sentencias, la emoción de los familiares y compañeros, opiniones de jueces y fiscales, archivo histórico, pruebas aportadas durante el juicio, canciones, etc...!
PODES ESCUCHAR EL PROGRAMA
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EL TOF DE COMODORO
RIVADAVIA CONDENO A PERPETUA A SOSA, DEL REAL Y MARANDINO Y ABSOLVIO A
PACCAGNINI Y BAUTISTA EN EL JUICIO POR TRELEW
La masacre tuvo su
día de justicia 40 años después
La sentencia generó
emoción y aplausos entre los familiares de las víctimas, en Rawson. Anticiparon
que apelarán las absoluciones. El fallo marca un precedente porque retrasa el
inicio del terrorismo de Estado en el país.
(Pagina/12)
Desde Rawson
Desde el extremo del
escenario reservado para ellos, se las ingeniaron los cinco acusados en el
juicio por la Masacre
de Trelew para ubicarse de espaldas al público. Alguno, incluso, procuró
taparse la cara. Tardó la gente, el mediodía de ayer, en colmar el cine teatro
José Hernández de Rawson, en donde se desarrolló el debate desde su inicio, en
mayo de este año, para escuchar en vivo y en directo la decisión del Tribunal
Oral Federal de Comodoro Rivadavia. La multitud respetó el silencio pedido por
el presidente del TOF, Enrique Guanziroli, al iniciar la lectura del veredicto,
silbó en protesta de las absoluciones de Rubén Paccagnini y Jorge Bautista y
festejó con aplausos, llantos y de pie al grito de “asesinos” las condenas a
prisión perpetua e inhabilitación absoluta de Luis Sosa, Emilio Del Real y
Carlos Marandino.
Las absoluciones
La tensión invadía las primeras filas del teatro, en donde
los familiares de quienes fueron asesinados en la Base Almirante Zar
de Trelew hace cuarenta años aferraban manos, se mordían los labios y apretaban
los ojos como queriendo, con ese gesto, obligar al tiempo a avanzar más rápido.
Más arriba, integrantes de Hijos, de Familiares de Detenidos y Desaparecidos
por Razones Políticas, de Madres y Abuelas de Plaza de Mayo. Esa ansiedad
esperanzada con la que todos sostenían las imágenes de sus fusilados fue la
primera en recibir la lectura inicial de Guanziroli como un aguijonazo: la
absolución de Jorge Bautista “por no haberse probado el delito de
encubrimiento”.
El gesto en las caras de los familiares pasó de expectativa
a preocupación. La siguiente decisión despertó silbidos y los murmullos
comenzaron a calentar el ambiente: la absolución de Rubén Paccagnini del cargo
de “autor mediato de 16 homicidios reiterados con alevosía y concurso
premeditado de dos o más personas y tres tentativas del mismo delito”. En esta
decisión, la jueza Nora Cabrera de Monella se manifestó en disidencia y recibió
aplausos por ello. Dos a cero de los cinco puntos que se jugaban en esta final
que, para muchos, marca un precedente en la historia argentina porque atrasa el
punto de inicio del terrorismo de Estado tal y como se lo conoce propio de la
última, fatal y feroz dictadura cívico-militar argentina.
Las perpetuas
A Raquel Camps, hija del sobreviviente de la masacre Alberto
Camps, se le vino el mundo abajo. “No podía creer lo que estaba escuchando y no
quería seguir haciéndolo. Tenía miedo de que el resto de las condenas fuera
igual. Quise salir corriendo”, recordó cuando ya todo estaba dicho, con mucha
más calma, pero con las heridas aún abiertas.
Lo que siguió despertó las fuerzas. Los militares retirados
Sosa, Del Real y Marandino fueron condenados a “prisión e inhabilitación
absoluta y perpetua por considerarlos coautores responsables del homicidio con
alevosía y de tres casos de ese delito en calidad de tentativa” de Rubén Bonet,
Jorge Ulla, Humberto Suárez, José Mena, Humberto Toschi, Miguel Angel Polti,
Mario Delfino, Alberto Del Rey, Eduardo Campello, Clarisa Lea Place, Ana María
Villarreal de Santucho, Carlos Astudillo, Alfredo Kohon, María Angélica
Sabelli, Mariano Pujadas y Susana Lesgart, y de los sobrevivientes Alberto
Camps, María Antonia Berger y Ricardo Haidar, todos ellos presos políticos
militantes de Montoneros, FAR y ERP-PRT, cometidos el 22 de agosto de 1972.
Los aplausos no permitieron al presidente del TOF finalizar
de corrido la sentencia. Tampoco los gritos de “bravo” o los “hijos de puta” y
“asesinos” que muchos hombres y mujeres del público, de pie, les dedicaron a
los acusados, que permanecieron de espaldas. La declaración de los delitos como
crímenes de lesa humanidad sirvió de válvula de descarga para quienes arribaron
esa mañana a Trelew en busca de esa frase que, suponían, englobaba a “toda la Justicia ”. Cuando la
escucharon olvidaron por cuestión de segundos, nomás, las absoluciones del
inicio, por las que deberán seguir luchando. Y lloraron. Y se abrazaron. Y
buscaron con la mirada hacia arriba el encuentro con aquellos cuyos derechos
humanos fueron violados cuarenta años atrás. “Para este tribunal, el juicio ha
terminado”, clausuró Guanziroli, luego de mencionar que los condenados sólo
acabarían en una cárcel federal cuando la condena estuviera firme. Esto es, por
lo menos, tras las apelaciones de defensas y querellas, quienes ya aseguraron
que las habrá. Mientras tanto, Sosa, Del Real y Marandino permanecerían
excarcelados.
“Sabemos que se hizo justicia, pero no acordamos con las
absoluciones”, definió Jorge Ulla, hermano del militante del ERP-PRT, la sensación
que se instaló en el cuerpo de la mayoría de los familiares, a medida que iban,
poco a poco, abandonando las butacas del lugar en donde un camino cuarenta años
de lucha encontró el fin de su primera gran etapa: las condenas. Alicia Bonet,
compañera de otro integrante de esa fuerza, también fusilado, fue más positiva
al considerar la definición de los delitos como de lesa humanidad como “un
enorme triunfo. Jueces argentinos determinaron que Trelew fue el primer acto de
terrorismo de Estado”.
Los otros puntos
El pedido de extradición del militar retirado Roberto Bravo
a Estados Unidos es otro de los puntos importantes del fallo, junto con la
orden para que se le realice al almirante Horacio Mayorga –quien quedó afuera
de este juicio por problemas de salud– análisis periódicos para controlar su
estado. Bravo fue señalado durante el debate por varios testigos –entre ellos
por las voces de los sobrevivientes– como uno de los disparadores en los
fusilamientos. En 2008 se realizó un pedido de extradición al país
norteamericano, que fue rechazado por la Justicia del estado de Florida. En ese sentido,
“la declaración de los hechos como delitos de lesa humanidad es un nuevo
argumento para reiterar el pedido”, analizó el fiscal de Comodoro Rivadavia,
Horacio Arranz, uno de los tres miembros del Ministerio Público fiscal que
integraron esa parte acusatoria durante el debate.
El análisis
En cuanto al punto de Bravo, las querellas se mostraron
conformes, aunque la abogada del Centro de Estudios Legales y Sociales, que
representa a la querella de los familiares, Carolina Varsky, remarcó que el
alegato de esa parte solicitó la deportación del militar retirado: “Con este
fallo queda claro que él mintió en su ingreso a los Estados Unidos. La masacre
es un crimen de lesa humanidad y él es sindicado constantemente con Sosa como
uno de los autores de los disparos y responsables”. El TOF, en tanto, denegó el
pedido de esa querella de incluir la figura de tormentos en el caso. “El
tribunal no entendió el planteo de esta querella de que las torturas que los
fusilados padecieron desde el 15 al 22 de agosto de 1972 formaron parte del
mismo hecho”, explicó Varsky.
Del fallo del TOF de Comodoro Rivadavia, las partes
acusatorias destacaron la definición de los delitos como crímenes de lesa
humanidad y todas, también, criticaron fuertemente la absolución de Paccagnini,
quien fue el jefe de la base en donde sucedieron los fusilamientos. “La causa
de la masacre nos permitía adentrarnos en la estructura militar cuando se trata
de terrorismo de Estado, explicar el encubrimiento posterior de Bautista de los
hechos y cómo se trasmiten las decisiones a nivel jerárquico dentro de la
fuerza. Yo no conozco casos de absolución de jefes de dependencias en las que
se hayan cometido delitos de lesa humanidad. Desde el Estado, habla de un
desconocimiento de cómo opera esa estructura militar. Leeremos los
fundamentos”, expresó Germán Kexel, de la querella de la Secretaría de Derechos
Humanos de la Nación. Su
colega Martín Rico aseguró que recurrirán a Casación por el asunto.
“Nosotros estuvimos en la investigación del caso y siempre
relacionamos al ex presidente de facto (Agustín Lanusse) con diferentes jefes
de mando. En ese trabajo se dejó bien claro cuál era la prueba que lo unía con
Paccagnini, dentro de un plan sistemático generalizado de persecución a gran
parte de la población, cosa que el tribunal sí dio por probado. No entendemos
los argumentos con los que se lo liberó a Paccagnini de culpa y cargo”, rezongó
el fiscal de Rawson Fernando Gélvez.
ACTO EN LA
BASE ZAR
Cartel en memoria
Abrigada hasta la nariz, apoyada en el antebrazo de una
compañera que no la deja ni a sol ni a sombra, Encarnación Díaz se paró frente
al enorme cartel y leyó en voz bien baja. Se lo contaba a sí misma, pero
también a su tierra, a Trelew, para que ninguna de las dos olvide ese momento
histórico. Despacio, recorría las palabras: “En esta unidad de la Armada Argentina
se cometieron crímenes de lesa humanidad. El 22 de agosto de 1972 se perpetró la Masacre de Trelew.
Memoria. Verdad. Justicia”.
A poco menos de un kilómetro de la entrada del edificio en
donde estuvieron detenidos los 19 presos políticos una semana de agosto de 1972
antes de ser fusilados el 22 de aquel mes, más precisamente en el kilómetro
1453 de la ruta 3, en donde comienza el territorio de la Base Aeronaval
Almirante Zar, existe desde ayer un enorme cartel que indica de manera oficial
lo que Encarnación sabe desde hace 40 años, lo que dijo a gritos desde
entonces. “40 años esperamos mi tierra y yo este acto de justicia, para que las
atrocidades que sucedieron aquí no vuelvan a pasar”, comentó a Página/12, que
la oyó leer el mensaje del cartel en voz baja.
En un acto del que participaron pobladores de Trelew,
familiares de las víctimas, miembros del Archivo Nacional de la Memoria y de la Secretaría de Derechos
Humanos, quedó inaugurada la señalización de la base. “Es necesario recordar a
los compañeros que se llevaron aquellos traidores, cobardes, que no son
siquiera capaces de mirar a las familias de quienes ellos mataron y reconocer
lo que hicieron”, enfatizó el titular de esa secretaría, Martín Fresneda, bajo
el cartel a la vera de la ruta nacional. Desde ese mismo lugar y momentos antes
de ingresar al sector donde estuvieron los calabozos que albergaron los últimos
días de las víctimas de la
Masacre de Trelew, entre ellas su hermano Alejandro, Jorge
Ulla resumió la jornada en nombre de los familiares. “Después de 40 años
pedimos justicia no motorizados por rencor y venganza sino por la vida. Recordar
la muerte sería el triunfo de la matanza. Ellos creían que al perforar esos
cuerpos iban a desaparecer los reclamos de democracia, los pedidos de libertad.
Pero no lo lograron. No mataron los cuerpos sino que los inmortalizaron a
través nuestro. Esto va más allá de una sentencia, es la reivindicación de toda
una generación”, apuntó.
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Un túnel de escape
que nunca se terminó y la increíble historia del fusilado que no fue
De la cárcel de
Rawson escaparon 25 personas. El número 26 era Luis Ortolani, que se salvó de la Base Zar gracias a la
única falla de la fuga. Escuchó el relato de los sobrevivientes y le contó al
tribunal cuál fue el primer plan de los presos. Fue el hombre que negoció la
entrega del penal capitalino.
Experiencia. Ortolani se emocionó cuando recordó que no
salió del penal gracias a que su cuñado Mario Delfino le tocó el turno
anterior.
Luis Ortolani fue preso político en mil cárceles hasta que
tras su fuga frustrada de la
Unidad 6 de Rawson, en el penal de Villa Devoto se encontró
con Ricardo Haidar y Alberto Camps, sobrevivientes de lo que ya se nombraba
como Masacre de Trelew. Se los notaba distintos del resto de los detenidos. Por
separado, cada uno le contó su versión de la madrugada del 22 de agosto del
´72. Y ayer el testigo se lo reveló al tribunal que juzga los 19 fusilamientos.
“Ambos me relataron lo mismo: de madrugada les ordenan hacer
el mono y formar porque los trasladaban a Rawson. Habían sufrido muchas
vejaciones, como barrer desnudos”, describió. El “mono” era el montón de ropa y
mantas anudadas. Formaron fila. “En la penúltima celda estaba Camps con Mario
Delfino, mi cuñado; Carlos Astudillo estaba con Haidar”.
Desde el fondo, Haidar y Camps oyeron la metralla. “Creyeron
que era una intimidación hasta que vieron caer a quienes estaban delante”.
Pensaron “es un asesinato en serio” y se tiraron en sus celdas. Vino un
silencio, lamentos e insultos. Luego tiros de .45. “Están rematando”, supieron.
No tenían salida. “Camps me dijo que se despidieron de una manera sencilla.
Tirados en el piso se dijeron Chau compañero, esta es la boleta”.
Alguien entró y les preguntó si iban a declarar. “Se les
ocurrió decirle que sí y le rompieron el esquema al oficial, que no tiró; pero
entró otro y disparó sin preguntar”. Haidar, muy corto de vista, usaba culos de
botella. “El tiro me hizo girar completamente sobre mí y caí de rodillas con el
cuerpo sobre la cucheta”, le contó a Ortolani. “Vio cómo se formaba un charco
de sangre debajo de él y escuchó silbar el aire de sus pulmones. Se dio cuenta
de que un tiro se los había atravesado”. Dudó: si estiro la mano para buscar
los lentes, me rematan.
Un segundo después oyó voces nuevas, recién llegadas pero de
gente de la Base.
“Preguntaban qué pasó y les respondían que hubo un intento de fuga”. Haidar
notó a alguien de guardapolvo blanco y se quejó para que notaran que vivía. Se
desmayó sobre una camilla y se despertó en el Hospital Naval de Bahía Blanca,
donde “se portaron muy bien y gracias a eso sobrevivieron”.
-¿Los presos políticos pudieron pensar en una fuga
espontánea?, preguntó el juez Enrique Guanziroli.
-No, en absoluto, no improvisan nada. Nunca se hace una fuga
sin planificar y sin apoyo y aprobación del exterior.
Un dato estremeció al público del Cine Teatro “José
Hernández” de Rawson: el 15 de agosto, cada preso político tenía un número de
orden para la fuga. Eran 116 en total. Los 6 primeros eran los líderes
guerrilleros que volaron a Chile. Los siguientes 19, el grupo fusilado. El
siguiente, el número 26, era Ortolani, que salvó su pellejo gracias a que el
camión de escape nunca llegó. Un fusilado que no fue. Curiosamente, el número
25 lo llevó Delfino, su cuñado, hermano de su esposa Liliana Delfino.
El testigo recordó que cuando llegó preso a la U-6 el plan de escape era
otro: un túnel que comenzaba en la celda de Humberto Toschi. “Era el calabozo
más austral y cercano al muro, pero cavar era muy difícil por el suelo
gredoso”. Las presas cosieron bolsas de tela para guardar la tierra, en forma
de mochilas al revés. En el fútbol del recreo los hombres la tiraban en la
cancha, disimuladamente, como en las películas. “Se anuló porque ese plan era
absolutamente inviable: con tanta tierra se hubiese formado un paredón y muy
pocos hubiesen logrado escapar”. Ese túnel se descubrió intacto años más tarde,
en una requisa a presos comunes.
Se decidió tomar el penal desde adentro. Los detalles eran
claves. “Debía haber luz y por eso no se podía hacer en pleno invierno; debía
ser un feriado para que haya taxis y remises disponibles y menos personal en el
penal. Por eso se eligió el 15 de agosto, Día de la Virgen ”, le contó al
tribunal. Y debía trabajar el guardiacárcel Facio, el celador que ayudó a los
guerrilleros a cambio de plata.
Llegó el día. Astudillo tocó en la guitarra la zamba “Luis
Burela” y fue la señal del inicio del operativo. Mario Santucho y Marcos
Osatinsky tomaron de rehén a un guardia y abrieron puerta tras puerta. Afuera
del penal esperaron el transporte. “El primer camión lo manejó Jorge Lewinger.
Según su versión retrocedió porque vio la señal del fracaso de la fuga. Pero
tuvo miedo o se confundió porque no existía tal señal”. El segundo camión lo
manejó Jorge Marcos. “No supo qué le pasó a Lewinger y lo obligó a volver, pero
el penal ya estaba rodeado”.
En la salida abrazó a su cuñado Delfino antes de subirlo al
taxi. “Le dije de mi alegría de que pudiera irse, aunque luego la realidad
determinó lo contrario y hace 40 años que descansa en el cementerio La Piedad , de Rosario. Este
testimonio es en su homenaje”.
La noche del 15 de agosto Ortolani negoció con la represión
la entrega de la cárcel de los que quedaban. Se armó una barricada con muebles.
Hubo 25 penitenciarios rehenes. “Si decidían tomar el penal por asalto yo era
el primer muerto”. Parlamentó toda la madrugada. “Si los militares entraban
hubiese sido una masacre; los presos decidimos que esa noche no muriera nadie
pero si asaltaban, estábamos dispuestos a resistir y sabíamos hacerlo. Era una
tensión infernal”. De un lado de la barricada, él; del otro los militares y un
capellán. Se escuchaban sin verse.
A las 7.30 del 16 de agosto los militares aceptaron sus
condiciones. A las 8 volverían a sus celdas y entregarían las armas a cambio de
vivir. “Nos advirtieron que entrarían a las 8.15 y si veían alguno afuera,
abrirían fuego”. Ambas partes cumplieron.
El régimen carcelario se volvió durísimo. Las requisas
fueron a fondo y los guardiacárceles quemaron guitarras, libros y muebles en la
canchita de fútbol. Los dejaron con lo puesto. Ortolani fue un cuadro del
Partido Revolucionario del Pueblo, con historia de picana y simulacro de
fusilamiento. De Rawson terminó en Devoto, donde escuchó a otros dos
sobrevivientes como él.
Miguel Marileo, el funebrero
En 1972 Melluso era la única empresa fúnebre de Trelew. La
tarde del 22 de agosto, su empleado Miguel Marileo escuchó que un grupo militar
entró al local y compró 16 ataúdes. Ayudó a cargarlos en el camión de culata de
la Base Zar.
“Pagaron y se fueron”, le contó ayer al tribunal. “Miguel, seguro que esta
noche te voy a necesitar así que te busco”, le anticipó su jefe.
Dicho y hecho: esa medianoche un colimba golpeó la persiana
de su casa. “¿Qué macana te mandaste?”, preguntó su esposa. “Ninguna, debe ser
por los muchachos muertos”, respondió. El pueblo ya conocía la balacera. Lo
suben a un camión con toldo y muchos colimbas. Un chico le preguntó qué opinaba
la gente del episodio. “Dicen que los mataron ustedes, los milicos. Así de
simple”, contestó.
Un viaje oscuro a la Base. En la guardia le pidieron DNI. Ofreció un
carnet de OSECAC, su obra social. “Me lo devolvieron sin foto”, contó. Bajó la
garrafa y la caja de herramientas para soldar. “Yo ya sabía a qué iba, nadie
nos dijo nada y al entrar sabía qué tenía que hacer”.
En el hall de entrada ubicó los cajones en dos filas de 8.
“Noté a todos muy nerviosos y que esa noche era un momento muy difícil”. Pasó a
la antesala de los calabozos y se chocó otras dos filas de 8, pero de cadáveres
baleados. “Sentí impotencia y bronca porque la mayoría eran muchachos de mi
edad”.
Junto a cada cabeza había una bolsita de nylon con el nombre
del muerto y los plomos que le sacaron, “gruesos, no eran ni balines ni .22” . La que más le llamó la
atención fue la mujer de Santucho. “Pobrecita, se notaba que estaba por tener un bebé”. Era Ana María
Villarreal con tres balazos en el vientre. “El que hizo eso no tiene perdón de
Dios”, murmuró ante el tribunal.
Todos tenían más de un impacto. La única sin balazos
visibles era Sabelli. “No le veía sangre por ningún lado. Hasta que la revisé,
le levanté el pelo larguísimo y le toqué la nuca”. Trabajaba sin guantes y sacó
la mano empapada de sangre. Había tocado el orificio del tiro de gracia.
Según Marileo, “al que más tiros le pegaron fue a Mariano
Pujadas”. Su bolsa tenía al menos 11 proyectiles. “Se notaba que alguien que
sabía, un médico o un enfermero, lo abrió para sacarle los plomos y luego lo
cosió del cuello hasta el ombligo”.
El testigo y su jefe esperaron largo rato. “Nadie quería dar
la orden de encajonar los cuerpos”. Los jefes iban y venían. Marileo dialogó
corto con un colimba: “Un muchacho me dice Jefe, nosotros no los matamos, los
mató el capitán Sosa y su pandilla, los de la tirita. Por ese comentario, a ese
pobre gaucho se lo llevaron”.
Al fin, uno que parecía de jerarquía les ordenó encajonar
los cadáveres, desnudos. La sangre corría sobre las baldosas. Pusieron a cada
guerrillero sobre una camilla y de a uno los acomodaron en la mortaja. Arriba
de cada féretro puso la bolsita con el nombre, para identificarlo. “Tras tantos
años de funebrero, lo que vi esa noche fue para no olvidarse jamás”. Muy cerca
observó a los tres sobrevivientes de la Masacre , cubiertos con sábanas blancas en
camillas, sin atención médica. A la media hora no los vio más.
Cerca de las 4 otro superior que no identificó llegó al
lugar. “¿Desde qué hora están acá? ¿No les dieron nada de tomar?”. Marileo
pidió un café. “Mi jefe no abrió la boca ni para pedir un vaso de agua”.
Soldaron los cajones y acabaron el trabajo. Se preguntó si alguien notaría que
debían regresar a Trelew. “Pedí ir al baño y me llevaron con el fusil en la
espalda. Le dije Flaco, bajá eso que andás nervioso y se te va a escapar un
tiro. Recién ahí lo bajó”.
A las 17, casi quince horas después de llegar, los subieron
a un jeep rumbo a Trelew. Lo bajaron en Sarmiento 426, el local de la
funeraria. “Me bajé y un militar de ropa verde, bastante prepotente, me dijo
Vos no viste nada y nunca estuviste en la Base , cuidáte porque tenés un hijo muy chico”. El
nene de Marileo tenía 2 años.
“Se notaba que sabían todo. Lo hablé con mi señora y me
dijo: Si te dijeron que no viste nada, no viste nada; te amenazaron así que
tenemos una familia y una vida por delante. Me callé la boca y me quedé en el
molde durante 30 años. Pero no me voy a callar nunca más”. Supo por conocidos
de la Base que
lo tuvieron vigilado 3 años más.#
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Comenzó el histórico Juicio por la Masacre de Trelew
Los acusados por los fusilamientos de 19 presos politicos de
ERP, FAR y Montoneros son: Los capitanes de fragata Luis Sosa y Emilio Del
Real, los capitanes de navío Rubén Paccagnini y Jorge Bautista, y el cabo
Carlos Marandino
Repasamos las primeras audiencias, las expectativas y el
recuerdo de los militantes asesinados junto a:
-Raquel Camps, HIJA de Alberto Camps (Montoneros,
desaparecido en 1977), uno de los 3 sobrevivientes de la masacre que le
contaron la verdadera historia a Paco Urondo en el penal de Devoto.
-Mariano Pujadas, sobrino de Mariano Pujadas (Montoneros)
uno de los dirigentes que brindo la conferencia de prensa en el aeropuerto,
antes de ser trasladados a la
Base Almirante Zar, donde fueron fusilados
-Alicia Bonet, esposa de Ruben Bonet (PRT-ERP), uno de los
dirigentes que brindo la conferencia de prensa en el aeropuerto. Alicia es la
primera denunciante de la masacre en 1972, y volvio al país en 2005 para
reabrir la causa por pedido de Nestor Kirchner
-Luís Lea Place, (ex militante de PRT-ERP, economista,
coordinador del grupo de investigaciones sobre delitos económicos vinculados al
terrorismo de estado, del Archivo Nacional de la Memoria-Secretaria
de DDHH de la Nacióin ):
Hermano de Clarisa Lea Place (PRT-ERP), asesinada en la masacre de 1972
-Martín Rico, abogado querellante por la Secretaria de DHH de la Nación
PODES ESCUCHAR EL PROGRAMA
NO ESTAN EN ESTA INSTANCIA DEL JUICIO:
Roberto Guillermo Bravo, identificado por los tres sobrevivientes del fusilamiento como quien recorrió los calabozos para dar los tiros de gracia. Ciudadano norteamericano desde 1987, localizado por Página/12 en Miami como titular del RGB Group en 2009, un empresa que brinda servicios al ejercito y organismos de seguridad. La justicia de Miami nego el pedido de extradicion
Alejandro Agustin Lanusse, presidente de la dictadura, falleció en 1996
Capitan Raul Herrera, fallecido
Hermes Quijada, jefe del estado mayor
conjunto, ajusticiado EN 1973 por un comando del ERP 22, a cargo de Antonio del Carmen Fernández (participo de la toma del avion con el que los 6 dirigentes que completaron el plan de fuga, llegaron a Chile) a quien también le costo la vida ese episodio.
Contraalmirante retirado Horacio Mayorga, entonces comandante de la Aviación Naval. Fue quien ordenó trasladar a los guerrilleros capturados a la base Zar, esta imputado pero fue apartado por su estado de salud, con un cuadro de ACV
JUZGAN DESDE MAÑANA A CINCO
REPRESORES POR LA MASACRE
DE TRELEW
El juicio a los fusiladores del
’72
Los acusados son los capitanes
de fragata Luis Sosa y Emilio Del Real, los capitanes de navío Rubén Paccagnini
y Jorge Bautista, y el cabo Carlos Marandino. Hoy se recordará a las víctimas y
al fallecido secretario de Derechos Humanos Eduardo Luis Duhalde.
En la madrugada del 22 de agosto de 1972,
dieciséis presos políticos fueron asesinados en la Base Almirante Zar.
Mañana a las diez de la mañana,
en el teatro José Hernández de la ciudad de Rawson, el Tribunal Oral Federal de
Comodoro Rivadavia comenzará a juzgar a cinco marinos por la Masacre de Trelew, como
pasó a la historia el fusilamiento de dieciséis presos políticos en la
madrugada del 22 de agosto de 1972 en la Base Almirante Zar
de la Armada
Argentina. El gran ausente del juicio, el primero por delitos
de lesa humanidad cometidos durante la dictadura del general Alejandro Agustín
Lanusse, será el teniente de navío retirado Roberto Guillermo Bravo, identificado
por los tres sobrevivientes del fusilamiento como quien recorrió los calabozos
para dar los tiros de gracia. Ciudadano norteamericano desde 1987, localizado
por Página/12 en Miami como titular del RGB Group en 2009, el Ñato Bravo sigue
libre e impune gracias al juez Robert Dube, miembro de la Corte de Florida, quien
rechazó el pedido de extradición con el argumento de que las declaraciones de
los sobrevivientes “no son creíbles” y que en todo caso no correspondía la
extradición por tratarse de “delitos políticos”.
La causa por la masacre de 1972
se abrió a pedido del CELS, en representación de familiares de los fusilados,
tras la reapertura de las investigaciones por crímenes de la última dictadura. La Armada había instruido un
sumario en base a su falacia habitual: intento de fuga repelido por marinos con
todos los muertos en el bando contrario y ni un rasguño en el propio. El juez
federal de Trelew, Hugo Sastre, tomó decenas de testimoniales a personas que
trabajaban en la base y a principios de 2008 ordenó las detenciones, que
incluían a Bravo.
Los cinco imputados que
finalmente se sentarán en el banquillo son los capitanes de fragata Luis Emilio
Sosa y Emilio Del Real, los capitanes de navío Rubén Norberto Paccagnini y
Jorge Enrique Bautista, y el cabo Carlos Amadeo Marandino. Sosa recorrió los
calabozos junto con Bravo para dar los tiros de gracia, según le contaron los
sobrevivientes a Paco Urondo, que en base a sus relatos publicó La Patria fusilada. Treinta y
cinco años después, citado a indagatoria, Sosa declaró que mientras
inspeccionaba los calabozos recibió “una patada de karate” que lo dejó
conmocionado y cuando intentó reincorporarse “ya habían empezado a tirar las
ametralladoras PAM”. Dijo que alcanzó a ver “cuatro bocas de fuego desde tres
metros” e identificó a tres de los fusiladores: Bravo, Del Real y Marandino. El
suboficial Marandino, a su turno, declaró que esa noche estaba de guardia hasta
que le ordenaron abrir las puertas de los calabozos y retirarse. El capitán
Paccagnini era entonces el jefe de la base Zar, superior inmediato de los
fusiladores. El capitán Bautista fue el responsable del sumario interno que
respaldó la versión del intento de fuga, por lo que será juzgado por
encubrimiento. Marandino dijo que le ordenaron mentir para respaldar la
historia oficial.
El segundo gran ausente del
juicio será el contraalmirante retirado Horacio Mayorga, entonces comandante de
la Aviación Naval.
Mayorga fue quien ordenó trasladar a los guerrilleros capturados a la base Zar
y no al penal de Rawson como había prometido la Armada y quien llegó a
reivindicar la masacre ante su tropa. “La Armada no asesina. No lo hizo, no lo hará nunca.
Se hizo lo que se tenía que hacer. No hay que disculparse porque no hay culpa”,
dijo. El viejo marino, golpista ya en 1955, célebre apologista de la dictadura,
fue procesado como cómplice necesario pero quedó fuera del juicio gracias a sus
problemas de salud.
Las actividades previas a la
audiencia inicial, bajo el lema “Los juicios son ahora”, comenzaron ayer con
una conferencia de prensa de organismos de derechos humanos y familiares de las
víctimas, y con un taller de capacitación para periodistas organizado por el
programa Memoria en Movimiento, de la Jefatura de Gabinete del gobierno nacional. Hoy a
la tarde se realizará un homenaje a las víctimas y luego al fallecido ex
secretario de Derechos Humanos Eduardo Luis Duhalde, abogado de presos
políticos al tiempo de la masacre, con la inauguración de un acceso al Centro
Cultural por la Memoria
que funciona en el ex Aeropuerto Viejo de Trelew, donde se entregaron los
presos políticos fugados de la cárcel de Rawson que una semana después serían
fusilados.
El tribunal que tendrá la
responsabilidad histórica de juzgar la Masacre de Trelew está integrado por los jueces
Enrique Guanziroli, Pedro De Diego y Nora María Cabrera de Monella, que
escucharán a unos setenta testigos. En representación del Ministerio Público
actuarán los fiscales Horacio Arranz y Fernando Gelvez. Los familiares de las
víctimas serán representados por Eduardo Hualpa y abogados del CELS. El juicio
será transmitido en pantalla gigante en la plaza central de Rawson, podrá verse
a través del Canal 7 de Chubut y desde el sitio www.memoriaenmovimiento.gov.ar
COMIENZA
EL JUICIO A LOS FUSILADORES DE DIECISEIS PRESOS POLITICOS
Un
día histórico en Trelew
Luego
de cuarenta años, hoy se inicia el proceso contra los cinco represores, que se
encuentran en libertad. Ayer, familiares de las víctimas y militantes de
organizaciones políticas y de derechos humanos recorrieron la base Almirante
Zar.
Por Alejandra Dandan
Casi
cuarenta años después, los fusiladores de los dieciséis presos políticos
asesinados el 22 de agosto de 1972 en la base naval Almirante Zar de Trelew
comenzarán a ser juzgados a partir de hoy por esos crímenes. Las mujeres, hijos
y hermanos de aquellos militantes llegaron a la provincia de Chubut para
participar del proceso y como en una especie de inicio ritual ayer recorrieron
el mismo camino que ellos hicieron en esos días. “Abrazados, unidos, muy
juntos”, como dijeron salieron desde la cárcel de Rawson, pasaron por el
aeropuerto y luego entraron en la Base Naval. “Es muy emocionante esto porque para
no-sotros no pasaron cuarenta años”, dice Alicia de Bonet, la mujer de Rubén
Bonet, dirigente del ERP, uno de los fusilados. “En lo que vivimos no hay
rupturas de tiempo, ni distancia. Hay continuidad, porque nunca bajamos los
brazos en la lucha por la justicia, es la continuidad que se interrumpirá
cuando logremos empezar a ver la salida del túnel, cuando comience este
juicio.”
Durante
el fin de semana fueron llegando hasta la ciudad familiares, organismos de
derechos humanos y organizaciones políticas. Llegó Raquel Camps, la hija de
Adrián Camps; también Luis Lea Laplace, hermano de Clarisa; Guido Quieto, hijo
de Roberto, e Hilda de Toschi, esposa de Humberto. Llegaron también madres de
Línea Fundadora, Familiares de Detenidos Desaparecidos e Hijos, representantes
de La Cámpora
y del Movimiento Evita. A ellos se sumó el subsecretario de Derechos Humanos,
Luis Alén, y Marcelo Duhalde, que encabezaron un homenaje a Eduardo Luis
Duhalde –el fallecido ex secretario de Derechos Humanos–, uno de los abogados
que llevaron adelante las tensas negociaciones por la liberación de los presos
y las del primer grupo que logró aterrizar en Chile. Uno de los que estaban en
el vuelo de los que sobrevivieron a la fuga de la cárcel fue Fernando Vaca
Narvaja, ex dirigente de Montoneros que también está en Rawson. “Pasaron casi
cuarenta años y quizá sea un poco tarde, pero el juicio es muy importante”,
dijo ayer. “Después del fracaso de la segunda fuga, cuando diecinueve
compañeros quedaron retenidos en la base Almirante Zar, Pedro Bonet y Mariano
Pujadas pudieron hablar con algunos periodistas y advirtieron que pedían
garantías a la Justicia
para que no se repitiera lo que había pasado con los obreros de la Patagonia Rebelde ”,
recordó.
Esa
será una de las reconstrucciones que empezarán a escucharse en el juicio a los
cinco marinos encargados del fusilamiento: son los capitanes de fragata Luis
Sosa y Emilio del Real; los capitanes de navío Rubén Paccagnini y Jorge
Bautista y el cabo Carlos Marandino. Sosa era segundo jefe del Batallón de
Infantería Marina de la base, la persona que dio su “palabra de honor” en el
aeropuerto y prometió que los presos iban a ser devueltos a la cárcel de Rawson
y una de las personas que en la madrugada del 22 de agosto recorrieron el
pasillo de las celdas dando los tiros de gracia. Del Real y Morandino son dos
de los fusiladores. Paccagnini era el responsable de la base y jefe directo de
ellos. Y Bautista hizo el sumario que respaldó la versión del intento de fuga.
No son todos los responsables. Guillermo Roberto Bravo es uno de los fusiladores
que siguen en libertad en Estados Unidos porque un juez de Florida no aceptó la
extradición al considerar que era una causa “política”. Y Horacio Mayorga, que
fue quien ordenó el traslado del aeropuerto a la base Almirante Zar, no será
juzgado porque está con un cuadro de ACV.
Alicia
ahora repite los nombres de quienes sí serán juzgados, uno por uno. Todavía no
puede creerlo: el sábado, durante una conferencia de prensa, se enteró de que
ninguno de los cinco acusados llegará al juicio detenido. “Para nosotros fue
una desagradable y terrible sorpresa –dijo–: cuando nos enteramos nos cayó como
una paliza, quedamos todos sin palabras, ahora ellos deberán presentarse
personalmente y sólo si no se presentan la Justicia los debe ir a buscar.”
El
juicio, que se extenderá durante tres meses, tendrá audiencias todos los días
de esta semana. Se hará en el Teatro José Hernández de Rawson. Estará a cargo
del Tribunal Federal de Comodoro Rivadavia, integrado por Enrique Guanziroli,
Pedro de Diego y Nora Monella. Los fiscales son Horacio Arranz y Fernando
Gelvez.
MEMORIA, VERDAD Y JUSTICIA
El juez Enrique Guanziroli
sostuvo que la Fiscalía
no acompañó elementos nuevos para variar el criterio adoptado hasta ahora y
rechazó lo solicitado por el ministerio público y las querellas, quienes habían
pedido la detención de cuatro de los cinco exmilitares acusados del asesinato
-y el encubrimiento- de dieciséis presos políticos, el 22 de agosto de 1972 en
la base naval Almirante Zar.
En caso de que el tribunal
hubiera aceptado lo reclamado por la Fiscalía , el CELS, el abogado Eduardo Hualpa y la Secretaría de Derechos
Humanos de la provincia de Chubut, los capitanes Luis Sosa, Emilio Del Real y
Rubén Paccagnini y el cabo Carlos Marandino hubieran quedado detenidos, al
menos, hasta la sentencia.
El 15 de agosto de 1972
--durante la presidencia de facto del general Alejandro Agustín Lanusse--, 25
presos de distintas organizaciones armadas se fugaron de la cárcel de Rawson
con el objetivo de huir a Chile. Sólo seis de ellos lograron escapar en avión,
mientras el resto se entregó en el aeropuerto de Trelew.
Los recapturados fueron
trasladados a la Base
Aeronaval Almirante Zar, ubicada justo enfrente del
aeropuerto civil, por Sosa, entonces segundo jefe del Batallón de Infantería
Marina de la base, y en la madrugada del 22 de agosto fueron fusilados. Tres de
ellos lograron sobrevivir y su testimonio quedó registrado en el libro La Patria Fusilada de
Paco Urondo. Luego serían desaparecidos durante la última dictadura militar.
En esta juicio eludieron el
banquillo de los acusados el almirante Horacio Mayorga, ya que el Cuerpo de
Medicina Forense consideró que por razones de salud mental no esta condiciones de
defenderse en juicio, y el capitán Roberto Bravo, cuya extradición fue negada
por Estados Unidos, país donde reside.
Lo hicieron pasar por un escape que no fue. Fue una masacre.
La masacre de Trelew, ocurrida el 22 de agosto de 1972 en la base aeronaval
Almirante Zar. En esa madrugada, los 19 militantes del ERP, de las FAR y de
Montoneros que se habían fugado de la cárcel de Rawson –y recapturados en el
aeropuerto de Trelew– fueron fusilados bajo fuego de metralla. Los marinos los
habían sacado de las celdas, los hicieron alinear y les dispararon. Tres
fusilados sobrevivieron: René Haidar, Alberto Camps y María Antonia Berger.
Ellos refutaron la versión oficial, que hablaba de un intento de fuga, y
lograron identificar a los asesinos que mañana, 40 años después, empezarán a
ser juzgados.
Son seis los imputados: Jorge Enrique Bautista, Emilio Jorge
Del Real, Carlos Amadeo Marandino, Horacio Alberto Mayorga, Rubén Norberto
Paccagnini y Luis Emilio Sosa. Sosa fue detenido en 2008 en Buenos Aires. Su
paradero y su cara habían sido un secreto durante años. El ex cabo Marandino se
había exiliado en EE.UU. Lo detuvieron en Ezeiza el mismo año, al regresar el
país. Bravo, el encargado de darles el tiro de gracia a los detenidos, no
estará en el juicio. El ex marino también fue ubicado viviendo en Estados
Unidos en 2009, por Página/12. Fue detenido en febrero de 2010. Salió bajo
fianza, pero la justicia de Miami negó la extradición.
LOS ACUSADOS |
El juicio oral empieza mañana a las 13 en el Tribunal Oral
en lo Criminal Federal de Comodoro Rivadavia, constituido en Rawson. Se buscará
justicia por los crímenes de Rubén Pedro Bonet, Jorge Alejandro Ulla, Humberto
Segundo Suárez, José Ricardo Mena, Humberto Adrián Toschi, Miguel Ángel Polti,
Mario Emilio Delfino, Alberto Carlos Del Rey, Eduardo Campello, Clarisa Rosa
Lea Place, Ana María Villarreal de Santucho, Carlos Heriberto Astudillo,
Alfredo Elías Kohon, María Angélica Sabelli, Mariano Pujadas y Susana Lesgart.
Martín Rico será uno de los abogados querellantes en el
juicio. En su caso, por la
Secretaría de Derechos Humanos de la Nación. “Se determinarán
las responsabilidades penales que le corresponderán a oficiales y suboficiales
de la Armada.
Cobardemente abrieron fuego de ametralladora contra
ciudadanos indefensos que estaban detenidos por una orden extraña de un juez
sin jurisdicción”, explicó a Miradas al Sur. Y agregó: “Lo importante que
demostrara esta causa es que el plan sistemático ya se había puesto en práctica
desde aquel año. En Trelew empezó a usarse una forma genocida y criminal de
someter y disciplinar al pueblo argentino.”
En este punto coincide la directora Mariana Arruti, que
estrenó en 2004 el documental Trelew. “La concreción de un juicio por la Masacre de Trelew puede
ayudar a instalar y reforzar un debate en torno a algunos sentidos que se han
venido dibujando en este tiempo. Se trata de un juicio emblemático, por el
momento en que suceden los hechos que se juzgan. En ese sentido, creo que abre
la posibilidad de comprender, en un espacio de intercambio colectivo, cómo la
estructura represiva del Estado se fue diseñando mucho antes del 24 de marzo de
1976” ,
dice a Miradas al Sur. “Trelew nos permite entender además como esa política
represiva del Estado se fue profundizando a la par del crecimiento de la lucha
social, de la participación gremial y de la radicalización de amplios sectores
de la sociedad en los años ‘60 y ‘70, que a la vez se puso en acto en respuesta
a la opresión política, social y económica de aquel período. Ojalá el juicio
nos de esa chance también.”
Arruti será testigo en el
juicio. El documental que dirigió aportó información nueva sobre el caso.
“Colaboró en la reapertura de un debate sobre un hecho que había permanecido
silenciado. Cuando rodamos en 2001 sentíamos necesario exponer de modo testimonial
las pruebas de que aquello había sido una masacre y no un intento de fuga, como
lo presentó la Marina.
Pudimos ofrecer testimonios importantes. No fue nada fácil en
aquel momento, y hoy, muchos de quienes entrevistamos para la película serán
testigos en el juicio.”.
El juicio por la Masacre de Trelew avanza
“a buen ritmo”, señalaron los querellantes de la causa, al concluir la primera
semana de debate en Rawson, Chubut. “Lo que más nos interesa es la sentencia
definitiva, que establezca las responsabilidades penales”, dijo el abogado
Eduardo Hualpa, que representa a parte de los familiares de los 19 fusilados el
22 de agosto de 1972 en la base Almirante Zar de la Armada en Trelew. Su colega
Carolina Varsky, querellante por el Cels, subrayó que “lo más importante es que
finalmente comenzó el juicio y llegar a una sentencia pronto, ojalá para
nosotros, condenatoria”.
Esta semana se completó la lectura de las declaraciones
indagatorias que los imputados ya habían dado durante la instrucción. Desde
mañana se estará en condiciones de empezar con las audiencias testimoniales: la
siguiente audiencia se realizará el jueves. Los jueces buscan que se revise el
número de testigos convocados, a fin de acelerar el avance de la causa,
criterio que compartieron las querellas. “Son cerca de 80 testigos. La idea es
poder trabajar con las otras dos querellas” y desistir de la presentación de
aquellos que no supongan un aporte significativo a la prueba, dijo Varsky. En
cuanto a la pena que solicitarán para los autores de los delitos investigados,
la abogada del Cels anticipó que “corresponde prisión perpetua, en tanto son 16
homicidios y tres tentativas”. Esta es la pena pretendida respecto de los
oficiales Luis Sosa, Emilio Del Real, Rubén Paccagnini y el suboficial Carlos
Morandino, todos de la
Armada. En cambio, pedirán una punición menor para el oficial
Jorge Bautista, el instructor nombrado por la cúpula naval de la época, acusado
de encubrir el fusilamiento de 19 prisioneros políticos, 16 de los cuales
murieron en la madrugada de aquel 22 de agosto, hace 40 años.
30/04/73 Muere en un ataque del
ERP 22 de Agosto, el Contraalmirante Hermes Quijada.
30/04/73 En el ataque a Hermes
Quijada muere Víctor Fernández Palmeiro, “el Gallego”.
11/09/73 En el golpe militar
contra el gobierno de la
Unidad Popular en Santiago de Chile, mueren el Presidente
Salvador Allende y Arsenio Poupin, quienes acompañaron y apoyaron
permanentemente a los presos fugados a Chile hasta que lograron salir para
Cuba..
21/11/73 Atentado con explosivos
contra el abogado Hipólito Solari Yrigoyen, abogado de los presos políticos
28/04/74 Muere en un ataque del
ERP 22 de Agosto, el Juez Jorge Quiroga, Juez que se hizo cargo de la causa por
la fuga del Penal, que interrogó a los posteriormente fusilados hasta la misma
madrugada del 22 de agosto de 1972.
31/07/74 Es asesinado por la Triple A , el abogado
Rodolfo Ortega Peña
01/04/75 Secuestro y
desaparición de Francisco René Santucho, hermano de R.M. Santucho.
15/04/75 Segundo atentado con
explosivos contra el abogado Hipólito Solari Yrigoyen
14/8/75 Asesinato de José María
Pujadas, Josefa Badell de Pujadas, José María Pujadas (hijo) y María José
Pujadas, padres y hermanos de Mariano Pujadas. Sus cuerpos son volados con
explosivos.
21/08/75 Es detenido y asesinado
por la Policía
de Córdoba Marcos Osatinsky,. Su féretro es dinamitado en Barranca Yaco.
09/10/75 En Tucumán en un
enfrentamiento con el Ejército muere Oscar Asdrúbal Santucho, hermano de R.M.
Santucho.
05/11/75 En la clandestinidad
muere Agustín Tosco.
03/12/75 Es asesinado Arturo E.
Lea Place, padre de Clarisa Lea Place al intentar huir tras ser dinamitado su
domicilio.
19/12/75 Asesinato de María del
Valle Santucho, sobrina de R.M.Santucho.
28/12/75 Secuestro de Roberto
Quieto, uno de los evadidos del Penal de Rawson .
10/03/76 Secuestro y muerte de
Hugo Vaca Narvaja, padre de Fernando Vaca Narvaja.
26/03/76 Asesinato en Córdoba de
Mario Osatinsky, 18 años, hijo de Marcos Osatinsky.
25/04/76 Secuestro y
desaparición de Rogelio Aníbal Lesgart, hermano de Susana Lesgart.
27/04/76 Secuestro y
desaparición de María Amelia Lesgart, hermana de Susana Lesgart.
00/05/76 Secuestro y
desaparición de Mercedes Santucho, sobrina de R.M.Santucho.
/ / Secuestro y desaparición de
Carlos Hiber Santucho, hermano de R.M.Santucho, torturado hasta la muerte en
Automotores Orletti.
20/06/76 Secuestro de Carlos A.
Quieto, hermano de Roberto Quieto..
11/05/76 Secuestro de Mario
Hernández, . abogado defensor de presos políticos.
11/05/76 Secuestro de Roberto
Sinigaglia, abogado defensor de presos políticos.
27/05/76 Secuestro y
desaparición de Raimundo Gleyzer, realizador del primer film sobre la masacre:
Ni olvido ni perdón.
17/06/76 En un enfrentamiento
con el Ejército muere en Mendoza, Francisco Urondo, poeta y periodista, autor
de “La Patria Fusilada ”
01/07/76 Secuestro y
desaparición de José Osatinsky, 15 años, hijo de Marcos Osatinsky.
13/07/76 Secuestro y
desaparición de Cristina Navajas de Santucho, cuñada de R.M. Santucho.
14/07/76 Secuestro de Manuela
Santucho, hermana de R.M. Santucho.
19/07/76 Muere en un
enfrentamiento con el Ejército Roberto Mario Santucho
19/07/76 Secuestro de Domingo
Menna
19/07/76 Secuestro y
desaparición de Liliana Delfino, hermana de Mario Delfino.
10/08/76 Muere en un
enfrentamiento con la
Policía Carlos Goldemberg.
12/08/76 Asesinato de Miguel
Vaca Narvaja, hermano de Fernando Vaca Narvaja, en la Penintenciaría de
Córdoba.
19/10/76 Muere a raíz de las
torturas recibidas durante su detención, Mario Abel Amaya, abogado de presos
políticos de Trelew.
05/11/76 Secuestro y
desaparición de Elvio Angel Bel.
03/12/76 Secuestro y
desaparición de Rubén H. Santucho
03/12/76 Secuestro y
desaparición de Mónica Graciela Santucho.
27/02/77 Secuestro de Mirta y
Adriana Haidar, hermanas de Ricardo Haidar.
12/05/77 Secuestro de Jorge
Antonio Capello, hermano de Eduardo Capello
16/08/77 Secuestro de Alberto
Miguel Camps, sobreviviente de la masacre de Trelew
00/10/79 Secuestro y
desaparición de Ana Wiesen
16/10/79 Secuestro de María
Antonia Berger, sobreviviente de la masacre de Trelew.
21/09/79 Secuestro de Adriana
Lesgart, hermana de Susana Lesgart.
18/12/82 Secuestro de Ricardo
René Haidar, sobreviviente de la masacre de Trelew.
El tribunal que juzga
los fusilamientos de Trelew, recorrio con uno de los acusados la Base Almirante Zar,
donde se produjeron los asesinatos.
El acusado Jorge
Bautista, quien estuvo a cargo del registro castrense de lo ocurrido en la Base Almirante Zar,
detalló cómo encontró la escena del crimen el 22 de agosto de 1972, dónde
estaban los cuerpos, la sangre y las marcas de “rasguños” en las celdas.
“Puede ser que éste sea el pasillo, pero no lo recuerdo...
¿Y esta puerta da a la Plaza
de Armas? Ni idea.” Ciegos parecieron los primeros pasos que el militar
retirado Jorge Bautista, acusado de encubrimiento en el juicio por la Masacre de Trelew, dio
ayer en el recorrido al edificio central de la Base Almirante Zar,
escenario de los fusilamientos cometidos el 22 de agosto de 1972, ordenado por
el Tribunal Oral Federal de Comodoro Rivadavia. Parecieron, pero no lo fueron.
Porque quien estuvo a cargo del registro castrense de lo ocurrido en las celdas
de la base el 22 de agosto de 1972 relató casi de memoria cómo estaban
distribuidos los 19 presos políticos en ocho celdas, hasta allí trasladados por
militares luego de su intento de fuga del penal de Rawson, y reveló que no
todas las víctimas fatales de la masacre fallecieron en el momento. Ese dato,
particularmente, fue considerado por la querella de los familiares de las
víctimas como el más importante de la jornada: “Indica que a algunas víctimas
las dejaron morir”, definió la abogada del CELS Carolina Varsky. Sentado en uno
de los bancos que adornan austeramente el hall de entrada del edificio central
del predio que la fuerza aeronaval controla, a quince minutos de la ciudad de
Trelew, rígidamente serio, apoyaba sus manos en el bastón del que se vale para
caminar y fijaba su mirada en el afuera.
La batahola que armó la comitiva judicial –su abogado
defensor, los de las querellas de los familiares de las víctimas y de la Secretaría de Derechos
Humanos, los fiscales y los jueces– lo despertó del letargo. Se sumó al tumulto
que emprendió el reconocimiento del lugar y, sin mediar pedido del tribunal o
preguntas de las partes, comenzó a describir cómo había sido 40 años atrás,
cuando hizo la “investigación” militar del hecho, por la que está acusado de
encubrir la masacre.
“Las celdas se enfrentaban a lo largo y el pasillo corredor
desembocaba en una sala que era bastante más grande de lo que es ahora”,
repitió el balbuceo el único acusado que participó del reconocimiento, ya
anoticiado de que su avejentada humanidad era el punto de mayor atención del
recorrido. De cerca lo seguía su abogado, Gerardo Ibáñez.
El recorrido por el edificio comenzó cuando el secretario
judicial abrió una de las tantas fojas del expediente de la causa en la que
figura un plano del lugar. Un primer pasillo que se abre a la izquierda del
hall central, ese con el que Bautista jugó a confundirse durante los primeros
momentos, condujo a la comitiva al espacio en donde se ubicaban las celdas que
albergaron los últimos días de los 16 presos políticos fusilados. “Esta puerta
no estaba, no existía”, balbuceó Bautista mientras los magistrados intentaban
sin éxito localizar esa abertura en el mapa del expediente. Hoy, esa puerta es
la frontera entre dos ambientes que, aquel 22 de agosto de 1972, fueron uno
dividido en varios mínimos. Con los años el sitio fue convertido en un centro
cultural para la memoria y, por ende, modificado. Los ladrillos que subdividían
la sala en celdas hoy no existen y, en su lugar, una serie de cintas azules
pegadas en el piso dibujan la disposición de los cubículos y le dan existencia
al corredor en el que cayeron los muertos. Pegados en las paredes perimetrales
con cinta de papel, los nombres de los presos obliga a quien camine por allí a
sentir la presencia de sus cuerpos desangrados o desangrándose en el suelo.
Bautista accedió a contestar preguntas, aunque siempre bajo
el paraguas de que su memoria “no es del todo confiable”. Recitó, cual
formación de un equipo de fútbol, la distribución de los presos políticos
fugados de Rawson en las celdas de la base: “La primera celda del ala
izquierda, como se le llamó en el sumario, estaba vacía. En la segunda estaba
(Mariano) Pujadas –las cintas pegadas en la puerta de esa celda, que todavía
existe, ubican allí también a Carlos Astudillo y Eduardo Capello–. En la
tercera creo que estaba (José) Mena –tampoco se equivocó, los nombres en la
pared completan el cubículo con Jorge Ulla y Humberto Suárez–. Al lado estaban
las chicas María Antonia (Berger), Ana María (Villarreal de Santucho) y (María
Angélica) Sabelli. Al lado, (Humberto) Toschi y (Rubén) Bonet; y al lado
(Miguel) Polti y (Alberto) Del Rey. A la derecha, frente a las chicas de la
izquierda estaban las otras chicas, (Clarisa) Lea Place y (Susana) Lesgart,
luego venía la celda de (Alfredo) Kohon y (Ricardo) Haidar y después (Alberto)
Camps y (Mario) Delfino”.
Sin embargo, no fue tan puntilloso a la hora de justificar
tales conocimientos. Es que el hombre había viajado a la base desde Buenos
Aires específicamente para realizar la “investigación militar” de lo ocurrido.
“Lo sé porque investigué. Tenía que entender quiénes eran y dónde estaban
encerradas las personas cuyos nombres me llegaban de enfermería en una tarjeta
que sólo decía cuántas balas se les había sacado del cuerpo”, apuntó.
Lo que supo no bien llegó fue el estado de la escena del
fusilamiento, algo que, en partes, se prestó a reconstruir ayer. Así, Bautista
confirmó que cuando llegó encontró proyectiles en el piso del pasillo, marcas
de balas en las paredes y en las puertas de algunas celdas –“rasguños”– y
manchas de sangre, además de los cuerpos, claro, de los 16 muertos.
–¿Había sangre en los calabozos? –inquirió Guanziroli.
–Había rastros de algunas personas que habían reptado hacia
las celdas, pero dentro de los calabozos propiamente dichos no había nada. A la
entrada del pasillo de las celdas, en el hall en el que de-sembocaba ese
pasillo, había más densidad de gente.
–¿De cadáveres?
–Cadáveres, sí. Había más cadáveres que en el fondo.
Indudablemente los cadáveres los tenían que dejar para que los viera el juez.
Los heridos, que los habían sacado de acá, acá y acá (señaló en donde estarían
ubicadas las celdas de Berger, Camps y Haidar) y creo que había uno más...
–¿Cómo uno más?
–Sí, a mí de la enfermería me dijeron: Bonet acaba de morir.
Para la querella de los familiares, ése fue uno de los datos
más importantes de lo comentado por Bautista ayer, ya que “indica que las
víctimas fatales en un inicio fueron menos de los 16 que finalmente murieron y
que a los que estaban heridos en un comienzo los dejaron morir”, apuntó Varsky.
Para la fiscalía, el recorrido por la base, acompañado de la narración en vivo
y en directo de uno de los acusados, “aportó mucho ya que gran parte de su
relato coincide con lo versado en la causa por el perito oficial que revisó el
espacio en cuanto a la distribución de los calabozos y sus dimensiones”,
detalló el fiscal que actuó en la instrucción de la investigación, Fernando
Gelvez. El TOF, finalmente, decidió que Bautista amplíe su relato en la próxima
audiencia del juicio, que será el jueves de la semana que viene.
Familiares
de los presos políticos fusilados en Trelew en 1972 participaron este domingo
en la base Almirante Zar, junto a funcionarios gubernamentales y dirigentes de
organismos de derechos humanos, de un homenaje a los 16 militantes asesinados
durante la dictadura de Agustín Lanusse.
Relacionadas
Para
el sobreviviente de Trelew, el juicio es "una oportunidad histórica"
Entre
los familiares que acudieron a la base Almirante Zar, y que presenciarán este
lunes el inicio del juicio contra los acusados por esos crímenes, se
encontraban Raquel Camps, hija de Adrián Camps; Guido Quieto, hijo de Roberto
Quieto y Alicia Bonet, esposa de Rubén Pedro Bonet.
También
asistieron Hilda Toschi, esposa de Humberto Toschi; Luisa kohon, hermana de
Alfredo Elías kohon; Adriana Del Rey, esposa Alberto Carlos Del Rey y Luis Lea
Place, hermano de Clarisa Lea Place y uno de los ex presos del penal de Rawson
que no se fugaron, igual que Celedonio Carrizo y Rubén Suárez, entre otros que
estuvieron presentes.
Del
homenaje participaron Jorge Lewinger, quien integró el grupo de apoyo externo a
la fuga, y Fernando Vaca Narvaja, el único sobreviviente entre todos 19
prisioneros que lograron fugarse de la carcel de Rawson y que fue parte del
reducido grupo que escapó en un avión rumbo a Chile.
Se
encontraban además los subsecretarios nacionales de Derechos Humanos, Luis
Alén, y de Reforma Institucional y Fortalecimiento de la Democracia , Franco
Vitali; el ministro de Gobierno y Justicia de Chubut, Javier Touriñán, y
Marcelo Duhalde, hermano del fallecido secretario de Derechos Humanos, Eduardo
Luis Duhalde.
Tanto
en el acto en la base Zar, escenario de los fusilamientos del 22 de agosto de
1972, como en un acto posterior en el viejo aeropuerto de Trelew de homenaje
Eduardo Luis Duhalde, el fallecido secretario de Derechos Humanos de la Nación , también
participaron Madres de Plaza de Mayo-Línea Fundadora, Abuelas, Familiares de
Detenidos Desaparecidos e Hijos.
A
estas actividades de la víspera del comienzo del juicio oral y público a los
resposables de la Masacre
de Trelew, que se desarrollará desde este lunes a las 10 en Rawson, la capital
de Chubut, se sumaron activistas de agrupaciones como La Cámpora , el Movimiento
Evita, Martín Fierro, Nuevo Encuentro y de organizaciones sindicales, en su
mayoría jóvenes.
En
los dos actos hablaron familiares, pobladores de Trelew y otras localidades de
Chubut que fueron parte del movimiento solidario con los presos políticos a
comienzos de los 70 y funcionarios de los gobiernos nacional, provincial y
municipal.
Alcia
Bonet, que inició juicio a la
Armada a la semana siguiente de los fusilamientos, recordó
que entonces obtuvo la autopsia que probó el tiro de gracia calibre 45
disparado en la cebza de su esposo, Pedro Bonet, cuando estaba en la enfermería
varias horas después de la masacre.
Un
total de 19 prisioneros recapturados fueron fusilados alrededor de las 3.30 de
la madrugada del 22 de agosto y muchos de ellos recibieron además un disparo de
gracia, en el caso de Bonet cerca de las 12.55, cuando fue rematado.
Aún
con el tiro de gracia sobrevivieron Alberto Miguel Camps, María Antonia Berger
y Ricardo René Haidar -asesinados en hechos posteriores-, pese a que los
dejaron desangrar sin atención médica hasta entrada la mañana, cuando otro
personal de la Armada
los trasladó a Bahía Blanca.
Bonet
recordó que los tres declararon "exactamente lo mismo ante el tribunal que
los interrogó en la cárcel de Devoto, en octubre de 1972, sobre lo ocurrido en
la madrugada de la masacre".
"Estos
fusilamientos son un claro precedente del terrorismo de Estado que luego aplicó
la última dictadura", añadió Bonet. Subrayó además que organizaron y
participaron de la fuga militantes de las organizaciones guerrilleras Far,
Montoneros y ERP, que "se unieron y decidieron hacerlo juntos, más allá de
las diferencias".
Bonet
contó además que solicitó a "todos los presidentes contitucionales"
la reapertura de la causa de la
Masacre de Trelew pero sólo obtuvo respuesta del ex
presidente Néstor Kirchner en el 2005, cuando le aseguró a ella y a la madre de
Eduardo Campello: "Haré todo lo que esté a mi alcance para que se
concrete".
En
otro tramo de su discurso, Bonet reivindicó la figura de Eduardo Luis Duhalde,
de quien dijo que, "en todo momento, actuó para que se haga
justicia", tanto en entonces, junto a Rodolfo Ortega Peña y otros
abogados, como desde la
Secretaría de Derechos Humanos.
En
la base Zar hablaron además Hilda de Toschi, que reivindicó la "actitud
solidaria del pueblo de Trelew en el 72 y ahora", y Raquel Camps, quien
remarcó que "en el juicio nos van a tener que ver la cara", en
alusión a los asesinos.
También
hablaron otros familiares de los asesinados, como Luisa Cohon, y dirigentes de
organismo de derechos humanos, entre los cuales Lita Boitano (Familiares de
Detenidos y desaparecidos) y Tati Almeida (de Madres-Linea Funadora).
Entre
tantos relatos, provocó estremecimiento el de Miguel Marileo, empleado de una
funeraria cuando los fusilamientos, que esa madrugada fue llevado por marinos a
la base Almirante Zar para poner en cajones los cuerpos de los militantes
asesinados.
Marileo,
ahora testigo en la causa, recordó sollozando cómo en aquel momento lo
amenzaron para que guradara silencio: "Vos no podés hablar, tenés una
familia y un chico de dos años", contó que le dijeron para intimidarlo, y
añadió: "Ojalá que a estos hijos de perra les den el castigo que se
merecen".
MIGUEL MARILEO, EL FUNEBRERO QUE PREPARO LOS CADAVERES DE LOS FUSILADOS
EN TRELEW //“Los habían rematado sin más”
Puso los cuerpos de los dieciséis jóvenes en los cajones y selló los
féretros. “Vi que Pujadas era quien había recibido más balazos. Vi que la mujer
de Santucho tenía tres tiros en la panza, donde cargaba un bebé”, relata.
Son tres las imágenes que Miguel
Marileo no puede borrar de su memoria. Tres escenas que lo acompañan desde sus
años de empleado multiuso en la única funeraria de Trelew, hace más de 40 años:
Un pequeño y humilde rancho en las afueras de la ciudad que se convirtió en el
hogar huérfano de una “jovencita sola”, los restos calcinados de 25 bomberos
que quedaron atrapados en un incendio en Puerto Madryn y los cuerpos
acribillados de las víctimas de la masacre de Trelew. A pesar de que la mantuvo
escondida bajo otros recuerdos durante décadas, Miguel retornó a esa última
historia con la facilidad de quien memoriza un cuento: “Los habían dejado en el
suelo, en dos hileras. Cada uno tenía al costado de su cabeza una bolsita con
las balas que los habían matado. Fue una barbaridad”, desgranó en detalles
junto con Página/12 y reconstruyó su versión de la historia.
Los tac-tac-tac de alguien que
golpeó la persiana de su cuarto lo despertaron el 22 de agosto, diez minutos
antes de la medianoche, y la escena funciona muy bien como punta del ovillo que
Marileo comienza a desenmarañar. Entre la oscuridad del cuarto que daba a la
vereda de una calle residencial de Trelew y el sueño de un día perturbador,
Miguel se incorporó en el borde de su cama, abrió la ventana del lado de
adentro y pispió entre las rendijas de los postigos. Uniforme. Camión verde
oliva. “Milicos”, susurró. “¿Sí?”, alzó la voz.
–¿Miguel Marileo?
–Sí
–Me va a tener que acompañar a
la base.
–¿Pasó algo con los muchachos,
Migue? ¿Qué hicieron? –le preguntó su mujer.
–Nada, no vi a los muchachos.
Debe ser por los pibes.
Con el último zapato, el
funebrero se calzó coraje. Dejó a su mujer desvelada y subió en el cajón del
camión de Infantería de Marina que lo esperaba, motor en marcha, en la calle.
Reconoció al dueño de la funeraria en el asiento del acompañante. Se acomodó
entre colimbas. Sospechó del “capo” que estaba sentado en una de las esquinas
del acoplado militar. “Muchas tiritas en el brazo del uniforme: milico de por
vida. No como los colimbas, que están un año y pasan –definió–. Nunca me
cayeron bien los verdes, yo tenía las mismas ideas que los chicos asesinados.
Yo quería un país distinto.”
Nadie le explicó nada, siquiera
su jefe, pero Miguel sabía cuál era la razón por la que lo habían arrancado de
su rutina esa noche. Contaba con algunos indicios, claro. Las ansias del
“soldadito” que, al oído, le consultó por la opinión de la gente del pueblo
respecto de las muertes de la noche anterior habían funcionado de guiño. Las
dos hileras de ataúdes abiertos y vacíos extendidas en la sala de entrada del
edificio central de la
Base Almirante Zar, y la valija con herramientas y la garrafa
para soldar que su jefe bajó del camión que los introdujo en territorio
aeronaval confirmaron sus certezas.
El preludio
A los 18 años –principios de los
’60–, Miguel comenzó a trabajar en la empresa funeraria de su padrino, “el
señor Martello”. Siempre con un ojo puesto en la política, víctima asidua de
las “corridas” con las que los militares desarmaban reuniones en aquellos
tiempos, olió sangre en el traslado de los 19 presos políticos, el 15 de agosto
de 1972, desde el Aeropuerto de Trelew, adonde habían llegado tras su fuga de la Unidad Penal 6 de
Rawson, a la base Zar. “Los van a hacer pelota, les decía a mis compañeros de
trabajo. Nadie me creyó”, rescató, desde el sillón de su casa actual, ubicada a
vuelta de esquina de la que dejó aquella noche, casi 40 años atrás.
Tampoco se equivocó entonces. La
“bola” de los 16 asesinatos –los de los militantes de Montoneros, ERP y FAR
Carlos Astudillo, Rubén Bonet, Eduardo Capello, Mario Delfino, Alberto Del Rey,
Alfredo Kohon, Clarisa Lea Place, Susana Lesgart, José Mena, Miguel Polti,
Mariano Pujadas, María Angélica Sabelli, Ana María Villarreal de Santucho,
Humberto Suárez, Humberto Toschi y Jorge Ulla– corrió rápido por ese pueblo
chubutense. Tan rápido, que el jefe de Marileo supo, no bien comenzó aquel 22
de agosto laborable, que los marinos llegarían hasta la funeraria a comprar los
féretros. “Aparecieron en el local cerca de las cuatro de la tarde. Pusieron un
camión de culata, pidieron 16 cajones de madera y caja de metal interna, los
cargaron, pagaron y se fueron”, detalló y repitió las palabras que su padrino
le había confiado al final del día: “Nos van a venir a buscar, Miguel. Van a
querer que hagamos el trabajo”.
El trabajo
Los cajones abiertos y vacíos
los esperaban en la sala de recepción del edificio adonde Miguel y su jefe
fueron conducidos por los colimbas que viajaron con ellos en el camión. “Suba,
venga, baje y haga. Ahí sólo había órdenes para nosotros. Yo me quejaba un
poco, pero mi jefe era una tumba”, recordó. Pasillo a la izquierda mediante, la
antesala de las celdas donde habían estado encerrados los “fugados” de la U 6 era el lugar donde exhibían
sus cuerpos. Dos hileras de ocho cuerpos jóvenes, desnudos, ensangrentados y
mutilados porque “en enfermería los habían abierto para sacarles las balas”. Al
lado de cada cabeza, un paquetito transparente con el nombre del muerto y los
proyectiles verdugos. En una esquina, los tres sobrevivientes –Alberto Camps,
María Antonia Berger y Ricardo Haidar– esperaban “de-sangrándose” que los
trasladaran a Puerto Belgrano.
Miguel se asomó a las celdas
“chiquitas, el pasillo angosto, las ventanas enrejadas. ¿Quién se puede escapar
de un lugar así? A estos pibes los fusilaron sin más”, consideró, como tomando
coraje para volver al momento en que encajonó los restos de esos jóvenes y
selló con estaño los féretros para siempre. El silencio permite reacomodar
imágenes, recuperar sensaciones, reindignarse.
“La verdad... sentí una
impotencia –retomó Marileo, que hoy pisa los 68 años y sería un coetáneo de las
víctimas de la masacre–... Caminé entre todos. Los miré, los revisé. Vi que
Pujadas era quien había recibido más balazos, porque estaba abierto de acá (se
toca la garganta) hasta el ombligo y tenía como diez impactos. Vi que la mujer
de Santucho tenía tres tiros en la panza donde cargaba un bebé. Estaría de
cinco meses. Y con Sabelli me di cuenta de que los habían rematado sin más,
indefensos. Una chica de pelo bien largo, me acuerdo. No tenía impactos en el
cuerpo. No le veía orificios. Entonces le pasé la mano por detrás de la cabeza
para levantarla y llevarla a su cajón. En la nuca tenía el hueco de la bala...
Uno solo.”
Entre la una y las seis de la
madrugada del 23 de agosto de 1972, entre el desorden de las órdenes
contradictorias impartidas por uno y otro “señor de rango alto”, Miguel y su
jefe sellaron cada cadáver en un féretro. Durante algunas horas fueron
custodiados por conscriptos “aunque los capos andaban dando vueltas por ahí”.
En la mitad de la noche, un “soldadito” se acercó a Miguel: “Mire jefe que
nosotros no fuimos. ¿Sabe, no? Fue la patota de Sosa” (por el ex capitán Luis
Emilio Sosa, uno de los acusados en el juicio). Luego del episodio, al chico
“se lo llevaron a la rastra, quién sabe adónde y nos cuidaron los de uniforme
con tiritas”, que incluso los invitaron con un café. Con el trabajo terminado y
las herramientas recogidas, Miguel “quería desaparecer de ahí, nos iban a
matar”. Su jefe, en cambio, no emitió palabra más que para pedirle que hiciera
como él y se callara.
–Bueno, terminamos. Nos vamos.
–Sí, terminaron. Pero no se van.
Por ahora, no se van.
Recién a las 18 los llevaron a la
empresa, de regreso a Trelew.
30 años de silencio
“Agarré la valijita de las
herramientas, el soldador y salté del camión. Desde arriba, el tipo que me
custodió durante el viaje, capitán era, no sé, me selló la boca: ‘Vos de lo que
viste, nada. Acordate que tenés un pibe de dos años, una familia. Cuidala’.”
Marileo llegó a su casa, se dio un baño y le contó a su esposa qué había
pasado. “Le prometí que no lo contaría nunca”, sostuvo frente a Página/12.
Durante algunas semanas, el
teléfono de su casa no paró de sonar. La prensa de Buenos Aires, que había
cubierto las horas posteriores al fusilamiento de los 16 militantes, estaba
desesperada por hablar con el funebrero. El cajón en el que él guardó su
historia se abrió mucho después: “No di una entrevista hasta 2003, cuando
Mariana (Arruti, la directora del documental que reconstruye la historia de la
masacre) me pidió que le contara. Y lo hice”. Luego prestó declaración en la
causa que la semana pasada llegó a la instancia de juicio oral. Ahora, espera
que “la Justicia
alcance a los culpables”.
María Raquel Camps caminó
Ayer, antes de desarrollarse el acto de homenaje en el
gimnasio de la cárcel, María Raquel ingresó a las celdas, miró la foto de su
padre, recorrió los pasillos y continuó buscando fragmentos de su propia
historia.
"Es importantísimo esto que está ocurriendo después de
40 años. Pero no me causa ninguna felicidad, no voy a festejar, la masacre
significó mucho dolor para nosotros porque después vinieron muchas cosas, mi
papá fue asesinado el 16 de agosto del 77 y mi mamá secuestrada y desaparecida,
creo que nos marcó muchísimo esto. Después de 40 años estamos acá, buscando que
nos vean las caras", sostuvo.
Dijo que ver la cara de los acusados del intento de
asesinato de su padre y de la muerte de 16 de sus compañeros le da "mucha
impotencia, porque están inmutables, los veo viejos y mis viejos eran muy
jóvenes cuando se fueron, pero el odio solamente arruina al que odia".
María Raquel nació en la clandestinidad. "La masacre de
Trelew es una frase que me siguió durante mucho tiempo, porque aparte Trelew
significa bastante por otra cosa, mis papás se conocieron en el penal de Rawson
y de ahí nunca más se separaron y acá yo empecé a reconstruir mi
historia".
Recordó que su padre "dejó mucho testimonio escrito y
dicho. Eso es un tesoro para los hijos. Tener su palabra, su pensamiento".
Y concluyó: "A mí me tocó vivir otra historia. Yo trato
a veces de renombrarme en esto y decir: bueno yo también soy una víctima del
terrorismo de Estado. Yo también soy una sobreviviente de esto y soy una
huérfana producida por el genocidio también". Pero "estos juicios
implican un nunca más, no tengo dudas".
……………………………………………………………………………………
“Al juicio de Trelew
se llega por la lucha del pueblo y la política de los Kirchner” // El ex
dirigente montonero repasó en una entrevista con el programa Mañana es Hoy de
Radio Nacional el rol de la militancia y las similitudes con la década del
setenta. Elogió la nacionalización de YPF y propone reestatizar los
ferrocarriles.
A 40 años de la masacre de Trelew, durante la dictadura de
Lanusse, ¿qué reflexión hace acerca del fuerte movimiento en el juicio?
–Imaginate, después de 40 años, ni soñaba que esto se podía
llegar a dar. Es un hecho histórico, y como charlábamos con Taty Almeida en
Trelew, se da por dos causas, dos pilares fundamentales: uno, la lucha del
pueblo argentino a lo largo de muchos años donde en Argentina no se dio lo que
se dio en Chile, con un dictador vitalicio, como senador, y tiene que ver con
movilizaciones y lucha durante muchos años. Y otro elemento es que hay una
política de Estado que desarrolló Néstor Kirchner y la continuó Cristina Fernández
sobre el tema de Derechos Humanos, con esa consigna que repite siempre Taty,
“Memoria, Verdad y Justicia, nunca por mano propia”. Y eso es lo fundamental.
Después de 40 años, los compañeros, mi compañera Susana, la de la foto
histórica, deben estar con una sonrisa. Deben estar más que conformes con lo
que está pasando.
–Dice que hubo una política de Estado, y por primera vez
escucho una reivindicación abierta al tema de Néstor Kirchner, y estas
políticas. Yo le perdí el rastro por el 2005 o 2006. ¿Qué hizo todos estos
años?
–Estuve trabajando hasta el 2003 en la gomería, casi ocho
años. Después estuve gerenciando una empresa, una pyme familiar en crisis.
Después me fui a Bariloche. En el ’91 vivimos un año con mi mujer en Bariloche.
Un amigo–compañero puso una chocolatería en Colonia Suiza y ahí aterricé.
Estuve casi un año, y me engancharon con el Proyecto de las Madres. Duré lo que
salió el proyecto, porque me peleé con Schoklender, tengo el telegrama de
despido de él y le puedo mostrar a mi nieto el telegrama de despido para que
vea que su abuelo sí trabajó. Y acá en Río Negro, en la política estoy
presidiendo el Tren Patagónico, que va por la línea Sur, y estamos haciendo un
llamado a los ferroviarios del país, para que así como se pudo recuperar YPF,
podamos recuperar el ferrocarril.
–¿Cómo le impactó la recuperación de YPF?
–Me parece que es fundamental. Está dentro de esto que
decimos acerca de que se está recuperando el país, dentro de un proyecto
totalmente estratégico, desandando toda una política neoliberal que se padeció
durante mucho tiempo. Recuperar la soberanía energética, como la alimentaria,
son aspectos trascendentes. Respecto al
tema del ferrocarril –de paso hago propaganda– me parece que es otro de los
elementos, sobre todo en distancias tan grandes como tenemos en la Patagonia. Yo estoy
en Río negro, y de Bariloche a Viedma hablamos de 900 kilómetros que
hay que recorrer para ir de una punta a otra. El debate sobre YPF me parece
trascendental, como la Ley
de Medios, como las prepagas, las AFJP. Creo que están en esa línea.
–Me sorprende, pensé que se había alejado de los temas
políticos. No sabía que estaba activando...
–Los muchachos de la juventud me decían –hubo muchos grupos
juveniles en Trelew con el tema del juicio–, y charlamos bastante de los
aspectos comunes y distintos que tenían nuestra generación y la de ellos. Les
decía que siempre tengan en cuenta que nosotros no nos jubilamos, que siempre
vamos a estar en acción. Uno no se retira de la política, somos animales
políticos, nacimos políticamente a partir de los 15 años, y a los 64 seguimos
en ese camino. El propio Néstor Kirchner es un ejemplo claro de esa generación.
–¿Le gusta el país como está?
–Por supuesto. Yo respaldo la política nacional que lleva
adelante el gobierno, hemos logrado, después de 18 años, recuperar el peronismo
en Río Negro, y estamos tratando de contribuir desde donde a uno le toca y en
cada circunstancia histórica. Creo que las organizaciones tuvieron su etapa
importante, que hicieron su aporte con errores y aciertos, y estoy convencido
que se viene un momento fundacional y cada uno debe venir con un pan bajo el
brazo, con algo construido. Esa es la tarea.
–Hablando de Trelew, igual que en el ’73, creo que generó
una irrupción juvenil enorme. La muerte de Néstor Kirchner generó también un
fenómeno en la juventud, de compromiso espectacular. Todos los vimos, todos nos
emocionamos, a todos nos conmocionó. Y La Cámpora tiene los problemas que tuvimos nosotros
en su momento: un crecimiento masivo y una estructura de cuadros que debe andar
al galope detrás de miles y miles de pibes movilizados en todo el país. Tiene
que plantearse una política de formación de cuadros, una de organización
juvenil. No quiero dar consejos, pero creo que en esas explosiones masivas de
jóvenes en la política tenemos una similitud, con un contexto totalmente
distinto por suerte para estas nuevas generaciones.
–¿Escuchó el discurso de Cristina del jueves?
–Sobre todo el tema del debate con el sector gremial. Yo
logré acá, en el gremio ferroviario –tanto de la Fraternidad como de la Unión Ferroviaria –,
cerrar las paritarias en muy buenos términos, con muy buenos acuerdos, con un
debate sobre participación en las ganancias, con debate sobre la necesidad de
participación de un director obrero en la empresa, y con los dos gremios de
acuerdo. Estamos armando una escuela ferroviaria en Jacobacci, una localidad
bastante golpeada de la zona sur. Es decir: cuando uno puede discutir políticas
con las estructuras intermedias de las organizaciones sindicales, puede lograr
resultados en un proyecto de país.
–¿Qué le parece el liderazgo de Cristina? ¿Cómo la ve?
–Obviamente, creo que es una estadista con varios cuerpos de
diferencia con los que la siguen de atrás. Basta ver la acción y el discurso.
Son discursos con acción. No son discursos floridos. Creo que hay una dosis
emocional muy alta por lo que ha vivido, el peronismo tiene esas cosas de
momentos difíciles, y tal vez por eso todos los movimientos de masa siguen
vigentes, por su historia, por lo emocional, por esa vocación hacia la política
concreta.
–Cuando a ella le niegan que sea peronista, es un planteo
que también a ustedes les hacían en la década del ’70, ¿no?
–A nosotros nos hacían análisis todos los días: cuántos
glóbulos rojos o blancos teníamos. Si vamos a discutir sobre eso, me parece una
tontería. Sí diría que la recuperación del rol del Estado y el debate con la
políticas generadas por el neoliberalismo que hace el gobierno de Cristina, las
respaldo totalmente, y participo de ese debate en cada lugar que me toca estar.
Lo que no significa que uno no tenga planteos, diferencias, que no debata
públicamente. Creo que el peronismo en eso es bastante rico, porque el que no
debate está muerto. Además hay una relación que tiene este gobierno, que es
tirar la política y someterla a la práctica. La práctica te la devuelve, y con
un valor agregado. Y ser receptivo a ese valor agregado me parece fundamental
porque es lo que enriquece la propuesta de la teoría. <
http://www.promoterritoriales.org.ar/nota_La-VIDA-despues-de-TRELEW-y-la-lucha--por-la-JUSTICIA.html
Masacre de Trelew: arranca el juicio por el fusilamiento de
presos políticos en 1972
El Tribunal Oral
Federal de Comodoro Rivadavia juzgará a seis miembros de la Armada por el homicidio de
16 militantes que habían intentado fugarse del penal de Rawson. La lucha de los
familiares y el compromiso de los abogados Rodolfo Ortega Peña y Eduardo Luis
Duhalde.
Por:
Gerardo Aranguren
A poco de cumplirse
40 años del fusilamiento de 16 presos políticos en lo que se conoció como la Masacre de Trelew, el
Tribunal Oral Federal de Comodoro Rivadavia dará comienzo hoy al juicio oral
contra seis integrantes de la
Armada por su participación en el homicidio agravado de los
jóvenes militantes que habían intentado fugarse del penal de Rawson y la
tentativa de asesinato de los tres sobrevivientes, Alberto Camps, Ricardo
Haidar y María Antonia Berger.
A partir de las 10, en el teatro José Hernández de la ciudad
de Rawson, los jueces Enrique Guanziroli, Pedro de Diego y Nora Monella
iniciarán el histórico proceso en el que están imputados Rubén Paccagnini, Luis
Sosa, Emilio Del Real, Carlos Marandino y Jorge Bautista. La causa es impulsada
por la Secretaría
de Derechos Humanos y el Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS). Dos de
los acusados no estarán presentes: Alberto Mayorga, quien fue apartado por
razones de salud, y Roberto Bravo, a quien Estados Unidos favoreció al negar la
extradición a Argentina.
En la elevación a juicio, el juez de instrucción Hugo Sastre
consideró probada la participación de los imputados en los fusilamientos. “El
22 de agosto de 1972, en la
Base Aeronaval Almirante Zar de Trelew, aproximadamente a las
3:30, se apersonaron en el lugar un grupo de oficiales armados con pistolas
reglamentarias calibre 11,25 y ametralladoras PAM. Luego de despertarlos, se
los hizo formar fila en el pasillo; tras ello los oficiales, sin más, abrieron
fuego con las ametralladoras PAM que portaban contra los jóvenes, alguno de los
cuales cayeron abatidos por los disparos en el mismo pasillo, mientras que
otros, instintivamente se arrojaron al interior de las distintas celdas más
próximas donde se encontraban. Luego de las ráfagas ininterrumpidas de
ametralladoras, siguieron disparos aislados que concretaron la muerte de
algunos de los jóvenes que estaban heridos”, detalló el juez.
Alicia Bonet llegó desde Francia para participar como
querellante y testigo del juicio que espera desde que en la mañana del 22 de
agosto de 1972 escuchó en la radio las primeras noticias sobre la Masacre que la dictadura
de Agustín Lanusse difundió como un enfrentamiento durante un nuevo intento de
fuga. Su esposo Rubén Bonet, militante del PRT-ERP, fue una de las 16 víctimas
fatales y ella es una de las pocas familiares que sobrevivieron a la represión
de la Triple A
y la última dictadura.
“Ese día me truncaron la vida. Se terminó una historia de
repente, la historia del primer amor, del padre de mis hijos, también todo lo
que él pensaba construir con su militancia. Pero eso que me pasó a mí le pasó a
todos, hubo un antes y un después de Trelew, porque conmocionó profundamente a
toda la generación de los años ’70. Nadie podía comprender que se hubiera hecho
tal matanza y cantidad de jóvenes que no estaban tan interesados en política
tomaron conciencia del horror de la dictadura”, subrayó Bonet en diálogo con Tiempo Argentino. Hace
apenas unas horas aterrizó en Buenos Aires procedente de París, la ciudad que,
en 1977, la recibió como asilada política junto a sus hijos y su segundo
esposo.
La denuncia original por la Masacre fue iniciada por
Bonet a las pocas semanas de que ocurrieran los fusilamientos, en plena
dictadura de Lanusse. Con el auspicio de los abogados Rodolfo Ortega Peña y
Eduardo Luis Duhalde, el ex secretario de Derechos Humanos fallecido un mes
atrás, la viuda de Bonet denunció a la Armada Argentina
por el asesinato de su esposo. “Era muy jugada pero no había una conciencia ni
nos imaginábamos la crueldad de lo que nos esperaba en el país con los
represores. Lo consideraba una necesidad porque pensaba que denunciar y que se
supiera exactamente lo que pasó era impedir que volviera a haber masacres como
Trelew”, analizó.
Su denuncia posibilitó en ese momento hacer la autopsia del
cuerpo de Bonet por los médicos legistas y tomar testimonio a los tres
sobrevivientes en la cárcel de Devoto, donde se recuperaban de las heridas de
bala. “Los tres declararon y explicaron delante de los jueces cómo había sido la Masacre. Se
reconstruyó enseguida lo que pasó y de ahí en adelante dediqué mi vida a contar
la verdad de lo que había sucedido para que no volviera a pasar y para buscar
justicia”, agregó.
A fines de julio de 1974, la Triple A asesinó a Ortega
Peña, y a los pocos días fueron a buscar a Alicia a la escuela donde trabajaba.
La persecución del grupo parapolicial la forzó a pasar a la clandestinidad con
su familia hasta que, en 1977, se exilió primero en Brasil y luego en Francia.
Sentada en el lobby de un hotel porteño y a pocas horas de
volar para participar de la primera audiencia, Alicia recordó que habrá dos
grandes ausencias en el juicio oral: “Mis palabras y todo lo que pueda hacer en
este juicio será pensando en Néstor Kirchner y en Eduardo Luis Duhalde.
Kirchner, porque con su política me dio la oportunidad de llevar adelante este
objetivo, y Duhalde porque fue un amigo, compañero, el abogado de Rubén desde
el año 1971. Fue un hombre coherente, militante para que Argentina no olvidara.
El 22 de agosto de 1972, con él y con Ortega Peña juramos que nunca íbamos a
dejar de buscar justicia por Trelew y eso era una de las tareas principales que
él quería llevar a cabo.” <
La clave
Fuerzas represivas
Alicia Bonet, viuda de Rubén Bonet, uno de los militantes asesinados,
afirmó que la Masacre
de Trelew mostró “un cambio en la actitud de las fuerzas represivas, que nunca
habían llegado al extremo de eliminar a presos que estaban bajo su
responsabilidad”.
Los militares acusados
Entre las 2:30 y las 3:30 del 22 de agosto de 1972, el
capitán de fragata Luis Emilio Sosa, jefe de la guardia de la Base Aeronaval
Almirante Zar, ingresó al lugar de detención de los presos políticos junto con
el teniente Roberto Bravo y el capitán de fragata Emilio Del Real. El cabo Carlos
Marandino estaba de guardia. Luego de abrir las puertas de las celdas, se les
ordenó a los detenidos que doblaran sus mantas y sacaran sus colchones. Se los
hizo formar fila en el pasillo tras lo cual fueron fusilados y luego rematados.
Además de los autores directos de la Masacre , en el juicio
están imputados Rubén Paccagnini, quien era en ese momento el jefe de la Base Almirante Zar,
y su superior, el contraalmirante retirado Horacio Mayorga, quien estaba al
frente de la Aviación
Naval. “Sin su colaboración necesaria, teniendo en cuenta la
estructura de la Armada ,
el suceso no hubiera podido cometerse en la forma en que se ejecutó”, señaló la
instrucción. A ellos se suma el ex capitán de navío Jorge Bautista, acusado por
el encubrimiento de asesinato.
Los nombres de las víctimas
En la madrugada del 22 de agosto de 1972, fueron
ametrallados en la Base
Almirante Zar los presos políticos que habían intentado
fugarse del penal de Rawson. Esa mañana fueron asesinados Rubén Pedro Bonet,
Jorge Alejandro Ulla, Humberto Segundo Suárez, José Ricardo Mena, Humberto
Adrián Toschi, Miguel Ángel Polti, Mario Emilio Delfino, Alberto Carlos Del
Rey, Eduardo Adolfo Capello, Clarisa Rosa Lea Place, Ana María Villareal de
Santucho, Carlos Heriberto Astudillo, Alfredo Elías Kohon, María Angélica
Sabelli, Mariano Pujadas y Susana Lesgar. Sólo sobrevivieron Antonia Berger,
Alberto Camps y Ricardo Haidar, quienes fueron luego desaparecidos durante la
última dictadura.
Las víctimas tenían entre 20 y 30 años y militaban en las
Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), en Montoneros y en el Ejército
Revolucionario del Pueblo (ERP). La mayoría de sus familias junto con sus
abogados defensores fueron perseguidos primero por la Triple A y luego por la
última dictadura.
Una ciudad movilizada por marchas y homenajes en el inicio
de un proceso histórico
Organismos de
Derechos Humanos y agrupaciones llegaron a Chubut para reclamar justicia. Peña
juvenil y acto en la base Almirante Zar.
Por:
Martín Pelletier
Desde Trelew. Para
Tiempo Argentino
Al frío viento del
sur lo entibia la memoria. El susurro de años, aquel reclamo de juicio y
castigo a los asesinos, afirma su voz, hasta convertirse en grito, y porque no
en esa alegría que viene de la mano de la verdad y la justicia. Así lo hicieron
sentir unos 300 militantes de agrupaciones políticas y de Derechos Humanos que
llegaron el sábado por la tarde desde Buenos Aires a Chubut para sumarse a
otros tantos patagónicos y, juntos, pedir y sentir que la justicia por los
fusilados de la Masacre
de Trelew está cerca. Entonces, amuchados, cantando, recordando, se los vio
desandar las calles de la ciudad, unidos y organizados, a los jóvenes, en su
mayoría de La Cámpora ,
pero también de la JP Evita ,
la Corriente
Nacional Martín Fierro, Nuevo Encuentro, el Peronismo
Militante, Fuerza Militante y Colectivo Militante, detrás de los pasos de los
intengrantes de H.I.J.O.S. que les dieron la bienvenida junto con otros
movimientos políticos de Trelew, con una peña en el gimnasio municipal. Y fue
una fiesta. Horas antes, la noche del viernes, en el escenario montado en el
club, bandas del lugar le pusieron música al reclamo, mientras, en los
intervalos, los familiares de los fusilados ponían en palabras su entusiasmo y
su fe en que los genocidas de ayer sean juzgados a cadena perpetua en el juicio
que comienza hoy.
Y la madrugada los encontró cantando: “Ya van a ver, ya van
a ver, va a haber justicia por los muertos de Trelew”. Un coro de 500 voces
retumbaba en el estadio cubierto. Y hubo tiempo para la reflexión también:
“Nosotros éramos como estos pibes, con la diferencia que hoy estamos en
democracia y las formas de lucha son otras. Que la juventud se adentre en el
manejo de su país es un gran logro de este gobierno, es una generación ganada
que incorporó que la política es la herramienta para hacer feliz al pueblo”, le
dijo a Tiempo Argentino Jorge Lewinger, ex militante de Montoneros y uno de los
protagonistas de la fuga del penal de Trelew.
Ayer por la tarde, una caravana de agrupaciones de distintas
partes del país terminó en un acto en la base militar Almirante Zar, donde
fueron fusilados los 16 militantes políticos en 1972, un lugar que desde 2006
pertenece a la Secretaría
de Derechos Humanos y que se transformó en espacio para la Memoria , mediante la
labor de las Madres de Plaza de Mayo y
los familiares de las víctimas.
“Nosotros siempre pedimos justicia, jamás venganza. Estar
aquí en Trelew con tanta juventud es un hecho histórico, por los 30 mil
desaparecidos, por los 10 mil presos políticos y por los sobrevivientes que son
los que tanto nos ayudan y prestan testimonios fundamentales para los juicios”,
señaló Lita Boitano, dirigente de Familiares de Desaparecidos y Detenidos por
razones políticas. Afuera de la base, sobre una tarima, se pudo escuchar, entre
varios oradores, a Tati Almeyda, titular de Madres de Plaza de Mayo Línea
Fundadora. “A Néstor no lo enterramos, lo hemos sembrado”, dijo, y le pidió los
jóvenes que se unan para hacer todo lo que aún falta transformar en el
país.<
En el aeropuerto
Memoria. Los organismos de Derechos Humanos y agrupaciones
políticas homenajearon a Eduardo Luis Duhalde en el viejo aeropuerto de Trelew.
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