(Salta, 1976)
11 militantes-presos-políticos fueron sacados del Penal de Villa Las Rosas y fusilados durante un simulacro de fuga en un traslado no registrado en el paraje Palomitas (Departamento General Guemes). Fueron asesinados Celia Leonard de Ávila, Evangelina Botta de Nicolai, María Amaru Luque de Usinger, María del Carmen Alonso de Fernández, Georgina Droz, Leonardo Ávila, Pablo Outes Saravia, José Povolo, Roberto Luis Oglietti, Rodolfo Ussinger, y Alberto Zavarnsky
*Nora Leonard, hermana de Celia y cuñada de Leonardo Avila, uno de los matrimonios fusilados.
*David Leiva, abogado querellante de la causa.
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Los hechos
El 6 de julio de 1976 en horas de la mañana el director del penal de Villa Las Rosas, Braulio Pérez, recibió una citación del entonces jefe de
Fue así como a las 19.45 de ese día se presentó ante Pérez el capitán Espeche portando una orden escrita y la lista de los detenidos. Enseguida se ordena no registrar en los libros de la cárcel la salida de los presos. También se ordena retirar de los lugares de acceso a todo el personal subalterno, permitiéndose que sólo los guardiacárceles afectados a los muros permanezcan en sus puestos.El único documento escrito que se conserva es la orden de Mulhall, que obra en el expediente judicial iniciado en Salta. Las órdenes verbales fueron corroboradas por la testigo Juana Emilia Martínez de Gómez, celadora del penal, y el oficial del Servicio Penitenciario de la provincia de Salta, Juan Carlos Alzugaray.
El grupo del Ejército estuvo compuesto íntegramente por oficiales, sin insignias ni distintivos. Todos se nombran entre sí a través de sus nombres de guerra. Antes de la llegada de los oficiales se apagan todas las luces del penal excepto las del lugar donde estaban los presos a trasladar. Hasta allí llega un grupo de guardiacárceles que entrega los once (11) presos a los militares que esperaban afuera, a oscuras, con linternas en sus manos. De acuerdo con las órdenes las personas desalojadas del penal debían sólo llevar lo puesto.
Mientras esto ocurría en Villa las Rosas, aproximadamente a las 20 horas de ese 6 de julio en la altura entre Güemes y Salta, entre Cobos y el cruce, se encontraba apostada una patrulla que realizaba controles vehiculares. Al ser detenidos un Torino conducido por Héctor Mendilaharzu y una camioneta F-
Al día siguiente, 7 de julio, los vehículos fueron devueltos cerca del paraje denominado Palomitas, sobre la ruta
Los certificados de defunción realizados en Salta están firmados por un doctor Quintín Orué, un médico que nunca pudo ser identificado. Varias de las víctimas, en el momento de morir, se encontraban acostadas, y habían sido golpeadas. Los orificios de bala de los pocos cadáveres encontrados demuestran que los disparos fueron efectuados de abajo hacia arriba."
Días antes el Director del Penal de Salta, Brulio Pérez en una vista que les hizo, a las detenidas políticas les dijo que los militares venían "quinteando". Al preguntarle qué significaba eso, dijo textualmente: "Uno, dos, tres, cuatro, cinco...al paredón...". (Testimonio de Graciela Lopez, sobreviviente a
A Raquel Celia Leonard de Avila le sustrajeron el bebe de sus brazos, y le fue entregado a su hermana Nora, que también se encontraba en la prisión.
Meses después los detenidos que quedaban en el Penal Villa Las Rosas fueron trasladados a distintas unidades, y las mujeres a
Fuente: www.pparg.org
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Por Juan Antonio Abarzúa y Adrián Quiroga Navamuel, El Tribuno, Salta, 31 de Agosto del 2003
Simeón Véliz tiene 74 años, fue un agente policial durante toda su vida. Jubilado hace más de dos décadas, está lúcido y en su memoria guarda un hecho para él -y para la historia- inolvidable: lo ocurrido la noche del seis de julio de 1976, a 17 kilómetros de su destino de entonces, la comisaría de General Güemes: la Masacre de Palomitas, en la que 11 presos políticos fueron acribillados a balazos por sicarios de la sangrienta dictadura militar que oscureció la Argentina durante siete aciagos años.
Véliz, señala el sitio, ahora diferente, donde ocurrió el desastre Está jubilado, tiene 74 años y estuvo en el lugar de la masacre a pocas horas del hecho, en la ruta nacional 34. "Había pozos con sangre, orejas, dientes, pelos y miles de cápsulas de F.A.L. que
Luego de casi tres décadas de investigaciones, Véliz, que paradójicamente sirvió durante 9 años de su carrera en el ya desaparecido destacamento de Palomitas, donde, en un calabozo, nació su hijo Jesús Vélix, ahora comisario y anotado con "x" "por un error del Registro Civil" que nunca arreglé", tomó una decisión: dar a conocer detalles de cosas que se mantenían en secreto y de las que jamás nadie había hablado: del contubernio y la conspiración montadas entre los militares de entonces y elementos del cuadro jerárquico de la policía de la provincia, antes y después del tan macabro como triste suceso.
Y dio nombres que podrían resultar claves, por su evidentemente participación en la matanza: el entonces comisario de General Güemes, Oscar Correa y del inspector mayor (este cargo ya no existe en el escalafón) Héctor Trobatto, ambos retirados y residentes en cómodas viviendas de la capital y San Luis, respectivamente.
Los acontecimientos
Y dio dos órdenes: "esto no se anota en los registros", la primera. La segunda, fue más más compleja y tenebrosa aún: apagar todas las luces y retirar a los guardiacárceles de los pasillos a objeto de que la operación resultara lo más secreta posible; no permitir que los detenidos llevaran consigo dentaduras postizas, lentes de contacto ni ropa de abrigo, pese a que hacía mucho frío.
Una de las víctimas, Raquel Leonard de Avila, debió dejar a su bebé, de pocos meses y que estaba con ella en el recinto puesto que todavía lo amamantaba. Pocas horas después de aquello, las 11 personas que integraban la fatídica lista elaborada por los militares golpistas, caían acribilladas a balazos en la ruta nacional 34, 17 kilómetros al Sur de General Güemes, en el paraje conocido como Palomitas.
Las vivencias de Véliz
"Nosotros no teníamos idea de lo que estaba ocurriendo ni lo que había sucedido con los detenidos que habían secuestrado desde Villa Las Rosas. Pero esa misma tarde, como durante varias semanas anteriores, las autoridades de la comisaría estaban nerviosas.
Nuestro jefe, Oscar Correa, había recibido la visita de un inspector mayor que había venido de Salta, Héctor Trobatto, con el que se encerraba permanentemente en su oficina. Cuando salían, Correa se mostraba más nervioso aún, no así Trobatto, que tenía todo el aspecto de esos oficiales de película: delgado, atlético, muy serio, con bigotes y una mirada característica de los que tienen poder y saben mandar".
"Me acuerdo muy bien de él porque es de por aquí cerca, de Betania, y había estado varias veces, durante los días previos a la masacre, en Güemes. El mismo nos había dicho que la zona estaba llena de guerrilleros, que andaban robando autos. Por ello mismo y en virtud de esas informaciones, es que todas las noches nos tenían haciendo guardia en el "cruce" para "encontrar a los extremistas".
"Esa noche, Trobatto le dio, con un movimiento de cabeza, una orden a Correa, quien nos convocó y nos envió en un móvil a cumplir una misión, pero sin decirnos cuál. Tres de nosotros -el agente Ricardo Arquiza, que ahora anda "levantando tómbola"; José "Vaso" Michel y yo- nos fuimos en un vehículo azul, que manejaba el oficial Raúl Huari.
Cuando llegamos, nos dimos cuenta que estábamos en el paraje Las Pichanas, cerca de Palomitas. "Bájense -nos dijo Huari- ustedes se van a quedar de custodia hasta mañana. Que nadie se acerque ni se detenga a mirar.
Se van a quedar aquí, allá y acá", nos señaló, dándonos puestos separados treinta metros uno de otro. "No se junten ni se acerquen para conversar", advirtió imperativamente y se fue. Y allí, con un frío tremendo, estuvimos toda la noche. En el lugar, había dos vehículos, una camioneta que ardía y un Ford Fairlaine" (las investigaciones dicen que era un Torino, que como la pick up, habían sido robados por militares a la altura de Cobos, haciéndose pasar por guerrilleros del Ejército Revolucionario del Pueblo).
"La camioneta ardía pero igual no se veía nada porque la ruta no era como ahora, sino mucho más angosta y rodeada de monte. Los árboles se tocaban copa a copa y la oscuridad era total".
Veliz, al relatar los acontecimientos, no tiene dudas ni lagunas. Y al respecto, siguió: Cuando empezó a amanecer, nos dimos con un espectáculo espantoso: en el lugar habían restos humanos: pelos, dientes, orejas...era algo terrible. Michel, me llamó: "vení a ver esto".
Cerca del auto, habían más restos humanos, mucha sangre y masa encefálica. Era un reguero. Todo indicaba que alguien había tratado de huir por el monte, pero no había logrado su intento. Más tarde hallamos rastros, todos de botas militares.
Y en el asfalto habían miles de cápsulas de FAL (Fusil de Asalto Ligero); tantas que las agarrabamos a puñados. Y más aún, en tres lugares distintos, había pozos con sangre. Nos miramos y coincidimos.
"Aquí mataron a varios", dijo "Vaso" y concluyó en que todos habían sido arrumbados, uno sobre otro, en tres grupos diferentes, donde deben haberlos rematado, a juzgar por los pozos con sangre, que eran impresionantes. La escena era más que dramática y nunca la he podido olvidar".
Atando cabos
"Cuando regresé a la comisaría, luego de aquella jornada, ellos me contaron que Trobatto y Correa se habían reunido días antes varias veces con personas desconocidas, la última, 24 horas antes del crimen. En realidad, yo sabía eso porque también había visto movimientos sospechosos pero los había atribuido a eso que decían que andaban los extremistas robando autos.
Es más, con el tiempo me he dado cuenta que hay cosas que se encadenan al hecho: no mucho antes de los sucesos que le costaron la vida a esas personas, un oficial que falleció hace cinco años, don Francisco Arapa, hizo un procedimiento que habría merecido las felicitaciones de cualquier superior, pero que a él le costó castigos y persecuciones.
Resulta que este hombre, advertido de eso de los "extremistas", recibió de un gaucho, la información de que en la hostería del rio Juramento (la ex posada del Autómovil Club, ahora abandonada), estaba bebiendo un grupo de personas armadas, con uniformes militares pero sin insignias identificatorias.
"Arapa, que era un tipo muy astuto, en absoluto sigilo se fue al lugar, rodeó la zona y atrapó a estos tipos, que efectivamente andaban armados. Los maniató y los trajo detenidos a la comisaría. El creía que había hecho lo correcto y que después de aquello, poco menos que lo iban a condecorar.
Pero, al contrario, cuando Correa vio a los presos, inmediatamente los hizo desatar, los saludó militarmente y tras dialogar en privado y amigablemente, los liberó. No los vimos nunca más, pero recuerdo que Correa le pegó una buena "puteada" a Arapa y le dijo "¡Cómo le vas a hacer esto a los colegas!".-(ServiPren)
Fuente: www.servipren.com.ar
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... 'a los familiares nos costó mucho pedir JUSTICIA, algo que es tan natural'... Elia Fernández de la Asociación HIJOS, en el acto en homenaje a los muertos en la Masacre de Palomitas el 6 de Julio de 1976. Actualmente hay sentencia en la primera parte del Juicio.
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Mara Puntano - Abogada DDHH, 06/07/07
El 6 de julio de 1976 el comunicado del Coronel Carlos Alberto Mulhall (Jefe del Destacamento Salta del Ejercito Argentino, dirigida al Juez Federal de Salta Ricardo Lona, informaba que "En cumplimiento de ordenes recibida por
Las once personas se encontraban detenidos en
La patrulla militar a cargo del Capitán Hugo César Espeche Garzón retiró los presos del penal de Villa las Rosas para su traslado. Se los llevó hasta la salida de la ciudad de Salta, precisamente en el Portezuelo, en donde fueron entregados a otra patrulla militar y policial , entre los que estaban los militares Mayor Juan Carlos Grande y el Teniente coronel Miguel Gentil, para efectuar el supuesto traslado. Al día siguiente , el mismo Mulhall, dio cuenta "que el día 5 de ese mes, en ocasión en que una comisión del ejército trasladaba a presos subversivos hacia la ciudad de Córdoba, fue interceptada y atacada por delincuentes, resultando muertos Alberto Simón Savranky, Leonardo Benjamín Avila y Raquel Celia Leonard de Avila, lográndose fugar José Víctor Povolo, María del Carmen Alonso de Fernández, Pablo Eliseo Outes, Evangelina Botta de Linares o Nicolay, Rodolfo Pedro Usinger, Georgina Graciela Droz, Roberto Luis Oglietti y María Amaru Luque." Pero en otro informe del mismo militar relataba :" en el enfrentamiento armado resultaron muertos Alberto Simón Savransky, Leonardo Benjamín Avila, Raquel Celia Leonard de Avila, Rodolfo Pedro Usinger, María Amaru Luque de Usinger, Roberto Luis Oglietti, Pablo Eliseo Outes, José Víctor Povolo, María del Carmen Alonso de Fernández, Jorge Ernesto Turk Llapur, mientras que se encontraban prófugos, Evangelina Botta de Linares o Nicolay y Georgina Graciela Droz. Sin embargo , del supuesto enfrentamiento sólo se constató la muerte a quemarropa de nueve presos políticos en el Paraje Palomitas sobre
La masacre de Palomitas forma parte del horroroso mapa del genocidio perpetrado en
Fuente: www.copenoa.com.ar
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Este 6 de julio se conmemoró una vez más la Masacre de Palomitas, en la que se desapareció y asesinó a 12 presos políticos durante la violencia política del Estado argentino, en 1976. El acto fue organizado por organismos de derechos humanos y contó con la presencia de instituciones universitarias, partidos políticos, movimientos sociales y público en general.
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El juez Bavio condena a reclusión perpetua a Guil y Menéndez por la masacre de Palomitas 6-12-11
La misma alcanza al expolicía Joaquín Guil, al antiguo jefe del III Cuerpo Ejército, Luciano Benjamín Menéndez y al exoficial del Servicio Penitenciario de Salta, Juan Carlos Alzugaray, que se suman así a los exmilitares Carlos Alberto Mulhall, Miguel Raúl Gentil y Hugo César Espeche, queya habían sido condenados con anterioridad -el 21 de diciembre de 2010-, también por un tribunal unipersonal y por los mismos hechos. La sentencia, de 292 folios de extensión, cuyo texto completo puede consultarse al pie de esta página, termina imponiendo las penas de reclusión perpetua e inhabilitación absoluta a Menéndez y Guil, mientras que impone la reclusión e inhabilitación por 20 años a Alzugaray.
Los tres han sido hallados por el magistrado como responsables, en calidad de coautores mediatos, de once delitos de homicidio, agravados por haberse cometido con alevosía y concurso premeditado de dos o más personas, en perjuicio de Alberto Simón Savransky, Benjamín Leonardo Ávila, Raquel Celia Leonard de Ávila, José Víctor Povolo, María del Carmen Alonso de Fernández, Pablo Eliseo Outes, Evangelina Mercedes Botta de Linares, Rodolfo Pedro Usinger, Georgina Graciela Droz, Roberto Luis Oglietti y María Amarú Luque, quienes se hallaban alojados en cárcel de Villa Las Rosas de la ciudad de Salta, a disposición del exjuez federal Ricardo Lona Albrecht.
Tras la condena, el juez Bavio ha juzgado procedente revocar la prisión domiciliaria de Joaquín Guil y ha ordenado su inmediato ingreso en la nueva prisión federal de General Güemes, localidad cercana al lugar del suceso. Guil, otrora todopoderoso jefe de seguridad de la Policía de Salta, cumplirá 75 años el próximo día 1 de enero, y todo indica que lo hará en su nuevo lugar de reclusión. El caso Palomitas -el asesinato con motivaciones políticas más grave de la historia de Salta- aún sigue disperso en los tribunales de Salta. En la llamada causa Palomitas III se ha solicitado que se cite a declarar en calidad de imputados a tres exmiembros del Servicio Penitenciario (Napoleón Soberón, Nicolás Oliva y Eduardo Carrizo), del militarJoaquín Cornejo Alemán y del citado exjuez Ricardo Lona Albrecht. Estos dos últimos han logrado eludir hasta aquí sus responsabilidades en graves violaciones de los derechos humanos gracias a sus vínculos con la judicatura y con sectores influyentes de la sociedad salteña.
Salta: “No nos mueve la venganza sino el deseo de justicia”
Lo afirmó Nora Leonard, familiar de una de las victimas caídas en Palomitas, tras la sentencia que emitió el juez federal de Salta, Julio Bavio
El juez federal de Salta, Julio Bavio, dispuso perpetua y cárcel común para Joaquín Guil. Además, condenó a reclusión perpetua al exjefe del III Cuerpo del Ejército Luciano Benjamín Menéndez al considerarlos “coautores mediatos de la masacre de Palomitas”, hecho ocurrido el 6 de julio de 1976. Nora Leonard, hermana de Celia Leonard y Benjamín Ávila, uno de los matrimonios victima del caso Palomitas, comentó que “estamos satisfechos con la sentencia, nos parece un día histórico, Joaquín Guil fue una persona que gozó de muchísimos privilegios con mucha impunidad, por eso para nosotros es fundamental que se haya revocado su prisión domiciliaria”.En este sentido, sostuvo que “no nos mueve la venganza sino el deseo de justicia, que hemos esperado durante tantos años. Yo vengo declarando en este juicio desde el año
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